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Trump asume el lunes: la deportación masiva de migrantes empieza el martes

El Capitolio de Washington. Ante un pronóstico meteorológico de temperaturas frías extremas, este lunes 20 Donald Trump será el primer presidente de la historia en jurar a puertas cerradas dento del Congreso.
18 de enero de 2025 11:45 h

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Bajo temperaturas que se anuncian glaciales, Donald John Trump asumirá la presidencia en Washington el 20 de enero de 2025. Al jurar, ninguno de los presidentes anteriores de EEUU tenía 78 o más años; hasta este próximo lunes, todos ellos habían jurado al aire libre. En la primera jura a puertas cerradas de la historia de la democracia estadounidense, en un día para el que pronostican un frío récord, Trump recibirá los símbolos del Poder Ejecutivo y las claves de activación del arsenal atómico de manos de Joe Biden, un presidente demócrata de que quien aún sus apologistas hacen un balance tibio. El ex presidente y candidato presidencial republicano vencido en las elecciones de 2020 venció el martes 5 de noviembre de 2024 a la vicepresidenta y candidata presidencial oficialista Kamala Harris. Presidente n° 45 y n° 47 de EEUU, Trump es a la vez el predecesor y el sucesor de Joe Biden en la Casa Blanca.

El mandato fuerte de una doble victoria en el Colegio Electoral y en la suma total de votos emitidos liberó a EEUU de disputas y violencias post-electorales entre dos bandos donde cada uno rehusara admitir su derrota al reclamar para sí la legitimidad de una victoria dudosa por lo estrecha cuyo margen de desempate sospecharan dirimido por el fraude. Las campaña electoral había visto una polarización extrema. Trump era denunciado como “fascista” por Harris: hay que reconocer que fue en vano. El “fascista” anunciaba la deportación masiva de migrantes sin papeles para residir en EEUU pero con prontuarios penales y la suba promiscua de impuestos de importación para los productos de China, adversario geopolítico estratégico clave, pero también de México y de Canadá.

Retórica y política de la hipérbole: una figura de mucha figuración

Ni militantes demócratas ni voceros republicanos se excusaba de admitir que denuncias y anuncios eran hipérboles inflamadas de un deplorable pero ya rutinario paroxismo de campaña. Aun defensores y votantes de Trump veían complicaciones logísticas y efectos contraproducentes indeseables en deportaciones y aranceles brutales, inmediatos y en números contundentes. Promesas útiles en campañas ganadoras, de rendimiento decreciente o compensable en el gobierno. Según el Wall Street Journal y el New York Times, la opinión de Trump es otra. Una vez en la Casa Blanca, informan estos diarios de referencia apoyados en fuentes del entorno personal de Trump y del gabinete de la administración republicana, el presidente predecesor y sucesor de Joe Biden va a dar signos from Day 1 de que está cumpliendo, sin dilación ni deshidratación, las promesas bombásticas de campaña.

Empezando por la más espectacular y visual de las promesas, la más cruel en potencia: la deportación masiva de migrantes. Hay más de 11 millones sin papeles en EEUU. Muchos con prontuario penal: en EEUU, para tener uno, las infracciones de tránsito cuentan. De llevarse el plan hasta su fin, sería la deportación de personas más grande de la historia de la humanidad. Dos centenares de agentes federales llegarían a Chicago, construida sobre el lago Michigan que es frontera con Canadá, en el estado de Illinois. Es un desafío empezar por la 'capital del Medio Oeste'. Es una ciudad demócrata -donde el Partido celebró en 2024 su Convención-, una ciudad afroamericana, una ciudad santuario para la migración hispana (y canadiense, una masa de primer orden, enorme y disimulada, entre los 'sin papeles'). Es también, recuerda el historiador Romain Huret, una ciudad donde la colaboración y coordinación entre los el gobierno federal, el gobierno estadual y el gobierno municipal, ha sido siempre problemática.

Según la idea que Trump dice hacerse de las cosas, deportaciones masivas de migrantes y aranceles promiscuos a las importaciones chinas, mexicanas y canadienses, apenas puestas en marcha, abrirían mejores oportunidades de empleo para todas las personas de residencia legal cuya educación formal se ha detenido, si no ya antes, en la escuela secundaria. En especial, apunta Francis Fukuyama, según la opinión presidencial estas medidas apuntalarán la autoestima de los obreros varones: en una economía post-industrial de servicios, el mérito superior de los empleos que premian la sola fuerza física muscular se esfuma o marginaliza.

A la campaña electoral de Trump impulsaba la esperanza en marcha colocada sobre la idoneidad del republicano MAGA para hacer nuevamente grande a América en las pequeñas cosas básicas de una vida cotidiana que la mayoría ve deteriorarse y degradarse en todos y cada uno de los lujos proletarios que hacían la felicidad, real o proyectada, de una sociedad sin clases. Empezando por la carestía de la vida, la cuenta del supermercado, el aumento firme de los precios de los alimentos frescos, de los alquileres y las hipotecas, la reducción de opciones de vivienda y salud accesibles. En suma, al electorado trumpista alarma el achicamiento del inventario de un American Dream entre cuyos faltantes crónicos brilla ahora por su ausencia el sueño de la casa propia.

Entre carta astral de masas y cálculo hedónico estructural

No es inusual que la expectativa por el pronto cumplimiento de las promesas más vibrantes y urgentes de una campaña electoral triunfante entre en veloz cuarto menguante apenas el escrutinio oficial de los votos anuncie el porcentaje irreversible de la victoria de una candidatura.

Así ha ocurrido en la historia electoral argentina reciente con las fulminantes promesas proclamadas por el ex candidato presidencial y actual presidente aspirante a la reelección para un segundo mandato que el propio Javier Milei no es el único pero sí el primero en considerar que merece como ningún otro gobernante en las regiones del globo sometidas a la democracia, práctica que fuerza a las ciudadanías a acudir a las urnas y cada cuatro, cinco o seis años rectificar o ratificar a sus autoridades. Ni entre quienes votaron por La Libertad Avanza (LLA) en 2023, ni entre quienes en la República Argentina meditan su voto para las elecciones de medio término de 2025, cuenta como reclamo, pivote o pieza de convicción el que hasta la fecha resten incumplidas las promesas de dolarización de la moneda y de explosión del Banco Central de la República Argentina (BCRA), y el que su cumplimiento, en vez de coruscar cual oasis en la media distancia, se aleja día a día, tanto en las cosas como en las palabras. En un balance al día de la fecha, cumplido ya un año de administración libertaria en la Casa Rosada, el BCRA parece tanto si no más funcional y ‘performante’ que en la larga prehistoria detenida por la magistratura del economista y polemista de talk-show Milei.

Que en la capital argentina el entendimiento entre las calles Balcarce y Resistencia preserve de menoscabos a la autoridad de la autoridad monetaria embota la ingenuidad de todo el asombro, ingenuo pero merecido, ante la preservación de esa autoridad. La Ley de Bancos de 1935 creó al BCRA. (La Federal Reserve de EEUU es apenas 20 años anterior: animada de juvenil idealismo, en 1914 cambiaba por 26 dólares en billete 1 onza de oro a los particulares que los pidieran y brindaba liquidez de corto plazo a bancos comerciales solventes pero en apuros). La redacción final del proyecto de Ley argentino había sido revisada en 1934 por Raúl Prebisch a pedido de Federico Pinedo, ministro de Hacienda del presidente Pedro Agustín Justo. El economista fue el primer gerente general de un instituto al cual el texto de la Ley fijaba cuarenta años de subsistencia hasta una conclusión y liquidación finales en 1975. Hoy lucen superados, hundidos en un pasado irrevocable, los tiempos de desosiego y desautorización atravesados por esta peculiar entidad bancaria desde aquel año donde a la muerte programada se vio sustituida por el Ersatz del Rodrigazo isabelista hasta el acto fallido exitoso de reelección cristinista por procuración en 2023. Y si en claridad efímera del punto presente dirigimos y concentramos en el futuro ese foco que le retiramos ahora a un pretérito amplio y cancelado, oscuro pero transparente, en el horizonte vemos o creemos ver, ofrecidos al BCRA, un porvenir de visibilidad profunda y un escenario de acción despejado, donde todos los actores, profesionales y otros discretos técnicos de la eutanasia y del suicidio asistido hubieran hecho silencioso mutis por el foro.

Lo esencial es visible a los ojos

Las promesas de deportaciones y aranceles eran síntomas extremos del compromiso del candidato ante la emergencia de problemas y sufrimientos de una clase obrera que desde hace rato ya no va al paraíso. Deportar migrantes suprime o alivia, según Trump, dos problemas a la vez, de los más lesivos para los pobres y de esos que los ricos no padecen. Devuelve a los americanos nativos puestos de trabajo de los que los migrantes los privan. Y mejora la seguridad pública y reduce homicidios, robos y violencias, porque en el diagnóstico de los males sociales reiterado por Trump, la inseguridad es la variable dependiente y la migración la independiente. Si hay más migrantes, hay más crimen, sin hay menos, la tasa baja en proporciones anticipables equivalentes a la masa de los delincuentes que se van para siempre. Encarecer los productos importados protege a la industria nacional. La vuelve competitiva, la hace crecer, fomenta la creación de plantas industriales y la repatriación de fábricas -subgénero: con chimenea- de manufacturas. Restaura a la clase obrera en los puestos de trabajo digno que le arrebataron fenómenos acelerados en las décadas de 1990 y 2000: el libre comercio internacional, la globalización financiera y capitalista y la deslocalización de industrias que abarataban costos porque hallaban donde pagar menos a una mano de obra famélica. El razonamiento cierra: es circular.

La herida oculta de la clase proletaria norteamericana, en verdad, es más antigua. Desde la década de 1970 el giro post-industrial de la economía hacia los servicios había herido fatalmente al núcleo duro del electorado de Trump de 2016 (base electoral comparable a la de Hillary Clinton en las primarias demócratas de 2008). El sistema imaginario de compensaciones ofrecido por la Restauración trumpista no esquiva estos males: también estos entuertos buscan desfazer las deportaciones y el proteccionismo.  En general, una vez en marcha, dotarían de mejores oportunidades de empleo a todas las personas de residencia legal cuya educación formal se detiene, si no antes, en la escuela secundaria. En especial, apunta Francis Fukuyama, apuntalarían la autoestima de los obreros varones: en una economía post-industrial de servicios, el mérito superior de los empleos que premian la sola fuerza física muscular se esfuma o marginaliza.

No sólo la promesa de ganar cumplió el presidente argentino Javier Milei: también dice haber ganado la de someter a inflación. Aparentemente, según una encuesta del Wall Street Journal, los votantes de Trump no quieren la versión Mega de MAGA, que incluye tantas hipérboles interpretadas al pie de la letra. Aparentemente también, no será en 2025 que a Trump le llegue el día de decir que los números de la cuenta que los consumidores pagan al salir en la caja del supermercado se han aquietado, se han estabilizado sin aumento. Las promesas más apocalípticas de la campaña no podrán ser, entre tanto, trasladadas al desván de las místicas perimidas.  

Idas y vueltas de París a la Isla del Diablo

Los candidatos prometen muchas cosas, pero ninguna más importante que ganar. Una vez que ganó, el presidente electo demostró que, en efecto, manifestaba ser esa figura prometedora y promisoria que sus votantes creyeron que sería. Los números válidos dan una prueba irrefutable. Las demás promesas, cumplida esta, cambian de universo, pasan del orbe de la doctrina y el ideario al del cálculo, la gobernabilidad y la policía administrativa de recursos que por definición, y cuando por fortuna existen, son escasos. Tránsito de la mística a la política, pasaje tan decepcionante como ineludible que al fin del siglo XIX había detectado famosamente Charles Péguy a propósito del Affaire Dreyfus. En diciembre se cumplieron 130 años desde las vísperas de la Navidad de 1894, cuando el inocente capitán de artillería Alfred Dreyfus, uno de los pocos oficiales judíos en las FFAA de la ultra laica Tercera República Francesa, fue declarado culpable de venderle a Alemania secretos militares de Francia y condenado a la deportación y prisión perpetuas en la Isla del Diablo, colonia penitenciaria en el mar Caribe. (Raras pero inexactas han sido hasta ahora las menciones de la efemérides en medios hispanófonos).

Un largo siglo XX había empezado con la condena del capitán Dreyfus aquel ignominioso 22 de diciembre de 1894. Su conclusión más que secular llegó el 11 de septiembre de 2001 con el exitoso ataque doble de al-Qaeda que en la ciudad de Donald Trump derrumbó las Torres Gemelas. En árabe, qaeda significa foco: Osama bin Laden, millonario saudí asesinado en Pakistán, era un gran lector del Che Guevara, revolucionario foquista argentino asesinado en Bolivia. Secuestrados en vuelo y piloteados por cuadros de la organización islamista, dos aviones tumbaron las dos torres del World Trade Center. Erigidas en homenaje al Libre Comercio mundial que el ex rey de la especulación inmobiliaria neoyorquina, devenido en este siglo XXI y por segunda vez presidente de EEUU, ha prometido combatir los cuatro próximos años desde Washington con una jihad sin miedo y sin piedad. Hoy el libre comercio es defendido desde China: un país (como Bolivia) donde no faltan estatuas ni homenaje al rosarino Ernesto Guevara de la Serna.  

AGB

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