Asesinato del reportero gráfico en Pinamar
Cabezas: a 25 años de un caso emblemático, sus protagonistas recuerdan la lucha por el esclarecimiento y las marcas que no sanan
Ana Paula Far Puharre dio sus primeros pasos como reportera gráfica de la revista Noticias como asistente de José Luis Cabezas. “Yo no soy profesor de nadie”, había contestado el fotógrafo cuando su jefe le asignó entrenar a la última incorporación del equipo. Poco después, Cabezas no era sólo su mentor, también su amigo. Far Puharre recordó en diálogo con elDiarioAR lo que mejor le enseñó su colega: a iluminar. El manejo y uso de la luz en la fotografía es un arte en sí mismo. Las fotos que Cabezas tomó al empresario Alfredo Yabrán en febrero de 1996, y que le terminaron costando la vida hace 25 años, también fueron luz. Un foco radiante sobre uno de los hombres más oscuros de Argentina.
El periodista Gabriel Michi era su compañero cuando lo mataron. Cabezas tenía sus propias fuentes y juntos investigaron durante al menos dos años a Yabrán y sus negocios, dijo Michi a este medio. “Lo que siempre me sorprendió de José Luis en materia profesional es que él tenía como una especie de cruce muy impactante. Tenía lo artístico, un ojo muy, muy detallado. Pero a su vez tenía mucho de reportero gráfico de asalto, el que tiene que salir a la calle a batallar”, lo recordó.
“Era un tipo muy divertido, se la pasaba haciendo bromas. Tenía una carcajada muy particular, muy contagiosa, que aún resuena en mi cabeza y en la cabeza de todos los que lo conocieron”, afirmó Michi. “También era muy malhumorado cuando se enojaba, tenía muy mal carácter. De hecho, él decía de sí mismo que era un ‘chabón bravo’”. El periodista también definió a Cabezas como un hombre muy dedicado y pendiente de sus hijos y su familia, de las cenas con sus padres.
La madrugada del 25 de enero de 1997, el secuestro y asesinato de Cabezas cambió para siempre las vidas de sus seres queridos y de los integrantes de esa redacción. Tras el hallazgo del cuerpo calcinado en el Ford Fiesta que el fotógrafo y Michi usaban para la cobertura en Pinamar, el dueño de Noticias, Jorge Fontevecchia, encomendó a la abogada Norma Pepe viajar ese mismo día a Pinamar junto a su colega Oscar Pellicori, ambos letrados de Editorial Perfil, para recabar información y ponerse a disposición de la Justicia. Se les unieron Carlos Lunghi, jefe de fotografía; y Héctor D’Amico, director de la revista. “Hablamos con María Cristina, la esposa de Cabezas, y ella nos pidió si podíamos asistir legalmente a ella y a Candela, la hija mejor de José Luis. Le dijimos que por supuesto que sí y ahí comenzó nuestro camino como querellantes en la causa”, explicó Pepe a elDiarioAR.
Los abogados se alojaron con los periodistas y fotógrafos que habían estado trabajando con Cabezas en Pinamar. “Estaban todos devastados, desesperados. Nunca me voy a olvidar de un periodista que estaba realizando el operativo verano en Mar del Plata fue a Pinamar. Cuando entró en la comisaría, yo estaba con el juez -recuerda Pepe-. En ese momento escuchamos unos ruidos y era el periodista que empezó a patear la puerta de una de las oficinas de la comisaría porque no lo atendían y él necesitaba saber por qué habían matado a su amigo. Hubo que contener a todos los compañeros de José Luis que estaban trabajando en el operativo”.
Al principio, primaba el desconcierto. “Lo único que se sabía en ese momento era que lo habían matado, pero las versiones sobre el por qué no eran demasiado fidedignas”, repasa en su memoria Pepe, quien todavía hoy ejerce como abogada de las publicaciones de Perfil. “A veces los compañeros no se daban cuenta del riesgo que corrían cuando aparecía alguien, algún llamado telefónico para pasarles información y les decían: ‘Nos encontramos en tal lugar a las diez de la noche’. Y yo decía: ‘Ustedes son locos, no van a ir, no pueden ir’. Pero era tal la desesperación por aportar algún dato para el esclarecimiento del asesinato”, aseguró Pepe.
De pistas falsas a firmes
“Durante los primeros tiempos se trató de desviar la investigación. Lo más notorio fue la aparición por la ventana de la gente de Mar del Plata, (la banda de) ”Los Pepitos“, como los autores del asesinato de José Luis”. “Esa fue, le diría, la primera prueba de que se quería cortar la investigación ahí”, afirmó la abogada. “Me acuerdo de haber charlado con el doctor Pelicori, y nos miramos y dijimos: ”Esto es absurdo. ¿Con qué elementos?“. ”Decidimos que había que seguir insistiendo“.
La pista firme, primero sobre la banda de los Horneros y a través de ellos sobre la policía Bonaerense y la custodia de Yabrán, llegaría después. “Se hablaba de un contexto político”, refirió Pepe, en referencia al enfrentamiento entre el presidente Carlos Menem y el gobernador bonaerense Eduardo Duhalde, y la teoría de que el crimen estaba enmarcado en esa pelea. La teoría de “me tiraron un muerto”.
“Noticias había empezado a investigar a Yabrán en 1991”, afirmó Michi, quien además recordó “un primer episodio de ataque a los periodistas que habían llegado hasta su mansión, donde la custodia de Yabrán disparó al piso para amedrentar o para que se vayan del lugar”. “Era el empresario que manejaba desde las sombras la entrada y salida del país a través de los aeropuertos, las empresas de depósitos fiscales, las empresas de correo, las empresas de carga y descarga de los aviones, la confección de los documentos, es decir, las áreas sensibles del país”. Y nadie le conocía la cara.
“Muchos le tenían temor porque, aparte, tenía una estructura de seguridad de más de 650 hombres que custodiaban sus empresas, cuya cúpula eran ex represores de la dictadura militar. La famosa mano de obra desocupada que nunca estuvo desocupada, sino que en democracia, pasó a trabajar de la mano de Alfredo Yabrán”, sostiene Michi, uno de los periodistas que más investigó al empresario.
“La custodia de Yabrán tenía dos misiones: evitar la posibilidad de un secuestro de su familia y alejar el periodismo para que no logren la imagen de Yabrán”, explicó Michi.
“Nosotros sabíamos que Yabrán había elegido Pinamar como su lugar en el mundo para vacacionar. Y además teníamos, a partir del trabajo de investigación que habíamos hecho nosotros y otros colegas de la revista, dónde vivía”.
Lo único que se sabía en ese momento era que lo habían matado, pero las versiones sobre el por qué no eran demasiado fidedignas.
Las fotos
En febrero de 1996, un año antes del crimen, Cabezas y Michi lograron dar con Yabrán en la playa. “Yo tenía dos datos -contó el periodista-: Yabrán había alquilado varias carpas en un balneario que se llama Marbella a nombre de otras personas; y que tenía una costumbre: bajar alrededor de las cuatro de la tarde a la playa. Entonces, cuando hacíamos la recorrida y otras notas, pasábamos alrededor de las cuatro de la tarde por el balneario. Teníamos una foto vieja y nada más para identificarlo”.
Dieron con él como si fuera predestinado. “Un día, bajamos al balneario con quien era mi mujer en ese entonces, como si fuésemos dos turistas más. Y cuando estábamos caminando por la playa, viene una persona que acerca su silla y la pone justo al lado mío, era una persona canosa, muy alta, muy corpulenta. Y mi mujer me pregunta: ‘¿Ese no es parecido a este hombre?’ Lo miro y le digo: ‘No es parecido, estoy seguro de que es él’. Entonces, lo voy a buscar a José Luis”.
“Le dije: ‘Necesito tu ojo fotográfico para que me digas si realmente es él’. Bajamos sin los equipos, se fija: ‘Sí, es este’. Entonces volvemos al estacionamiento del balneario Marbella y desde allí, con un lente muy largo, José Luis hace la primera tanda de fotos de Yabrán sentado en una reposera”. Simulando ser turistas que sacaban fotos en la playa, Cabezas, Michi y su entonces esposa siguieron esa tarde al empresario durante su habitual caminata por la arena. “Pero queríamos más”.
Al día siguiente alquilaron una carpa en el balneario de al lado. Cristina, la esposa de Cabezas, se sumó con unas amigas. Esperaron a que Yabrán cumpliera con su rutina. Y lo hizo. Mientras el fotógrafo hacía de cuenta que retrataba a su pareja y amigas, el lente de la Nikon F4 apuntaba a Yabrán y María Cristina Pérez, su esposa, caminando por la playa. Así, Cabezas obtuvo la emblemática imagen del empresario que fue tapa de la revista a principios de marzo de 1996.
El plan
Durante ese año, el reportero gráfico recibió amenazas a las que restó importancia. Al verano siguiente, decidió regresar a Pinamar y continuar con la tarea. Esta vez, Michi y Cabezas se propusieron conseguir la entrevista con Yabrán, mientras continuaban investigando sus negocios.
“No sabíamos que ya había un plan criminal en marcha”. A pedido del jefe de la custodia de Yabrán, Gregorio Ríos, integrantes de la policía de la provincia de Buenos Aires ya habían realizado inteligencia sobre Cabezas y su compañero.
Meses después del crimen y al descartar las pistas falsas que buscaban desviar la investigación, el juez José Luis Macchi determinó que el jefe de la custodia de Yabrán había encomendado el crimen al policía Gustavo Prellezo, que operaba en la costa atlántica, y que junto a policías de Pinamar orquestó el secuestro y homicidio de Cabezas. Se valió además de la colaboración de los miembros de la banda Los Horneros, según la sentencia, a quienes trajo desde La Plata para la misión. Además, la policía de Pinamar había liberado la zona para garantizar el éxito del plan.
Tras sus detenciones, los Horneros confesaron su versión de los hechos. Juan Cerolini, quien encabezó la defensa de los cuatro junto a Fernando Burlando, dijo a elDiarioAR: “Ellos consideraron que tenían que declarar. No se los tomó como arrepentidos porque esa figura no existía. Ellos reconocieron haber participado del secuestro y que fueron con la idea de que era un apriete, una paliza, no un homicidio. Señalaron a Prellezo como el brazo ejecutor y como el autor de los dos disparos a Cabezas”.
La fotógrafa Far Puharre fue asignada a cubrir la reconstrucción del crimen de su amigo. “Duró un par de días, dividida en tres partes: en la casa del empresario Oscar Andreani -donde se lo había visto por última vez la noche del 24-, en la casa de José Luis en Pinamar -donde lo secuestraron- y en la cava -donde lo mataron-. Fue de madrugada -recuerda la fotógrafa Far Puharre-. Comenzaron el 14 de noviembre, cayó en mi cumpleaños. Fue lo más duro que me tocó vivir en mi vida”.
Far Puharre recuerda que ni Prellezo ni Ríos acudieron a la reconstrucción del crimen, sólo los Horneros. La compañera de Cabezas tiene esas escenas grabadas en su memoria: “Braga era el que más hablaba y reconstruyeron cómo lo arrodillaron, cómo lo esposaron, cómo le pegaron los dos tiros en la cabeza, cómo incendiaron el auto. Al tipo que hacía de José Luis le habían puesto un suéter parecido a uno que tenía él y de espaldas parecía él. Yo disparaba la cámara, lloraba y los puteaba en voz alta”.
Todos los condenados por el crimen de Cabeza recibieron un trato especial, en relación al resto de los condenados comunes o procesados comunes en otros juicios.
La caída
Los testigos del momento del secuestro, entre otros; los cruces de llamadas y la ubicación de los teléfonos de los acusados; y la confesión de los Horneros terminaron de reconstruir la trama. “El trabajo sobre los teléfonos se hizo con un sistema que había traído Duhalde desde Estados Unidos -afirmó la abogada Pepe-. Me acuerdo que en la revista trabajaron controlando número por número. Eso nos sirvió para ir terminando de componer el rompecabezas y preparar las preguntas a los imputados”.
El 20 de mayo de 1998, Yabrán se suicidó en una de sus estancias de Entre Ríos, cuando la policía de esa provincia lo rodeaba para capturarlo por orden del juez Macchi.
En febrero de 2000, a tres años del crimen, un tribunal de Dolores condenó a prisión perpetua al policía Prellezo como autor material de los dos disparos que recibió Cabezas. Él se había declarado inocente y pidió ser absuelto. Ríos fue condenado como el instigador del crimen. Su defensa había sostenido que no había elementos en su contra.
La reconstrucción del crimen fue lo más duro que me tocó vivir en mi vida.
Los policías Sergio Cammaratta y Aníbal Luna fueron condenados como partícipes necesarios en el secuestro y asesinato. Los Horneros, Sergio González, José Luis Auge, Horacio Braga y Héctor Retana, también fueron condenados a perpetua como partícipes necesarios. Sus abogados habían solicitado que sólo se los condenara por el secuestro.
En un segundo juicio, el comisario Alberto “La Liebre” Gómez fue condenado por haber liberado la zona en Pinamar para posibilitar el hecho.
“Faltó gente”
Cuando comenzó el primer juicio, en diciembre de 1999, María Claudia Castro acababa de asumir como fiscal de instrucción. Había trabajado en el juzgado de Macchi durante los años de investigación del caso pero no había intervenido directamente en el expediente. A finales de 1999, la convocaron para integrarse al equipo de fiscales de Felipe De Felito y Eduardo Campos Campos que llevarían adelante la acusación en el juicio. Tenían un mes y medio para prepararse, contó a elDiarioAR en su primera entrevista sobre el caso Cabezas, 25 años después.
“Nosotros estábamos convencidos de que todos los que estaban en el juicio habían sido. Faltó gente, en un crimen de esa naturaleza y con tanta organización, seguramente quedó alguien afuera, quedaron personas afuera” de la investigación, aseguró Castro a este medio.
No es la única que lo cree. “Quedaba alguno vinculado a la causa, pero no lo pudimos conseguir. Había declaraciones no demasiado contundentes de muchos testigos, sobre gente que tenía que ver con el grupo de Yabrán, de Ríos. Pero por más vueltas que le dimos con el juez, lamentablemente no pudimos encontrar nada”, sostuvo Pepe.
La Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA) también participó como querellante en el juicio junto con el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Fueron los únicos querellantes que cuestionaron la sentencia: “El tribunal debería haber manifestado que aún persistían dudas sobre la cantidad de personas que habían participado en los acontecimientos, y sobre la persona que había efectuado los disparos que causaron la muerte de José Luis Cabezas”, sostuvieron los abogados Alberto Bovino y Migel Goya, según informe publicado por ambas organizaciones.
Tenía una carcajada muy particular, muy contagiosa, que aún resuena en mi cabeza y en la cabeza de todos los que lo conocieron.
“Esta manifestación de ningún modo implicaría debilidad en la sentencia, sino que por el contrario hubiera demostrado que las instituciones del Estado argentino cumplen con su compromiso de averiguar la verdad en todos los casos, especialmente en aquellos que importan amenazas a la libertad de prensa y en los que se ven involucrados miembros de las fuerzas de seguridad”, agregaron. “Existían elementos suficientes como para responsabilizar criminalmente a cada uno de los imputados que resultaron luego condenados”, sostuvieron desde el CELS y ARGRA.
Ninguno cumplió la pena
A pesar de haber recibido la condena a prisión perpetua, “ninguno de los responsables del crimen cumplió su pena”, explicó a elDiarioAR Alejandro Vecchi, abogado de la familia Cabezas desde el inicio del caso. Al revisar la sentencia en 2003, dos jueces de la Cámara de Casación provincial bajaron las penas de Ríos, Cammarata -quien murió en 2015-, Luna, González, Auge y Braga. Retana había muerto en la cárcel en 2001. Pronto, comenzaron a acceder a libertades. Prellezo recibió el arresto domiciliario. La reducción de las penas, la ley del 2x1, la “buena conducta” y los beneficios por supuestos problemas de salud beneficiaron a los condenados.
“Todos los condenados por el crimen de Cabeza recibieron un trato especial, en relación al resto de los condenados comunes o procesados comunes en otros juicios”, dijo Vecchi.
La Corte Suprema de la provincia y luego, la Corte Suprema de la Nación, revocaron esa decisión de Casación bonaerense años más tarde y restauraron la pena perpetua, pero actualmente los seis que quedan vivos del primer juicio están libres por este caso, confirmó Vecchi.
Gladys Cabezas, hermana de José Luis, estuvo este martes 25 de enero en los homenajes al reportero gráfico. “Veinticinco años, 25 años que se llevaron a mis papás, que se murieron de tristeza; 25 años luchando; 25 años que yo perdí un montón de cosas; 25 años que mi hermano no está con sus hijos; que este año José Luis es abuelo porque Agustina, su primera hija, tuvo un bebé. Y yo estoy peleando contra Prellezo. ¿Entendés cómo me falló el sistema?”, dijo a elDiarioAR.
Junto a su abogado Vecchi, Cabezas denunció a Prellezo para evitar que pueda ejercer como abogado, un título que el expolicía consiguió tras recuperar su libertad. “El asesino que mató a Cabezas, el que planeó todo esto. El que juntó a los Horneros. El que lo secuestró a mi hermano. El que lo llevó desde Pinamar a la cava, tirado en el piso, apuntándole la cabeza y le pegó dos tiros en la cabeza porque los otros no se animaban”, dijo Gladys.
Ellos reconocieron haber participado del secuestro y que fueron con la idea de que era un apriete, una paliza, no un homicidio.
elDiarioAR se comunicó con Prellezo, pero el expolicía no quiso hablar del caso Cabezas. En un breve diálogo telefónico dijo: “No dejar trabajar a una persona que recuperó su libertad es otra forma de castigo. Si la persona cumple los requisitos legales no se pueden poner requisitos extralegales. Se produce una injusticia, una persecución. Yo cumplía con los requisitos para ejercer como abogado”.
Gladys Cabezas y Vecchi lograron que el Colegio de Abogados de Quilmes le revocara la matrícula. Prellezo había presentado un comprobante de antecedentes que sostenía que estaba procesado por el caso y sin condena, lo que le permitía acceder a la matrícula. El expolicía dijo a elDiarioAR que así figuraba en el sistema de antecedentes policiales.
Más tarde, Prellezo solicitó la matrícula en la Ciudad de Buenos Aires. “Su condena quedó firme en 2017 por un fallo de la Corte. Pero no lo informó al Colegio Público de Abogados porteño, como marca el reglamento”, explicó Vecchi a elDiarioAR. Prellezo dijo a este medio que no lo hizo porque no había recibido la notificación oficial. Tras la denuncia de Cabezas y Vecchi, el tribunal de disciplina del colegio le revocó la matrícula. Prellezo apeló a la Justicia y por ahora, tiene matrícula de abogado hasta que el fuero Contencioso Administrativo tome una decisión. “A través de las Madre del Dolor, que tiene personería como ONG, pudimos presentarnos como amigos del tribunal en la causa”, contó Vecchi, quien asegura que darán pelea.
“El crimen de José Luis significó también el fin del idilio con el periodismo. Yo nunca me hubiese imaginado que por hacer tu trabajo te podían matar en Argentina”, reflexionó Far Puharre.
Michi sostuvo: “Es un caso bisagra en la historia argentina. Fue el peor ataque a la libertad de expresión que se vivió en la Argentina desde el retorno de la democracia”.
“Cuando el interés es llegar a la verdad, por más complicado que sea el camino, hay que seguir adelante. Más allá de todas las piedras que se le pongan en el camino”, concluye Pepe.
Este martes, familiares, amigos y colegas siguen reclamando que Argentina no se olvide de Cabezas.
ED
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