La calle, en disputa: el Gobierno y un operativo excesivo para aleccionar sobre la protesta social
“Avancemos con los manifestantes. ¡Vamos!”. El jefe policial grita desde un megáfono para ordenar a su tropa: busca que la columna del Polo Obrero que camina sobre la avenida Diagonal Sur hacia Plaza de Mayo no corte la calle. La disputa por el asfalto regala por momentos una ridícula coreografía a la que la ministra Patricia Bullrich expuso a las fuerzas federales de seguridad con su protocolo antipiquetes para reprimir la primera protesta en la era Javier Milei.
Una veintena de gendarmes se acopla con otra línea de policías federales al ritmo de la nutrida marcha. “Unidad diagonal, vamos”, insiste en código el oficial a cargo. Se desespera. “¡Línea de fondo! ¡Te están ganando!”, le grita a sus subordinados. Los militantes trotskistas corren para bajar de la vereda. El tránsito está cortado desde la avenida Belgrano, a unos 500 metros, más por el despliegue de las fuerzas que por la acción de los piqueteros.
“Pueden manifestarse por la vereda libremente”, baja línea el agente de la federal. Una señora empuja un chango de supermercado que lleva conservadoras repletas de bebidas para vender y mira con disgusto la línea de escudos con la inscripción PFA que la enfrenta intimidatoriamente. Cuando la columna sobrepasa el monumento a Roca y se acerca al Cabildo, se escuchan aplausos. ¿Quién ganó la pulseada callejera en otra marcha en homenaje al estallido de diciembre del 2001?
La tensión atravesaba el aire cuando, minutos después de las 15, los manifestantes del PO ya no cabían en las veredas de avenida Belgrano y Piedras. La policía hacía gala de su fuerza motorizada para amedrentar a los manifestantes: unas cincuenta motos negras con dos policías a bordo con ropa de fajina a tono se paseaban continuamente por la zona. “¡Fuera!”, les gritaban.
Estaba repleta también la plazoleta de la esquina, que lleva el nombre del Intendente Joaquín S. de Anchorena. Hicieron mella los insistentes reclamos del Gobierno para que no hubiera menores en la marcha: había mujeres pero no se veían muchos niños. Entre ellos se mezclaban vendedores ambulantes. En medio de la política oficial de criminalización de la protesta, los militantes preferían no hablar: “Ahí está mi delegada. Fijate con ella”, dijo a elDiarioAR un hombre que llegó desde Ituzaingó. Por teléfono, otro manifestante le avisaba a un compañero que no llevara banderas: “Sino te van a detener”, le advertía.
Hasta que llegó al cruce Eduardo “Chiquito” Belliboni, cabecilla de la marcha y máximo referente del PO. Puño en alto, coreó el cántico “¡Pi-que-teros, carajo!” unos segundos hasta que quedó envuelto en un extraño episodio: tuvo que ayudar a un policía de la Federal que se le cruzó con su moto en la avenida y se cayó. La confusión envalentonó a las fuerzas para desplegar todos los agentes federales que estaban a la espera en las calles cercanas para asistir a la policía porteña. Un centenar de efectivos de la Federal y la Gendarmería aparecieron con escudos, cascos, protectores musculares y cachiporras. Militantes del PO con chalecos blancos se le pararon enfrente.
“Compañeros, nos organizamos detrás de las banderas. No entramos a ninguna provocación”, le exigió Belliboni a su gente, cuando la policía obligó al PO y otras organizaciones menores a ubicarse a un costado de la avenida Belgrano. Rápidamente la policía se desplegó en una especie de herradura humana para contener a los manifestantes sobre la vereda. “¡Milei, basura, vos sos la dictadura!”, se escuchó al ritmo de los bombos.
Cuando un manifestante comenzó a discutir con un agente, un efectivo le arrojó gas pimienta. Dos mujeres tuvieron que ayudar a otra visiblemente descompuesta, con la cara colorada. “Golpearon a una embarazada”, denunció una de ellas. La escaramuza también avanzó sobre un puesto callejero de hamburguesas. “Cuatro mil pesos el maple de huevos”, se quejó la dueña. “¿A ellos no les llega el ajuste?”, gritaba una pareja contra los agentes. Uno de los jefes policiales buscaba contener a su fuerza: “Tranquilos, no le levantemos la mano a nadie”.
Con esa actitud represiva el cordón de seguridad metió a la marcha sobre Diagonal Sur y le marcó el paso para llevarla hasta la plaza de Mayo. A una distancia prudencial se mantuvo el jefe de la policía porteña, Diego Kravetz, a la vez segundo del ministro de Seguridad, Waldo Wolff. “No fue provocador. Me parece bien”, hizo un breve balance ante elDiarioAR. “Pregúntenle a Bullrich”, se limitó a agregar sobre el operativo de las fuerzas federales.
En Diagonal Norte la policía detuvo a dos personas y el diputado nacional del FIT Nicolás del Caño denunció que recibió “palazos” en el pecho y en la espalda. “Vencimos el protocolo, rompimos el cerco policial y que se pueda realizar la protesta”, declaró a este medio el legislador de izquierda. También un agente tuvo que custodiar al influencer libertario “Fijap”, que se metió en la marcha para provocar a los manifestantes y recibió insultos y escupitajos. Terminó metiéndose en la boca de la estación Bolívar del subte E.
En Seguridad nacional evitaron responder la cantidad de efectivos que se desplegaron. “Esa información no la pasamos. ¡Pero hubo cinco fuerzas federales!”, celebró un alto funcionario de la cartera a este medio, poco antes de que Bullrich ofrezca desde el Departamento Central de la Policía Federal una conferencia de prensa. Además de la policía y Gendarmería, movilizó a la Prefectura, la Policía de Seguridad Aeroportuaria y el Servicio Penitenciario. Solo de la fuerza porteña hubo 2.000 agentes. Habría unos 10 mil manifestantes.
El cordón policial siguió hasta rodear la manifestación en la plaza, que no pasó de la Pirámide de Mayo. No hubo despliegue de agentes en las rejas de la Casa Rosada. Como un símbolo de la protesta, Nora Cortiñas, cofundadora de Madres de Plaza de Mayo, se plegó a Belliboni para el acto de cierre, dos horas después de iniciada la marcha. En la izquierda ya analizan una nueva medida de fuerza durante el verano y le reclaman a la CGT y a las organizaciones kirchneristas de la UTEP la convocatoria a un paro general. Mientras los organizadores de la movilización leían el documento final desde un camión con altoparlantes, un cántico coreaba “¿A dónde está, a dónde fue, esa famosa cegeté?”. “¡Manga de gatos!”, les dedicó una chica, parada sobre la calle, el símbolo que el Gobierno a fuerza de represión buscó disputarle a la protesta social.
MC/DTC
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