Ferat Koçak, el diputado alemán que quiere llevar a Berlín el modelo de las organizaciones sociales
Es lunes y falta menos de una hora para el mediodía. Huele bien ya desde lejos: guiso con pollo, guiso con carne, con papas, con arroz, con pan. Ollas grandes de cien litros cocinan en los fogones de gas que hay dentro de un garaje tapado con plásticos. En el otro extremo del patio hay una segunda cocina. En ella mujeres sentadas cortan cebolla, papa, tomate. Afuera, hombres mueven las pesadas ollas llenas de guiso ya preparado y lavan las vacías con la manguera del patio. Al fondo suena una cumbia.
Como todos los lunes, miércoles y viernes, aquí en el barrio Constitución de CABA se prepara comida para los más necesitados. En el patio que alberga la olla popular, posiblemente la más grande de la capital, hay un movimiento constante entre los miembros de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y los voluntarios que se sumaron para ayudar con la preparación y el reparto de la comida. Afuera ya empiezan a hacer fila cientos de personas. Muchas de ellas no tienen hogar, otras vienen en tren desde el conurbano. Llegan para recibir el plato en el comedor o llevarse la vianda para sus casas.
Esta es una realidad cotidiana de la Argentina. No es nueva pero sí ha recrudecido en los últimos meses con las políticas del gobierno de Javier Milei, le explican los responsables de la UTEP a Ferat Koçak, diputado de la Cámara de Berlín por el partido Die Linke (“la izquierda” en alemán) por el distrito capitalino Neukölln. Fue elegido diputado en el 2021 y actualmente es portavoz del grupo parlamentario de Die Linke para el clima, la migración y el antifascismo. En el 2018 él y sus padres sobrevivieron un atentado de incendio por parte de neonazis.
Koçak tiene muchas preguntas, y no tiene miedo de preguntar. ¿Cuándo empezaron con la olla popular? ¿Dónde se consiguen los alimentos necesarios para preparar comida para tanta gente? ¿Quiénes son los que organizan todo esto y los que trabajan aquí tres veces a la semana? ¿Se les paga un sueldo? ¿Cuál es el papel del Estado? ¿Cuál el del gobierno? ¿Qué se ofrece en este espacio más allá de la olla popular?
Antes de venir a Buenos Aires, Koçak estuvo en San Pablo, Brasil. Para “aprender”, dice. De los procesos de auto-organización sindical y de los movimientos sociales. De los esfuerzos por construir una oposición de izquierdas en medio de la ola reaccionaria. De la lucha contra la ultraderecha. La visita la organizó la Fundación Rosa Luxemburgo, cercana al partido Die Linke.
Al mediodía se empieza a repartir la comida en la calle. Existe un comedor pero desde hace tiempo quedó chico. Lo mismo pasó con las cocinas. Mientras antes se entregaban entre 300 a 500 platos por día, hoy pueden llegar hasta los 3.000. Al mismo tiempo se volvió más difícil conseguir los ingredientes necesarios, desde que el gobierno de Javier Milei cortó todo el apoyo. En consecuencia, la olla popular sólo puede abrir tres veces a la semana y no cinco, como sí se hacía en el pasado. A veces, afuera quedan personas esperando porque la comida no alcanza para todos.
“Horroroso”. Esa fue la primera palabra que se le pasó por la cabeza cuando conoció la olla popular en Constitución, dice Koçak en conversación con elDiarioAR. Y al ver la miseria en la que viven muchas personas, reflexionó que “se nota que su necesidad más urgente es conseguir algo de comer”. Lo siguiente que pensó fue: “¿cómo puede ser que son las organizaciones sociales las que tienen que hacerse cargo de algo que debería ser tarea del Estado?”, sobre todo con un Estado que no sólo no puede sino que no quiere ocuparse de las poblaciones más vulnerables como es el caso en Argentina.
Es la primera vez que Koçak está en Sudamérica. Tanto en San Pablo como en Buenos Aires, dice, se nota que se mueve mucho dinero. Son las dos ciudades económicamente más fuertes del subcontinente, “con numerosas empresas, entre otras alemanas, que están allá instaladas, para hacer negocios, por ejemplo con la explotación de los recursos naturales”. La otra cara de la moneda, dice Koçak, es la gran cantidad de personas viviendo en la pobreza. Y se sorprende cuando le acercan los números del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA): el índice de pobreza alcanza el 54,9% de la población y la indigencia al 20,3% durante el primer semestre de 2024.
“Obvio que me parece muy bien la estructura general de la olla popular”, dice Koçak. Sobre todo, porque quedó con la impresión de que no se trata sólo de un trabajo caritativo. “Lo positivo, dentro de toda la miseria, es que están intentando sensibilizar acerca de la situación, que están organizando políticamente a la gente, que les ayudan en asuntos legales, que existe toda esta estructura”, agrega.
En la UTEP, a parte de organizar la olla popular, ofrecen duchas, educación secundaria, guardería para los niños de los trabajadores informales, asistencia legal. Pero la ayuda va más allá: “Dar de comer lo puede hacer cualquiera”, dicen en el comedor. “Lo que no da cualquiera es la contención, la escucha, el abrazo.”
Quedan sólo dos días para San Cayetano, el día en el que organizaciones sociales y políticas se movilizarán bajo la consigna “Pan, Paz, Tierra, Techo y Trabajo” desde Liniers hasta Plaza de Mayo. Es un tema entre los que trabajan en la olla de Constitución. “Esperemos que sea masiva la movilización”, dicen. “Estamos a full con los preparativos para el miércoles.”
Es este vínculo entre ayuda práctica y lucha popular en lo que Koçak ve un “punto de partida” para aprender de las experiencias de América Latina. “Tenemos que pensar la política mucho más desde la calle, desde las necesidades de la gente, desde lo básico”, se muestra convencido. Sobre todo en lo que tiene que ver con las estructuras organizativas y el papel de los sindicatos. “Creo que es importante reunir realmente a las estructuras de trabajadores marginalizados en un grupo y decir que vamos a luchar juntos y también tener en cuenta a la gente que no tiene trabajo formal. Al fin y al cabo, también las personas que no tienen un trabajo formal son parte de la clase trabajadora.”
En su barrio de Berlín, Neukölln, el partido Die Linke está intentando seguir un camino parecido. “Hemos empezado con horas de consulta social, en las que el objetivo es ofrecerle a la gente un espacio para que hablen de sus problemas. La idea es luego ayudar directamente.” Otra idea que llevará el político desde Sudamérica es la de ofrecer clases particulares a estudiantes escolares. “Esta idea me la llevo de Brasil. Cuando estás en la secundaria muchas veces también es la edad con la que empiezas a politizarte.”
Neukölln es uno de los barrios más pobres de Berlín, además es uno de los más marginalizados de la capital. Sus habitantes, en gran parte de descendencia migrante, en la cotidianidad sufren exclusión, racismo, desempleo y falta de perspectivas. Por otro lado, en los últimos años se puso de moda vivir en Neukölln. Una de las consecuencias es que los alquileres suben a una velocidad exorbitante mientras los ingresos de los que desde hace mucho viven en el barrio quedan iguales o hasta disminuyen.
Al mismo tiempo, es uno de los pocos lugares en Alemania en donde Die Linke ha podido mantener su apoyo. En varios distritos electorales del norte de Neukölln, los barrios más marginalizados y con mayor población migrante, en las elecciones al parlamento regional del año pasado el partido ocupó el segundo puesto, con resultados alrededor del 30% de los votos. En otras partes del país, en cambio, Die Linke lucha por sobrevivir. Según sus actuales niveles de popularidad no alcanzará representación en en el parlamento nacional, el Bundestag, el año que viene.
No sorprende que Koçak ante este panorama esté preocupado. Más aún, porque en Alemania como en casi toda Europa la extrema derecha está en auge. El mes que viene se celebrarán elecciones regionales en los Länder –estados federados– de Brandeburgo, Turingia y Sajonia, ubicados en el este del país. En los tres Länder existe el peligro real de que el partido Alternative für Deutschland (AfD) pasa a ser la fuerza más votada en el parlamento regional. Muchos en Alemania ven la elecciones como barómetro para las elecciones generales del año que viene.
Koçak habla de un “círculo vicioso”. “Mucha gente vota a la derecha con la esperanza de que las cosas con un gobierno diferente mejoren. Pero pasa todo lo contrario: como ya se pudo observar en el Brasil de Bolsonaro, aquí en la Argentina la crisis social está empeorando con el gobierno de Milei”, dice. Para evitar esto, propone “ir allí donde las personas necesitan ayuda, por así decirlo”. Al no hacerlo, es la extrema derecha la que le hace creer a la gente que es ella la que se preocupa por sus necesidades y preocupaciones, piensa. Tanto en Argentina como en Alemania.
FS/MG
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