Milei puede seguir un camino más arriesgado que el que tomó Menem con la Guerra del Golfo
El vínculo entre EEUU y Argentina en aquellos años se clasificó con la ya popular expresión “relaciones carnales”. En cuanto a las relaciones con Israel existen distintas investigaciones en las que se analiza si el Estado argentino rompió o no la “equidistancia” que mantuvo tradicionalmente frente al conflicto palestino-israelí.
Los hechos a analizar son varios, pero algunos se destacan más que otros. Sin dudas, el más significativo es el envío de tropas a la Guerra del Golfo en septiembre de 1990, en claro alineamiento con Washington.
Según precisa la investigadora del Conicet Ornela Fabani en un documento del organismo científico, el conflicto en Medio Oriente podría leerse también a través de la disputa entre Israel y Palestina. Para esta última, la Irak de Hussein, que había invadido Kuwait y dado inicio al enfrentamiento, era el único actor capaz de hacerle frente a Tel Aviv. Si bien la decisión de Menem no pretendía tomar partido en ese conflicto, el hecho de enfrentar a Hussein era todo un mensaje.
Un año más tarde, en 1991, el gobierno de Menem decidió abandonar el grupo de países No Alineados, que Argentina integraba desde 1973 por iniciativa del expresidente Juan Domingo Perón, pero que también suscitó interés para Raúl Alfonsín. Las “relaciones carnales” de Argentina con Estados Unidos habían hecho cada vez más complicado el consenso con los Países No Alineados en numerosos temas. Entre ellos, la cercanía del Grupo con la causa de Palestina.
Durante ese mismo tiempo, el presidente Menem realizó su primer viaje a Medio Oriente, con Tel Aviv como primera parada. Una decisión que causó sorpresa entre propios y extraños, ya que se creía que el expresidente visitaría Siria, de donde procedían sus ancestros, y a donde había viajado durante los tiempos de campaña. Por otra parte, el destino tomaba una importancia mayor, ya que se trataba de la primera visita oficial de un mandatario argentino a Israel.
Aunque el viaje enojó al líder sirio, Al Assad, que se negó a recibir a Menem una vez que este quiso reunirse, el mandatario peronista utilizó su encuentro con el primer ministro de Israel, Yitzhak Shamir, para explorar la posibilidad de acercar posiciones entre árabes e israelíes. En ese sentido, el presidente argentino ofreció a Buenos Aires como sede de una conferencia de paz para Medio Oriente, que terminó reuniendo a representantes de Israel y Palestina, aunque en la ciudad de Madrid.
Las gestiones de Menem muestran que aunque involucró a Argentina en la Guerra del Golfo o eligió Tel Aviv como primera parada de un viaje a Medio Oriente, el líder peronista intentó morigerar su posición, aunque lejos estaba de poder rebalancear lo ya había hecho hasta ese momento. En todo caso, intentó equilibrar los apoyos con mayor énfasis tras los Acuerdos de Oslo, impulsados por Bill Clinton en 1993.
Prueba de ello es la reunión que celebró su canciller, Guido di Tella, con altos funcionarios de la Organización para la Liberación de Palestina en 1993; o más tarde, en 1996, las gestiones realizadas por el propio Menem ante Israel para flexibilizar las condiciones impuestas por el Estado judío con Palestina respecto al paso de alimentos y medicinas.
Volviendo a los hechos en torno a la Guerra del Golfo, Fabani cuenta que cuando el gobierno argentino anunció el envío de tropas, el excanciller del primer gobierno de Menem, Domingo Cavallo, afirmó que si Argentina quería “participar de los beneficios del proceso de gestación de un nuevo mundo de paz y progreso” debía “asumir las responsabilidades”.
Por supuesto, si eso supuso recibir alguna ayuda de los poderes centrales en materia económica o de política exterior, la realidad lo pone seriamente en duda. Por el contrario, solo basta mencionar los dos atentados brutales que sufrió la comunidad judía durante el mandato del dirigente riojano.
En tan solo cuatro meses de gestión, el presidente Milei ha dado sobradas muestras de que el alineamiento con Israel es total, y que lejos está de querer impulsar cualquier tipo de solución pacífica al conflicto israelí-palestino, o en última instancia (para él) mantener la tradicional equidistancia argentina en relación al conflicto.
En este sentido, el envío de tropas durante la Guerra del Golfo que impulsó Menem, así como el resto de gestos que realizó en favor de Tel Aviv, podrían parecer poca cosa en comparación con la temeridad con la que está dispuesto a avanzar el mandatario libertario en Medio Oriente.
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