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La relación con la Iglesia

El Papa se mete en el escándalo por las visitas oficiales a represores y sale en apoyo a las víctimas de Astiz

El Papa con Sor Geneviève Jeanningros, la sobrina de Léonie Duquet

Facundo Fernández Barrio

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Por segunda vez en una semana, el Papa se reunió este martes con una familiar de una víctima de Alfredo Astiz. En medio del escándalo por la visita de diputados oficialistas al ex marino y otros represores presos, Jorge Bergoglio recibió en su residencia de Santa Marta a Ana Fernández, nieta de Esther Ballestrino, una de las víctimas del grupo de la iglesia de la Santa Cruz que fue infiltrado por Astiz en 1977. El miércoles pasado, el Papa había visitado a la sobrina de la monja francesa Léonie Duquet, otra de las personas secuestradas por el grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada gracias a la misión de Astiz como agente encubierto.

Durante el encuentro en El Vaticano, Bergoglio mandó un mensaje para el programa radial de la madre de Fernández, Ana María Careaga, quien también estuvo secuestrada mientras estaba embarazada de su hija: “No aflojen. Conserven la memoria de lo que han recibido. No sólo de las ideas sino también de los testimonios. Ese es el mensaje que les doy en este día”.

La reunión fue difundida por el Instituto Espacio para la Memoria, del que Careaga es ex directora, en un comunicado que refiere el diálogo entre Fernández y Bergoglio, aunque sin atribuirle citas textuales: “El Papa manifestó que se había enterado que unos diputados habían visitado a Astiz, que estaban queriendo que no estén presos y que eso era algo muy peligroso”.

Lo cierto es que, en siete días, el Papa se reunió dos veces con familiares de víctimas de Astiz, el más famoso de los represores que recibieron la solidaridad oficialista. La semana pasada Bergoglio había interrumpido sus vacaciones para salir del Vaticano y visitar a Geneviève Jeanningros, quien vive en una caravana junto a un parque de diversiones en las afueras de Roma. Jeannigros es la sobrina de Duquet, una de las monjas francesas –además de Alice Domon− que frecuentaban al grupo de la Santa Cruz, en el que Astiz se hizo pasar un por familiar de desaparecidos. El Vaticano difundió el encuentro privado a través de su sitio Vatican News.

“No tuvo nada que ver con eso”, respondió Jeanningros cuando La Nación le preguntó si la visita de Bergoglio, a quien conoce desde hace años, era un gesto tras el escándalo por los diputados de La Libertad Avanza en Ezeiza. Se sabe que la diplomacia papal no funciona de esa manera. Al igual que su tía, Jeannigros es monja y hace trabajo pastoral con personas necesitadas de la comunidad circense en la que vive. Suele ir a ver a Bergoglio a las audiencias de los miércoles en El Vaticano. Pero la última vez que el Papa la había visitado a ella había sido en 2015.

Jeannigros ha sido crítica de la complicidad de la Iglesia con la dictadura argentina. “No podía aceptar su silencio”, escribió en el libro La verdad los hará libres, editado el año pasado por el Episcopado, que incluye su testimonio sobre la desaparición de Duquet y Domon. “Fue la cercanía y la ternura del Papa lo que me curó de tanto sufrimiento”, dijo tiempo después.

En el caso de Ana Fernández, Bergoglio también conoce a su familia desde hace décadas. Esther Ballestrino, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, fue su jefa en el laboratorio químico donde trabajó antes del sacerdocio, y la ha recordado como una de las personas que más lo influyeron. Para el Papa, las víctimas de la Santa Cruz son una cuestión casi personal.

La presencia de Astiz entre los militares visitados por los diputados oficialistas magnificó aun más el escándalo. Aunque todos los presos en Ezeiza fueron condenados por delitos aberrantes, Astiz se mantiene como emblema de la represión ilegal. Es el victimario más conocido a nivel internacional y el que más problemas diplomáticos trajo a la dictadura. Su papel en el caso de las monjas le confiere, además, una importancia especial para la comunidad católica.

Durante 1977, la iglesia de la Santa Cruz, en el barrio porteño de San Cristóbal, sirvió como punto de encuentro para algunas de las fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo, otros familiares de desaparecidos, activistas sociales y militantes políticos que se encontraban en la clandestinidad. Entre el 8 y el 10 de diciembre de ese año, mientras preparaban la publicación de una solicitada para reclamar datos sobre los desaparecidos, doce integrantes del grupo fueron secuestrados por el grupo de tareas de la ESMA en una serie de operativos.

Durante los meses previos, los marinos habían logrado infiltrar en las reuniones de la Santa Cruz a Astiz, bajo el nombre falso de Gustavo Niño, quien se hizo pasar por hermano de un desaparecido para ganar la confianza de los familiares. Entre sus víctimas se encontraban Duquet, Domon y Ballestrino, además de otras referentes de las Madres como Azucena Villaflor y María Eugenia Ponce, todas ellas desaparecidas.

En 2005, el Equipo Argentino de Antropología Forense logró identificar los restos de Ballestrino, Villaflor, Ponce, Duquet y Ángela Auad. Sus cuerpos habían sido devueltos por las aguas a la costa atlántica a fines de 1977, y habían sido sepultados como NN en el cementerio de General Lavalle. Las pericias forenses demostraron que habían sido víctimas de los “vuelos de la muerte”. Hasta hoy, varios otros miembros del grupo de la Santa Cruz siguen desaparecidos.

Pocos días antes de que se conociera la visita libertaria a los represores, El Vaticano se había hecho eco de otra noticia sobre las investigaciones por crímenes de la dictadura. A través de Vatican News, informó sobre las conmemoraciones de la Iglesia argentina por el aniversario de la muerte del obispo Carlos Horacio Ponce de León, fallecido el 11 de julio de 1977 en un episodio que se presentó como un accidente de tránsito, pero que ahora se investiga como un asesinato planeado por las fuerzas armadas. Ponce de León fue uno de los pocos miembros de la jerarquía eclesiástica que enfrentaron a los militares por las violaciones a los derechos humanos.

La Cámara de Casación confirmó en marzo la reapertura de la investigación sobre la muerte del obispo. En julio, la fiscalía de San Nicolás pidió la indagatoria de tres ex militares y dos civiles acusados por el asesinato. En el aniversario de la muerte de Ponce, la comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina circuló un comunicado a los obispos de todo el país en el que destacó que “puede iniciarse una investigación para llegar a dilucidar la muerte” y adjuntó la resolución de Casación, con deseos de que “la Justicia pueda alcanzar toda la verdad de lo acontecido”. La Iglesia también homenajeó a Ponce de León con una misa en la Catedral por primera vez. “Vamos a pedir para que la Justicia llegue a un veredicto final”, dijo el provicario Joaquín Sucunza, quien fue segundo de Bergoglio en Buenos Aires durante veinte años.

Este miércoles, el presidente Javier Milei se metió personalmente en la polémica por la visita libertaria a los represores al retuitear un mensaje de apoyo del periodista español Javier Negre a la diputada Lilia Lemoine, quien había defendido a sus compañeros de bancada que fueron a Ezeiza: “Visitaron a octogenarios en la cárcel que dicen que están siendo sentenciados a pena de muerte a cuentagotas”. Según Lemoine, los represores condenados por delitos de lesa humanidad fueron “ilegalmente detenidos por Néstor Kirchner”.

FFB/MG

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