Radiografía del electorado argentino: unido en el enojo con las élites, separado por planes sociales e impuestos
La consolidación de una estructura de dos coaliciones (Frente de Todos y Juntos) en la oferta electoral en Argentina vino acompañada de una creciente polarización política. Dirigentes macristas y dirigentes kirchneristas, por simplificar, no sólo organizan el conflicto político que seguimos por los medios de comunicación, sino que buena parte de ellos también profesan por el otro una animadversión abierta y pronunciada.
La radicalización del conflicto entre espacios políticos en torno al juicio de Vialidad, primero, y a las interpretaciones y discursos de las y los principales líderes políticos sobre el atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, luego, no parecen augurar un acercamiento de posiciones entre la dirigencia.
Pero ¿cuán homogéneas son estas coaliciones “por abajo”? ¿qué divide y qué separa a los votantes de ambos campamentos?
Una encuesta que realizamos recientemente con apoyo de la Escuela IDAES y el Programa Pascal de la UNSAM en el AMBA contribuye a echar alguna luz sobre estas preguntas. En ella se les propuso a las personas encuestadas que tomaran posición sobre una variedad de temas sociales, de Seguridad, económicos, políticos, culturales y de género. Para caracterizar a los encuestados se indagó sobre la opción de voto en las elecciones presidenciales de 2019 y la intención de voto en las presidenciales de 2023, además de su nivel educativo, la situación laboral, la edad y el sexo.
Es cierto que los votantes de las dos coaliciones están divididos con bastante claridad en algunos temas. Suele aseverarse que la polarización en Argentina es principalmente afectiva, es decir que está basada en sentimientos de animadversión contra el otro y de sobreestimación de las cualidades del propio grupo: sentimientos de superioridad moral y descalificación ética del adversario (corrupto, autoritario) juegan en tándem. Sin embargo, nuestros datos muestran que existen también posiciones divergentes en temas centrales de la agenda, y que estas divisiones están claramente relacionadas con los votantes del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio.
Es común escuchar además que son las agendas culturales, asociadas con temas de género y derechos sexuales y reproductivos, los que generaron mayor división en nuestro país en los últimos años. Por el contrario, nuestros datos muestran que los temas que más división generan entre votantes de ambas coaliciones son de raíz económico-distributiva: la mirada sobre los impuestos y sobre los planes sociales. Ante la afirmación “los impuestos en Argentina castigan al que le va bien”, las posiciones extremas (muy de acuerdo y muy en desacuerdo) concentraron el mayor porcentaje de respuestas (aproximadamente un tercio en cada caso). Las diferencias entre las y los votantes del Frente de Todos y las y los votantes de Juntos por el Cambio son pronunciadas: 19% de quienes apoyan a la coalición peronista están muy de acuerdo con la afirmación, contra el 47% de las y los votantes de Juntos por el Cambio. En cuanto a los planes sociales, sólo un 8% de los votantes de Juntos por el Cambio en 2019 cree que “los planes sociales son necesarios para que los más pobres puedan subsistir”, frente a un 32% de los votantes del Frente de Todos.
Los impuestos y los planes sociales son cuestiones distributivas centrales de la agenda política en Argentina: cuánto dinero cobra el Estado a sus ciudadanos y ciudadanas, por un lado, y cuánto invierte en inclusión de las franjas más precarias de los sectores populares, por el otro, es materia de división pronunciada entre votantes de ambas coaliciones. No es, por el contrario, tema de división dentro de cada coalición: no se advierten diferencias entre quienes elegirían a Cristina Fernández de Kirchner o a Alberto Fernández en 2023, así como tampoco entre quienes declaran que prefieren a Horacio Rodríguez Larreta, a Mauricio Macri o a Patricia Bullrich.
Sin embargo, no todo es división entre los votantes de una y otra coalición. Se mantiene un consenso contrario a que los servicios públicos sean gestionados por empresas. Asimismo, hay importantes consensos en materia cultural, con un sentido que podemos llamar “progresista”: en la agenda de género y diversidades, la mayoría de los votantes de ambas coaliciones tiene posiciones favorables a los derechos del colectivo LGTBQI+, tanto al casamiento entre personas del mismo sexo como a que puedan adoptar niños.
También identificamos un corrimiento punitivo generalizado hacia posiciones proclives a la “mano dura”, con un sesgo mayor (esperable) en la coalición de centro-derecha, pero con casi la mitad de los votantes de el Frente de Todos a favor de aplicar la pena de muerte “en algunos casos”. Pero al mismo tiempo, hay consenso entre los votantes de las dos coaliciones contrario al uso de armas por parte de los ciudadanos “para defenderse de los delincuentes”. En definitiva, buena parte de la sociedad argentina parece coincidir en una demanda al Estado para que castigue más severamente el delito, pero no para que la sociedad administre la violencia por sus propios medios.
Existe un tema en que la grieta se disipa: el descontento generalizado con las élites, tanto políticas como económicas. En la agenda política, predomina una mirada negativa de los políticos por pensar “sólo en sus intereses”. Ciertamente el núcleo electoral cristinista (formado por quienes votarían por Cristina Fernández de Kirchner en 2023) tienen una mirada menos negativa de los políticos que el resto, pero tomada en su conjunto la coalición peronista es muy crítica de la dirigencia. En cuanto al acuerdo con que “las leyes no se aplican igual para los ricos que para el resto de la sociedad”, aunque es una afirmación menos compartida por los votantes de Juntos por el Cambio (en especial por quienes prefieren a Macri y a Bullrich), el descontento con el imperio de la igualdad ante la ley en Argentina también rompe la polarización (56% de los votantes de A. Fernández en 2019 y 48% de los votantes de Macri en 2019 están muy de acuerdo con esta afirmación). El fenómeno Milei en 2021 parece ser un primer emergente electoral de un caldo crítico que se sigue cociendo en la sociedad.
Ahora bien, tampoco los votantes de ambas coaliciones son homogéneos. Quienes seguirían eligiendo a Alberto Fernández en 2023 tienen posiciones bastante similares a quienes se inclinarían por Horacio Rodríguez Larreta en cuanto a la portación de armas, la pena de muerte, la gestión privada de empresas de servicios públicos y la igualdad ante la ley. En todos los casos tienden a ocupar el centro político frente a posiciones más consistentemente de centroderecha/derecha en el caso de quienes votarían a Macri o a Bullrich y de centro-izquierda/izquierda entre el electorado núcleo de Cristina Fernández de Kirchner. Se entiende por qué las tensiones entre elegir el camino del centro o afianzar el perfil programático más definido hacia izquierda o derecha está presente en las dos coaliciones.
La agenda punitiva divide a las y los votantes de ambas coaliciones. Hay diferencias marcadas entre votantes de R. Larreta y votantes de Macri y Bullrich respecto de la pena de muerte y de la “mano dura”. Lo mismo sucede en las y los votantes del Frente de Todos entre cristinistas y no cristinistas. La grieta al interior del Frente de Todos respecto de la agenda punitiva contribuye a entender las dificultades de esa coalición para ofrecer una propuesta programática definida en temas de seguridad.
Hay divergencias propias de cada campamento electoral. En Juntos por el Cambio se observa un núcleo privatista más definido representado por quienes votarían por Macri o Bullrich en 2023. En el Frente de Todos, en tanto, la división más profunda se da en torno a la corrupción. Los y las posibles votantes cristinistas de 2023 creen en su mayoría (65%) que “la corrupción es un problema en Argentina, pero hay otros problemas más importantes”. En tanto, quienes se inclinarían por Alberto Fernández en 2023 consideran mayoritariamente (66%) que “los principales problemas de Argentina vienen de la corrupción”. La centralidad de la corrupción en el diagnóstico de los problemas del país y por tanto en la agenda pública genera división al interior del Frente de Todos. Esto ayuda a entender por qué cada vez que la corrupción vuelve al centro de la escena se agudiza la polarización y el conflicto político, que tensiona no sólo la relación entre coaliciones, sino también la de los diferentes grupos de votantes del peronismo.
En definitiva, la grieta a nivel de las élites políticas parece corresponder con divisiones en el electorado argentino. El conflicto tiene un fuerte componente distributivo: cuánto debe recaudar el Estado y cuánto debe gastar en sus ciudadanos más vulnerables es un asunto no saldado en la Argentina post 2001. Pero también hay tensiones al interior de cada coalición, a todas luces soslayados por las y los líderes de cada una de ellas, que se esfuerzan por evitar los temas divisivos de sus votantes y por subrayar lo que los une.
A partir de los consensos identificados es posible ubicar el conflicto político en mejores términos; reconociendo, por caso, que hay problemas compartidos (una sociedad crecientemente punitiva) pero también avances transversales (en materia de género y diversidades). Y desafíos compartidos: que el Estado realice una gestión de los bienes públicos a la altura de los consensos no-privatistas, y que las élites políticas y económicas sepan que acecha un descontento transversal que podría erosionar el apego a la democracia y la confianza respecto de la igualdad ante la ley.
GV/GC
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