“Tío Ernesto”: el Capitán con oficina en El Vesubio sobre el que Victoria Villarruel no habla
Victoria Villarruel no tiene familiares ni amigos ni conocidos que hayan sido asesinados por organizaciones guerrilleras entre 1969 y 1979, la etapa para ella “más cruenta de los ataques terroristas”. Pero sí tiene un tío que desde El Vesubio, el centro clandestino de detención que operaba en La Matanza durante la dictadura cívico militar, daba órdenes. El tío se llama Ernesto Guillermo Villarruel y ostentaba el rango de Jefe de la División II de Inteligencia del Regimiento de Infantería 3 de La Tablada. Era oficial de Inteligencia y tenía oficina propia en El Vesubio.
La Justicia comprobó que el 17 de febrero de 1977, Villarruel ordenó “un chequeo” por haber detectado “elementos subversivos” en una casa ubicada en Colombia y Asunción, en Ezpeleta, Quilmes. Allí vivían Mario Rubén Arrosagaray, a quien llamaban Tato, y su pareja, Guillermina Silvia Vázquez, La Negra. Ese día, bajo la orden de Villarruel, un teniente y tres suboficiales allanaron de manera ilegal la vivienda. Arrasogaray logró fugarse. Silvia, La Negra, fue detenida cuando bajaba del colectivo 98 y continúa desaparecida. De este tío, a la candidata a vicepresidenta por la Libertad Avanza, no suelen preguntarle. De este tío, la candidata a vicepresidenta por la Libertad Avanza, no habla.
La inteligencia previa para un operativo ilegal quedó registrada en una investigación interna
No habría registro de las actuaciones de Villarruel si aquella tarde del 17 de febrero de 1977, Arrasogaray -integrante de la Columna Sur de Montoneros- no hubiese disparado contra el Cabo Primero Osvaldo Ramón Ríos, integrante del operativo ilegal, que murió en el Hospital de Villa Fiorito. Una semana después de que Villarruel diera la orden, el teniente de Infantería Fernando Arribas, abrió un expediente -es decir, una investigación interna- por la muerte del cabo Ríos. Para eso, tomó declaración al teniente Eduardo Cubas, al sargento Juan Carlos Scanella y al cabo Oscar Alberto Pirchio, el grupo al que Villarruel mandó a “chequear” a la casa de Arrasogaray y su pareja, Vázquez. En ese informe, Villarruel admite haber ordenado “desplazamiento del equipo especial”.
Además de las declaraciones de Villarruel y su equipo, en el informe hay evidencia de inteligencia previa. Una persona que no es identificada en el expediente había sido detenida para “marcar” la casa de la pareja y liberada después de dar el dato. A máquina de escribir, el informe dice: “La reunión se realiza a tres cuadras aproximadamente de la casa donde se iba a operar”. El expediente, además, aclara que la muerte del cabo Ríos “se produjo en combate con elementos subversivos y en cumplimiento de una orden superior”. La orden la había dado Villarruel, quien se negó a declarar en el proceso, pero presentó un escrito en el que admite haber ordenado el “chequeo”.
“Ese día a la tarde, él estaba en la vereda cortando el pasto de unos canteritos. Estaba en shorts y con la tijera, cortando. En esa situación ve venir desde una esquina a tres personas caminando hacia él. Intuyó que lo venían a buscar y rápidamente se metió en la casa”, declaró en el juicio Enrique Arrasogaray, hermano de Tato. De acuerdo a ese testimonio, Tato corrió a su casa y tomó de un bolsa de mandados, que siempre tenía a mano, una pistola y algunas granadas, que lanzó hacia la calle antes de escapar. Lo corrieron a los tiros. Tato se tiró al suelo y devolvió los disparos. Uno mató al cabo Ríos. En la huida, se paró frente a una rastrojero, levantó los brazos. El conductor se detuvo. Arrasogaray se acercó a la ventanilla y, a punta de pistola, dijo: “Bajate, dame la camioneta, soy Montonero y tengo un tiroteo con la policía”. Arrasogaray huyó a Montevideo. Murió de cáncer dos décadas después.
Su pareja, Guillermina Silvia Vázquez, a quien llamaban La Negra, también militaba en Montoneros y continúa desaparecida. Tenía, como Arrasogaray, 30 años. Volvía de Luz y Fuerza, donde trabajaba, en el colectivo 98. Creen que la detuvieron en la parada donde se bajó, la más cercana a la casa que compartía con Tato. Aquella tarde del 17 de febrero de 1977, en el mismo barrio y entre las 18 y las 18.30, hubo varias detenciones. A Miryam Molina, Alma Casco y Nilda Gómez las secuestraron y llevaron a El Vesubio.
Miryam Molina declaró que una patota entró en su casa. El marido de Molina, que acababa de llegar del trabajo, vio que la patota traía a Guillermina Silvia Vázquez. Sangraba, la habían golpeado hasta arrancarle los dientes. Subieron a Molina al Falcón donde estaba Silvia. La taparon con una frazada y la trasladaron junto a sus vecinas a El Vesubio. En alguno de los cuatro días en los que estuvo detenida, volvió a cruzarse con la pareja de Tato. “Yo estaba descalza, me habían roto la camisa (...) Nos levantan a las tres y nos llevan por un costado. Ahí veo la cama de flejes metálicos”, declaró Molina y aseguró haber visto en ese mismo lugar a Silvia, quien presentaba signos de haber sido torturada. Las tres mujeres fueron liberadas después de un simulacro de fusilamiento a la vera de Camino Negro. Vázquez no estaba entre ellas. Molina la escuchó antes de que volvieran a trasladarlas, preguntó qué iban a hacer con ella. “Vos caminá o sos boleta”, le respondieron. Nunca más se supo de La Negra.
Villarruel se “recicló” antes de esconderse de la Justicia
Victoria Villarruel se define como “malvinera”. Lo hace en honor a su padre, Eduardo Villarruel, que fue jefe compañía de Comando 602, el segundo de Aldo Rico durante la Guerra de Malvinas. Se retiró como teniente coronel en 1997, abrió una empresa de seguridad privada y murió en 2021. El abuelo de Villarruel era contraalmirante, un hombre que escribió diez tomos de Historia Naval. Ernesto Guillermo Villarruel, su tío, fue Capitán en el Regimiento de Infantería 3 de La Tablada desde el 15 de diciembre de 1973 hasta el 12 de enero de 1978. Al momento del operativo ilegal en la casa de Arrasogaray y Vázquez, Villarruel se desempeñaba como segundo jefe de Regimiento, oficial de Inteligencia.
Cuando el juez Daniel Rafecas pidió la captura de Villarruel por haber cometido crímenes de lesa humanidad durante la dictadura, el ex jefe de inteligencia se profugó. “Reciclado” como inspector de Higiene y Seguridad Alimentaria del Gobierno porteño, fue detenido en 2015 cuando fue a votar. Ese año le imputaron los delitos de privación ilegal de la libertad, agravada por haber sido cometida mediando violencia o amenazas en el caso de Vázquez y privación ilegal de la libertad, en grado de tentativa en el caso de Arrosagaray. Le trabaron un embargo por $400 mil.
Pero Villarruel zafó de ir a juicio. En diciembre de 2016, al año siguiente de su detención, la Clínica Psiquiátrica Las Heras -dónde lo internaron durante la prisión preventiva- le diagnosticó Alzheimer de inicio tardío con trastornos del comportamiento e ideas delirantes. Ese diagnóstico fue confirmado por el Cuerpo Médico Forense: “(Villarruel) No está en condiciones de comprender acabadamente el carácter y el sentido de los hechos que se le imputan -indica el informe al que accedió elDiarioAR- no hallándose en condiciones plenas de permanecer en el juicio”. Rafecas lo apartó del proceso en el que se lo juzgaría por delitos de lesa humanidad.
Aun con una buena cantidad de carga probatoria en contra, Villarruel -a través de su abogado- apeló. La Cámara Federal de Apelaciones porteña fue benevolente: confirmó la tentativa de la privación ilegal de la libertad y revocó el procesamiento por el delito más grave del que estaba acusado, la desaparición de Silvia Vázquez, y le dictaron falta de mérito. Por todo esto, la Cámara ordenó su libertad. La candidata a vicepresidenta de Javier Milei fue anfitriona de un homenaje a “las víctimas del terrorismo” el lunes en la Legislatura porteña. Quiere “reparación y verdad”. Quiere “memoria completa”. Su tío Ernesto sabía. Al “Tío Ernesto”, sin embargo, lo tiene guardado.
VDM/ DTC
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