La travesía de Milei choca con el mercado de las candidaturas provinciales y, aun así, se consolida en todo el país
Si el comercio de órganos y niños es lícito, ¿por qué no lo sería la compra-venta de candidaturas políticas? En esa línea, cuando Javier Milei dice que se reserva los nombres de sus aliados en las provincias para evitar que Horacio Rodríguez Larreta los compre, al economista libertario se le podrá reprochar poca confianza en la gente que se le ofrece en el mercado de la política, pero no incoherencia. Para Milei, son comercializables las personas, partes de sus cuerpos y su pertenencia partidaria.
Tampoco se le debería atribuir recelo paranoico al candidato presidencial de La Libertad Avanza (LLA). El reclamo airado para que Larreta guarde un poco las formas a la hora de adquirir lealtades ya recorrió de Gerardo Morales a Patricia Bullrich, de Facundo Manes a Carlos Maslatón. Todos, a su turno, pidieron públicamente fair play, pero ninguno fue tan claro como Martín Lousteau cuando explicó entre risas, por televisión, el mecanismo de acumulación política del Jefe de Gobierno porteño (“todo lo que puede comprar, lo compra, y todo lo que puede vender en términos inmobiliarios, lo vende”). La crudeza del diagnóstico no le impidió a Lousteau dejarse convencer pocos meses más tarde de que la gestión del PRO en la Ciudad no tenía defectos.
Sin embargo, un consultor que cobra tan caro en dólares como Milei exhibe una falencia en el razonamiento. Aunque él guarde el nombre de sus candidatos provinciales hasta cinco minutos antes de la oficialización de las listas, aquel que esté dispuesto a comercializarse se ocupará de ir a golpear la puerta del dueño de la chequera, y el daño que le provocaría a LLA sería mayor.
Una razón más simple subyace en la reticencia de Milei de mostrar sus cartas en las provincias: no encuentra nombres que muevan el amperímetro. La historia democrática reciente demuestra que los liderazgos que surgen de los medios o las redes, o buscan nacionalizarse a partir de un éxito en una ciudad o una provincia, encuentran dificultades estructurales. Los investigadores Gabriel Vommaro y Mariana Gené dan cuenta en su reciente libro El sueño intacto de la centroderecha (Siglo XXI) que el referente del PRO en Córdoba hasta 2011 no sabía siquiera dónde quedaba la redacción del diario La Voz del Interior.
En el caso de la LLA, la identificación personalísima del sello con su rockstar es exacerbada, y a ello se suma una desconfianza constitutiva de la personalidad del líder (por debajo de su hermana, Karina, y los cinco perros con los que habita, parece no creer en nadie). Muchos dólares, abundancia de tele y redes, notable carisma y poca política para construir en las provincias, salvo en un par de distritos.
La estrategia nacional le fue encomendada al gestor Carlos Kikuchi, una mente noventista cuyo empleo de mayor relieve en el pasado fue haber sido vocero de Domingo Cavallo en el Ministerio de Economía. Karina Milei supervisa y lleva la contabilidad. Desde la oficialización de este esquema, hace un año, llueven los reclamos por manejos arbitrarios tanto de jóvenes rebeldes surgidos de la vida política virtual como de una vieja guardia de derecha que olió sangre, intentó llevarse su tajada y le cortaron la mano.
Tucumán y Neuquén
Hasta ahora, el logro más visible de Kikuchi fue montar la oferta de LLA en Tucumán sobre Fuerza Republicana, partido que lidera Ricardo Bussi, heredero político del terrorista de Estado que fue su padre. Esa alianza encuentra razones en el olfato de Kikuchi, pero también en aquel antiguo contrato que se dejó pagar el economista anticasta para asesorar a Antonio Domingo Bussi en la Cámara de Diputados de la Nación, más de dos décadas atrás.
Como ocurrió en casi todas las expediciones a las provincias en 2022, Milei causó sensación en la Plaza Alberdi de la capital tucumana en septiembre pasado, y allí recalará nuevamente el 8 de mayo, una semana antes de las elecciones de gobernador. Las encuestas señalan que la imagen del economista supera por mucho al tradicional segmento bussista que ha resultado esquivo para el peronismo y la UCR. Algunas, como la de la consultora Zubán Córdoba, ubican al postulante presidencial de LLA a la cabeza de las preferencias en Tucumán bajo determinados escenarios. La dimensión de ese apoyo, que se solapa con votos peronistas, ratifica para el encuestador Gustavo Córdoba que Milei dejó hace meses de ser un fenómeno meramente porteño-juvenil.
La alianza de Milei con Ricardo Bussi encuentra razones en el olfato de Kikuchi, pero también en el contrato que se dejó pagar el economista anticasta para asesorar al represor Antonio Domingo Bussi en la Cámara de Diputados, más de dos décadas atrás.
En su origen, el PRO tucumano sumó a referentes del partido fundado por el represor Bussi, pero no logró despegar. JxC cobró cuerpo en Tucumán con el renacimiento de la UCR y una escisión del peronismo que gobierna la capital provincial, alianza extraña que, muy probablemente, este año quedará en suspenso para las elecciones del 14 de mayo.
En cada elección tucumana, un sector de la UCR agarra la calculadora, simula tomar aceite de ricino y esboza una alianza con Fuerza Republicana como única forma de vencer al peronismo. Pero Raúl Alfonsín clama desde el cielo y Bussi hijo mantiene la pureza de su propuesta, decisión que algunos atribuyen a una mano discreta del oficialismo peronista. El 7% a 15% de los votos que cosecha Fuerza Republicana desde hace años (ocho legisladores provinciales en la actualidad) resulta clave para que el peronismo ratifique una hegemonía que sólo se vio interrumpida por un mandato de Bussi padre entre 1987 y 1991.
Cuánto ayudará Milei a Bussi para pegar un salto en la Legislatura y los concejos deliberantes, y en qué medida la estructura de Fuerza Republicana beneficiará al libertario en las elecciones nacionales está por verse. Por lo pronto, las candidaturas locales quedaron bajo la órbita de Bussi, informa el periodista David Correa, lo que disparó una nueva ola de quejas del incipiente movimiento tucumano que se había visto seducido por el Milei que reina en las redes sociales.
En las legislativas nacionales de 2021, el sello oficial de Milei tuvo una buena elección en Capital Federal (17%) y, en el interior, sólo consiguió sobresalir en La Rioja con un Menem (Martín, hijo de Eduardo) a la cabeza de lista para la cámara provincial (11,5%).
Otro distrito en el que Milei hizo pie este año es Neuquén, que vota el 16 de abril. El periodista Carlos Eguía, cara visible del mileísmo provincial, busca las firmas necesarias para anotar legalmente al partido del libertario en la provincia patagónica. Por lo pronto, Eguía dijo a elDiarioAR que la cosecha de voluntades marcha bien, sobre todo en las tomas, como llaman en Neuquén a los barrios más precarizados. La oferta provincial neuquina se llamará La Libertad es Cumplir.
Gracias a su programa matutino por su propia radio, Cadena 1, su actuación televisiva y algún Martín Fierro, Eguía tiene un recorrido en la vida pública neuquina. A comienzos de febrero, abrió su emisión diaria con una agria denuncia de compra millonaria de candidaturas, se declaró asqueado y renunció a la carrera electoral, decisión que revirtió a la media hora —cuenta— por pedido de sus bases. Maslatón, adversario de Milei, atribuyó el desmanejo al armado comercial del eje Kikuchi-Karina, pero luego Eguía aclaró que la oferta dineraria para vaciarle las listas provino de las huestes del diputado nacional Rolando Figueroa, el disidente que amenaza la hegemonía de seis décadas del Movimiento Popular Neuquino (MPN). Según el periodista-candidato, la estrategia comercial-electoral de Figueroa cuenta con el auspicio de Larreta.
De Carrió al libertario
Eguía jugó con Elisa Carrió en las elecciones legislativas nacionales de 2021. Intentó anotarse en la primaria de JxC, la nomenklatura del macrismo y parte de la UCR se lo impidieron, y el armador carrioísta Maximiliano Ferraro le abrió las puertas a una lista disidente por la Coalición Cívica. Eguía alcanzó 14% de los votos, casi todos en el área de Neuquén capital. Este año, Cadena 1 amplió sus repetidoras a toda la provincia, por lo que el periodista tiene confianza en expandir su zona de influencia. Tendrá candidatos propios en NQN Capital, Centenario, Cutral-Co, Plaza Huincul, Zapala, San Martin de los Andes y Chos Malal, entre otras jurisdicciones.
El pase de Eguía desde Carrió a Milei tiene su lógica por las características de la construcción política de ambos líderes nacionales. El libertario y la liberal cristiana tienen en común el hiperpersonalismo de sus armados partidarios, la autopercepción como outsiders del establishment y la tendencia a explicar la política con teorías conspirativas. Difieren en un punto crucial. Milei despierta sus mayores olas de entusiasmo en plazas del país a las que acuden jóvenes varones convocados por Instagram, Tik Tok y YouTube. Carrió se siente como en casa en confiterías, salones e iglesias de Barrio Norte o Alta Córdoba a los que concurren, sobre todo, mujeres adultas más propensas a ver TN, escuchar Radio Mitre y leer La Nación que a armar spaces en Twitter.
La pelea de fondo en Neuquén será entre la tradición inexpugnable del MPN, con el actual vicegobernador Marcos Koopmann como postulante, y el citado disidente Figueroa, que armó una amplia alianza llamada Comunidad, que incluye a fragmentos del peronismo, el PRO oficial y otras expresiones de centroizquierda. La disputa por el tercer puesto será entre el peronista de izquierda Ramón Rioseco (Frente Neuquino de Todos), Eguía (La Libertad es Cumplir) y el diputado nacional y empresario agrícola Pablo Cervi (JxC, aunque sólo con la UCR y la CC), quien arriesga eventuales filtraciones hacia la oferta libertaria y la de Figueroa. El Frente de Izquierda y los Trabajadores tiene en Neuquén a una de sus principales fortalezas electorales, por lo que también entra en liza.
Armadores en tiempos virtuales
La política tradicional asume que el tejido en las provincias es una condición sine qua non para dar pelea en una elección nacional. El aparato y la militancia locales resultan fundamentales para que el mensaje llegue a los barrios, animar a la gente a ir a votar y fiscalizar las urnas. Armadores de las últimas cuatro décadas como Alberto Fernández, Emilio Monzó, Carlos “Chacho” Álvarez, Eduardo Bauzá o Enrique Nosiglia no habrían concebido iniciar una campaña electoral sin tener calibrada la realidad de Cipolletti, La Banda o Concordia. Cuánto de ese paradigma sigue vigente es algo que la experiencia de Milei podría poner a prueba.
La realidad política brasileña es incomparable a la argentina por varias razones, pero ello no impide echarle una mirada. En 1990, un outsider derechista pasó de la pantalla televisiva de Globo al Palacio Planalto con un crecimiento vertiginoso en pocas semanas. A los dos años, cayó por su propio peso. La política argentina se mediatizó en los noventa, pero estuvo lejos de aquel extremo.
El ejemplo reciente de Jair Bolsonaro aporta una novedad con algún paralelismo más factible hacia la aventura de Milei. En 2018, con similar vértigo al de Collor de Melo, el capitán ultraderechista, cuyo ámbito de influencia había sido por décadas algunos enclaves de Rio de Janeiro, escaló hasta los cincuenta millones de votos en primera vuelta y 57 millones en el ballottage. Se presentó a la Presidencia con un sello alquilado, algo más o menos habitual en Brasil. Los medios poderosos de San Pablo, Río de Janeiro y Porto Alegre tomaron su ascenso con cierta distancia, sin rechazarlo. El éxito de Bolsonaro fue subterráneo, se esparció por las redes sociales y traspasó barreras socioeconómicas, ideológicas y partidarias. En su caso, el precario armado territorial, basado sobre compra de estructuras y colectoras oportunistas, no obstaculizó la victoria. Brasil llevaba cuatro años de recesión, Luiz Inácio Lula da Silva estaba preso, y tanto el PT como los golpistas que habían derrocado a Dilma Rousseff, con su imagen pública por el piso.
Hay otros espejos en el que Milei se puede mirar. El liberal chileno (enésimo en su país) Franco Parisi no pisó Chile durante la campaña por un problema legal. Con presencia virtual, cosechó 13% de los votos en 2021. José Antonio Kast, un ultraderechista que repitió sin gracia “viva la libertad, carajo”, pasó al ballottage y se llevó por delante a toda la derecha pinochetista y moderada. Algún punto de contacto también guarda LLA con la formación española Vox, nacida de la crisis por corrupción del Partido Popular y la reacción conservadora ante el avance de Podemos, los indignados anticapitalistas y las olas feminista y lgbt.
La avanzada de Milei no se parece por entero a ninguno de los ejemplos citados, pero tiene un poco de todos ellos.
El desvelo de JxC
Los estudios de la consultora Synopsis advierten que la corriente de Milei se alimenta en un 40% de un voto liberal de derecha reconocible en la tradición argentina. A ello se suma un 30% que encuentra en LLA la atracción de lo nuevo y otro 30% que ve en Milei un vehículo de la antipolítica.
El prototipo del votante de Milei —dice Lucas Romero, director de Synopsis— es un hombre menor de 30 años y nivel socioeconómico y educativo de medio a alto, lo que no excluye, desde ya, un caudal de adhesión en otras identidades del electorado. El 35% de los probables votantes de LLA proviene de sufragantes por JxC en 2019, mientras que el 11% optó por los Fernández, y el resto son jóvenes que acudirán a las urnas por primera vez y ciudadanos que eligieron a Roberto Lavagna, José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión hace tres años.
El prototipo del votante de Milei —dice Lucas Romero, director de Synopsis— es un hombre, menor de 30 años y nivel socioeconómico y educativo de medio a alto
Con ese mapa, es lógico que la proyección de Milei quite el sueño a JxC. De allí derivan los tironeos en una coalición que entiende que, para ganar la Presidencia, deberá sumar los votos de LLA en una segunda vuelta, pero no puede arriesgarse a una seducción al votante de ultraderecha de tal grado que complique su propia cosecha en el primer turno. Si la inflación baja y el peronismo lleva de candidato a Sergio Massa u otro centrista, una candidatura dura en JxC —de Patricia Bullrich o Mauricio Macri— perdería un margen menor pero costoso a la hora de consagrar un ganador el 22 de octubre, dice Romero.
Allí entran a jugar mil especulaciones sobre el huevo y la gallina, el vaso medio lleno o medio vacío y la manta corta. Los sondeos coinciden en ubicar a JxC en un primer escalón, cerca del 30%, aunque con una baja sensible con respecto a 2021. Unos puntos más atrás, las encuestas anotan al Frente de Todos o lo de que él surja, en una adhesión que resiste contra viento y marea la vocación destructiva de sus principales líderes. En tercer lugar, en torno a 20%, asoma LLA. Así las cosas, el podio —con todo lo prematuro e incierto que resulta anticipar el voto en este contexto— aparece achatado entre el primero y el tercero, con varias alternativas sobre la mesa, incluida la posibilidad de un triunfo de la ultraderecha.
Tanto Synopsis como Zubán Córdoba enfatizan dos aspectos centrales: el economista libertario dejó de ser un fenómeno del área metropolitana de Buenos Aires y la adhesión a él tiene un alto grado de resiliencia ante propuestas temerarias como la venta de órganos, el debate sobre cuánto cobra Milei la charla de treinta minutos con inversores y el endurecimiento del tono hacia LLA por parte del mainstream mediático.
“Cuesta encontrar provincias o ciudades donde Milei no mida”, describe Romero.
Mientras se desvivían por cerrar la lista de Cipolleti, La Banda o Concordia, los armadores ochentistas, noventistas y del siglo XXI habrían dado rienda suelta a la ilusión si un consultor les deslizaba esa frase.
SL
En una versión anterior, la nota atribuyó por error a Lucas Romero haber dicho que el prototipo del votante de Milei es un “hombre blanco”. Romero no dijo “blanco”. SL
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