Eutanasia: ¿es el derecho a morir el próximo debate en la Argentina?
Lo único que sabe con certeza el ser humano es que va a morir. Lo que no puede saber, excepto que se trate de un suicidio, es en qué momento. En la Argentina, desde 2012 la ley permite que un paciente con una enfermedad terminal e irreversible pida que le retiren el soporte de hidratación y alimentación. Y desde 2015, una modificación del Código Civil habilita a las personas a formular directivas anticipadas: puede consentir o rechazar determinados tratamientos médicos, preventivos o paliativos, y decisiones relativas a su salud. Las directivas deberán ser aceptadas por el médico a cargo.
El marco regulatorio aún excluye la opción de que una persona que sufre pueda determinar su muerte y no esperar a que suceda. La práctica se llama eutanasia y aunque está legislada en Colombia, Canadá, Holanda, Bélgica y España, en la Argentina se discute en el ámbito privado mientras toma tímidamente la agenda pública.
La diputada cordobesa Gabriela Estevez (Frente de Todos) trabajó durante 2019 en un proyecto de ley que está en etapa de consulta con especialistas. Por lo pronto no hay fecha de presentación en el Congreso. El caso que impulsó a la diputada fue el de Alfonso Oliva, un hombre de 36 años con diagnóstico de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que pidió, hasta que estuvo lúcido, que se discuta una ley de eutanasia.
Ignacio Maglio es abogado diplomado en Salud Pública. Acompañó a las hermanas de Marcelo Diez, un caso de interés público en el que se reclamaba la aplicación de la ley de Muerte Digna. Maglio es jefe de Riesgo Médico Legal del hospital Muñiz, coordinador del Servicio Jurídico de la Fundación Huésped y miembro del Consejo Directivo de la red de Bioética de Unesco. La entrevista que ofreció a elDiarioAR es, insiste en aclarar, a título personal. Y esto tiene una explicación que conforma otro dato: las instituciones de referencia en promoción de derechos de la salud aun no toman posición respecto de la eutanasia.
¿Qué es la eutanasia?
Es provocar la muerte de un paciente a su requerimiento por ser portador de una enfermedad terminal o que provoca un sufrimiento incontrolable a través de la administración de una medicación o un tóxico en dosis letales. Es un reclamo de personas que dicen “yo quiero morir porque esta situación que estoy atravesando no es consistente con mi sentido de dignidad”.
¿Cuándo una persona siente que “pierde su dignidad”?
Cuando se manifiesta el síndrome de anorexia-caquexia. Padecen un sufrimiento total, inconmensurable en su dimensión social, espiritual, individual, física. Es la pérdida de “ser”, de ser persona, que va mucho más allá de lo biológico: perdés tu ser social, tu ser familiar y por ende tu ubicación en el mundo. Cuando perdés esa dimensión del ser, dejas de ser persona. Nadie puede condenar a nadie a sufrir eso. Si la última decisión que yo puedo tomar en vida tiene que ver con un ejercicio de mi dignidad, es un derecho innegable.
¿Hasta qué punto acompañan los cuidados paliativos a las personas que sufren?
Hace muchos años la Organización Mundial de la Salud definió a los cuidados paliativos como una especialidad médica y como una necesidad no sólo a los finales de la vida. Para personas enfermas que no tienen riesgo de muerte inminente pero sí una proyección de vida de meses o años con mucha fragilidad, la atención paliativa es un derecho esencial porque limita el dolor y brinda una situación de confort. En la Argentina los cuidados paliativos se han incorporado al Plan Médico Obligatorio y sin embargo hay poco acceso (N.de la R: se calcula que menos del 10% de quienes lo necesitan reciben este servicio). Los cuidados paliativos son una alternativa, pero no son un antídoto contra la eutanasia. Para la dimensión de ese sufrimiento de muchas personas no hay paliativo posible. El único paliativo es terminar con ese sufrimiento.
¿La hidratación y alimentación artificial es un método “natural” de conservación de la vida?
Como todo procedimiento médico tiene indicaciones y contraindicaciones. Y cuando ese procedimiento solo trata de prolongar de forma penosa la agonía, considero que uno tiene todo derecho a decidir que no quiere eso para el final de su vida. Hay un límite para el soporte vital. Eso es lo que se denomina “Muerte Digna”, muerte sin dolor, un método donde uno puede pedir anticipadamente la abstención o el retiro de esos métodos de conservación de la vida.
¿Es necesaria una mirada de género en torno a la eutanasia?
Es esencial. Porque las mujeres son las que cargan con esta situación y la legislación no da una solución clara en ese sentido. Hay situaciones que son indignas para el cuidado y para el cuidador. Hay una doble carga ahí, de estigma en términos de género. Y hay personas que no quieren ser una carga para la familia. Vuelvo a la pérdida del ser: una persona es en la medida que pueda dar y transmitir afecto. Cuando perdiste esa capacidad de dar y recibir afecto, ¿qué sentido tiene la vida?
La palabra “eutanasia” tiene una carga semántica, quizás, negativa. ¿Qué opina?
Que ahí también hay un tema de valoración que merece ser considerado. Sucede con eutanasia y con “suicidio médicamente asistido”, que es cuando el propio paciente se suministra el tóxico con la supervisión de un médico. Esas formas de llamar a esta práctica pueden dar cuenta de algo que no es: una patología o la posibilidad de infringirse un daño. Cuando en realidad lo que se manifiesta es el ejercicio de un derecho fundamental que es el derecho a morir. Por eso prefiero llamarlo “interrupción voluntaria de la vida” o derecho a la muerte o a una muerte compasiva. Tratar de evitar lo simbólico, como sucedió con el aborto.
¿Cómo sería el debate social si un proyecto de ley pretendiera legalizar la eutanasia?
Va a haber discusiones similares a la de IVE. Aquellos que propongan el derecho a la vida sin ningún tipo de connotación contextual sobre la dignidad, fundamentalmente, van a estar en contra. Porque se plantea la vida en términos biológicos. En nuestra cultura es “un bien inmaculado”. Sin embargo, condenar a una persona a llevar una vida que no merece ser vivida, desde una bioética de los derechos humanos, podemos pensar que es es un trato inhumano, cruel y degradante. Desde otra perspectiva, en la Constitución Nacional, el artículo 19 indica que las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan a los demás están exentos del juicio de los magistrados. Entonces, si una circunstancia hizo que no pueda valerme por mis propios medios y manifiesto un deseo irrefrenable de querer morir, ¿quién puede cuestionarlo?
Uno de los argumentos en contra del aborto es que hay “una segunda vida” que debe ser defendida. En el caso de la eutanasia, no hay terceros involucrados.
Ese es un punto crucial. Acá no hay otra vida a la que estás anulando. Aquí no está en juego la supuesta vida de un tercero porque es la persona que sufre quien decide sobre su final.
Crecimos en una cultura que indica que la función de la comunidad médica es “salvarnos la vida”. Y respecto de la eutanasia hay posiciones divididas.
Las contradicciones pueden deberse con una deformación profesional. La medicina es una institución práctica y profesional que tiene que ver con el cuidado, no con “curar”. Ojalá te pueda curar siempre. Pero no hay una promesa. Incluso está penado por la ley prometer un resultado vinculado con la curación. Esa deformación profesional implica que sea considerada como “un fracaso” y se termina reanimando a personas que ya no hay que reanimar o manteniendo cadáveres oxigenados en terapias intensivas.
¿Por qué la eutanasia es considerada un homicidio o una instigación al suicidio en la Argentina?
Para algunos es un delito. Para muchos, te diría que para la mayoría. Nosotros, los que discutimos este tema, pensamos que ninguno de nosotros tuvo el derecho de decidir cómo y dónde nacer. Pero todos y cada uno de nosotros tenemos el derecho de decidir cómo, dónde y hasta dónde vivir.
¿Qué es lo que dificulta el debate público sobre eutanasia?
Somos la única especie viva con sentido de finitud. Si algo nos diferencia de los animales u otros entes con derechos es que tenemos esa convicción de la finitud. Por otro lado, hay una negación maníaca de la muerte. Transitamos la posmodernidad, una cultura caracterizada por la valoración de la belleza, la juventud, la inmediatez, las relaciones líquidas. Claramente hablar de morir y de la muerte no son fenómenos que tengan que ver con esta cultura. Al mismo tiempo, hay una expresión de la muerte, del morir, de la violencia. Hay juegos en línea, por ejemplo, en los que se usan ametralladoras que en un disparo desarman o desangran personajes. O basta ver los medios de comunicación: ahí se expone la violencia. Sin embargo, hay pocas personas que hayan visto morir a alguien o acompañado a una persona en un momento tan trascendental. La muerte es una experiencia totalmente oculta.
VDM
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