Trata sexual y reducción a la servidumbre en Traslasierra, Córdoba
—
Informe especial
Habían sido víctimas de abusos, entraron a la secta de los sanadores egipcios para buscar alivio, fueron abusadas y terminaron presas junto al líder del grupo
La secta “Seshen” destruyó la vida de familias enteras. Disfrazada de fundación, funcionó desde el 2014 hasta el 2021, año en que se le abrió una causa por el delito de asociación ilícita, ejercicio ilegal de la profesión de psicología y estafas reiteradas. ¿La controversia? Nueve víctimas de la secta (de las cuales siete son mujeres víctimas de abuso sexual infantil y/o violencia de género) están imputadas y detenidas desde hace más de un año por los mismos delitos que sus tratantes Álvaro Juan Aparicio Díaz, líder de la secta, y Carolina Cannes, su pareja y cómplice.
Hoy, víctimas y familiares piden a la fiscal Analía Gallaratto y al juez de instrucción, José María Estigarribia que suelten el caso y así pase a manos de la Justicia Federal, ya que para esta -a diferencia de la Justicia Provincial- se trata de un claro caso de trata de personas, donde no hay forma de que las víctimas sean juzgadas como culpables.
“Fundación Académica Seshen”. Así se hacía llamar la secta liderada por Álvaro Juan Aparicio Díaz, un hombre de 64 años que se autoproclamaba “Sahú Ari Merek” y decía ser psicólogo clínico, escritor y egiptólogo. Durante años, aprovechó la situación de vulnerabilidad emocional que invadía muchas de las vidas de hombres y mujeres de Córdoba y alrededores para estafarlos y manipularlos con costosos cursos, terapias, viajes y sanaciones. Se calcula que tuvo más de 500 alumnos y pacientes, donde casi la totalidad de las víctimas fueron mujeres.
Víctimas detenidas
Carolina Lourdes Altamirano tiene 45 años, dos hijos y es la primera víctima detenida. Sufrió los abusos de Juan Aparicio desde el 2016 y hace más de un año que está privada de su libertad. Hace un mes la trasladaron desde la cárcel de Villa Dolores a un hospital neuropsiquiátrico provincial por un intento de suicidio, donde durante varios días estuvo atada a una cama, aislada, esposada, con custodia y sin ropa (solo con una bata de friselina). “Caro se moría de frío, la tuvieron esposada, con fajas de sujeción… por lo menos hacia lo último le permitieron tener algo de ropa puesta”, contaron sus allegados a elDiarioAR. A pesar de la insistencia de sus familiares para que no le den el alta, ante el miedo de que vuelva a la cárcel e intente quitarse la vida, esta semana fue trasladada de vuelta a la cárcel de Bouwer.
Antes de ser captada por la secta, Carolina amaba ver series, leer, cocinar, quedarse en la cama los domingos con sus hijos y viajar. Su sueño era volver a España, donde vivió durante varios años, pero esta vez con su nuevo novio y sus hijos. “Tenía una vida completamente normal. Era una excelente mamá, súper familiera”, recuerda su pareja, R. Además, hizo casi toda la carrera de psicología y tenía un gran interés por las terapias alternativas. “También se encontraba en una profunda búsqueda espiritual”, señala. Pero en el 2016, cuando conoce a Juan Aparicio y su “fundación”, todo cambia. Este se le presenta como Maestro de cierta medicina del antiguo Egipto, llamada Seshen. Una medicina capaz de curar todas sus dolencias, pero que en realidad era la primera mentira para poder manipularla física y psicológicamente durante años.
Carolina empieza a estudiar con él y a pagar los costosos cursos, viajes y sanaciones que la “Fundación Seshen” ofrecía. Mientras sus deudas crecían, una crisis familiar se desata en su vida. Es ahí cuando su sometimiento en manos de Juan Aparicio empeora, ya que este le promete protección y sanación para ella y su familia: “¿Cuánto me cobró esta vez? Nada… en esta ocasión fue peor… le debía ”algo que no podía pagar“, una deuda moral y emocional, de por vida, por su ayuda a la hora de protegernos”, declaró Carolina. También le sacó los diarios íntimos que escribía desde sus 12 años y que eran como un tesoro para ella: “Mi admiración como profesor se fue volviendo una devoción, ya que después de haber leído todo mi pasado, comenzó a manipular todos mis miedos y angustias”, contó.
El campo “Pozos Azules”, otra pesadilla
Cuando llega la pandemia ocasionada por el Covid-19, Juan Aparicio empieza a hablar del fin del mundo y de alejarse del virus para no morir, “nos ofreció ir a un campo que él tenía y que hacía diez años que no utilizaba”, declaró Maximiliano Isiksonas, otra de las víctimas encarceladas, la cual fue obligada a renunciar a su trabajo para ir allí junto con su mujer.
“A partir de ahí ya los tenía a todos prácticamente esclavizados, incluida Caro, obligándolos a hacer trabajos inhumanos y a seguir invirtiendo dinero”, ilustra R. Trabajaban todos los días, de lunes a lunes, de ocho de la mañana a siete de la tarde. Aparicio los obligaba a ejercitarse físicamente, meditar, cocinar, construir muebles, cocheras y corrales para los animales. En el medio, exigencias, maltratos y humillaciones: “Mi cuerpo no daba más. Me sentía muy cansado y Juan Aparicio me exigía que lo hiciera más rápido. Me llamaba vago, lento y decía que no me merecía la mujer que tenía”, relató Maximiliano, quien, además, perdió relación durante 4 años con su mamá luego de que Aparicio le asegurara que ella lo había abusado de niño. Hacia el final, lo separaron de su mujer y le pusieron una “banda de silencio”; una cinta colocada en el brazo que lo obligaba a estar en silencio por los menos dos días: “Era como un castigo, donde no me podía comunicar ni siquiera por señas”, recordó.
Otra de las víctimas, también privada de su libertad, es A.G.C, quien fue captada, en sus palabras, en un pésimo estado psicológico: “Me acababa de separar de una larga relación de tres años y medio, con mucha violencia de género, donde tuve un intento de suicidio; estaba en un pozo depresivo tremendo”, declaró. En el campo, Aparicio la quiso medicar psiquiátricamente y sufrió todo tipo de humillaciones en frente del grupo: “Me decía que estaba loca, que era paciente psiquiátrica grave, me empezó a decir que tenía problemas cognitivos y que era una suicida; me humillaba y me exponía tremendamente”.
Abusos sexuales
Noelia López tiene 35 años y 3 hijos. Es profesora de historia, amiguera y súper curiosa. Ella también está privada de su libertad y durante los primeros 6 meses de encierro compartió celda con su tratante, Carolina Cannes. Recién pudo reconocerse cómo víctima cuando la cambiaron de pabellón, al reencontrarse con sus compañeras A.G.C, L.C.D y L.P.M. “Perdón que te llame a estas horas, pero con las chicas nos moríamos de ansiedad por hablar”, dice una noche, atrincherada contra el teléfono de la cárcel de Bouwer junto con las otras 3 sobrevivientes, quienes le prestan sus 15 minutos diarios para que la llamada no se corte y no deje detalle afuera. Es la primera vez que cuenta su historia desde que brindó declaración.
En busca de sanar los traumas que el abuso sexual infantil dejó en ella, Noelia comenzó a apoyarse en el plano espiritual y en las terapias alternativas. Reiki, registros akáshicos, memoria celular…: “Buscaba algo para sanar”, contó a elDiarioAR. Un día, conoce la terapia alternativa egipcia “Seshen”. Le llamó mucho la atención; desde chica soñaba con conocer Egipto y como estudiante de Historia tenía gran interés por las civilizaciones antiguas. Comenzó a tomar las clases y en un momento surgió la posibilidad de viajar a Egipto. Al volver, fascinada, empezó con las “terapias psicológicas” de Juan Aparicio, quien le aseguró que según sus “visiones” uno de sus familiares la había violado desde los 6 hasta los 11 años. Noelia recordaba perfectamente los abusos que había sufrido y ese no era uno de ellos. Sin embargo, al cabo de unas sesiones, comenzó a creerle.
Una vez en el campo, alejada de su familia y de su novio -de quien se separa luego de que Aparicio le asegure que la engañaba con otras mujeres, que tenía sida y que si se quedaba junto a él, en 10 años moriría por el virus-, comenzaron las violaciones reiteradas. En una de las ceremonias para “reforzar el sistema inmune”, luego de que sus compañeros abandonaran la habitación, Noelia se quedó sola con él: “Me dijo que, en mi caso, como tenía que trabajar mi energía y la de mis tres hijos se sentiría demasiado desgastado energéticamente”. Y, ¿cómo podía hacer Noelia para evitar ese cansancio y salvar su vida, la de sus hijos y evitar el fin del mundo? Manteniendo relaciones sexuales con él: “Me decía que a través de los orgasmos recuperaría su energía. Yo no entendía nada. Toda la imagen que tenía de él como un hombre serio, honesto, comenzaba a desmoronarse; nada cuadraba”. Esa sería la primera de las numerosas violaciones que sufrió Noelia en el campo “Pozos Azules”.
Al consultarles desde elDiarioAR si recordaban otros abusos o acosos sexuales cometidos contra las mujeres en el campo, entre las 4 víctimas detenidas contaron cómo debían hacerle masajes a Aparicio, quien, además, organizaba “confesionarios” donde las hacía tomar alcohol para que le contaran sus experiencias sexuales. Les decía que quien tuviese relaciones con él iba a ganar luz y poder y les diagnosticaba cáncer de mama para que su mujer las tocara frente a él, diciendo que solo así, con sus poderes, se curarían. Según Maximiliano, además: “Elegía a una de las chicas para que lo cuide toda la noche”.
Un claro caso de trata de personas
Hoy, las 9 víctimas se encuentran detenidas por los mismos delitos que Juan Aparicio y Carolina Cannes. Además, el hijo de ambos y otro de los tratantes, Máximo Ángel Aparicio, continúa libre y armado en el campo. “Los días pasan, y las víctimas siguen encerradas injustamente por la justicia Provincial de Córdoba”, reclaman desde la Red de víctimas secta Seshen. Porque si bien la Justicia Federal -a través del juzgado N*3 a cargo del juez federal Miguel Vaca Narvaja- se declaró competente, tomando el caso como trata y explotación de personas, esta no puede actuar hasta que la justicia provincial no suelte el caso. El lunes pasado, en una reunión mantenida entre los familiares de las víctimas y la fiscal, Gallaratto los mandó a leer los expedientes (que a esta altura conocen de memoria) y les dijo que ya envió una respuesta a los tribunales federales donde argumenta su postura; es decir, que no planea apartarse del caso.
La Fundación Alika Kinan viene trabajando en el acompañamiento a las víctimas y familiares, con especial énfasis en el carácter de violencia de género que atraviesa al caso, y puso en alerta a diferentes organismos nacionales (entre ellos el Observatorio de Víctimas del Congreso de la Nación), sobre la violación de derechos humanos por parte de la justicia cordobesa. Sostienen que es un caso claro de trata de personas con la finalidad de reducción a la servidumbre: “es una modalidad de trata que está muy en auge entre los new age, de clase media alta, siendo una necesidad para ellos ”creer en algo“”, explicaron a elDiarioAR. Para Alika Kinan, sobreviviente del delito de trata sexual y luchadora por los derechos de las mujeres, de acuerdo a los relatos obtenidos de la causa hubo un dominio de la vida de las víctimas y una acumulación de recursos económicos por parte del falso Maestro Egipcio: “Estas organizaciones proliferaron en pandemia, dando una inyección colectiva de miedo al fin del mundo sobre la situación sanitaria preexistente”, ilustró.
Si las víctimas quedan absueltas, ¿se les restituirán sus derechos? ¿Quién les devolverá el tiempo y la salud perdida? En cualquier caso, en palabras de Noelia: “Esta lucha recién empieza”. Detrás de las rejas dice que -paradójicamente- se siente más viva que nunca y sentencia: “Cuando seamos libres, nos vamos a encontrar a nosotros mismos sin depender de nadie; vamos a recuperar nuestras vidas”.
LR
0