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Tigre

La humilde escuela argentina consagrada la mejor del mundo por su rol en un barrio popular

Colegio María de Guadalupe, en Tigre.

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Basado en el principio de inclusión social, el Colegio María de Guadalupe, ubicado en un barrio popular de la provincia de Buenos Aires y consagrado como la mejor escuela del mundo en la categoría Colaboración Comunitaria de los premios World’s Best School, busca transformar su comunidad, y muchas más.

Esta es la mejor escuela del mundo porque es a la que venís vos”, dice un mural pintado -desde hace meses, tras la nominación al premio- en un muro que observan cada mañana los 700 niños que acuden a este colegio.

Muchos de ellos llegan a pie o en bicicleta y casi todos lo hacen por pequeñas callejuelas de tierra del barrio popular Las Tunas, ubicado en el municipio bonaerense de Tigre y en el que viven más de 40.000 personas.

Puertas adentro, el María de Guadalupe parece un colegio más, con niños correteando, imágenes de próceres e ídolos argentinos en las paredes de las aulas, una pequeña cancha de fútbol y una huerta.

Pero para entender por qué se convirtió en la primera escuela argentina en recibir este prestigioso galardón, así cómo por qué sus resultados académicos se asemejan a los de algunas de las mejores escuelas privadas de Buenos Aires pese a que más del 60% de sus alumnos vive en situación de precariedad habitacional y casi el 50% en condiciones de hacinamiento, es necesario conocer su filosofía.

Foco en el futuro

“Lo que buscamos es generar jóvenes que terminen con un proyecto de vida que ellos elijan y poder acompañarlos en esos desafíos, no solo desde todo el camino escolar, sino además con algunos programas específicos que promovemos”, explica a EFE Malu Diez, directora de desarrollo institucional de la escuela, que, si bien es privada, recibe subvenciones del Gobierno provincial y apoyo de distintas empresas y organizaciones de la sociedad civil, que le permiten cobrar una cuota mensual muy baja.

Los programas que menciona Diez son los de orientación vocacional e inclusión laboral, destacados en la premiación y que no solo incluyen capacitación en áreas específicas sino también vínculos con distintas empresas y universidades.

En un país en el que menos de un 20% de los hijos de familias de los estratos socioeconómicos más bajos accede a la universidad, un análisis de los graduados del María Guadalupe, que debido a la elevada demanda prioriza en la admisión a los niños de familias del barrio con mayores niveles de vulnerabilidad, muestra que un 43% de ellos trabaja y un 44% estudia, mientras que solo un 13% no estudia ni trabaja.

El valor de la comunidad

“El impacto de la escuela va mucho más allá de lo académico. Hay muchos chicos que, estando en tercero o cuarto año de secundaria, han llegado más lejos que muchos de sus familiares, y en ese sentido elevan el nivel sociocultural de la familia, de lo que se habla y del horizonte que tiene esa familia hacia adelante”, comenta a EFE Luis Arocha, director ejecutivo de la escuela, que añade: “Una puerta lleva a otra puerta. Eso eleva el horizonte de toda una comunidad, de todo un barrio, que es el objetivo último: transformar el barrio”.

Ambos entrevistados destacan, una y otra vez, el peso de todos los actores involucrados en el proceso educativo, entre ellos los propios alumnos y sus familias, los docentes, los trabajadores sociales y psicólogos, los directivos y los donantes, que componen lo que denominan su “comunidad”, que incluye también a la Fundación Grupo Educativo María de Guadalupe, que creó la escuela hace 12 años y que acaba de inaugurar otra en un barrio popular cercano.

Un premio para Argentina

Para Diez, el premio representa una plataforma para impulsar a otros a generar proyectos similares y para fomentar la colaboración con otras instituciones, algo que ya hacen con escuelas de otras provincias argentinas como Mendoza y Catamarca.

“A nosotros nos produce mucho orgullo que se reconozca un proyecto educativo de Argentina”, señala Arocha, que llama a revertir las divisiones existentes en el país y a reemplazarlas por más trabajo colaborativo.

“Si la educación de un país está mejor, sin duda su sociedad, su democracia y su prosperidad estarán mejor también. Ojalá que esto sea motivo para que todos, por un lado, nos enorgullezcamos de este premio, pero que también podamos dialogar y aprender más de nosotros, de lo lindo y bueno que tiene Argentina”, concluye.

Por Pablo Duer, para la agencia EFE.

IG

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