Educación post pandemia
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Informe
Infraestructura digital y revisión de contenidos, parte del desafío pendiente en el sistema educativo argentino
La pandemia transformó todo, también los procesos de enseñanza y aprendizaje. La incorporación urgente de tecnología al ámbito académico moldeó nuevos hábitos, contenidos, modos de vincularse y gestionar el tiempo. Superado el contexto del ASPO con recursos digitales que pasaron de ser foráneos a convertirse en parte del lenguaje diario, especialistas en distintos niveles educativos coinciden en que es momento de realizar cambios profundos. Mientras la presencialidad acapara el debate público, aparecen nuevos interrogantes que demandan repensar la educación desde la innovación y voluntad política para potenciar los esfuerzos realizados.
Las páginas de la vida post Covid-19 comienzan a escribirse sin una hoja de ruta definida. Lejos de haber dejado atrás el escenario más desafiante, la situación actual del sistema educativo nacional se caracteriza por la desigualdad y diversidad de realidades en un país donde el 37,3% de la población vive por debajo de la línea de pobreza. Tanto la ubicación geográfica, como la brecha entre educación de gestión pública y de gestión privada, y las particularidades de cada nivel educativo son algunos de los factores que le suman complejidad al tema. Luego de que docentes, estudiantes y familias recurrieran a la creatividad para sostener la continuidad pedagógica durante 2020, la Argentina debe acompañar el debate mundial que se abre entorno al rol del espacio digital y las prácticas y habilidades que implica. Si conceptos como dinamismo, flexibilidad y aprendizaje continuo describen el presente y futuro del mundo laboral, es necesario revisar qué lugar tienen dentro del ámbito educativo.
Lejos de haber dejado atrás el escenario más desafiante, la situación actual del sistema educativo nacional se caracteriza por la desigualdad y diversidad de realidades en un país donde el 37,3% de la población vive por debajo de la línea de pobreza.
Entre los puntos claves para revisar la articulación entre educación y tecnología se encuentra el de la infraestructura digital. Desde CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento) señalan que uno de los principales problemas durante la pandemia fue que más de la mitad de los chicos no tenían acceso a computadoras ni conexión a internet de calidad, lo que resultó en una ampliación de las desigualdades preexistentes. “Los docentes y las escuelas que tenían habilidades para educar con tecnología mejoraron sus modelos de enseñanza-aprendizaje, mientras que los chicos que no tenían acceso a esas tecnologías tuvieron experiencias escolares bastante deficitarias”, explica Vanesa D’Alessandre, investigadora asociada del programa de Educación y de Protección Social de CIPPEC. Según un informe de Argentinos por la Educación, la inversión en tecnología educativa de 2021 alcanzó el nivel más alto en los últimos siete años, luego de una evolución despareja desde 2010, cuando se lanzó el Plan Conectar Igualdad. Desde CIPPEC destacan este aumento de inversión, tanto en conectividad en las escuelas como en distribución de dispositivos digitales a los estudiantes, pero aseguran que esa es solamente una parte de la discusión. “Mejorar la enseñanza y el aprendizaje a través de tecnologías tiene como condición la infraestructura digital, pero no es suficiente. Falta pensar una política educativa potenciada por tecnologías que, en primer lugar, ponga el foco en las habilidades digitales de los docentes. Que esa ampliación de la infraestructura digital sea acompañada por un plan integral, complejo, sostenido a lo largo del tiempo. No vemos por ahora un avance significativo en ese sentido”, advierte D’Alessandre. Tal vez sea momento de llevar a la discusión pública el debate por un plan nacional de educación que contemple la actualización de competencias en los nuevos modelos pedagógicos. “En las escuelas hay que progresar, no solo funcionar”, dijeron miembros de la comunidad educativa a elDiarioAR.
Otro aspecto fundamental que debe pasar por el tamiz de la revisión es el de los contenidos: no se trata de hacer lo mismo con una computadora. La incorporación de tecnología educativa implica una transformación del modelo de enseñanza-aprendizaje, tal vez uno de los mayores desafíos en el tintero. Estos pasos comenzaron a darse de manera forzada cuando la adversidad de la pandemia no dejó otra opción más que adaptarse. Ahora, llega el momento de revisar las prácticas incorporadas e identificar cuáles son innovadoras y pueden potenciar el aprendizaje de los estudiantes. En ese sentido, Matías Zubiria Mansilla, secretario general de la Universidad de la Ciudad, explica que en la institución buscan que el aporte del equipo docente se dé principalmente en las instancias grupales de reflexión, debate y evaluación y que es necesario discutir cambios en la forma de ejercer la docencia. “En la universidad hablamos mucho de la webgrafía, videografía y bibliografía para empezar a abrir distintas formas de abordar el contenido. Si antes un video TED era un entretenimiento, hoy se puede convertir en un contenido formal de una materia para explicar un tema”, dice Zubiria, sin ignorar que se trata de un proceso complejo para los equipos docentes, que implica repensar lo que se viene haciendo y tener tiempo, disponibilidad y una guía para incorporar herramientas. Estas nuevas habilidades, tanto en estudiantes como en toda la comunidad educativa, son una pieza imprescindible en el diseño de modelos pedagógicos potenciados por tecnología, que tienen la difícil tarea de romper rigideces y fronteras entre el uso del espacio digital dentro y fuera del aula. Si algo quedó en evidencia durante el ASPO fue que las tecnologías de la información y la comunicación, que tanto atraviesan las relaciones interpersonales y el mundo laboral, tenían un protagonismo deficitario en el ámbito educativo. Luego de haber sido introducidas por la puerta de emergencia, es necesario evaluar qué innovaciones deben desarrollarse y de qué manera los recursos digitales y la presencialidad pueden enriquecerse y complementarse.
Durante 2020, Paulo Falcón relevó las respuestas que las universidades del país ofrecieron ante la irrupción de la pandemia en el libro de descarga gratuita, “La universidad entre la crisis y la oportunidad”. El abogado y especialista en Docencia Universitaria es categórico: “Si queremos que la educación sea inclusiva, equitativa, de calidad y que garantice oportunidades de aprendizaje durante toda la vida y para todos, la educación en general tiene que modificarse”. El autor considera que el contexto presente es una oportunidad para innovar la actividad docente, que debe lidiar con desafíos vinculados a un nuevo estudiantado, y que necesita mucho más que herramientas e instrumentos técnicos. “Los sistemas educativos y las instituciones fueron pensadas para una generalidad, es decir, un estudiantado común. Ese concepto tan claro de la Escuela Normal hoy está completamente hackeado porque los sistemas y las instituciones, para ser efectivamente inclusivos, tienen que atender a una pluralidad de demandas”, explica Falcón. Para evitar la reproducción de inequidades sociales, y terminar con la conocida fórmula de “a los pobres mala educación y a los ricos buena educación”, cree que los pilares indispensables para delinear el futuro de la educación son la inclusión y la calidad. Para eso, plantea, el Estado debe garantizar posibilidades de buena educación, rica en valores, en conocimientos y en la capacidad de generar destrezas en el estudiantado.
Uno de los consultados considera que el contexto presente es una oportunidad para innovar la actividad docente, que debe lidiar con desafíos vinculados a un nuevo estudiantado, y que necesita mucho más que herramientas e instrumentos técnicos.
La resiliencia, otro de los términos asociados a los desafíos de ese futuro cambiante que se intenta delinear desde un presente en construcción, permitió atravesar las tensiones del 2020. Si en algo coinciden los especialistas consultados por elDiarioAR, es que se afianzó la idea de que las tecnologías educativas vinieron para quedarse y que, lo que antes era señalado como resistencia por parte de los equipos docentes a incorporarlas, ahora se reconoce como una genuina predisposición para integrarlas a sus prácticas. La discusión pública debe poner el foco en la revisión de las competencias desarrolladas y los recursos implementados en estos intensos últimos dos años. De esta manera se podrán consolidar los logros alcanzados a base de esfuerzo y creatividad por parte de estudiantes, docentes y familias y dotar de sentido las inversiones realizadas en infraestructura.
JLC
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