Corazón de lata
Parece que nuestro corazón estuviera de repente hecho de caños y tanques, compresores, torres de perforación y estaciones de bombeo, porque ahora que Javier Milei dice que privatizará YPF (con Paolo Rocca, seguramente, esperándolo con los brazos abiertos del otro lado) la progresía llora. Se olvida, por ejemplo, que la mayoría accionaria de la empresa fue nacionalizada para expandirse en Vaca Muerta con la técnica más dañina que existe: el fracking. Y que eso afecta el agua donde no la hay, a los cuerpos humanos (con enfermedades terribles y muertes tempranas), malformaciones en animales y personas, causa sismos, provoca una contaminación y cambio climático.
Aún en sacrosantas manos estatales, amedrentó a poblaciones mapuches y costeras, así como a productores de la fruta que comemos muy lejos, en nuestras propias casas, acallando derechos al disenso ya sea con patotas sindicales o con abogados bien pagados.
Esta no es la misma empresa que ayudó a crear pueblos en la Patagonia, cuando el petróleo era sinónimo de progreso. Es una compañía para hacer fracking y, ahora, explotación offshore a todo lo que da, antes que choquen los planetas de los hidrocarburos por la crisis climática, causada, justamente, por su uso.
Buena suerte Milei con el plan de volver a ponerla en pie, si es que se cayó. Suena más a ideología que a otra cosa, como todo en la cabezota del próximo presidente. A medida de que la transición energética se profundice, las compañías hidrocarburíferas tenderán a desvalorizarse en el próximo lustro. No lo dicen mis más profundos deseos, sino la Agencia Internacional de Energía (AIE). En un infome, escribió que “el valor actual de las compañías privadas de petróleo y gas podría caer un 25% desde los 6 billones de dólares de hoy en día si se alcanzan todos los objetivos nacionales de energía y clima, y hasta un 60% si el mundo se pone en camino de limitar el calentamiento global a 1,5 °C”.
Tal vez el público medio de la Argentina lo ignore, y hasta la “casta” también, pero los principales países productores de hidrocarburos tienen bastante claro que el fin de la fiesta está en el horizonte. Entre ellos, Arabia Saudita, que ha sido agarrado con las manos en la masa tratando de vender autos baratos que consumen mucho, para enganchar a los países del Africa, bajo el llamado “programa de sustentabilidad de la demanda de petróleo”. Esto es como vender paco para hacer dependientes a países enteros. El bendito plan, quedó expuesto justo antes de la COP 28, la conferencia del clima que empieza en Dubai, por una investigación del Center for Climate Reporting.
Cada vez que vean el término sustentabilidad desconfíen como método. Si bien emerge de las negociaciones de las Naciones Unidas que vienen desde hace medio siglo ya, ha sido cooptado, transformado, distorsionado, si es que alguna vez fue bien concebido. Sirve como pantalla para meter más mugre debajo de la alfombra o para crear disonancia cognitiva: hacerte creer que es algo bueno cuando te escupen en la cara.
Ahora que las elecciones pasaron, vale la pena esta reflexión. ¿Qué ha hecho el kirchnerismo en esta última década? Gobernar por y para Vaca Muerta, bajo la esperanza nunca cumplida de ser ricos como un sultanato por efectos de una nube mágica de gas. Junto con el macrismo, que tanto denostan, pagaron escandalosos subsidios a las compañías productoras, que incluye a varias extranjeras que no pueden hacer fracking porque está prohibido en sus propios territorios (Total, BP, entre ellas). Sin el estímulo estatal, o sea, de nuestra platita, no te ponen un sólo dolar debajo del suelo. Y, encima, construyeron un caño enorme (del que se benefició Techint en la construcción, desarrollo de materiales y transporte) y trataron de capturar nuestros valores emocionales juntando dos palabras en una misma oración: “soberanía energética”. Al final, el ducto cumplió la misma función electoral que el Paseo del Bajo durante el gobierno de Macri: ninguna. Lección: las personas no van al cuarto oscuro pensando en obras de ingeniería.
La del fracking es una industria ingobernable y no importa en manos de quién esté. No se puede regular por definición. ¿Quién atrapa las nubes de los 62 contaminantes que se liberan? ¿Quién garantiza que la vida que llevan las madres en sus vientres nazcan sanas después de haber sido expuestas a tantos químicos cancerígenos. ¿Y la de la vida de los propios trabajadores de la industria? Trabajar en los hidrocarburos es como un pacto con el demonio: da empleo remunerado pero a un costo en la salud grande. La experiencia de los Estados Unidos, donde se inventó la técnica, es una guía de por qué.
Más de una década de fracking, ha dejado dinero y bastantes quiebras, por cierto, además de una crisis socio ambiental que jamás se podrán magnificar. Analizando más de 2300 trabajos científicos con revisión de pares, entre otras evidencias, un informe de tres asociaciones médicas de los Estados Unidos, llamado Compendium of Scientific, Medical, and Media Findings Demonstrating Risks and Harms of Fracking and Associated Gas and Oil Infrastructure, indica: “nuestro examen no reveló evidencia de que la fracturación hidráulica se pueda practicar de una manera que no amenace la salud humana directamente o sin poner en peligro la estabilidad climática de la que depende la salud humana. El cuerpo de evidencia es masivo, preocupante y pide una acción decisiva. A través de una amplia gama de parámetros, los datos continúan revelando una gran cantidad de problemas recurrentes que no se pueden evitar lo suficiente a través de los marcos regulatorios. Los riesgos y daños del fracking son inherentes a su funcionamiento. El único método para mitigar sus graves amenazas a la salud pública y el clima es una prohibición completa de la fracturación hidráulica. De hecho, una eliminación gradual de la fracturación hidráulica es un requisito de cualquier plan significativo para prevenir un cambio climático catastrófico.
Estamos en una trayectoria de un aumento de temperatura de 2,9 C según del Emissions Gas Report del Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas. Esa es una noticia terrible. Hicieron casi 60 grados en la ciudad de Río de Janeiro y justo el día que una chica colapsó de una falla multiorgánica provocada por el calor en el concierto de Taylor Swift, la temperatura global de la tierra cruzó brevemente la frontera de los 2 grados. No sabemos cuántos más le habrán visto la cara de la muerte en las favelas. Lo que nos indica esto es que el cuerpo humano tiene una capacidad limitada para adaptarse a condiciones de calor y humedad muy elevadas. Fallan los órganos en cascada.
Dejar que el cambio climático se vuelva una bola incontrolable significa una amenaza para cada una de nuestras vidas. Además de un mal negocio: en los daños que se pagan (si lo sabrán los productores agropecuarios de la Argentina y las arcas del Estado) y porque realmente seguir dándole y dándole a los combustibles, sin horizonte de cierre, es una estupidez. Otra vez: no lo digo yo, sino la AEI. Otro informe reciente, esta vez destinado a América Latina, avisa que construir una planta de licuefacción de gas en Bahía Blanca es la peor de las ideas. Léanlo muchachos en el Congreso, antes de votar la ley de GNL con esa ideología fósil volviéndolos ciegos, sordos y tontos.
“Los nuevos proyectos se enfrentan al riesgo de que no sean competitivos en cuanto a los costos o resulten en activos varados. Los proyectos de GNL y refinería tienen costos de capital particularmente altos (…) Con alrededor de 250 mil millones de metros cúbicos (bcm) de capacidad anual de licuefacción en construcción, los mercados mundiales de GNL parecen estar ampliamente abastecidos hasta al menos hasta 2040. El comercio de GNL alcanza su punto máximo antes de 2035 y los proyectos en construcción en la actualidad son suficientes para satisfacer la demanda. En el escenario Net Zero, los proyectos de GNL actualmente en construcción no son necesarios”, dice. Besitos.
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