El criminal más buscado, el baile de Bilardo
“Yo no soy un hombre”, dice Carlos Bilardo. Y se enreda, intenta acomodar la frase, vuelve: “Yo no soy un hombre que busca revancha. Por eso quédese tranquilo”. Le habla a Raúl Alfonsín, el presidente que poco antes desconfiaba de él y hasta había pedido su cabeza. Un tipo que ahora lo mira con la alegría del triunfo, un amigo –impensado– del campeón. Bilardo se vuelve a enredar, pero sigue: “Intentamos inculcar a estos chicos jóvenes que en la vida no existe la revancha”.
La escena tiene lugar poco después de que la Selección argentina se coronara campeona mundial y es parte de la serie Bilardo, el doctor del fútbol que estrenó por estos días HBO Max.
El documental ofrece un recorrido por algunos momentos de su vida y de su obra (incluye imágenes hermosas de sus planteos tácticos insólitos, sus pizarras llenas de flechas, sus famosos videos –a los que él llama, entrañable, videotapes–, sus exigencias insólitas a los jugadores y, la mejor parte: un baile alucinante en el que se menea al ritmo de una cumbia y logra sorprender a todos los que saben que nunca fue un tipo efusivo).
Un paseo encantador, arbitrario, lleno de anécdotas. Un montón de fragmentos para mostrar a un personaje que se trasluce, justamente, en esas fracciones, siempre alejadas de la grandilocuencia. Porque cuanto más extraordinaria es la victoria (un Mundial, sin ir más lejos), más pequeño se hace Bilardo: los jugadores lo describen sentado en un rincón del vestuario de México ‘86 después de la final pensando en los dos cabezazos que su equipo se comió adentro del área; su esposa, Gloria, recuerda que a minutos de ese título histórico Bilardo ya no tenía más su medalla.
“Esta Selección no festeja los triunfos, hace una comida”, explica y sigue: “Queremos que el jugador sienta que siempre hay algo más”.
“Esa fue su locura: una neurosis de humildad”, escribió Juan José Becerra por acá para intentar dilucidar a este héroe sin épica, sin bronce, sin relato. O un héroe, tal vez, demasiado consciente de que eso que tanto cuesta ganar la mayoría de las veces se da por poquito (“y por eso ganan, por ese poquito”, repite y se convence; “del llanto a la risa hay un paso nada más, nada más”, afirma más adelante). Que alcanzar una cima siempre es una apuesta noble, pero también una circunstancia, un tránsito, una acción que se conjuga en pasado. “No hay un éxito definitivo porque campeón del mundo saliste, pero lo fuiste”, resume con lucidez el ayudante de campo Carlos Pachamé en una de las mejores entrevistas del documental.
En esa fugacidad, entonces, no hay crítica que haga mella, ni siquiera mucho interés por el perdón que sus detractores después le suplican a Bilardo en banderas, diarios o programas de televisión. “La única verdad es la indiferencia”, señala Florencia Angilletta en este artículo imperdible. Lo dice para hablar del día de los enamorados, de Pedro Almodóvar y el deseo, pero podría estar refiriéndose también al fútbol y a la imposibilidad de un desquite.
En la verdad pasajera de Bilardo en todo caso hay obsesiones, estrategias, jugadas muy pensadas o goles que salen de carambola. En ese universo efímero, donde siempre hay un entrenamiento, un partido o un mundial próximos, la idea de revancha parece entonces una banalidad demasiado chocante, como una pared en falsa escuadra o un gesto grotesco.
Atento a lo ínfimo, a ese poquito que determina un resultado u otro, el éxito para Bilardo es tan estimulante –pero sobre todo tan eventual– como plantarse en una pista de baile y dejarse llevar; levantar una pierna, la otra, un brazo y así, por un rato.
Va una nueva entrega de Mil lianas. O un compilado de movimientos chiquitos, torpes, al ritmo de una música que no hace más que evaporarse.
PD: Cuando estaba por cerrar este comienzo de Mil lianas (les prometo que ya vamos a lo nuestro, quédense) me distraje mirando mi teléfono y me encontré con un texto que Fito Páez le dedicó a Fabiana Cantilo por su cumpleaños en Instagram.
Mi amigo Hernán Siseles –ya que estamos: con él armamos la playlist que compartimos por acá, se las dejo por si se les pasó– me alertó: incluye un fragmento de Encuentros cercanos, un tema del último disco de Fito, Los años salvajes.
Transcribo un pedacito: “Fabi me preguntó si creía en los ovnis. Le contesté que sí. ¿Qué le iba a decir a la chica más hermosa del mundo? Y después nos envolvió el amor. El amor antes del amor”.
Volví a Bilardo y pensé en las palabras de Páez a sus grandes amores como la contracara de la revancha (¿existe una canción más perfecta que Fue amor para el recuerdo de una relación pasada, una línea más linda que “todo el mundo me habla de vos y no puedo dejar de reír”, algo más diáfano que la voz de Fabiana Cantilo cantando a la vez esa canción dedicada a ella?). Un antídoto. Del otro lado de una idea de represalia –donde el rencor siempre es un combustible fósil, una energía no renovable– o mejor, al costado de un camino, me quedo unos momentos en ese dar es dar. Vale para el fútbol, vale para el amor y vale, claro, para las canciones.
1. El trueno en la sangre, de Federico Fahsbender. Participó de robos impresionantes a bancos, de tomas de rehenes, de atracos sangrientos en los que terminaron muertos algunos policías. Vivió en la clandestinidad, robó otra vez, mientras estaba prófugo, con una identidad falsa con la que engañó al sistema penal. Fue protagonista de una de las mayores fugas carcelarias de la historia reciente en la Argentina. Y, sin embargo, Martín Banana Espiasse es un misterio. Porque, lejos de los grandes nombres del hampa local –ese star system de nombres casi folclóricos–, se trata en este caso de un personaje reservado, del que apenas se conoce la voz por una declaración judicial que quedó grabada. Alguien que, en tiempos de un tipo de exhibicionismo por momentos obsceno, jamás dio una entrevista. Banana fue por mucho tiempo el criminal más buscado del país, hasta que fue atrapado en un operativo increíble.
Movido por la intriga y tan inquieto como el protagonista de esta historia, en El trueno en la sangre el periodista Federico Fahsbender traza, como bien dice el subtítulo del libro, una biografía criminal de Espiasse. Y para eso revisa todo tipo de archivos judiciales, habla con sus allegados, con sus víctimas, con su abogada, con presos que lo conocieron, con policías, con fiscales.
De esa manera logra un retrato detalladísimo de su objeto de estudio, pero también ofrece a los lectores una radiografía del delito actual, de la situación en las cárceles, de un mundo alejado del imaginario popular de la delincuencia vintage por momentos sobrenarrada en los medios de comunicación.
El libro es, entonces, producto de una obsesión de su autor y también de una investigación descomunal. Lleno de datos puntuales –quienes lo vimos en movimiento a Federico en una redacción podemos dar fe: no hay día que no llegue después de una recorrida por distintas sedes judiciales con pilas de papeles bajo el brazo, no hay jornada en la que no se pase horas leyendo expedientes que terminan subrayados con marcadores flúo– y lleno, también, de escenas imborrables a fuerza de una escritura impactante.
Federico Fahsbender es editor de la sección Crimen y Justicia de Infobae y docente en la Maestría en Criminología de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Tiene algunos libros de poesía publicados y participó con un texto sobre el femicidio de Ángeles Rawson de la antología Ángeles: Mujeres jóvenes víctimas de la violencia.
El trueno en la sangre. Biografía criminal de Martín Banana Espiasse, de Federico Fahsbender, salió por la editorial Rara Avis. Más información, por acá.
2. Haim y Paul Thomas Anderson. Una buena noticia para los que todavía tenemos encima el perfume de Licorice Pizza, de Paul Thomas Anderson (mencionamos algo de esa película divina y de su banda de sonido por acá).
La banda pop Haim, ese grupo musical de hermanas entre las que se encuentra Alana, la protagonista de Licorice Pizza, acaba de lanzar un nuevo single, casi un año después de su último disco, Women In Music Pt III. Se llama Lost Track y es hermoso. Para completarla, en las últimas horas fue lanzado también un videoclip dirigido por el mismísimo Paul Thomas Anderson, que es un fan total de las artistas y ya había estado al frente de otros videos de la banda (por acá pueden chusmear algunos: una maravilla atrás de la otra). Por supuesto que incluye una escena de una de las integrantes de la banda corriendo.
Tal como reconstruyó el sitio especializado JeNeSaisPop –es muy lindo, siempre que puedo paso por ahí– “I’ll never get back what I lost track of (nunca recuperaré esas cosas de las que perdí la pista) es una frase que las de HAIM tenían escrita desde hace un año pero no sabían qué hacer con ella”.
El grupo contó que hace poco, mientras Alana posaba para unas fotos de difusión del último largometraje de Paul Thomas Anderson, el director le recomendó un libro Cita en Samarra, del escritor estadounidense John O'Hara, y entre la frase que ya tenían rondando y la novela nació la inspiración para Lost Track.
El video de Lost Track de Haim, con dirección de Paul Thomas Anderson, se puede ver por acá.
3. Un futuro anterior, de Mauro Libertella. Una fiesta durante una noche de verano, con ese aire un poco zombie que tiene Buenos Aires cuando hace calor, en esa década de comienzos de siglo que todavía no encontró su nombre. Ahí se cruzaron por primera vez el narrador de Un futuro anterior (Editorial Sexto Piso, 2022) y Leticia, la chica con la que, a partir de ese encuentro, empezará a compartir la vida. Primero, un vínculo apasionado en la clandestinidad: por aquellos días él tenía una novia y Leticia era la novia de uno de sus amigos. Después hubo vaivenes, luego una nueva década los encontró como novios oficiales y, más adelante, la casa compartida y la llegada de la primera hija.
Con esas tres etapas bien marcadas, con nombres y apellidos, con fechas precisas, con zonas ensayísticas, con una escritura fluida, honesta hasta con sus contradicciones; con riesgo y, en definitiva, con material autobiográfico, Mauro Libertella armó su nuevo libro.
Hace unos días pude entrevistar al autor, les dejo por acá la nota que salió en elDiarioAR. Hablamos sobre la llamada literatura autobiográfica (y subrayo lo de llamada, porque esos rótulos rimbombantes dejan de lado las tensiones o las inestabilidades propias de lo literario), sobre sus procesos de su escritura y también sobre los cruces entre su obra y la de sus padres, Tamara Kamenszain y Héctor Libertella.
Un futuro anterior, de Mauro Libertella, acaba de salir por la editorial Sexto Piso. Por acá, una entrevista con el autor.
¡Hasta la próxima!
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