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Día Internacional de la Bisexualidad

Percibida como disidencia por el mundo hétero y mirada con recelo en los espacios queer: ¿bisexual se nace o se hace?

El Día Internacional de la Bisexualidad se celebra anualmente el 23 de septiembre.

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Sábado por la mañana, el microcentro porteño descansa del frenesí semanal: los cafés están aún cerrados; las oficinas, vacías y las calles, semidesiertas. Dentro del Centro Cultural Paco Urondo, justo en la esquina de Perón y 25 de Mayo, el ánimo general indica todo menos reposo: la veintena de organizadores del tercer Encuentro Bi+ va de un lado al otro ajustando los últimos detalles del evento para el que trabajó todo el año. La inmensa bandera del orgullo bisexual –fucsia, lavanda, azul– cuelga desde el primer piso. Sobre la mesa de recepción ya están ordenados los marcadores y los stickers para que los asistentes, que irán llegando de a poquito, anoten sus nombres y pronombres y se los peguen a la vista de los otros. En las aulas, las últimas sillas se acomodan en ronda para dar lugar a los distintos conversatorios pautados para el turno matutino. Masculinidades bisexuales, Salud mental, ESI, Salida del clóset, entre otros.  

Surgido a partir de la iniciativa de un grupo de jóvenes bisexuales que se había conocido en la Marcha del Orgullo Gay de 2020 –todos ellos, amontonados gracias a Internet: la cuenta de Instagram Memes Bisexuales los había animado a encolumnarse–, el Encuentro tuvo primera edición durante 2021 en la Universidad de Quilmes. Desde el año pasado, el Centro Cultural Paco Urondo y el Centro Cultural El Hormiguero son las sedes que reúnen a unos cuantos centenares de interesados en visitar la feria de emprendedores, conocerse con otras personas bisexuales y participar de la asamblea o los conversatorios en los que se discuten temáticas específicas que atañen al colectivo, percibido como disidente por la heteronorma y leído a su vez con histórico recelo dentro de los espacios queer, por la capacidad de sus integrantes de “camuflarse” dentro del mundo heterosexual

Este año fueron cerca de 300 las personas que pasaron por el Urondo y participaron de al menos una actividad, siguiendo la tendencia de crecimiento anual de cien nuevos asistentes por encuentro. Quienes no hayan podido asistir a ninguna de ellas, tendrán revancha mañana: la organización convocó a reunirse en la Plaza Congreso desde las 17 por el Día Internacional de la Bisexualidad, que se celebra cada 23 de septiembre. 

Pero, ¿qué es exactamente lo que se visibiliza mañana? Mejor dicho, ¿qué define los trayectos de las personas que se identifican con la B dentro del colectivo LGBT+ y que representan más de un 20% de la población que respondió el Primer relevamiento nacional de condiciones de vida de la diversidad sexual y genérica en la Argentina?

Desde afuera, hay quienes siguen entendiendo la bisexualidad como un espacio intermedio entre la heterosexualidad y la homosexualidad que en algún momento debería resolverse dando el paso. Otros consideran que declararse bisexual es sinónimo de confusión (“no sabe lo que quiere”), hipersexualización (“su libido es tan intensa que desatiende cualquier represión”) o incluso cobardía (“es gay o lesbiana, pero no se anima”). Hacia adentro, existen casi tantas definiciones de bisexualidad como personas que la asumieron como parte fundamental de su identidad. A Ornella Di Ruggiero, militante bisexual desde hace casi una década, le gusta explicarla como “el deseo o la inclinación romántica, sexual y/o afectiva hacia una identidad sexogenérica y otras, no necesariamente de la misma manera ni al mismo tiempo”. 

Para Nicolás López, periodista, creador de podcast Bulto y uno de los moderadores de la charla de Masculinidades bisexuales dentro de este tercer Encuentro, asumirse bisexual fue una suerte de liberación frente a ciertos mandatos de la heterosexualidad que nunca lo habían representado del todo, sin la necesidad de vincularse sexoafectivamente con mujeres. “La bisexualidad significó, para mí, abrazar 'lo dado y lo otro'. En el momento en que me di cuenta de que lo heterosexual ya no me representaba, y que en ciertos aspectos me generaba rechazo, la bisexualidad me ayudó a responder la pregunta acerca de qué deseo o quién soy”. Nicolás, que desde hace un tiempo utiliza todos los pronombres, empezó a reconocer en su identidad bisexual una forma de posicionarse que le permitió explorar y construir nuevas narrativas sobre sí mismo, que no se ajustan a las lógicas binarias. 

Por su parte, Lucila Szwarc, doctora en Ciencias Sociales y profesora de la Maestría en Estudios y Políticas de Género de la UNTREF, la bisexualidad todavía incomoda por su carácter intrínsecamente inestable. “Creo que por lo general tranquiliza mucho pensar que la gente se vincula o bien con gente de su mismo sexo o bien con la del sexo opuesto, y que eso, una vez que se descubre, es inamovible. Y lo que demuestran las trayectorias bisexuales es que el deseo puede ser más móvil, que uno puede tener períodos en que se vincula con gente de su mismo sexo y otros en que elige vincularse con gente del sexo opuesto. Dicho de otro modo, podemos tener momentos más 'pakis' y momentos más lesbianos o más gays, y eso está bien”.

Con el creciente número de personas que, al calor de la ola feminista, comenzaron a identificarse como bisexuales, surgió también una pregunta: ¿es la bisexualidad una inclinación que se “elige” cuando un contexto social es favorable, o se la puede entender como una identidad? “Existe toda una discusión en el mundo LGBT+ en torno a si bisexual se nace o se hace. Como socióloga, yo elijo creer que casi nada se nace, que todo se hace. Las identidades son una construcción social y están ligadas a lo que está habilitado o no por una época. Las prácticas homosexuales y bisexuales seguramente existieron siempre, pero lo que existe ahora son mayores construcciones y relatos en torno de ellas”, dice Szwarc.

–¿En qué medida las normas sociales influyen en lo que deseamos, sobre todo cuando hablamos de bisexualidad?

En el mundo gay o lésbico, la idea de que uno “supo desde siempre” cuál era su deseo muchas veces ha sido muy liberadora. Y fue muy importante la idea de poder reivindicar que uno es eso, en su esencia, en contra de ciertos discursos que patologizaban lo homosexual. Pero creo, parada sobre todo en los textos de Foucault, que los deseos también son construidos. Por lo general creemos que el plano del deseo está más allá de las normas sociales. Pero claramente todos estamos atravesados por determinadas prácticas. Todos sabemos que hay cuerpos que son más deseables que otros, por ejemplo, y estamos atravesados por esas miradas. En ese sentido, las prácticas bisexuales no dejan de estar ligadas a los mundos que habitamos, las familias de las que venimos –porque también hay cuestiones psíquicas muy fuertes: qué nos permitimos desear y qué no, y qué de todo eso nos permitimos llevar a la práctica, qué de todo eso nos permitimos nombrar. 

–Entonces, ¿podríamos decir que la bisexualidad, o el permiso para identificarse con esa identidad, habilitó una mayor exploración del deseo?

–Creo que sí, que hoy está mucho más habilitado que en otros momentos correr los límites del deseo y explorar. En ciertos circuitos jóvenes urbanos y progresistas, incluso, casi que existe un imperativo de “tener que explorar”. Y creo que la bisexualidad habilita la exploración justamente porque en su esencia hay una indefinición, un subtexto que dicta “no es necesario que te decidas, todos estos deseos que tenés pueden coexistir”. Es más: no solo la habilita, sino que la celebra. 

Si todo lo personal es político, para Ornella nombrarse bisexual no solo implicó un proceso de autodescubrimiento, sino también un llamado a la militancia y la visibilización. “Cuando me empecé a nombrar bisexual, fue como si hubiera encontrado algunas piezas que le faltaban a mi rompecabezas, me sentí mucho más yo misma. La militancia bisexual me dio la posibilidad de encontrar gente increíble, y encontrar un propósito: ser para otros la personas que a mí me hubiera gustado encontrarme cuando comencé a hacerme preguntas. Cuando algo que se visibiliza más, y a medida que se legitima, aparece como opción, porque es algo con lo que uno se puede identificar más fácilmente. Creo que, a medida que crezca la representación bisexual, más gente que hoy no se nombra como tal va a salir del clóset y podrá nombrarse con una palabra que, en muchos casos, todavía no sabe que existe”. 

NL/DTC

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