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ANÁLISIS

“Y aun así me quedé”: los vídeos virales con testimonios sobre relaciones dañinas o violentas que pueden volverse contra las mujeres

Y aun así

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“Me despertaba por las noches teniendo relaciones sexuales sin consentimiento y aun así me quedé. Me decía que si no manteníamos relaciones sexuales siempre que él quería, deterioraría la relación, y que, al fin y al cabo, quien no comía en casa comía fuera y si me era infiel no me sorprendiera. Y aun así me quedé”. La atleta española Ana Peleteiro compartía hace una semana la violencia machista que sufrió por parte de una expareja. Lo hacía en la red social TikTok y bajo el paraguas del “Y aun así me quedé”, una tendencia que está haciendo que muchas mujeres, también famosas, relaten episodios de maltrato o destrato vividos con hombres con los que tenían algún tipo de relación afectiva. Pero lo que puede entenderse como otra manera de romper el silencio acerca del machismo y la violencia conlleva también un peligro. “Y aun así me quedé” parece poner menos énfasis en lo que ellos hicieron que en hecho de que ellas permanecieran ahí.

Peleteiro terminaba su vídeo así: “Si os identificáis con alguna de estas señales, por favor, salid corriendo. Nunca vais a ser felices y os están haciendo muchísimo daño”. ¿Es tan fácil salir corriendo? ¿Corremos el riesgo de volver a señalar el comportamiento de las mujeres, de poner el peso en lo que hacemos o no nosotras, en lugar de apuntar hacia quién comete esos hechos y por qué lo hace? ¿Es posible que reforcemos la idea de que si nos quedamos nos los merecemos o, al menos, que no hicimos lo suficiente para terminar con una relación violenta o dañina?

Un sondeo al azar entre unas cuantas mujeres ofrece algunos resultados interesantes, aunque no concluyentes. La mayoría de ellas oscila entre el horror y la culpa o, al menos, una sensación que parece mezclar identificación, parálisis y malestar. “Me hace sentir mal”. “Me sirve”. “Es horrible ver otra vez las cosas que nos hacen”. “Me siento acompañada”. “Siento culpa”. “Sabes que no solo te ha pasado a ti, pero es terrible”. “No sé bien por qué, pero no me convence”. “Es extraño, me puedo ver en otras, pero creo que hay algo que nos vuelve a cuestionar a nosotras”. “¿Por qué nadie habla de por qué ellos hacían esas cosas?”.

La psicóloga Paula Delgado coincide en las sensaciones encontradas que le produce esta tendencia. Como cada vez que algún contenido sobre violencia y machismo se viraliza en redes, el mensaje, por tiempo y formato, es reduccionista. “Son mensajes que funcionan y no funcionan a la vez. Por un lado, hay un elemento de identificación muy importante. Que haya mujeres de éxito, como Ana Peleteiro o infuencers que son referentes para muchas, que reconozcan que han pasado por esas situaciones y que después consiguieron salir y que ahora tienen su vida, ayuda”, dice. Pero la otra cara también existe: “Por otro lado, al ser un mensaje muy corto, puede faltar la parte de '¿y cuándo dejé de quedarme?', '¿y cómo dejé de quedarme?', '¿cuál fue el punto de salida?'”. Es decir, hablar de cómo y cuándo nos vamos, de qué nos ayuda a irnos y de qué no, de cómo es ese camino y qué hay después.

No nombrar esa parte de la historia puede resultar problemático. Relatar lo dañino y lo violento y terminar con un “y aun así me quedé” puede transmitir la idea de que, de alguna manera, somos responsables de lo que nos sucedió... o de lo que siguió sucediéndonos. Al fin y al cabo, una de las preguntas que las mujeres aún escuchamos con frecuencia cuando hablamos de violencias es “¿y por qué no te fuiste antes?”, y sus otras versiones: ¿por qué te quedaste?, ¿por qué no lo contaste entonces?, ¿por qué no denunciaste? Salir de relaciones violentas o dañinas es mucho más complicado de lo que socialmente se transmite y simplificar esa “salida” nos dibuja como seres un poco torpes, un poco ignorantes, un poco tontas, un poco sospechosas.

En un reportaje reciente sobre la tendencia a decirles a “las otras” lo que tienen que hacer si sufren violencia machista la psicóloga Olga Barroso advertía: “La idea que manejamos socialmente de la violencia de género tiende a ser simplista y reduccionista, pero hay que pensar un poco más profundo. La mayoría son mujeres como tú y como yo”. La socióloga Elena Casado ahondaba en esa idea tan frecuente de ver el machismo como algo que se sortea fácil, casi como una mera cuestión de límites personales o autoestima: “A estas mujeres todo el mundo les decimos lo que tienen que hacer y cómo tienen que sentirse, pero no podemos combatir una situación en la que otro está anulando la capacidad de alguien con esa misma herramienta. Y creo que nos pasa mucho. Debemos acostumbrarnos a dejar de usar tanto imperativo: ”tienes que“, ”no sientas que“...”.

¿Quién hizo qué?

Otra de las aristas del “y aun así me quedé” está en el otro lado de la acción. ¿Quién hizo qué?, ¿quién siguió reproduciendo conductas dañinas o violentas?, ¿por qué y para qué?, ¿de qué las disfrazaba? Si nosotras nos quedamos a pesar de esos comportamientos, alguien está ejerciendo esos comportamientos... Sin embargo, el sujeto de la acción aquí no son ellos, sino nosotras, y la acción, el irse o el quedarse, pero no las agresiones, las faltas de respeto, los ninguneos, la persistencia de conductas que dañan a quien se supone que quieres.

El sociólogo Pablo Santos, que es formador en género y prevención de violencias y coordina el programa para hombres 'Privilegiados', de la organización Otro Tiempo, cree ese “me quedé” podría tener una versión masculina. “Uno que pivote en la idea de 'aunque vi lo que estaba haciendo, seguí haciéndolo'. Al menos, así ese 'y aun así me quedé' serviría para interpelarnos entre nosotros”, señala. Santos duda de los efectos de una exposición emocional como la del “y aun así me quedé” en redes, dice, sin sostén emocional o escucha y sin generar esa interpelación. “¿Abrir algo así a quién beneficia?”, se pregunta.

Ese “y aun así nos quedamos” tampoco incluye que la raíz del problema –y las soluciones para no que suceda, pero también para irnos mientras sigan sucediendo– pasan necesariamente por lo colectivo y lo estructural, y no solo por las decisiones personales. “Además de reconocer las situaciones violentas, tenemos que cuestionar los mitos del amor romántico, el parejocentrismo, las narrativas que tenemos sobre el amor y las relaciones”, plantea la psicóloga Paula Delgado. Porque si nos quedamos es por miedo o por culpa, por precariedad, porque nos han hecho creer que es lo que merecemos o que no merecemos nada mejor, porque nos dijeron que el amor de una pareja lo era todo, porque tenemos dentro el 'algo habrás hecho' o el 'no es para tanto' o el 'exageras'. Porque si nos agreden o nos hacen daño, la única responsabilidad es de quien lo hace.

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