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Fallas constantes, toxicidad y caos: la nueva realidad del Twitter de Elon Musk

Elon Musk

Carlos del Castillo

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Twitter sufrió otra caída el último lunes que tumbó varias funciones clave de la plataforma, como los enlaces a páginas de terceros y la publicación de vídeos y fotos. Twitter no se entiende sin la posibilidad de compartir artículos o subir contenido audiovisual, pese a lo cual la reacción general fueron las burlas. Más vale reír que llorar, dado que las caídas son ya habituales en la red social.

Tras los despidos masivos de Elon Musk y, aunque no se produjo el fallo masivo que muchos esperaban, los pequeños errores que se convierten en problemas enormes por la falta de manos son ahora la norma. A pesar de estos problemas, el empresario participó este martes en una conferencia organizada por el banco de inversión Morgan Stanley donde destacó la buena marcha de la red social, tanto por el incremento de los ingresos publicitarios como por la reducción de costos.

Según explicaron los trabajadores de Twitter al medio especializado Platformer, la caída de este lunes fue consecuencia del error de un ingeniero, la única persona a cargo de uno de los mayores cambios internos que lanzó Musk para aumentar la rentabilidad de la compañía. El fallo afectó también al resto de trabajadores: Twitter crujió tanto por dentro como por fuera y sus compañeros no podían ayudar. El ingeniero tardó una hora en corregir el error, durante la cual todos los usuarios pudieron saber un poco más de los planes de Musk.

Un “mal cambio de configuración” del ingeniero “básicamente rompió la API de Twitter”, cuentan los empleados. Simplificando mucho, la API es el lenguaje que dos servicios digitales usan para comunicarse entre sí. Musk quiere que toda app de terceros que quiera comunicarse con Twitter pase por caja, para lo que ordenó la creación de una nueva API. El proceso falló el lunes y en el mensaje de error, la red social indicaba a los usuarios que debían pagar la nueva API. Pero la nueva API no está lista, por lo que el mensaje de error conducía a otro mensaje de error que indicaba que había que pagar la API.

“Era algo curiosísimo pero sin sentido. Resulta que decidieron que la API deje de ser gratuita y la bloquearon para que las empresas que la usaban dejen de hacerlo, pero todavía no habilitaron ningún método para pagar”, resume David Álvarez, consultor especializado en redes sociales.

La carcajada fue general. “Supongo que esto significa que Twitter está tan desesperado por conseguir dinero que empezó a cobrar a Twitter por el acceso a la API de Twitter, pero Twitter no puede pagarlo”, tuiteaba Arvind Narayanan, profesor de Ciencias de la Computación de la Universidad de Princeton: “Me alegro de que Twitter haya conseguido conservar la funcionalidad suficiente para que podamos disfrutar juntos de esta comedia de errores”.

El de este lunes fue un error insólito, pero solo el último de una lista de problemas impropios de una plataforma del tamaño de Twitter. El 1 de marzo la red social pasó unas horas sin poder actualizar el timeline de los usuarios, la funcionalidad básica de toda su experiencia. Era la segunda vez que el timeline tenía problemas, puesto que 10 días antes también había fallado. Tres días antes, lo que dejó de funcionar fue la herramienta de publicación, con un mensaje de error que indicaba que se habían “sobrepasado el límite de tuits”, dejando más pistas de lo que Musk planea para el futuro. Twitter ha tenido en total seis fallos graves en lo que va de 2023.

“Llevan dos o tres meses negros. No hay ninguna plataforma que tenga tantas caídas continuadas como tiene Twitter ahora mismo”, destaca Álvarez. ¿Le puede pasar factura? “La inmensa mayoría de usuarios de Twitter son pasivos, es decir, entran a consumir y nunca publican contenido, se limitan a retuitear. Si nos ponemos en la piel de esos usuarios, creo que todo esto les importa muy poco. Mientras la plataforma en sí funcione y entrar a Twitter tenga un sentido, es muy difícil que la audiencia se traslade a otra para encontrar lo que ya tiene en Twitter”, confía.

“A día de hoy me preocuparía más la supervivencia de Twitter como empresa que porque se quede sin usuarios”, opina el experto.

Bajo el mínimo de trabajadores

Musk dijo muchas cosas desde que anunció su intención de comprar Twitter hace un año. Una de las que está cumpliendo es la hoja de ruta empresarial. El multimillonario opina que para convertir la red social en una compañía que dé beneficios (perdió dinero en siete sus últimos 10 ejercicios como empresa cotizada) iba a ser necesario sacarla de bolsa y reestructurarla por completo. Esa reforma incluía dejar la empresa en el mínimo de trabajadores con los que pueda ser funcional. En eso es en lo que sigue Musk.

Los despidos masivos de noviembre fueron solo el principio. El magnate siguió limando la plantilla hasta bajarla por debajo de los 2.000 empleados. Antes de la compra, eran más de 7.500. Una de las afectadas por las últimas rondas de despidos fue Esther Crawford, ex jefa de Producto de Twitter que se hizo mundialmente conocida por abrazar sin reparos la cultura laboral tóxica que Musk quiere para la empresa, con prácticas como la de dormir en la oficina. Su foto durmiendo en una colchoneta en una sala de reuniones tiene página propia en las crónicas de la era Musk, aunque no le sirvió para mantener su puesto de trabajo.

Meses después de que los despidos comenzaran, el caos de puertas adentro en Twitter sigue siendo general. Los episodios que lo demuestran se repiten casi diariamente. Este martes el protagonista fue Halli Thorleifsson, un islandés que tras 9 días sin poder acceder a los sistemas internos de la empresa y sin que el departamento de recursos humanos le confirmara su despido, optó por preguntar directamente a Musk vía Twitter. Lo que pasó a continuación se hizo extremadamente viral.

En una suerte de entrevista laboral pública, Musk le preguntó a Thorleifsson qué hacía en Twitter. Cuando éste se lo resumió, Musk le pidió fotos para creérselo, después se rió de él y luego se dedicó a humillarlo. “La realidad es que este tipo (que es rico) no hizo ningún trabajo real, alegó como excusa que tenía una discapacidad que le impedía escribir a máquina, pero al mismo tiempo estaba tuiteando. No puedo decir que le tenga mucho respeto”, publicó. “¿Fue despedido? ¡No, no te pueden despedir si no estabas trabajando!”, insistió.

Los comentarios de Musk motivaron un hilo de Thorleifsson en el que explica su situación personal. El islandés sufre una distrofia muscular que primero le dejó en una silla de ruedas, después comprometió la fuerza de sus brazos y en los últimos tiempos le dificulta escribir con un teclado. Llegó a Twitter después de que la red social comprara su empresa en 2020, con un rol directivo que no le comprometía a pasar muchas horas al teclado.

Además de su faceta de emprendedor y empresario, es un conocido filántropo en su país natal. Fue elegido “Persona del Año” en 2022 por el RÚV, la radiotelevisión pública islandesa, por su proyecto para mejorar la accesibilidad del espacio público para las personas usuarias de sillas de ruedas. La lluvia de críticas tras el encontronazo con Thorleifsson obligó a Musk a llamarlo personalmente y disculparse en público tras la publicación de esta información. “Es mejor hablar con la gente que comunicarse vía tuit”, argumentó el dueño de Twitter.

Sin freno a la desinformación y el odio

El caos interno e informático de Twitter tiene ramificaciones en la toxicidad de la plataforma, aunque sea más difícil de comprobar en el corto plazo. La drástica reducción de los trabajadores afectó especialmente a los equipos que se concentraban en desarrollar proyectos en que la red social fuera una plataforma sana y libre de odio o bulos.

Según los primeros análisis, la reducción de esos equipos ya generó que las 500 cuentas conocidas por ser “super reproductoras de desinformación” multipliquen sus interacciones un 44% desde noviembre. El estudio fue elaborado por Science Feedback, una organización de factchecking centrada en datos e investigación que forma parte de la International Fact-Checking Network. La española Newtral participó en la investigación.

Los ex miembros de estos equipos corroboran la situación. “Cuando lo mirás desde fuera, la fachada parece estar bien, pero desde dentro se ve que nada funciona. Todas las cañerías están rotas, todos los grifos, todo”, declaró una antigua empleada de Twitter en un programa especial de la BBC sobre el aumento de la toxicidad de la plataforma con bulos, trols descontrolados y acosadores que nadie vigila. “Para alguien que está dentro, es como un edificio en el que todas las piezas están ardiendo”, revela la misma extrabajadora.

Twitter siempre estuvo entre las redes sociales más agresivas para el usuario, pero la falta de recursos por parte de sus trabajadores está empeorando la situación. Especialistas españoles destacan como en los últimos tiempos aumentó el impacto de supuestas cuentas parodia que se usan para difundir bulos y contenido extremo.

Por el momento, la situación no le pasó factura a Musk ni a Twitter. No sufrió ninguna caída masiva del servicio y los poderes políticos aún se mantienen a la espera. Solo Bruselas tiene a la plataforma en su punto de mira, pero por el momento se limitó a llamarle la atención por disminuir los recursos que dedica a vigilar y mitigar la desinformación.

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