“Estamos intentando abrir vías de acogida en Sudamérica porque en breve se van a mover otros dos millones de refugiados ucranianos”
Dos empresarios y filántropos han unido sus organizaciones y recursos para rescatar a los desplazados de la guerra en Ucrania. El español Oscar Camps es el fundador de la organización Open Arms, que desde finales de 2015 rescata del mar a las personas que escapan de África para intentar llegar a Europa y terminan naufragando, y desde que comenzó la invasión rusa en Ucrania su organización ha ayudado a casi 1.200 personas a salir del país.
El argentino es el cineasta y piloto Enrique Piñeyro, fundador de Solidaire y quien puso dos Boeing a disposición de Open Arms para sus misiones humanitarias, además de donarles un barco más grande para el salvataje de los náufragos.
Piñeyro y Camps son hombres de carácter fuerte, egos fortalecidos y muy conscientes de sus liderazgos. Sentados en la mesa, a la hora de la cena, se propinan chistes ácidos y calibran anécdotas, pero cuando llega el momento de la acción por los demás cabe la sintonía fina.
Esta alianza ya ha concretado cinco vuelos humanitarios, además de otros en los que han trasladado alimentos y respiradores a zonas de conflicto o necesidad. El primero, que cubrió en exclusiva elDiarioAR, llevó a Roma a 50 personas que habían intentado cruzar el Mediterráneo y terminaron encarceladas en Libia, en el norte de África. El miércoles último, concretaron el cuarto vuelo con pasajeros ucranianos que dejaron Polonia para instalarse en España y comenzar una nueva vida. La mayoría mujeres con niños pequeños.
Camps asegura que activar una misión humanitaria “no es tan complicado como quizá pueda parecer”. “Es ponerte a disposición, es querer hacer las cosas. Hay muchísima gente que cuando empezó este conflicto se acercó a la frontera con sus coches particulares para ayudar a las personas a llevarlos a un domicilio o darles algo de ropa limpia y acogerlos porque huían sin nada. Es la solidaridad. Es juntar voluntades, recursos y hacer alianzas como esta entre Solidaire y Open Arms”, aseguró a elDiarioAR durante el vuelo humanitario que partió el 11 de abril de Madrid a Varsovia para recoger a 227 refugiados ucranianos y traerlos al día siguiente a España.
El operativo para rescatar refugiados de la guerra que desató la invasión ordenada por Vladimir Putin tiene tres territorios básicos: Ucrania, Polonia y España. “Tenemos un call center en Madrid con unos cuantos operadores y operadoras ucranianas que están localizando a familias que ya están residiendo en España y tienen parte de esas familias en Ucrania. Ellos los localizan para que el equipo de Polonia los pueda ayudar a salir y a juntarlos a todos”, explicó Camps.
Open Arms los ayuda a salir de Ucrania y los ubica en centros de refugiados en Polonia, especialmente, Varsovia. Luego desde allí, los traslada al aeropuerto para abordar el Boeing 787 de Solidaire hacia Madrid y Barcelona. Piñeyro ha piloteado él mismo todos los vuelos junto a su tripulación.
¿Este quinto vuelo fue diferente a los demás?
A diferencia de los otros vuelos que hemos hecho hasta ahora, en este hemos notado muchísima más tristeza, más sufrimiento. Quizás en los otros era una salida y aquí es más una despedida. Hay muchísimas mujeres que han perdido a sus maridos, que han sido asesinados y los han enterrado en estos días y están aquí con sus hijos huérfanos y sin padre. Y eso se nota. Es una tragedia. Cada una de estas 227 personas tiene una historia, una vida y cada chico de los que veis aquí, posiblemente, algunos de ellos no vuelvan a ver a su padre y muchos de ellos ya lo han perdido. Así que bueno, es una situación tensa y dura, pero hacemos lo que podemos y si les podemos proporcionar una salida y seguridad, un lugar seguro para poder establecerse y empezar de nuevo, pues adelante.
¿Qué sucede con ellos una vez que llegan a Barcelona o Madrid?
La mayoría están acogidos en centros donde se les estaba preparando un espacio, un lugar, una vivienda. Otros tienen familia y hay algunos que están en tránsito, quedan en Madrid o en Barcelona una noche y proseguirán su viaje hacia otra ciudad española, donde tienen un conocido o un familiar que lo va a acoger. Volveremos luego aquí (por Polonia). Seguramente en esta semana, semana y media, es posible que haya novedades en la guerra y que recrudezcan los combates en la zona este de Ucrania. Hay unos 6 millones de desplazados que pueden salir hacia Rumania o hacia Polonia y ahí veremos otro alud de refugiados que huyen. Así es que hay que estar preparados para todo.
Si eres negro con dinero, te dan la nacionalidad. Aquí, en tu país, en Estados Unidos y en todas partes. Si eres pobre, no. La guerra es contra la pobreza
Todo esto es acción de las ONGs. ¿Han tenido colaboración en la organización de parte de las autoridades de Polonia y España?
Estamos estrechamente colaborando con España, con las autoridades, con la embajada, con el Gobierno porque esto no lo puedes hacer sin contar con ellos. Más que nada porque estas personas cuando lleguen a España tienen que ser inscritas, tienen que ser registradas y podrán tener derechos al trabajo, asistencia social, asistencia médica, educación para los niños, y eso hay que hacerlo de forma evidentemente regulada con las administraciones. También hemos tenido contacto con la embajada italiana y con la embajada argentina (en Polonia) para poder establecer una vía para que sea posible acoger también a algún grupo de refugiados o refugiadas que pueda tener familia o intereses en Argentina. Así que estamos intentando abrir otras vías de acogida en Sudamérica porque se van a mover otros 2 millones de refugiados más, seguramente en breve.
¿Cómo organizan el asilo de estas personas y de otros refugiados, por ejemplo, en el caso de las personas que llegan desde África?
Deberían haber vías legales y seguras para solicitar asilo y refugio porque es un derecho universal de todas las personas que están perseguidas o que están en un conflicto armado o que son víctimas de un conflicto armado. Normalmente esto no ocurre. Hay 65 conflictos armados en el mundo actualmente. Gran parte de ellos en África. Y desde sus países no tienen esas vías legales. No pueden solicitar asilo y refugio a Europa porque no tienen visados, porque no tienen la oportunidad legal de hacerlo. Y eso les obliga a acceder a ese derecho entregándose al crimen organizado y a que las mafias los metan en una lancha y los tiren al mar para intentar llegar a Europa. Una vez que llegan, entonces sí pueden solicitar asilo y refugio con los dos pies plantados en Europa. Y esto es lo que andamos reclamando, que haya vías legales y seguras. En este caso el conflicto es en Europa, lindando con la Unión Europea, estas personas que huyen de la guerra, que son víctimas civiles de la guerra, pueden utilizar esas vías legales y seguras para acceder a un país europeo. Nosotros, en cuanto saltó el conflicto nos pusimos a disposición del gobierno ucraniano, la embajada, el consulado. Y no solamente hacemos vuelos humanitarios con Solidaire y su avión sino que además hemos enviado 20 trailers de ayuda humanitaria, ayuda médica y productos básicos alimenticios a Ucrania en estos 30 días.
¿Cómo ha sido lidiar con los trámites, los permisos, los organismos oficiales?
En el caso de los ucranianos, es muy fácil. Es muy sencillo porque la Unión Europea ha decidido que son ciudadanos europeos durante tres años. Tienen los mismos derechos que cualquier ciudadano europeo en territorio Schengen, o sea que puede moverse libremente y al llegar al país que ellos escojan, pueden tener un permiso de trabajo, residencia, sanidad y educación para sus hijos. Eso es lo que debería hacerse no solamente para los ucranianos, sino según la Carta de los Derechos Humanos, es válido para todos los seres humanos del mundo. Todos tenemos derecho en caso de persecución o de conflicto bélico de solicitar asilo y refugio y no de que se nos meta en un campo de refugiados y nos tenga allí eternamente, como es el caso de Grecia y los sirios que están atrapados en esos campos desde 2015.
¿En qué condiciones han vivido los refugiados que llegan a España antes de subirse al avión?
Han sufrido durante semanas en un sótano escondido, sin comida, sin gas, sin electricidad, sin calefacción, sin poder salir a recoger leña porque podían ser eliminados por un francotirador. Yo en mi casa tengo acogida a una madre y su hija de diez años que llegaron en el penúltimo vuelo. Ella es química. La niña no sonreía, no se quería mover de casa en cuanto llegó. Lloraban por tener todas las comodidades y que su padre estuviera combatiendo y que no supieran casi nada de él. Y que ellas estuvieran tan bien, en una casa tan cómoda y con todos los servicios, y que ella pudiera incluso ir al colegio y retomar sus clases de danza y hacer su vida normal, la que tenía antes de la guerra, pero que su padre no y sus abuelos tampoco. Están allí y en esa realidad tienen que vivir. Con esa sensación de impotencia y de que no sabes lo que va a ocurrir. La inseguridad: ¿va a seguir teniendo padre esta niña? ¿Y marido esta señora? Esta es la realidad que tienen todas estas personas que huyen. No quieren salir del país, pero quieren proteger a sus hijos. La mayoría son madres que protegen a sus niños o gente mayor que tienen todavía un poco de fuerza y un poco de recursos para poder salir, porque hay muchísima gente mayor atrapada en Ucrania que no puede salir del sótano donde está escondida y ni siquiera sabemos si están vivos ya.
Cuando lleguen a España tienen que ser inscritas, tienen que ser registradas y podrán tener derechos al trabajo, asistencia social, asistencia médica, educación para los niños, y eso hay que hacerlo de forma evidentemente regulada con las administraciones
¿En este vuelo hay personas de distintas clases sociales y económicas?
Creo que la clase media y la clase alta ya salieron por sus propios medios hace muchos días. Nosotros estamos ayudando a salir de Ucrania. Estamos poniendo y facilitando medios para que puedan salir de Kiev o de donde estén y llegar a la frontera de Polonia, donde nosotros nos encargamos de ellos, les ponemos autocares y los llevamos a Varsovia, donde van a ser embarcados, donde van a ser seleccionados y embarcados para para el avión. Es gente que en la mayoría de los casos ya no tiene recursos. O quizá los tenía, pero ya no los puede gestionar porque está en un país en guerra, no tiene bancos abiertos. Por lo tanto, creo que la precariedad está. Ahora mismo no hay ni clase media, ni clase baja. Son todos necesitados porque muchos de ellos no tienen nada, lo han perdido absolutamente todo. No sé si querrán volver.
¿Cree que los gobiernos europeos han cumplido su función en el rescate de los ucranianos?
Bueno, yo tengo que romper una lanza en favor de las organizaciones pequeñas y de la solidaridad ciudadana porque ha habido un movimiento solidario impresionante de todos los países. Se han movido pequeñas organizaciones, en seguida se pusieron en la frontera a ayudar. Las grandes organizaciones siguen siendo demasiado lentas, muy estructuradas. En una situación como esta aparece lo mejor del ser humano, pero también aparece lo peor del ser humano. Y hemos visto situaciones en las que se intentaban aprovechar de estas pobres mujeres o de estas chicas que quedan solas en un país que no es el suyo y que no saben dónde ir y que algunas mafias se han interesado e incluso se han llevado a algunas de estas chicas. En alguna ocasión nosotros hemos tenido que denunciar lo que hemos podido ver.
¿Esto dónde ha sucedido?
En Polonia. La frontera es el primer sitio donde pueden engatusar y engañar a alguien. Con esa desesperación se podían subir en el coche de cualquier persona.
¿Han tenido consecuencias esas denuncias?
Después de la primera denuncia, se pusieron muchos medios. No solamente apareció el ejército y la policía polaca en todos los centros de acogida de refugiados, en todas las estaciones, en todos los puntos donde se reunían, sino que, además, cualquiera que quiere poner su coche a disposición tiene que identificarse y tiene que dar sus datos y decir dónde va, de dónde viene y quién se lleva y a quién no. Incluso las pequeñas organizaciones tienen que acreditarse y demostrar que son organizaciones reconocidas. En nuestro caso tenemos una acreditación que hizo la embajada española en Polonia para que el gobierno polaco nos facilitara el trabajo lo máximo posible.
Esta vez, la situación es muy distinta a las peleas que tuvieron que dar como ONG con respecto a los refugiados del Mediterráneo que venían de África y que siguen viniendo seguramente…
Es un poco más fácil. La ventaja es que no te persiguen ni te criminalizan como hacen en el Mediterráneo por hacer lo mismo. Si son blancos y rubios, los aceptan. Pero si son negros, no. Ahora podemos utilizar aviones, pero también nos han puesto dificultades. También nos han cerrado el espacio aéreo. Nos tuvieron 40 minutos sobrevolando el espacio aéreo y nos hicieron aterrizar en Praga porque no nos permitían entrar en Polonia porque justamente habían cambiado las normas por la seguridad de las personas. La administración es muy lenta, aunque tiene previsto acoger a todas estas personas o gran número de ellos, Polonia tardó mucho en redactar un real decreto en el Boletín Oficial del Estado en el que se dijera cómo se debía hacer. Fíjate que en el Reino Unido nos han dicho que tienen mil plazas de acogida y nos pidieron que lleváramos en avión a mil personas, unos cinco vuelos, pero todavía están tramitando estos permisos para poderlos llevar. Llevamos dos semanas esperando esos trámites.
¿Es sólo cuestión de racismo?
La pobreza. Si eres negro con dinero, te dan la nacionalidad. Aquí, en tu país, en Estados Unidos y en todas partes. Si eres pobre, no. La guerra es contra la pobreza. Y realmente no es una crisis humanitaria, es una crisis de valores, de humanidad y de derechos. Los europeos ni siquiera somos capaces de respetar la Carta de los Derechos Humanos, ni las convenciones internacionales a los que estamos suscritos como países y como la Unión Europea. Así es que es muy feo. Es ilegítimo, es feo, es punible. Y al Tribunal de La Haya, dentro de unos años, habrá que hacer un ala nueva y ampliarla porque va a tener mucho trabajo.
¿Qué está sucediendo mientras tanto con los náufragos del Mediterráneo?
Estamos trabajando en origen, en Senegal. No hemos abandonado el proyecto de Senegal de sensibilización en las escuelas. En el Mediterráneo, el barco volvió hace muy poco volvió de su misión 89 y ahora está cargado para hacer la misión 90. Tenemos el segundo barco, el barco grande que nos cedió el señor Piñeyro. Llevamos cinco meses esperando que el gobierno español nos haga los trámites administrativos para el abanderamiento. No porque sean difíciles, sino porque es Open Arms y todo lo que es Open Arms, nadie quiere firmarlo. Todo pasa a los superiores. En el Mediterráneo siguen muriendo. Hay organizaciones haciendo el trabajo también, hay otros barcos que están ayudando. Ayer -por el 10 de abril- hubo un naufragio. No se sabe el número de muertos. Hace tres días, 100. La cifra de goteo de muertos en verano es constante. Y estamos en un periodo del año en el que las condiciones meteorológicas son adversas y muy variables. Entonces eso atropella mucho a estas personas porque en un principio puede parecer que haya un par de días o tres días de buena mar y luego no es cierto. Se adelanta la borrasca, los atrapa en medio y evidentemente mueren ahogados todos. Así es que hay que tener mucho ojo ahora. Esperamos volver muy pronto al Mediterráneo con este nuevo barco.
¿La solidaridad de los europeos con Ucrania puede cambiar su perspectiva sobre otros refugiados?
Bueno, esto obliga a hacer un ejercicio, obliga a empatizar con todos. ¿Por qué a uno sí y a otros no? ¿Por qué a nosotros nos criminalizan por proteger la vida de unos y luego tienes todo el apoyo del mundo para proteger la vida de los otros? Un resumen muy claro es que esta crisis, esta guerra de Ucrania, lo que nos ha enseñado es que cuando no interviene un discurso político tendencioso y se deja a la sociedad civil sola, sale la humanidad. Y sale la empatía. Y la gente se vuelcan a ayudar. ¿Por qué? Porque no le interfieren. No intoxica ningún político. Si dejáramos a la sociedad civil y sacáramos al margen este discurso político tendencioso y racista que tanto se oye en Europa, cambiaría, pero a veces es muy fácil convencer con esos discursos de baratija, con esas expresiones tan tendenciosas que dicen: “Van a las costas de África a recoger migrantes y los traen a Europa”. ¿Cómo dicen? Nosotros estamos en aguas internacionales, no hay inmigrantes. Son vidas en peligro y hacemos lo que dice el Derecho Marítimo internacional. Las rescatamos y las depositamos en el puerto seguro más cercano. Los entregamos a la administración. No hace falta que nadie muera porque tienen una situación administrativa irregular. No hace falta que mueran, ya veremos lo que habrá que hacer con ellos, pero no los dejemos morir. Eso es lo único que decimos. Lo más grande que puede hacer un ser humano por otro es salvarle la vida. ¿De qué estamos hablando? ¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Cómo hemos llegado a criminalizar una acción de salvar vidas? ¿O que tengas que solicitar permiso para rescatarlos? Es una cosa de los políticos que han retorcido, pervertido y estirado los convenios internacionales y las leyes al máximo para no reconocer que no los están cumpliendo. Es curioso que se nos criminalice delante de las redes sociales y los medios de comunicación, pero que no puedan criminalizar en un juzgado. ¿No es extraño? Durante estos siete años de vida de Open Arms no nos han podido ni detener, ni encarcelar, ni acusar de ningún delito. Hemos salvado decenas de miles de vidas en el Mediterráneo.
En el Mediterráneo siguen muriendo. Ayer -por el 10 de abril- hubo un naufragio. No se sabe el número de muertos. Hace tres días, 100. La cifra de goteo de muertos en verano es constante.
¿Cómo conoció a Piñeyro?
Me conoció a mí. Vino a verme al barco y no sabía ni quién era. Se presentó allí una jornada de puertas abiertas en la que estaba el barco abierto para visitas. Y se puso a preguntarme cosas. Yo le expliqué y me explicó que él era piloto y que si de alguna manera teníamos soporte aéreo, le dije que no y me preguntó si se podía. Pasó una semana y nos hizo una donación importante. Pregunté quién ha hecho esta donación. “El señor que hablaba contigo en el barco”. Entonces lo llamé para darle las gracias. Al cabo de una semana, vino a Barcelona y me invitó a comer, me enseñó su avión y me dijo que quería hacer cosas con el avión y Solidaire. Le dije que necesitábamos un barco y entonces él me dijo que él me compraba el barco. Tardé dos años en conseguir el barco adecuado. Y mientras tanto, hemos ido haciendo cosas juntos.
¿Cómo funciona la alianza con Solidaire?
Yo lo he ayudado a organizar vuelos y él me ayuda económicamente. Hacía falta porque somos una organización muy pequeña. Esta alianza es estratégica y nos conviene a ambos y nos va muy bien. Gracias a esta alianza podemos hacer estas cosas. Es difícil para una organización tan pequeña como la nuestra poder llegar a tanto. Hemos llevado ayuda humanitaria a Madagascar; hemos llevado equipos de oxígeno respiradores a Bangalore, a la India en el peor momento de la pandemia. Acabamos de volver de Mozambique, llevamos 38 toneladas de comida con el avión. Hemos ido donde hemos creído que hacía falta y que podíamos. Ucrania está en casa, ¿cómo no vamos a ayudar? El próximo lugar donde vayamos quizá va a ser una guerra de África, y nos vemos obligados por haber estado aquí a acudir a uno de los conflictos que hay en África, también ayudar a los que intentan buscar refugio y a poner el foco allí y a explicarle a la sociedad: “Oye, esto también ocurre. También tienen derechos”.
En algunas situaciones pueden brindar ayuda a mediano y largo plazo y en otras, la ayuda puede convertirse en cortoplacista porque no hay otra opción a pesar del esfuerzo. ¿Qué le sucede en esas situaciones?
No es cortoplacista. En estos seis años en España hemos conseguido remover muchas conciencias y cambiar algunas actitudes. Cuando yo fui a Lesbos porque vi una foto de un niño muerto en una playa, yo no fui a salvar el mundo ni a montar una gran organización. Yo fui porque tenía la necesidad de hacer algo, porque mi profesión es de guardavidas y fui a ayudar a los salvavidas que estarían allí del otro lado, saturados. Luego vi que no había nadie. Después de siete años, no solamente hemos salvado la vida de 62.000 personas en el Mediterráneo, sino que, además, el hecho de llevar a los medios de comunicación, el hecho de difundir lo que ocurre, de ponerles nombres, explicar sus vidas, que no son cifras, no son números, no son estadísticas, sino que son personas que tienen madre, que tienen padre, hijos; explicar lo que les ocurre, por qué huyen, de qué huyen. Llega un momento en que derribas muchas barreras y dices que es tan importante echar los brazos y sacarlos del agua como explicarlo. El hecho de poder ir a las escuelas y explicar, generar espíritu crítico a los chicos a partir de los cuatro años, que se aprendan los derechos humanos, que se sepa la Carta de Derechos, que son los derechos de todos y que costaron 70 millones de muertos. Mi abuelo dio la vida por esos derechos. No podemos ver como se pierden y cambiar un poco la actitud. Haciendo eso descubres que, si cambias la actitud, quizá en las próximas elecciones haya más sensibilidad y la gente lea más los proyectos políticos, a ver a quién vota. Y también sacudir a la ciudadanía y despertarlos porque se han aburguesado tanto. Estamos perdiendo derechos. Los hemos perdido en tu país. Lo estamos perdiendo en el mío y lo están perdiendo en Ucrania y en África. ¿Y qué vamos a hacer? ¿No vamos a hacer nada? ¿Vamos a pasar sin pena ni gloria? La Carta de Derechos viene del Holocausto, viene de haber eliminado a 7 millones de personas en un crematorio. ¿Qué está pasando en Europa? Que estamos pagando a terceros países para que pongan esos campos de refugiados que no dejan de ser campos de concentración donde mueren en Libia sin asistencia de ningún tipo. Lo estamos financiando desde Europa. ¿Qué hemos aprendido después de la Segunda Guerra? Lo único que hemos aprendido es que los campos de contención tienen que estar fuera de nuestro territorio, los pagamos y los mantenemos.
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