Cómo se rescató el libro que Gabriel García Márquez escribió en sus últimos días y que sus hijos decidieron publicar
Con gran expectativa por la salida del libro, que llegará a todos los países hispanoparlantes a partir de este 6 de marzo, día del nacimiento del gran escritor colombiano, Gonzalo y Rodrigo García Barcha, hijos de Gabriel García Márquez, revelaron en una conferencia de prensa cómo fue que tomaron la decisión de publicar la novela En agosto nos vemos (Sudamericana, 2024). Un texto, según las propias palabras de los herederos del autor colombiano, que “fue el fruto de un último esfuerzo por seguir creando contra viento y marea” en sus últimos años de vida.
En una presentación ante la prensa que tuvo lugar en España y que se transmitió por videoconferencia para los medios latinoamericanos, los hijos del autor de Cien años de soledad, junto a Pilar Reyes, directora editorial de la división literaria de Penguin Random House –la multinacional que publica en gran parte de los territorios hispanoparlantes la obra del colombiano– ofrecieron detalles sobre la trastienda del rescate de la novela y de su armado.
Según Reyes, se trata de un material sobre el que García Márquez fue dando pistas a lo largo de las décadas, antes de que su salud se deteriorara y de su muerte, el 17 de abril de 2014. La editora contó que el Nobel colombiano se refirió a la novela, que ahora lleva como título En agosto nos vemos, en una intervención pública en 1999 en la sede de la Casa de las Américas de Madrid. Allí el escritor se había referido a una historia en la que estaba trabajando “armada a partir de cinco relatos autónomos con una misma protagonista”.
Años después, y luego de convocar a Cristóbal Pera, el editor que trabajó con García Márquez en sus dos últimos libros, los hijos del escritor decidieron volver al material, que permanecía guardado, junto al resto del archivo personal del autor en el Harry Ransom Center de la Universidad de Texas.
De acuerdo a las palabras de Reyes, había, entre los manuscritos, cinco versiones del texto, entre las que se encontraba una que el propio García Márquez le facilitó a su histórica asistente, Mónica Alonso, con correcciones que hizo hasta 2008.
Consultados sobre el proceso de edición del libro, que saldrá inicialmente con una tirada de 250 mil ejemplares en los territorios en los que Penguin Random House tiene los derechos (en México, por ejemplo, el libro es editado por Planeta y también están planificadas las ediciones en numerosos idiomas), los hijos afirmaron en la conferencia de prensa que no hubo modificaciones al texto escrito por su padre.
“No se ha agregado nada que no estuviera en los múltiples originales de esta novela”, aseguró Gonzalo García Barcha, quien además desmintió una versión que circuló hace un tiempo en la prensa colombiana y que sostenía que el texto no tenía un final, que estaba incompleto. Según el hijo del autor de Cien años de soledad, el propio Cristóbal Pera le consultó al escritor si su historia estaba cerrada y García Márquez le aseguró que sí.
De acuerdo al relato del heredero del colombiano, el trabajo para conformar las páginas de En agosto nos vemos tuvo más que ver con la “arqueología de recolectar los distintos manuscritos que existían”.
“Cristóbal Pera ha dicho que su trabajo se ha limitado a la corroboración de datos”, agregó.
Consultados por un tramo del prólogo del libro, en el que los dos hijos de García Márquez afirman que el escritor había dicho que esta novela “no sirve” y que había que “destruirla”, Rodrigo García Barcha matizó los términos de su padre al asegurar que fueron proferidas cuando el escritor estaba en un proceso de pérdida de su memoria.
“Para entonces había perdido la capacidad de leerse”, dijo el hijo de García Márquez, quien agregó que si el libro no le hubiera gustado, el escritor mismo lo habría desechado. “Lo que no le satisfacía, lo destruía, en este caso lo hubiera destruido para que no quedaran restos”, subrayó García Barcha, quien destacó que la novela permaneció varios años en los archivos personales de García Márquez, siguiendo la voluntad del escritor, hasta que estuvo disponible para el público en general y concitó la atención de numerosos lectores.
“Nos fue animando a publicarlo el hecho de que no fuera una cosa secreta”, agregó y aseguró que el texto comparte, con el resto de la obra de su padre, “una prosa preciosa”, “el conocimiento del ser humano” y “el poder de descripción” que caracterizan a García Márquez.
Gonzalo, por su parte, agregó: “A mí me deja tranquilo que toda la obra de Gabo está a disposición de sus lectores. No queda nada oculto”, dijo.
Según anticiparon los herederos de García Márquez, la historia de En agosto nos vemos se sitúa en un presente más cercano a la actualidad, un tiempo de “hace 20 o 25 años”. En el centro de la escena se ubica una mujer, llamada Ana Magdalena Bach, que año tras año toma el transbordador hasta la isla donde está enterrada su madre para visitar la tumba en la que yace.
En la mirada de la editora y de los hijos de García Márquez, se trata de un relato que da cuenta del valor que el colombiano le brindaba al rol de las mujeres. Una novela, en algún sentido, feminista. “A nivel familiar, aunque había una mayoría abrumadora de hombres, la que llevaba las riendas era Mercedes (Barcha)”, afirmó uno de los herederos del colombiano, quien aseguró que su madre era “una líder absoluta”. Una mujer que junto con la agente literaria Carmen Balcells se encargó de potenciar la obra y el legado de García Márquez.
Consultados sobre cómo fue crecer al lado de un personaje mítico del siglo XX, los dos hijos coincidieron en señalar que se trató de una vida “con libertad”, sobre todo durante la adolescencia. Como cualquier joven, también, los dos apuntaron que pasaron etapas de cierto hastío. “Oír tanto hablar de Cien años de soledad nos tenía hartos”, bromearon, al tiempo que destacaron el “privilegio” de haber podido viajar por distintos lugares del mundo junto a su padre y haber conocido a grandes personajes del ámbito literario.
Sobre la convivencia mientras García Márquez trabajaba y escribía desde su casa, los hermanos García Barcha apuntaron que el escritor jamás mostraba a sus allegados los textos en proceso: ni a sus hijos, ni a su esposa, ni a su agente, ni a sus colaboradores: “Enseñaba el libro cuando lo consideraba al 95%”.
AL/MG
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