El Mundial tácito que se le escapó a la FIFA
El deseo de Gianni Infantino, el de tener un Mundial cada dos años, se cumple… pero a medias. El ambicioso proyecto destinado a duplicar las fabulosas ganancias que la FIFA –la controvertida entidad madre del fútbol que preside el abogado suizo en Zurich–, genera con cada Copa del Mundo, no puede prosperar en la medida en que las dos asociaciones continentales más poderosas, la Unión Europea (UEFA) y la Confederación Sudamericana (Conmebol) bloquean la fecha para honrar sus legítimos intereses con sus propias Copas, que hoy consagrarán campeones.
Si la FIFA es capaz de restarle margen al Comité Olímpico Internacional (COI), desluciéndole la competencia futbolística en los Juegos Olímpicos al retacearle la concurrencia de futbolistas, y sin demasiada diplomacia de cortarle el acceso a cualquier posibilidad de hacer grandes negocios con el fútbol, en cambio la tiene mucho más difícil con UEFA y Conmebol, cuyos presidentes no le son ajenos: el esloveno Alexandr Ceferin y el paraguayo Alejandro Domínguez, respectivamente.
Las finales de los dos torneos continentales de selecciones más poderosos del planeta, la Eurocopa y la Copa América, tendrán lugar hoy en una vertiginosa función vespertina. España e Inglaterra animarán la primera, en Berlín (Alemania) desde las 16, mientras que Argentina intentará defender su título ante Colombia en la segunda, en Miami (Estados Unidos), a partir de las 21. En rigor, ambos choques también pueden entenderse como las semifinales del tácito Mundial que no controla FIFA, dado que ambos campeones se medirán en un futuro enfrentamiento en Europa, el año que viene, oficialmente bendecido por la entidad de Infantino pero que en realidad despierta su ira. Esa Copa de Campeones Conmebol-UEFA, también llamada Finalissima desde 2022, cuando la conquistó la Selección Argentina, también es un acuerdo entre ambas asociaciones, que se reparten prestigio… y dinero.
Una máquina de hacer dinero (con capital ajeno)
Desde los años de Joao Havelange, la FIFA generó un extraordinario negocio con capital ajeno. Los mejores futbolistas del mundo, propiedad de los clubes que les pagan sueldos y premios, animan un torneo con el que la entidad madre produce miles de millones de dólares, bajo la excusa de atraer la atención de todo el planeta. Tras la turbulenta Qatar 2022 –sospechada de utilizar trabajo esclavo para llevarse a cabo– la FIFA declaró ganancias por valor de 7.527 millones de dólares, por rubros tan distintos como los derechos de televisación (3.425 millones), marketing (1.795 millones), venta de entradas y sectores VIP (949 millones) y merchandising (769 millones), en lo que representó un incremento de casi un 40 por ciento respecto a los aproximadamente 5.400 millones de dólares que había amasado la copa del Mundo 2018 en Rusia.
La gran virtud en estos negocios es que la FIFA se asocia con los dueños del capital y se lleva la mayor tajada. Obsesionado con ganar terreno en la consideración universal, el emirato de Qatar corrió con los gastos de organización del torneo, para lo cual habría invertido unos 220.000 millones de dólares. El emirato puso las canchas y, resignados, los clubes aportaron los futbolistas que los fanáticos querían ver vestidos con sus casacas nacionales. La FIFA “alquiló” a los clubes sus jugadores, por quienes que pagó 10.950 dólares por día en el torneo. ¿Cuánto le representó esa erogación? Apenas 209 millones de dólares, una cifra muy modesta en relación con lo que acabaría produciendo.
El gigantismo futbolístico y sus límites
El gigantismo copó la FIFA. Infantino propuso (y lleva adelante) un Mundial 2026 para 48 equipos (lo juegan 32 desde Alemania 2006) en tres países distintos –Estados Unidos, México y Canadá–, que podría disparar los beneficios por encima de los 10 mil millones de dólares, y lanzó la propuesta del Mundial cada dos años: nada mejor para procurar la duplicación de los beneficios. Pero la UEFA y la Conmebol bloquean la viabilidad del proyecto con sus copas continentales, tanto por su lugar en un calendario apretado como nunca –los futbolistas más destacados están jugando casi 60 partidos por temporada, un esfuerzo tremendo– como porque las asociaciones también pretenden asegurarse su buena cuota del negocio. Aunque la Eurocopa recién terminará hoy, UEFA calcula un beneficio de 1.700 millones de euros; y se estima que a la Conmebol podrían quedarle entre 400 y 500 millones por la Copa América 2024. El calendario no es el único problema que se advierte en el horizonte de Infantino.
40 equipos entre la Eurocopa y la Copa América: ¿Cómo no considerar, entonces, que el Mundial cada dos años es una auténtica realidad, aunque el dirigente suizo lamente el lucro cesante?
Con menos asociaciones nacionales, Conmebol invitó a las selecciones más destacadas de la Concacaf, la asociación de América del Norte y el Caribe, para completar un cuadro inicial de 16 equipos. Con los 24 que disputaron la fase final de la Eurocopa, el fútbol puso en juego más seleccionados durante junio que en la fase inicial de una Copa del Mundo. ¿Cómo no considerar, entonces, que el Mundial cada dos años es una auténtica realidad, aunque el dirigente suizo lamente el lucro cesante?
Estados Unidos: una constante
Por segunda vez en una década, la Copa América se jugó en los Estados Unidos, y su organización mantuvo una línea: siempre a un paso del desastre. Que se disputara en los campos de juego más angostos de la historia, dado que los estadios que la recibieron eran de fútbol americano, es la menor de las anécdotas. La escasa adhesión que despertó en las fases iniciales derivaron en problemas de seguridad que hicieron eclosión en la semifinal entre colombianos y uruguayos.
Que Estados Unidos vaya a ser sede del próximo Mundial gigante y haya mostrado tantas fisuras en la organización, sin duda es una seria preocupación para la FIFA.
Que Estados Unidos vaya a ser sede del próximo Mundial gigante y haya mostrado tantas fisuras en la organización, sin duda es una seria preocupación para la FIFA. Que, además, los locales y México, dos de los tres seleccionados anfitriones del 2026, hayan quedado fuera de combate en primera fase, tampoco es un signo alentador para lo que viene en un par de años.
Se lo vio poco a Infantino tanto en la Copa América como en la Eurocopa. Acaso porque no podía desempeñar un rol protagónico, quizás porque la puja ya es directa. Con el crecimiento de este Mundial Tácito que acabará en la Finalissima, el proyecto del suizo, no “for the good of the game” (“por el bien del fútbol”, tal el lema de FIFA) sino por la salud de las cuentas de Zurich, no tiene destino.
Marcelo Bielsa se quejó rotunda y descarnadamente de la pésima organización, en un reel que impactó por completo al mundo del fútbol. Pero mientras tanto, el fútbol no para.
Nacionalismo y esclavitud
La Eurocopa y la Copa América no fueron ajenas a los problemas de corte nacionalista que vienen acentuándose en todos los órdenes de la vida en este desapacible Siglo XXI. La acumulación de países balcánicos en la primera fase de la Eurocopa –Serbia. Croacia, Eslovenia, Albania– motivó provocaciones en las tribunas y violentos disturbios en las calles de Alemania, que hospeda el certamen. Otras tensiones respondieron a la cada vez más creciente participación de jugadores negros en los seleccionados, lo que no pasa para nada inadvertido en una Europa sacudida por la inmigración.
Las potencias de ultramar exhiben en sus seleccionados, un siglo después o más, las consecuencias de su política imperial o colonial.
En el encuentro de la fase inicial entre Francia y los Países Bajos, las formaciones iniciales presentaban una llamativa semejanza: cada una estaba integrada por ocho jugadores negros y tres blancos. Las potencias de ultramar exhiben en sus seleccionados, un siglo después o más, las consecuencias de su política imperial o colonial.
La sensación de la Eurocopa, el joven español Lamine Yamal Nasraoui Ebana, que recién ayer cumplió 17 años, solo recientemente aceptó jugar por la selección de España y no por la de Marruecos, de donde es originario su padre. El otro puntero del equipo que dirige Luis de la Fuente (que fuera maestro de Lionel Scaloni en la escuela de entrenadores de la federación española), es Nico Williams, jugador del Athletic de Bilbao. Nico es negro como Lamine: sus padres llegaron al País Vasco tras una larga travesía –mayormente a pie– desde Ghana. Nico tiene un hermano, Iñaki, ocho años mayor, que también actúa en el Bilbao. Ambos jugaron la Copa del Mundo de Qatar: Nico, para España; Iñaki, para Ghana.
El anfitrión de la Eurocopa, Alemania, que no llegó a la fase decisiva luego de ser eliminada por España, jugó casi todos sus partidos con una pareja de centrales negros, Antonio Rüdiger y Jonathan Tah. Y la Inglaterra que hoy buscará ganar su primer torneo internacional desde 1966 (el segundo de su historia y el primero como visitante), tiene entre los titulares a jugadores como Jude Bellingham, Marc Guehi, Kobbie Mainoo o Bukayo Saka, cuyos antepasados nacieron en África, dónde los ingleses cazaron esclavos a lo largo de más de 300 años, entre los siglos XVI y XIX.
La tendencia no solo es europea: el Ecuador que tanto preocupó a la Argentina en los cuartos de final, levantó muchísimo el nivel gracias al proyecto de Independiente del Valle, un club creado en 2009. Lo explicó Gustavo Grossi, ex director deportivo de River, en su libro “Sudamérica, fábrica de cracks” (Librofútbol): “Ecuador tiene altura y una cruza ideal en la costa de Esmeraldas, con una profunda participación de jugadores negros. Dispone de una genética atlética, una altura y velocidad que no han conseguido Chile y Perú en su búsqueda de talento (…) La selección de Ecuador se nutre hoy de jugadores que en su mayoría pasaron por ese proyecto, con estilo europeo, posicionado en Quito y con jugadores de la costa de Esmeraldas. Un combo geográfico que dio un resultado sensacional”.
En ese sentido, Ecuador sigue los pasos de Colombia, el otro finalista de la Copa América, y de Brasil, que ha perdido su forma y atraviesa un pobre período a nivel de selección, iniciado tras la caída ante la Argentina en la Copa América de 2021.
La selección nacional no tiene ese tipo de jugadores: ¿crisis a futuro? ¿O la inagotable fuente de talentos nunca dejará de surtir futbolistas tan hábiles como veloces?
Un poco de fútbol
Con el talentoso Rodri como conductor, una España refrescante mostró el fútbol más excitante de la Euro, dejando en el camino a Alemania y Francia; lo espera una tediosa escuadra inglesa, con más individualidades que equipo, pero que pretende revancha tras haber perdido la última final europea, en Wembley y por penales ante Italia.
España luce un poquito más atractiva que la Argentina, que no se rejuveneció tras la conquista en Qatar, salvo por uno o dos nombres: la inminencia de un proceso selectivo es lo que pone nervioso a Scaloni. Lionel Messi carga con el peso de tanta gloria, de sus 37 años y de una menguante velocidad, aunque su visión del juego continúa siendo infinita; enfrente tendrá a un equipo colombiano liderado por el ya (también) veterano James Rodríguez, con jugadores interesantes como Richard Ríos, Davinson Sánchez o Luis Díaz, un invicto de 25 partidos y la conducción de otro pichón de José Pekerman, su ex ayudante de campo Néstor Lorenzo.
Para Colombia, el título sería una sensacional revancha tras lo ocurrido tres décadas atrás en el Mundial de Estados Unidos: tras haber goleado 5-0 a Argentina en las eliminatorias, la confianza dominó tanto al equipo –Pelé llegó a afirmar que sin dudas serían semifinalistas–, que acabó eliminado en la primera ronda de aquella Copa de 1994; nadie lo sufrió tanto como Andrés Escobar, el zaguero que marcó un gol en contra de su valla jugando contra el seleccionado local y que, como consecuencia, fuera baleado mortalmente en Medellín diez días más tarde.
Reyes en el palco, el presidente en Twitter
En Berlín hay 35 mil ingleses y 15 mil españoles aguardando el partido decisivo. A último momento se podían conseguir entradas remanentes con visión obstruida –atrás de un parlante o una columna– por 250 euros, o una suite VIP para 10 personas por 400 mil euros.
Ante la inminencia de una cuarta consagración en la historia de la Eurocopa, el rey Felipe IV confirmó su presencia en el Olímpico de Berlín; lo mismo hará el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez. Se encontrarán allí con el Príncipe de Gales, William, que estuvo en el partido de cuartos ante Suiza. Y aunque solo lleva 10 días en su cargo, el primer ministro laborista, Keir Starmer, también dirá presente.
La nota la dio el rey Carlos III del Reino Unido, con un pedido muy especial a los jugadores ingleses: “Les mando nuestros mejores deseos para el partido del domingo; si puedo alentarlos a asegurar la victoria antes de la necesidad de marcar goles maravillosos de último minuto u otro drama de penales, estoy seguro de que las tensiones sobre el ritmo cardíaco y la presión arterial colectivas de la nación se aliviarían enormemente. Buena suerte, Inglaterra”.
Esa fue la constante del equipo de Gareth Southgate en el torneo: goles agónicos o victorias en las definiciones desde los 12 pasos. El humor de Carlos fue celebrado por muchos súbditos. “Brillante humor inglés por parte de su Majestad”, afirmó un hincha. Y no son pocos los aficionados argentinos que desean en secreto una victoria del equipo de los Tres Leones, para poder enfrentarlos en la Finalissima, la final del Mundial Tácito, en el primer encuentro oficial entre ambos conjuntos desde 2002.
Los colombianos, por su parte, le reclaman al presidente Gustavo Petro, que decrete un “día cívico” (no laborable) para mañana, en caso de que el equipo consiga ganar el trofeo que solo conquistó una vez, en 2001, como local. En cualquier caso, Petro no viajará a presenciar la final de Miami.
En Estados Unidos sí está el presidente argentino Javier Milei, pero no en Miami, sino en Sun Valley (Idaho), en una convención de millonarios. A diferencia del humor de Carlos, se aprovechó con insidia de la clasificación de la Argentina a su sexta final en las últimas ocho ediciones de la Copa América para montar otro de sus ataques, esta vez contra la Asociación del Fútbol Argentino. “Si AFA se opone a las Sociedades Anónimas Deportivas. ¿por qué motivo permite que el plantel titular provenga de estas sociedades?”, se preguntó en un tuit. “Acaso será que los resultados son importantes y las SAD tienen a los mejores? No más socialismo pobrista en el fútbol. VLLC”. Se podría argumentar que el presidente desconoce que, por ejemplo, el Barcelona, el club que crió y desarrolló a Lionel Messi, el mejor jugador de la historia del fútbol, es propiedad de sus socios y no de una SAD.
Entre las múltiples respuestas que la provocativa intervención despertó, vale la pena consignar la del ex candidato a presidente de San Lorenzo, el abogado César Francis: “De acuerdo con el reglamento FIFA, el único requisito para jugar en una selección es la nacionalidad. Y no solo hay seleccionados con jugadores SAD de bajo rendimiento, sino que ceñir la cuestión al origen de los jugadores es un reduccionismo estéril que elude la verdadera razón: los futbolistas emigran como otros tantos profesionales. Señor presidente, no tengo dudas de que la diferencia está en la economía nacional, no en la forma jurídica”.
Entre tantos motivos de encono contra una AFA que intenta bloquearle a como dé lugar la transformación de los clubes que la integran en SADs –pese a que el Ministro de Desregulación Federico Sturzenegger está preparando un decreto para allanarles el camino–, acaso el presidente sienta que la asociación atenta contra su programa económico, al no liquidar en Argentina los millones de dólares que gana con la selección: como si estuvieran guardadas en silobolsas, el grueso de esas ganancias se mantienen en el exterior, sin liquidar, o transformadas en activos como la sede recientemente inaugurada en Miami o el centro de scouting en Madrid. La AFA cobró 42 millones por el título de Qatar y recibirá otros 16 si su seleccionado lleva esta noche a 16 la marca de títulos continentales, una cifra hasta ahora nunca alcanzada en América o Europa. Lo que reciba por jugar la Finalissima será una cuestión de Conmebol, UEFA y de los Alejandros, nunca de Infantino o la FIFA.
PV
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