La Selección en la era Scaloni: entre la renovación y el enigma
Lionel Scaloni surgió en Newell’s y pasó por Estudiantes de La Plata. Se trataba de un lateral/volante por derecha que no se destacaba por su habilidad sino por su garra, la que lo llevó a ser ídolo en Deportivo La Coruña, donde formó parte del mejor equipo de su historia, que ganó la temporada 99/00. Es, por ejemplo, el jugador con más partidos de Champions del Club.
También fue campeón con la Sub-20 en Malasia 1997. En un plantel recordado por sus cracks (Juan Román Riquelme, Pablo Aimar, Esteban Cambiasso), Scaloni aportaba el esfuerzo típico del carrilero de fin de siglo y le hizo un golazo a Brasil en Cuartos. José Pekerman lo tuvo en cuenta 9 años más tarde para el Mundial 2006, donde jugó de 4 frente a México.
Su carrera prosiguió en varios clubes -West Ham, Racing de Santander, Lazio, Mallorca y Atalanta- pero, a decir verdad, no se supo mucho de él hasta que reapareció como ayudante de Jorge Sampaoli, primero en Sevilla y después en la Selección mayor. En su cuenta de Twitter (por los pocos seguidores, 46,9 mil, da la impresión de ser apócrifa) se define como “Futbolero. Con una mujer y dos hijos que son mi vida. Entrenador UEFA PRO”.
Claro que para referirse a la Selección de Scaloni habría que aclarar que el ciclo que empieza con la asunción de Gerardo Martino en 2015, pasa por Edgardo Bauza entre 2016 y 2017, y desemboca en Sampaoli, marca el rumbo confuso que tomó el fútbol argentino tras la muerte de Julio Grondona. La fotografía de esos vaivenes fue el empate imposible en las elecciones del 2015. Grondona se había llevado todas las contraseñas a la tumba y el fútbol argentino parecía retornar a su pasado remoto, semi-amateur.
Ya asentado como presidente de AFA, Claudio Tapia eligió a César Luis Menotti como Director de Selecciones Nacionales en 2019. El nombramiento pareció responder a un eje programático: Menotti suele ser reconocido como quien instauró el profesionalismo definitivo después de décadas de inestabilidad. Entrevistado por Juvenal para la revista El Gráfico del 23 de abril de 1996, Antonio Ubaldo Rattín rememoraba la obtención de la Copa de las Naciones de 1964 en estos términos: “No teníamos ni entrenador físico. Me acuerdo que en el primer entrenamiento, en la cancha de Botafogo, Minella nos dijo que cada uno hiciera lo que estaba acostumbrado hacer en su club. Uno saltaba, otro se estiraba en el piso, otros hacían jueguitos con la pelota… Era una risa”.
Las 3 finales perdidas entre 2014 y 2016 ya habían generado el malestar del hincha, casi habitual con respecto a la Selección, pero multiplicado ahora al infinito por las redes sociales. Las frases de rock nacional que decoraron la concentración en Rusia 2018 no ocultaron la anarquía de la era Sampaoli. La distancia entre el público y el equipo se profundizó.
Sorpresas, emblemas, históricos
Es en ese contexto de transición que Scaloni asume el cargo. Dirigió sus primeros amistosos como Interino, en septiembre de 2018, y fue ratificado tanto en noviembre de ese año como después de la Copa América 2019. Eso no quita que, por una u otra causa, después de casi 3 años, la Selección de Scaloni todavía parezca un enigma. No tuvo derrotas estruendosas (a excepción de un 1-3 en un amistoso olvidado contra Venezuela) ni victorias determinantes. Su conducción, por sobre todo, está atravesada por el objetivo de renovar el plantel y cierto pragmatismo que revela un temperamento fuerte, como el que tenía adentro de la cancha.
“Scaloni no puede dirigir ni el tráfico” declaró Diego Maradona, todavía en Sinaloa, como técnico de Dorados. Sus dardos fueron permanentes y, de manera brutal y socarrona, expresaron cierta duda generalizada sobre la capacidad de Scaloni como DT. Su inexperiencia es evidente, como también que ninguno de los técnicos argentinos de elite (Diego Simeone, Marcelo Gallardo, Mauricio Pochettino) parece estar muy dispuesto a dirigir la Selección. A su vez, no se puede decir que sus traspiés sean muy diferentes a los de otros con más pergaminos.
Que Lucas Ocampos y Juan Foyth hayan quedado afuera de la lista de la Copa América es sorpresivo: los dos eran parte de la camada que estrenó Scaloni. Lo de Foyth tal vez sea más doloroso porque parece pagar el precio por una pelota perdida que terminó en el empate de Colombia. Sin embargo, el shock por la desafectación inesperada forma parte de la historia de la Selección: Maradona en 1978, Christian Bassedas en 1998, Martín Demichelis en 2006.
“Son momentos, son decisiones”, diría Miguel Ángel Russo, a quien también Carlos Salvador Bilardo dejó afuera de México 86 a último momento.
Algunos jugadores ya se pueden advertir como emblemas de esta era: Rodrigo De Paul, Leandro Paredes, Lautaro Martínez. Históricos del rango de Sergio Agüero o Ángel Di María no tienen la titularidad asegurada. A otros, como Sergio Romero, directamente los dejó de convocar. El bastión intocable, por supuesto, es Lionel Messi. El anhelo de Scaloni se basa en la vieja utopía de rodearlo para que no tenga que hacer todo. Frente a Chile y Colombia emergieron los casi desconocidos Emiliano Martínez y otro Romero, Cristian. Tanto el arquero del Aston Villa como el defensor de Atalanta tuvieron actuaciones sólidas: en caso de que se prolonguen en el tiempo tal vez constituyan un logro significativo para Scaloni y su cuerpo técnico, conformado por Walter Samuel, Roberto Ayala y Aimar. La inclusión de Julián Álvarez, el delantero de River, también es una apuesta a futuro.
Hay algo teóricamente negativo que la Selección de Scaloni puede utilizar a su favor: con una goleada, el público no dudará en entregarse a un aquelarre triunfalista, pero de antemano no se espera demasiado. Dentro de los parámetros de emoción violenta que puede llegar a adquirir el hincha argentino, esto no puede ser sino una gran noticia. Al disminuir las expectativas, se reduce el pesimismo grotesco post derrota, pero ¿qué sería del vínculo con el fútbol sin el vacío existencial, de domingo por la tarde, después de cada eliminación en Mundiales?
Es claro que a Scaloni le toca dirigir un equipo con menos estrellas y algunos jugadores que -para el futbolero promedio- “llegaron de los barcos”, pero que ha dado muestras de cohesión en algunos tramos de los partidos. En los dos últimos, por Eliminatorias, empezó mucho mejor que el rival pero le terminaron empatando. Se podría decir entonces que, por ahora, el trabajo de Scaloni encarna la inminencia de una mejoría. La Copa América es una oportunidad para concretarla.
MZ/MGF
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