Alberto Fernández volvió rápido de la cumbre del G7, entre las preocupaciones por la continuidad de la guerra y por la tensión local
Alberto Fernández planeaba en un principio llegar a Alemania a la cumbre del G7 el domingo al mediodía y volver este martes en un vuelo diurno, pero antes de partir rumbo a Múnich cambió de planes y prefirió regresar el lunes por la noche para estar esta mañana en Buenos Aires. Lo hizo preocupado por las tensiones locales: se marchó de viaje después de la carta de los gobernadores del PJ que le pedían más participación en el Gobierno y medidas para resolver la inflación, la gestión de los planes sociales y la falta de gasoil. Hoy aterrizó en Ezeiza a la expectativa de los dólares paralelos, que ayer saltaron después del anuncio de nuevos controles a las importaciones suntuarias, y en medio de los preparativos de la marcha de transportistas al Obelisco, un día después de que los manifestantes mataran a un camionero que intentó saltarse uno de sus piquetes en Daireaux, en el interior bonaerense. Pero Fernández también volvió con las preocupaciones que le dejó el encuentro con los líderes de las siete naciones más ricas, dada la obstinación de Estados Unidos y Reino Unido por apostar todo a doblegar a Rusia en Ucrania, con lo que el conflicto y sus consecuencias negativas (inflación y riesgo de recesión) en la economía mundial continuarán.
En el castillo Elmau, en medio de los Alpes bávaros, Fernández cenó anoche con los líderes del G7 (Joe Biden, el británico Boris Johnson, el francés Emmanuel Macron, el alemán Olaf Scholz, el canadiense Justin Trudeau, el japonés Fumio Kishida y el italiano Mario Draghi), además de otros invitados. El presidente argentino dialogó mucho con Macron. Después se sumaron a la conversación Scholz, el secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, y su compatriota Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional. Ambos funcionarios demócratas le agradecieron a Fernández que se hiciera presente en la reciente Cumbre de las Américas en Los Ángeles, a la que faltó el mexicano Andrés Manuel López Obrador; valoraron su discurso, pese a las críticas a Estados Unidos, que el presidente argentino aclaró que apuntaban a la administración del republicano Donald Trump; y le anticiparon que está todo listo para que lo reciba Biden en Washington el 25 de julio. El Presidente también habló con Brigitte Macron sobre su hijo Francisco.
Fernández se volvió preocupado porque los líderes del G7 no ven una salida a la guerra de Ucrania, temen que se extienda y consideran que la única solución radica en armar más a Volodimir Zelenski -que habló ayer con ellos por videoconferencia- para que triunfe. Estados Unidos y Reino Unido son los principales valedores de esa posición, pero Macron y Scholz no están tan convencidos de sostener un conflicto bélico tan cercano a sus territorios y abogan por rendir a Rusia sin humillarla. El jefe de Estado argentino les pidió a los jefes del G7 que se sienten a negociar con Rusia, cuya invasión condenó nuevamente. Pero en la cena con Macron, en las reuniones bilaterales -acompañado por el canciller Santiago Cafiero y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergios Massa- con Scholz, Draghi y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y en la noche anterior con la directora gerenta del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, todos le dijeron a Fernández que la guerra continuará y le recomendaron trabajar escenarios en conjunto con Estados Unidos y Europa. Georgieva le confesó que el pedido de los países occidentales de que el FMI financie a Ucrania por US$ 22.000 millones en cuatro meses puede descapitalizarlo.
Más allá de las preocupaciones, Fernández se volvió con satisfacciones. Macron le destacó la necesidad de acuerdos con “el Sur”. Antes Europa sólo hablaba de África y ahora aparecen en la mira otros continentes como Latinoamérica. Scholz la planteó de frente la necesidad de activar temas energéticos: resucitar el proyecto de la central hidroeléctrica Chihuidos -que Siemens quiere construir-, otros de energías renovables -donde Alemania tiene tecnología para aportar- y negociar con otros países europeos la exportación de gas desde Vaca Muerta y reemplazar así el suministro ruso.
Draghi también habló con lujos de detalle sobre la formación no convencional de hidrocarburos de Neuquén, de saldos exportables y de instalar plantas de licuefacción del gas, necesarias para embarcarlo rumbo a Europa. Además le habló de negocios de valor agregado en alimentación, más allá de que se reflote o no un acuerdo de libre comercio Unión Europea-Mercosur. Quien sí reclamó por ese pacto firmado en 2019 pero nunca concretado fue Von der Leyen. Pidió acelerarlo para que el mundo cuente con más alimentos frente a la amenaza de hambruna mundial y también para aumentar la producción de litio argentino, necesario para las baterías de los autos eléctricos ante la crisis climática.
AR
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