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Alejandro Rebossio

5 de septiembre de 2021 00:02 h

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Karem Castriotta, estudiante de comunicación social de 22 años, vive en el partido de Almirante Brown e integra el extenso colectivo de jóvenes que buscan empleo y no consiguen. En la Argentina, la desocupación afecta al 10% de la población total, pero entre las jóvenes (hasta 29 años, según la estadística oficial) alcanza al 25%. “He buscado trabajo, pero no pude encontrar nada. Ya en situaciones normales es difícil, con la pandemia más. Lo único que pude conseguir fueron pasantías, ninguna remunerada, pero me sirvieron para adquirir experiencia, aprender”, relata Karem, que se bajó apps de búsqueda laboral, manda su CV a las casillas de empresas que le interesan y se inscribió en las bolsas de trabajo de los centros de estudiantes de su facultad, en la Universidad Nacional de Quilmes.

“Muchas gracias. Lo tendremos en consideración”, le responden a veces las compañías a las que les envía el currículum. O no le contestan nada. Karem quiere trabajar en el área de comunicación, pero acepta otros empleos: “Cualquier puesto que me permita seguir estudiando, está bien. Por eso, ahora mis postulaciones son más que nada a atención telefónica, al cliente, administración”. En la actualidad está haciendo un voluntariado en la Fundación SES, que dispone del Portal de Oportunidades para búsquedas laborales.

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La misma fundación también desarrolla el Proyecto Poeta, que forma en herramientas digitales. Allí se anotó Florencia Maciel, una joven de 18 años de la localidad de General Pacheco que terminó el año pasado la secundaria. “Desde entonces empecé a trabajar: de niñera, cajera en un supermercado, atención al cliente y en una tienda de ropa. Busco vía online, últimamente buscaba en atención al cliente, pero ahora busco en una fábrica o algo de eso, pero no tengo ninguna respuesta”, lamenta Florencia.

El desempleo juvenil también afecta al 17% de los varones. Y además llega al interior. Javier Gigena, de 26 años, vive en Villa del Rosario, a 80 kilómetros de la ciudad de Córdoba. También estudia comunicación social. Trabajó como periodista en radios y webs de su pequeña ciudad. “Antes de la pandemia quise irme a Córdoba capital para tratar de ir por el sueño de los lugares más grandes, pero se ha hecho muy complicado no sólo en el ámbito del periodismo sino también en el de los recursos humanos, la comunicación, el marketing, en puestos administrativos, en call centers o en atención al público. Me ha costado bastante conseguir un trabajo que permita mantenerme allá”, confiesa Javier.

Volviendo al Gran Buenos Aires, en Florencio Varela, Gisela Lazcano, de 25 años, lleva dos años sin un trabajo fijo. Sólo consiguió unas horas de cuidado de niños y ancianos. Apenas terminó la secundaria, comenzó la carrera de veterinaria, la dejó y después inició la de enfermería, pero también la abandonó. La falta de un empleo estable le impidió mantener ingresos suficientes para costear los gastos que implica estudiar, aunque sea en una universidad pública. “Hay viáticos, fotocopias”, ejemplifica Gisela. Trabajó en la limpieza de un shopping, de moza en una pizzería (“lo dejé porque me pagaban muy poco y porque tenía que aguantar el acoso de un montón de clientes”) y de cuidadora en un geriátrico (“me fui porque no me pagaban las horas que laburaba”).

Mientras espera iniciar la carrera docente en 2022, Gisela busca empleo de cuidadora en plataformas como CompuTrabajo, ZonaJobs o Bumeran. “Eso te implica tener celular, una compu, Internet”, advierte Gisela, para quien antes la alternativa era imprimir CV o comprar fideos. “Todos los días tenés que ver si te llegan respuestas. Pero casi siempre hay una respuesta de la máquina: ‘Ya fue recibido tu currículum’ o ‘ya fue leído’. Muchas veces es hasta ahí donde llegás, y no a la entrevista concreta. Pero así conseguí el laburo en el geriátrico”, cuenta Gisela. “Tu currículum fue enviado con éxito”, suele ser el mensaje que llega a la casilla de mail. “Me siento sin esperanza de conseguir un laburo, de verdad -se resigna Gisela, militante del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL)-. Porque después de haber estado buscando tanto tiempo y las experiencias horribles que tuve... porque no fue una, fueron muchas, no es que nunca busqué trabajo. Conseguí un montón, sí: todos donde me explotaban, donde me pagaban dos mangos.”

Melody Silva De la Torre es una estudiante de diseño de imagen y sonido de 19 años. Del barrio de Pompeya, Melody busca trabajo desde que cumplió los 18, pero jamás lo encontró: “Más que nada, porque se requiere experiencia laboral en la mayoría de los puestos que encontrás en Internet o en los locales que tienen letreros de 'se busca'. Pero sigo en la búsqueda... en los rubros de atención al cliente o cosas que se puedan asemejar a eso porque atendí en pequeños emprendimientos vía Instagram, Facebook u otras redes sociales. Me siento más cómoda asesorando a potenciales clientes”. Al menos, Melody consigue cubrir los gastos que le implica su carrera con un programa de la organización solidaria judía Tzedaká.

Cada vez hay más gente postulada. Me suelen aparecer el mensaje: 'A este trabajo se postularon 5.000 personas'. Hay pocas chances de que lean tu currículum y está complicado que te contraten.

Manuela Link (19) Estudiante de Sociología

Del mismo proyecto participa M. L., estudiante de sociología de 19 años. Primero trabajó parando por la calle transeúntes para que donaran a la Unicef. Después se desempeñó como vendedora en la tienda de sábanas, pero la presionaron para renunciar en mayo de 2020 por la crisis sanitaria. “A partir de ahí estoy buscando trabajo, orientándome más que nada a la atención al público en locales. Como vi que no había tanta oferta de eso, me fui postulando a otras cosas, como administrativa y ese estilo, pero suelen buscar gente con experiencia. Entonces ahora estoy mandando a todo lo que me pueda dar un ingreso, tratando de evitar los call centers, porque las experiencias que me llegaron de esos lugares son bastante negativas. Igual, con la desesperación también estoy mandando a call centers, pero casi todos son con modalidad home office y justo se me rompió la 'compu', así que no podría. La búsqueda está complicada en los portales en los que me manejo yo, como CompuTrabajo y ZonaJobs. Cada vez hay más gente postulada. Me suelen aparecer el mensaje: 'A este trabajo se postularon 5.000 personas'. Hay pocas chances de que lean tu currículum y está complicado que te contraten”, se desconsuela M. L..

No es que nunca busqué trabajo. Conseguí un montón, sí: todos donde me explotaban, donde me pagaban dos mangos.

Gisella Lazcano (25)

Al mismo tiempo que muchos jóvenes buscan trabajo y no consiguen, hay empresas que buscan jóvenes empleados y tampoco los encuentran. Desde Toyota, que en pandemia contrató a 500 recién egresados de la secundaria para su fábrica en Zárate, pero enfrentó dificultades para sumar otros 300 en esa condición, hasta las empresas del sector informático, que deben invertir en capacitaciones para que los salidos de la escuela media aprendan conocimientos básicos de programación.

Subvenciones y formación

En las encuestas preelectorales, los jóvenes manifiestan que sus principales preocupaciones son la inflación (35%) y el desempleo (29%), según un sondeo de Proyección en la provincia de Buenos Aires. No por nada, el Gobierno se apuró en las últimas semanas en lanzar diversas medidas para facilitar la contratación de jóvenes. Por un lado, el plan Te Sumo, que subvenciona a las empresas por seis meses en el entrenamiento laboral y por un año en la formalización como empleado. Ya se inscribieron 485 compañías y 14.294 trabajadores de 18 a 24 años. Por otra parte, en septiembre comienza la segunda etapa de Argentina Programa, que capacitará a 60.000 jóvenes y les subsidiará la compra de una computadora y la conexión a Internet.

“No es por acá. La falta de empleo privado no se debe al costo laboral, sino a la incertidumbre económica, legal y regulatoria”, twitteó el economista Eduardo Levy Yeyati cuando el Gobierno anunció el plan Te Sumo. El decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Di Tella y autor del libro Después del trabajo. El empleo argentino en la cuarta revolución industrial, evalúa la paradoja de jóvenes y empresas que no encuentran lo que buscan: “En el mercado argentino hay una falta de correspondencia: por un lado, nosotros enseñamos cosas que no se demandan en el mercado y hay un desplazamiento de la demanda hacia ciertas competencias en las cuales no formamos suficiente gente. Después tenés un caso que es más general: que nuestra formación es muy deficitaria”. El economista reconoce que la falta de expertos informáticos no sólo afecta a Argentina y señala que en todo el sector de economía del conocimiento hay falencias. Por ejemplo, existen agencias de marketing como Wunderman Thompson y RGA que no están hallando el personal suficiente.

La educación en general en la Argentina le da la espalda al trabajo. Se piensa que formar para el trabajo es hacer de la escuela una fábrica de trabajadores, cuando en realidad hoy estás haciendo una fábrica de excluidos del mercado laboral.

Eduardo Levy Yeyati Decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Di Tella

Levy Yeyati, quien fue un fugaz asesor ad honorem en cuestiones de largo plazo del gobierno anterior, opina que en lo inmediato las vacantes en las empresas sólo se pueden cubrir con “inmigración”. La solución de fondo, según el directivo de la Di Tella, consiste en “pensar la educación para el trabajo”. “La educación en general en la Argentina le da la espalda al trabajo. Se piensa que formar para el trabajo es hacer de la escuela una fábrica de trabajadores, cuando en realidad hoy estás haciendo una fábrica de excluidos del mercado laboral. Hay que empezar a introducir contenidos que estén asociados al trabajo e incluso prácticas en empresas. Por otro lado, cuesta mucho crear un puesto formal porque las regulaciones son muy estrictas, porque hay muchísima litigiosidad, básicamente dinero para los abogados y gasto para el trabajador y la empresa. Hay una necesidad de introducir un régimen de emergencia laboral para hacer más fácil al menos el ingreso del recién ingresado al mercado y de muchos de los desplazados por la pandemia”, completa Levy Yeyati. La reforma laboral es uno de los temas de la agenda por discutir en el próximo programa de la Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Difícilmente una política focalizada, como programas de formación o reducción de aportes, vayan a tener efectos agregados significativos, si antes no hay impulsos claros que apunten a un crecimiento de la actividad económica.

Luis Campos Director del Observatorio del Derecho Social de la Central de Trabajadores de la Argentina Autónoma

Desde una mirada bien distinta, Luis Campos, director del Observatorio del Derecho Social de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) Autónoma, opina sobre la solución a la falta de trabajo entre los jóvenes: “Desde nuestra perspectiva, hay un riesgo en la idea de focalizar el problema en la necesidad de crear empleo juvenil. El problema del mercado de fuerza de trabajo es que no crea empleo en términos generales, no sólo para los jóvenes. Desde 2016 que lo único que crece es el cuentapropismo y el trabajo no registrado, por lo que no es un problema que tenga que ver con una característica de los trabajadores, como su edad, inexperiencia, falta de formación, sino de la actividad económica que no demanda más trabajo. Ahora bien, lo que sucede es que los trabajadores de mayor edad tuvieron más oportunidades de encontrar un puesto de trabajo formal y, una vez que acceden a él, lo cuidan, se quedan ahí. Para los empresarios tampoco tiene sentido reemplazarlos por otros más jóvenes. En cambio, para quienes recién se incorporan al mercado de fuerza de trabajo los únicos puestos disponibles son los más precarios, con mayores niveles de rotación, y que además son insuficientes. Difícilmente una política focalizada en las características de los jóvenes, como programas de formación o reducción de aportes, vayan a tener efectos agregados significativos, si antes no hay impulsos claros que apunten a un crecimiento de la actividad económica y que, por ende, incentiven a las empresas a contratar nuevos trabajadores. Eso no quiere decir que en algunos sectores o casos puedas tener iniciativas que a nivel micro tengan algún efecto, como lo relacionado a nuevas tecnologías, por ejemplo, pero en términos agregados no vas a modificar sustancialmente la situación”.

Mientras que las soluciones de un desempleo estructural se demoran, a las ollas populares van jóvenes que no consiguen trabajo. Hernán Delgado, colaborador de la olla que organiza el Movimiento Popular La Dignidad en una plaza del barrio de San Cristóbal, da cuenta de eso: “Hay gente de todas las edades que vienen a buscar comida, incluidos jóvenes, algunos en situación de calle. También hay chicas del barrio con hijos que vienen a dar una mano y también se llevan un plato de comida a su casa, por la falta de trabajo por la pandemia y más allá de la pandemia, porque la desocupación entre los jóvenes ya existía desde antes”.

AR

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