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Opinión
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Al estilo K, Caputo se queja de los formadores de precios mientras la inflación del 4% se resiste a morir

Luis Caputo, ministro de Economía, en privado culpa a los empresarios por la inflación que no afloja.

Alejandro Rebossio

13 de septiembre de 2024 14:26 h

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No sólo de las tasas municipales se queja el ministro de Economía, Luis Caputo, ante la persistente suba de precios que no afloja del 4% en los últimos cuatro meses. En días recientes, volvió a quejarse, como en marzo, pero en privado a los empresarios a los que considera “formadores de precios” por las remarcaciones que no frenan.

“Nos ve como enemigos, vuelve a las consignas de los K de que somos formadores de precios. No es como (Guillermo) Moreno, pero como la única política de este gobierno, contra la inflación, creó sobreexpectativas y no es tan fácil de coronarla, si no bajás los precios, te abren las importaciones”, comentan en el sector privado, mientras disminuye el impuesto PAÍS a los importados, aunque sólo se abaratan los autos el 1%, según la consultora Equilibra, y se facilita el ingreso de bicicletas y otros bienes.

Caputo no negocia a los gritos y con un arma en el escritorio como Moreno, el inepto secretario de Comercio de los gobiernos de los Kirchner. Tampoco recurre a los insultos como su jefe, Javier Milei, pero otro empresario de consumo masivo que estuvo reunido con el ministro salió muy preocupado y lo comparó con Paula Español, que ocupó el mismo cargo que el mediático manipulador de las estadísticas pero en la gestión de Alberto Fernández y se distinguió por presionar a las empresas para bajar los precios pero con buenos modales. Son anécdotas de hombres de negocios que reconocen que sus compañías hoy hacen plata timbeando en acciones o bonos mientras ellos a título personal aprovechan que el Banco Central “subsidia” el dólar MEP para mantenerlo a raya a $1.239.

¡Qué lejos quedó aquel día de julio en que el vocero presidencial, economista graduado en La Plata y exprofesor de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), Manuel Adorni, sostenía que la inflación tenía ya firmado su certificado de defunción! Ese mismo mes, el índice de precios al consumidor (IPC) dio 4% y en agosto repuntó al 4,2%, siempre por debajo de las ansias del Gobierno de que descienda al 3 y pico y finalice el año en 2 y pico, como en los tiempos de los Kirchner y Moreno.

Desde enero de 2022, antes de la estampida inflacionaria global por la guerra de Ucrania, que la Argentina no baja del 4% mensual. Aquel mes fue del 3,9%. En agosto último no sólo influyeron los tarifazos de energía, agua y transporte público. También se encarecieron algunos alimentos y bebidas: galletitas dulces (8,9%), pollo (7,3%), salchicha (6,9%), jamón (8,5%), salame (7,2%), yogur (9,9%), dulce de leche (7,2%), tomate en conserva (6,9%) y cerveza (5,2%), varios productos en los que lidera el gigante de la alimentación Arcor. Los fabricantes de yogur se defienden: aunque admiten que en el año subió 104%, más que el 97% del IPC, apuntan a que la leche se elevó 120%, los quesos hasta 157%, la manteca 139% y el dulce de leche 124%. No por nada se derrumbó el consumo de lácteos. Las cerveceras también se atajan señalando que aumentaron en 2024 menos que la inflación. Del incremento del 163% del desregulado sector de telefonía e Internet, negocio en manos de Telecom, Telefónica y Claro, no se comenta tanto pese a que subió de valor casi a la par que las prepagas.

Inercia inflacionaria

“Hay algo que se llama inercia inflacionaria que define escalones que se vuelven una especie de norma para la fijación o remarcación de precios aún cuando haya un apretón monetario y fiscal”, explica uno de los integrantes de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, Fernando Navajas, de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL). “El escalón que debería ser de 2% no se materializa”, advierte Navajas.

Uno de sus colegas académicos advierte desde el anonimato, en tiempos de agresiones de trolls: “La inflación estuvo bajando durante el año y ahora se complica por dos razones básicas. Primero, la tasa de devaluación oficial, del 2%, está muy por debajo de la inflación. El tipo de cambio real (ajustado por IPC) se atrasa todo el tiempo. Conclusión: con dólar barato, el Central no puede acumular dólares. No baja el riesgo país ni la probabilidad de una devaluación forzada por el mercado. Y si no hay dólares, ¿cómo va a hacer el Central para mantener la devaluación por debajo de la inflación? Segundo, la recesión fue brutal. Como el nivel de actividad cayó mucho, no había presión sobre los precios. Ahora, con el atraso cambiario y la caída de la inflación desde el 25% mensual de diciembre al 4,2%, hicieron que se reactive un poco la demanda. Se dice que la economía tocó piso en julio y podría haber cierta recuperación. También ayuda que se está expandiendo el crédito al sector privado”, analiza pese a que las cuotas sin interés brillan por su ausencia en supermercados y farmacias.

“Conclusión: nunca hubo programa antiinflacionario consistente. La inflación bajó por el tipo de cambio y la recesión y esas dos fuerzas están perdiendo ímpetu cuando aún el Gobierno necesita seguir ajustando tarifas. Good show”, pronosticó el académico en off the record, mientras entre los libertarios persiste la esperanza de que la inflación baje, el dólar permanezca planchado y para marzo comiencen a recogerse los frutos de una reactivación que los haría ganar las elecciones legislativas de 2025.

Fernando Morra, profesor de la Universidad de La Plata –la misma donde aprendió Adorni–, exviceministro de Economía de Alberto Fernández y actual socio de la consultora Lambda, ha estudiado en profundidad el fenómeno inflacionario, por más que en la práctica de gobierno sus intenciones naufragaron, en parte ante la resistencias políticas internas del Frente de Todos. Coincide con el análisis del académico en off e incluso ya en diciembre advirtió en un informe que crecer, bajar la inflación y mantener el ajuste fiscal iban a constituirse en un “trilema imposible”.

Atribuye la inflación actual a tres factores: “Primero, los no transables, los servicios, están impulsados por los costos. La necesidad de recuperar ingresos está presionando los precios al alza, generando un conflicto entre la recuperación económica y la disminución de la inflación. Segundo, los transables, los bienes. El régimen cambiario genera expectativas de devaluación futura. El Gobierno eligió regular los precios en todo el mercado de cambios. Dado que no se puede controlar simultáneamente el precio y la cantidad, la regulación de precios requiere de dólares, pero tenés un conflicto con las reservas. Por otra parte, si la actividad se recupera también tenés más importaciones. Tercero, los precios regulados: para mantener el ajuste fiscal es necesario continuar ajustando las tarifas, especialmente considerando que la movilidad jubilatoria no permite diluir su impacto”, es decir, que por más que Milei vete con ayuda radical y peronista el aumento de los haberes pasivos estos se incrementan de manera tal que expanden el gasto público de manera constante.

El consultor Orlando Ferreres, que fue viceministro de Economía en el primer intento frustrado del gobierno de Carlos Menem de derrotar la hiperinflación en 1989, advierte que “al aumentar los precios de los productos atrasados aunque sea en pequeña medida y con la devaluación del 2% mensual es difícil llegar al 2% de inflación”. Su colega Lorenzo Sigaut Gravina, de Equilibra, alerta que se complica “aún más la convergencia entre el tipo de cambio oficial al 2% y la inflación al 4%, con bastante inflexibilidad a la baja”. No descarta que con la merma del impuesto PAÍS se perfore el piso del 4% en septiembre, pero “igual cada mes que pasa se sigue apreciando el tipo de cambio real y eso genera más incentivos a importar, menos a exportar y provoca problemas de divisas en el sector real”.

Este mes, el Central zafará consiguiendo dólares con el final del blanqueo gratis (quedan dos etapas más con multas del 10% y del 15% hasta diciembre y marzo próximos, respecitvamente) y el pago anticipado de cinco años del impuesto de bienes personales, pero después el Gobierno se encomendará a negociar fondos frescos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y bancos privados. Por más que el director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, el socialista chileno Rodrigo Valdés, haya sido apartado de la negociación con la Argentina tras los insultos de Milei, esto no significa que el organismo vaya a modificar sus críticas a una política cambiaria que está haciendo incumplir una de las tres metas del acuerdo, la de acumulación de reservas, en el tercer trimestre de 2024.

El ajuste fiscal y monetario se sobrecumplen en tiempos del presidente libertario, que este domingo ratificará el uso de la motosierra en el 2025 electoral. Pero ya el gobierno anterior había logrado que el entonces director del mismo departamento, el argenmex Alejandro Werner, se corriera de las discusiones, pero eso no se tradujo en un giro radical del FMI en sus exigencias.

La economía real, mientras tanto, afronta problemas, sin la dicotomía entre campo e industria que planteó Milei en su reciente visita el pasado día 2 a la Unión Industrial Argentina (UIA). “No está bien quien dice que es uno de los dos tipos más importantes del mundo y viene a mi casa y me trata de ladrón”, apuntó un manufacturero al discurso del Presidente que acusó a las fábricas de robarle al campo. “La sociedad está adormecida, todo lo que está aguantando es infernal. Yo en mi fábrica tengo cuatro máquinas y trabajaba tres turnos. Hoy trabaja una máquina y media un solo turno. ¿Cuánto aguanto? A la gente no le alcanza para comprar”, apunta el industrial.

Y eso que los salarios del sector privado formal ya recuperaron hasta julio todo lo perdido en el inicio del gobierno de Milei por la devaluación de diciembre, según confirman dos expertos de las dos Centrales de Trabajadores de la Argentina (CTA), Mariana González y Luis Campos. Claro que González advierte que los empleados públicos, desde los nacionales hasta los provinciales y los municipales, están hasta junio 18,9% abajo de noviembre. Y Campos señala que, pese a la recuperación de los privados, se encuentran en el menor nivel de los últimos 15 años, piso en que los dejó el anterior gobierno. Además prevé que no sigan subiendo de ahora en más: “La recuperación reciente estuvo muy atada a paritarias que ajustaban por inflación pasada mientras caía fuerte el IPC. Ese proceso está llegando a su fin. Sumale un tema de apreciación cambiaria: el salario promedio en dólares está 40% arriba de noviembre. Las restricciones existen”, explicó en X.

Otro empresario de la UIA también se indignó la semana pasada en la visita de Milei: “Difícil desafío tiene la industria. Muchas de las cosas que dijo en la realidad están muy lejos de acomodarse”.

El Presidente sostiene que bajará costos, incluidos impuestos, para abaratar la producción argentina antes de abrir la economía, pero no devaluará el peso para conseguirlo. Los industriales, mientras, se abruman por los costos. En contraste con el pesimismo de algunos de sus representados, el presidente de la UIA, Daniel Funes de Rioja, intensifica sus reuniones con los secretarios de Producción, Juan Pazo, y de Comercio, Pablo Lavigne, para que el Gobierno presente una ley pyme que otorgue incentivos fiscales, cambiarios y aduaneros como a las grandes inversiones, con el de Trabajo, Julio Cordero, exabogado del grupo Techint, para redactar una reforma laboral adicional exclusiva para las pequeñas y medianas empresas y con el interventor de la Administración General de Puertos, Gastón Benvenuto, para podar los costos logísticos, que triplican a los de Chile.

A Funes de Rioja no lo inquieta que se estanque la baja de la inflación porque la atribuye a una incipiente reactivación del consumo, la producción y el trabajo.

Otro líder empresario que mantiene el apoyo al Gobierno pese a la mala coyuntura es Elbio Laucirica, presidente de la Confederación Intercooperativa Agropecuaria (Coninagro), que esta semana organizó su congreso anual. Por allí estuvo también Pazo, que insistió en que les bajarán impuestos cuando se logre el equilibrio fiscal que lo posibilite. Laucirica valoró las liberalizaciones y desregulaciones de la economía, incluidas las del comercio exterior, que emprendió este gobierno, pero advirtió que en el semáforo que elabora Coninagro sobre el estado de 19 sectores agrícolas y ganaderos sólo uno, el tabaco, está en verde. “Hay productores en situación difícil por problemas climáticos, por la alta carga fiscal, que no es invento de este gobierno y abarca desde las retenciones a los ingresos brutos (que cobran las provincias), por los precios de exportación, por la baja del consumo interno, y no hay más tiempo”, apuró Laucirica. En el norte argentino ya comenzó la siembra de soja y en noviembre termina en el sudeste bonaerense, y la rentabilidad está en rojo. Y si el yuyo no trae dólares, ¿quién lo hará? Y sin divisas, ¿cómo es posible bajar la inflación?

AR/MG

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