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Opinión
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Luis Caputo u Ocampo, el dilema de Milei para conducir la economía

Luis Caputo y Emilio Ocampo.
23 de noviembre de 2023 15:10 h

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El presidente electo, Javier Milei, le propuso a Luis Caputo que asuma como ministro de Economía. Toto, como llaman al exministro de Finanzas y expresidente del Banco Central de Mauricio Macri, se lo estaba pensando. Y mientras lo meditaba, Emilio Ocampo, que desde agosto pasado venía trabajando con Milei para asumir como jefe del Banco Central con la tarea de cerrarlo, eliminar el peso y adoptar el dólar, decidió bajarse. Es que Ocampo y Caputo mantenían diferencias que resultaron irreconciliables.

En la campaña electoral, cuando todavía era sólo un consultor y financista, Caputo no descartó una dolarización pero la calificó de difícil de aplicar. Tras la primera vuelta y a partir de la alianza de Macri con Milei, se juntó con el futuro jefe de Gabinete, Nicolás Posse, excompañero de trabajo de Milei en Corporación América, el holding de Eduardo Eurnekian. También asistió otro expresidente del Central de Macri, Guido Sandleris. Después del encuentro, Posse impulsó a Luis Caputo, primo del empresario Nicolás Caputo, como ministro de Economía. Le ganó así en preferencia a Federico Sturzenegger, de buena relación con el presidente electo y también exjefe de la autoridad monetaria en la gestión del líder de facto del PRO. Y en la tarde de este jueves, Ocampo se bajó del BCRA.

Sin embargo, Caputo se ha avenido a la idea de dolarizar. Compartía con Ocampo el objetivo de implementarla en marzo o abril, no el 10 de diciembre como soñaba originalmente el ideólogo del plan. También aprobaba el método de Ocampo de absorber los pesos con dólares que se tomen prestados. Este economista de larga trayectoria en bancos internacionales y como profesor en la ultraortodoxa Universidad del Centro de Estudios Macroeconómicos (Ucema), sin experiencia en la administración pública, abogaba por crear un fondo con avales por US$30.000 millones, aunque consideraba que al final del día, con la confianza que supuestamente ganaría Milei en los mercados al comienzo de su gobierno, sólo será necesario endeudarse por US$10.000/20.000 millones.

El problema radicó en la transición entre el día en que Milei asuma la presidencia y cuando reemplacen el peso por el dólar. Son cuatro o cinco meses en los que el nuevo gobierno deberá adoptar las medidas “drásticas” que promete el jefe de Estado electo y que pueden elevar más la inflación y hundir más la economía, pero que deberían servir para conquistar el bolsillo de los prestamistas de la dolarización. Y se sabe que los mercados quieren ajuste contundente y un pueblo que lo acepte sin demasiados disturbios.

La discusión entre Caputo y Ocampo consistió en la secuencia de ajustes fiscales, monetarios y cambiarios que deben aplicarse. Al primer candidato libertario a presidente del Banco Central no le gustaba tampoco que el eventual ministro de Economía se meta a definir competencias que son de su área. Ocampo creía más en la independencia de la autoridad monetaria que Caputo, que ya en el gobierno de Macri dio muestras de que no adhiere a ese dogma neoliberal.

Toto medita si acepta el cargo porque ya en el gobierno de Cambiemos su familia sufrió por las denuncias públicas que recibió él por fondos ocultos en paraísos fiscales. También por las críticas que afrontó en su gestión: fue el ministro que incrementó tanto la deuda entre 2015 y 2018 que en abril de ese año los mercados internacionales le dijeron basta y entonces Macri terminó pidiendo el rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI) para no entrar en default. Para entonces el peso se había devaluado y le costó el puesto de Sturzenegger como presidente del Central. Caputo lo reemplazó en ese cargo, pero en septiembre otra crisis cambiaria lo llevó a quemar reservas del préstamo del FMI, eso hizo enojar al organismo internacional y terminó sustituido por Sandleris. Pese a ese pasado, Posse lo fogoneó como candidato a Economía y Milei se lo aceptó. Sucede que ven en él un economista con mucho conocimiento del mundillo financiero, necesario para financiar la dolarización, y con más cintura política y pragmático que Sturzenegger.

Una vez que se defina quién es el ministro de Economía, se sabrá por fin cuál es el plan económico, qué se ajustará en el Estado o si se devaluará o no el peso oficial al inicio. A principios de año y antes de la primera vuelta, Milei hablaba de una “motosierra” para cortar 15% del PBI en gasto público, a pesar de que la Nación eroga 23%; las provincias, 15% y los municipios, 3% y era difícil podar las jurisdicciones en las que carece de competencia. Pero ya la semana pasada ante empresarios del Consejo Interamericano de Industria y Comercio (Cicyp) dijo que en realidad los 15 puntos eran 5 del gobierno y 10 de intereses de las Letras de Liquidez (Leliq), la deuda del Central con los bancos, que estos a su vez toman con la plata de los ahorristas. O sea, de la motosierra ha quedado un serrucho, un plan de ajuste de 5 puntos del PBI que se asemeja en ese aspecto a lo que planteaba Carlos Melconian, asesor de Patricia Bullrich. En la moderación de la poda coinciden Milei y Macri, Caputo y Ocampo. Hay acuerdo en que no pueden provocar un dolor extremo a la sociedad sin que se provoque un caos social y un hundimiento económico. Por eso también descartaron la idea liberar el cepo cambiario el 10 de diciembre. Primero quieren ajustar 5 puntos y renegociar las Leliq. La duda es cómo.

Milei habla de frenar la obra pública. Son 1,5% del PBI y más de 400.000 empleos en juego. Con eso sólo no alcanza. Habla de cortar con el “gasto de la política”, pero eso representa el 0,5%. O sea, tampoco es suficiente con echar ñoquis -hay que ver si pagan justos por pecadores, como hizo Macri al inicio de su gobierno-, lo que ellos considera “exceso de personal”, la pauta publicitaria, los viajes de más, los almuerzos o los gastos reservados. Faltarían 3 puntos más por serruchar. Las empresas públicas, que no se pueden privatizar de un día para el otro sino después de aprobar leyes, ajustarlas y echar personal, tienen un déficit de 0,5. Si Milei les corta la canilla, le restaría por podar 2,5.

El futuro gobierno cree que hay que ir recuperando precios atrasados de la economía, como el dólar oficial —que influye en los alimentos, los combustibles y los demás bienes importados—, la nafta en sí y las tarifas de energía y transporte, pero de manera gradual para evitar un dolor mayor en la población, sobre todo en el 40% de pobres.

No sería aconsejable encarecer ahora el transporte público: los dueños de las líneas de colectivos sostienen que hay que subir el boleto a $450 para dejar de subsidiarlo, no a $700, como decía Sergio Massa, y eso tendría un alto impacto social e inflacionario, y poco rédito en términos de reducción del rojo fiscal.

El salto pendiente, de todas maneras, es grande. Si poda subsidios energéticos en 2 de los 3 puntos que representan del PBI, ya le quedaría sólo uno más por ahorrar. También puede cortar 0,5% de giros discrecionales a las provincias, cuyos gobernadores peronistas y de Juntos por el Cambio ya se ponen en guardia. O puede suspender el bono extra a los jubilados, que representa 0,3. Es difícil cortarles y quitarles fondos a los gobernadores cuando el presidente electo necesita de ellos para aprobar leyes en el Congreso.

Lo bueno es que puede ajustar con 1% del PBI que se recaudará de más en 2024 por una mejor cosecha, pasada la sequía, y por las menores importaciones y mayores exportaciones que permite el gasoducto Néstor Kirchner. También se perderá recaudación tributaria cuando se devalúe y eliminen cargos impositivos que pesan sobre las importaciones de bienes y servicios, como el impuesto PAÍS y los adelantos de Ganancias y Bienes Personales.

También hay dudas por el modo de terminar con la bola de Leliq. Una idea es que el Tesoro les dé a los bancos bonos a cambio de gran parte de esas letras, con menos tasa de interés y más plazo y que les gire fondos frescos por una porción mínima para que las entidades puedan contar con ellos para devolvérselos a los ahorristas que quieran retirar sus depósitos, temerosos de semejante movida.

Se espera además que el gobierno debute con el envío de una ley de reforma del Estado que incluya también la adopción del dólar como moneda de curso legal, sin derogar el peso. Sturzenegger viene hace un par de años trabajando sobre un listado de leyes y artículos que deberían darse de baja para liberalizar y desregular la economía y parte de eso podría incluirse en ese proyecto ómnibus. Habrá que ver si agregan las privatizaciones y las reformas laboral -chau indemnizaciones por despido- y jubilatoria -vuelta de los fondos de pensiones privadas-.

Otra gran duda que persiste entre los analistas es si se puede dolarizar sin una enorme licuación de los pesos. Ocampo confiaba en que con el ajuste, la renegociación de las Leliq y los avales que consiga, se puede retirar la moneda nacional a un tipo de cambio menor a los $951 que cuesta por ahora el contado con liquidación (CCL) y, por tanto, con menos devalución del peso oficial y menos fogonazo inflacionario. Caputo descree. Los mercados incluso piensan que el dólar se dispararía más y por eso el valor actual del CCL se basa en la hipótesis de que Milei se desdiga y descarte dolarizar. “Mantener la dolarización como destino te trae tensión —comenta un analista de un banco internacional—. Hoy el dólar está tranqui porque el mercado piensa que no lo va a hacer. Pero las acciones de los bancos argentinos en Wall Street subieron el lunes por la victoria de Milei, un tipo pro mercado, pero después bajaron por el temor a la dolarización.”

“También queremos ver quién es el ministro de Economía”, agrega el analista. “Tememos que nombre a alguien sin signority (categoría y experiencia), que Milei quede a cargo de la economía. Si Ocampo quedaba en el centro, la reacción hacia la dolarización quedaba más clara. Ojalá que el plan salga bien pero con la actual dinámica de precios y situación social, muchas veces los primeros planes de estabilización no son los que uno recuerda, no fueron los de (Juan Vital) Sourrouille con (Raúl) Alfonsín y (Domingo) Cavallo con (Carlos) Menem, sino que antes estuvieron dos años (Bernardo) Grinspun con uno y (Néstor) Rapanelli y (Antonio) Erman González con el otro”, advierte el economista de uno de los bancos que más enamorados deberían estar de un presidente electo que como nunca antes en 40 años de democracia llegó al poder prometiendo un giro extremo hacia el mercado.

AR/JJD

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