Viejos vicios y nuevas incertidumbres de la “fase dos”
El fin de la escalera descendente de la inflación lo agarró a Javier Milei en plena corrida cambiaria, atemperada por las tuercas del cepo pero sin garantía alguna de que la novena semana consecutiva de aumento del dólar blue vaya a ser la última. Mientras maceraba la decisión de usar más reservas del Banco Central para frenar las cotizaciones paralelas de la divisa, resignado a convivir con el control de cambios, el Presidente volvió a apelar a la estrategia que hasta ahora más le rindió: señalar responsables, atacarlos públicamente e irse de viaje al exterior.
Lo novedoso fueron los enemigos que eligió esta vez y la indocilidad con la que le respondieron. Lo que Luis Caputo anunció como una ‘fase dos’ del Gobierno enfocada en la competitividad y en que la economía vuelva a crecer arrancó con un brote de furia: el Banco Macro acusado de “golpista” por televisión, el jefe del FMI para América vilipendiado por “comunista” en las redes sociales y el propio Milei entregado a estrambóticos dibujos en el aire para explicar por qué la inflación se estacionó en un nivel tan alto para una economía real hundida en una depresión tan profunda. A eso se le sumó el sábado la nueva regla monetaria-cambiaria para frenar al ‘contado con liqui’, otro intento de calmar a los inversores.
La tirria con el banco de los Brito se incubaba desde el lunes 1° de julio, cuando su mesa de dinero ejecutó ‘puts’ por dos billones de pesos mientras Caputo intentaba convencer a todos los bancos locales de mantener sus posiciones en bonos soberanos. Esos ‘puts’ les garantizan a los tenedores de deuda la posibilidad de vendérsela al Banco Central a su valor de cierre del día anterior para hacerse de liquidez en cualquier momento. Esa garantía se ofreció tanto el año pasado como éste. Del stock total actual, unos 19 billones de pesos, más de 11 billones fueron entregados por el mismo Caputo.
Al margen de la banalización del mote de ‘golpista’ justo la semana en que el binomio presidencial se subió a un tanque de guerra en plena Avenida del Libertador, la contradicción la marcó el primer jefe de Caputo en la gestión de Mauricio Macri, Alfonso Prat-Gay. “En dos meses pasamos de ‘el que fuga dólares es un héroe porque escapó a las garras del Estado’ (Foro de Llao Llao) a ‘es un golpista’ (Bolsa de Comercio) quien ejerce su derecho a ¡escapar de las garras del Estado!”, señaló. El titular de la Asociación de Bancos (ADEBA), Javier Bolzico, hundió más el dedo en la llaga: “Esa afirmación es injusta e incorrecta, y además genera dudas sobre la libertad de comercio”, apuntó en sus redes. “Así como no fuimos patriotas al comprarle en febrero a Milei esos puts, tampoco somos golpistas ahora al venderlos”, se defendió el propio Jorge Brito puertas adentro el jueves, horas antes de que lo señalara públicamente el mandatario pero con su nombre ya multiplicado en los portales informativos por obra y gracia de fuentes oficiales.
Con el FMI, el choque fue aún más llamativo. La portavoz Julie Kozack ratificó el jueves como encargado de la negociación con la Argentina al chileno Rodrigo Valdés, a quien Milei reclamaba correr del medio, y aprovechó para desmentir lo que había dicho Caputo la víspera para intentar domar al dólar alcista: que el Fondo estaba evaluando un nuevo programa con el país que podía aportar dinero fresco a las reservas. El mazazo no solo sembró una nueva semilla de incertidumbre en el mercado sino que también dejó en claro ―una vez más― lo inconducente que es jugar a la interna en la calle 19: Kozack es una incondicional de la directora gerente Kristalina Georgieva, a quien Economía consideró siempre más dispuesta a ayudarlo que su número dos, la estricta Gita Gopinath.
El nuevo intento de achicar la brecha agrandando la oferta en el ‘contado con liqui’ promete tensar todavía más la relación. El Fondo puede perdonar lo que considera “desvíos” de los programas de ajuste que diseña, pero lo que siempre exige a sus países deudores es que junten reservas para pagarle.
Tontos pero no tanto
No todo es humo. Consciente de que la paciencia social puede encontrar su límite en cualquier momento, el Gobierno también afloja quirúrgicamente el ajuste cuando lo cree necesario. Así como el 4,6% de inflación de junio (superior al 4,2% de mayo) habría sido un par de puntos más alta si no se hubieran frenado los incrementos de precios de la luz y el gas y las actualizaciones previstas por los entes reguladores, esta semana hubo un amague de subir el boleto mínimo de colectivo en el área metropolitana que Caputo ordenó retrotraer apenas se enteró.
La orden llegó el lunes por escrito de la Secretaría de Transporte nacional a sendas reparticiones en la ciudad y la provincia de Buenos Aires, según revelaron a elDiarioAR fuentes oficiales bonaerenses. Establecía un nuevo boleto mínimo de $370 y uno para la segunda sección (el más usado) de $400, una suba de $100 respecto de los valores vigentes desde febrero. La contraorden llegó el jueves, también por escrito.
La decisión oficial de mantenerlo fijo, lógicamente, impactará en una partida de subsidios que ya fue ampliada en mayo y que deberá volver a serlo pronto. Todo con la firma del cordobés Franco Mogetta, quien hace malabares para explicarles a sus coterráneos por qué tendrán que seguir haciendo el esfuerzo de pagar más del doble ($700), en un contexto de escasez tal que el gobernador Martín Llaryora suspendió el boleto estudiantil gratuito mientras duren las vacaciones de invierno. Es un foco de conflicto que también se mantiene latente entre un Caputo más pragmático y un recién llegado Federico Sturzenegger mucho más atado a los dogmas de la austeridad y la desregulación.
En todo caso, mal que le pese, Milei tuvo su semana más kirchnerista: pisó tarifas al mejor estilo de Federico Basualdo, malversó aritméticamente el dato de la inflación casi a lo Guillermo Moreno y fustigó a los dueños de un banco con una virulencia a la que no llegó siquiera Cristina Fernández de Kirchner cuando amagaba con ir por todo.
Verde debilidad
Los que no aparecen son los dólares genuinos. Lo admitió el viernes por radio el eyectado de la semana, Fernando Vilella, (ahora ex) secretario de Bioeconomía: la demora en la liquidación de la cosecha gruesa de soja está relacionada con “una expectativa de una posible devaluación” o a “un anuncio de acercamiento de la brecha entre el precio real del dólar y el que reciben los productores”, opinó. Hasta el momento, la liquidación 2024 es idéntica a la del año pasado, cuando la sequía redujo la cosecha a la mitad.
¿Dónde está el resto? En los silobolsas cuyas ventas fueron récord en Expoagro, la misma feria donde Milei se le presentó a Vilella en marzo como si no lo hubiera visto nunca antes en su vida. También en los gigantescos acopios de las cerealeras del Paraná que ahora enfrentan una doble presión: la de Caputo para que liquiden esas tenencias y la de sus empleados ―los combativos afiliados al gremio aceitero― que velan las armas para un conflicto de final imprevisible contra el regreso del impuesto a las Ganancias sobre los sueldos más altos.
El jefe del Consejo Agroalimentario Argentino (CAA), Gustavo Idígoras, reclamó un cronograma para la eliminación de las retenciones y el levantamiento del cepo, justo las dos cosas que Caputo no puede asegurar. El ministro lo admitió en confianza ante el presidente de la Sociedad Rural, Nicolás Pino, quien garabatea por estas horas su discurso para el acto formal de apertura de la tradicional feria de Palermo que cambiaron del sábado 27 al domingo 28, justamente para que pueda asistir Milei.
Pino estuvo entre los contados jefes de cámaras que aceptaron chupar frío sentados en el acto surrealista que montó el Presidente en la Casa Histórica de Tucumán. Los demás, discretamente, mandaron a gerentes. El suyo en Palermo será un equilibrio delicado entre la afinidad política de sus bases con el gobierno ultraderechista y el reclamo sectorial de sus asociados, que separan la obra del artista. Por ahora, planea enhebrarlos con una frase: “No queremos ganar más. Queremos que eliminen las retenciones para hacer crecer el negocio y la economía”.
Ganar como sea
Las que no se privan de incrementar sus ganancias en plena mishiadura son las compañías más grandes del país, incluso aunque hayan caído sus ventas por la recesión. Lo exhibió nítidamente un informe conjunto del Centro de Estudios y Formación de la CTA (CIFRA) y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Según el trabajo, que hurga en los balances de 23 empresas publicados por la Comisión Nacional de Valores (CNV), las utilidades sobre ventas del laboratorio Richmond saltaron del 1,5% al 51,2% entre el primer trimestre de 2023 y el mismo lapso de 2024, las de Metrogas del 2,3% al 74,3%, las de Aluar del 5% al 52,1%, las de Mirgor del 5,5% al 51,2%, las de Arcor del 15,5% al 50,2% y las del Banco Macro del 4,3% al 44,9%.
Difícil que alguna quiera incentivar un golpe de Estado con tamaño salto de sus dividendos. Ni que hablar las tres que consiguieron colar además varios de sus cuadros en la administración Milei: Aeropuertos Argentina 2000, cuya rentabilidad trepó del 19,3% al 80,1%, Pampa Energía, que pasó del 33,5% al 68,3%, y Ternium, del 30,4% al 49,6%. La mayoría tiene utilidades récord para las últimas dos décadas.
Con esos datos sobre el escritorio, Caputo instó esta semana en dos cónclaves distintos a terminales automotrices y alimenticias a que retrotraigan los últimos aumentos de precios. “No existen razones macroeconómicas para que siga habiendo inflación. La salida del cepo va a ser ordenada y no vamos a devaluar”, repitió por enésima vez. Eso sí, evitó anticiparles lo que finalmente anunció Milei por televisión el sábado desde el retiro espiritual con magnates en Idaho. ¿Le creerán?
AB/DTC
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