Noelia Sinkunas: “Tomar un camino distinto a la tradición duele”
Lo de Noelia Sinkunas impresiona. Toca sola, en diferentes grupos, acompañando a cantantes. El piano y ella son un mismo ser que se despliega en el género que sea. La sonrisa en su cara indica placer. Se toca todo y además lo disfruta.
Este año ganó el Gardel a mejor álbum de folklore alternativo por Salve y ya se está preparando para lanzar su próximo trabajo. En el medio, giró con su grupo de cumbia por Estados Unidos, grabó un disco nuevo con su grupo de chamamé y tocó tango, mucho tango.
La pianista nacida en Berisso hace 35 años lleva el tango en las venas. Puede con todo: desde Cucuza Castiello pasando por Julieta Laso hasta el proyecto Piazzolla Electrónico de Nico Sorín, entre otros. Pero no solo la música ciudadana es la que la hace vibrar. Vanguardia y tradición, lo popular y lo académico, todo converge en esta artista única en el panorama musical argentino.
En esta charla con elDiarioAR repasamos sus proyectos actuales y algo de lo que se viene en 2024.
–La música te viene de familia. ¿El piano también?
–No. Mi papá es guitarrista de tango. Mi abuelo también. En mi casa siempre había instrumentos y en un momento -es graciosa la historia- se ganó un teclado en una rifa en la iglesia del barrio, que es la iglesia de San Francisco de Asís. Después fuimos todos a ese mismo colegio, que queda a media cuadra de mi casa. Y ahí apareció el tecladito y empecé a tocar. Y la guitarra nunca la agarré. Todos son guitarristas y yo no. A los cinco ya estaba tocando el tecladito y a los siete, ocho les pedí que me mandaran a piano. Y arranqué a estudiar piano a los nueve, me parece, en la Escuela de Arte de Berisso. De ahí mi profesora de piano me recomendó para entrar al Colegio Secundario de Bellas Artes en La Plata, que es un colegio normal, de una universidad, con orientación artística. En mi caso hice piano y también composición. Rendí un examen para entrar y quedé. Había solo una vacante y quedé primera. Egresé y después hice la facultad ahí mismo, composición, en La Plata.
–Tu familia es tanguera y empezaste más por ahí, pero ahora ya controlás muchos otros géneros. ¿Cómo se fue dando eso?
–En realidad siempre toqué de todo. De hecho, mi primera banda fue una banda de metal progresivo. Mi papá estaba preocupado. “La piba toca rock”, decía (risas). También estudié música clásica. Y mi papá acompañaba a cantantes de tango. Entonces a los 16, 17 ya empecé a salir con él, a tocar, a acompañar cantantes. Para que aprenda el oficio, me decía. Y entonces fue como todo junto. Nunca fue: ahora esto, mañana lo otro. Se iba dando todo como articuladamente. A mí me gusta toda la música. Para mí cada lugar era un aprendizaje: el lenguaje que manejan las personas, la gente, el espacio, el código. Me gustaba todo.
–Y el piano es un instrumento especial para eso.
–El piano es multifacético, digamos. Puede estar en un montón de estilos.
–Por cierto, ¿cuáles son tus referentes en el piano?
–Tengo varios pianistas que me han flasheado mucho, como (Horacio) Salgán acá en Argentina y después Keith Jarrett. Lo escuché y dije ¡wow! Ese mundo de la improvisación. (Osvaldo) Pugliese también. No podía creer. Es tremendo. Pero después, no sé, a veces soy medio volada con el mundo pianistas. Me siento medio afuera a veces.
–En este momento, ¿qué proyectos integrás?
–Ahora estoy dedicando mucho más tiempo a mí que a otros proyectos. En realidad, siempre se dividió entre los proyectos para los cuales trabajo y aquellos que impulso. Ahora estoy en los que yo impulso. Pero, bueno, trabajo con Cucuza Castiello, con Julieta Laso. Con Cucuza, ahora presentamos Menesunda II (el 17 de noviembre en Galpón B). Ahora me está llamando bastante Mocchi. Después está Cachitas Now, mi grupo de cumbia, que es un proyecto que impulso hace como 12 años, más o menos. Ahora volvimos de una gira en Estados Unidos que fue increíble y vamos a presentar el show que viajó en diciembre en La Plata (1 de diciembre en Guajira Bar).
Después estoy tocando más mi música. Este año ganó un premio Gardel el disco Salve. Estuve haciendo conciertos de esa música con una banda grande, que es tipo orquesta: o sea, cuarteto de cuerdas, bandoneón, contrabajo, guitarra, piano y cantantes. Eso lo presento como Noelia Sinkunas Orquesta. Pero también me vengo presentando en diferentes formatos. En dúos, con Milagros Caliva, con Alex Musatov. En cada fecha tocamos temas míos y algunos temas de ellos también. O versiones que nos gusta hacer.
–¿Cómo se formó Flamamé, el grupo de chamamé que también integrás?
–Cuando empecé a tocar sola hace un par de años y a mostrar temas propios, la conocí a Milagros (Caliva) y la convoqué para grabar el disco Salve. Empezamos a tocar en dúo. Yo tenía un ciclo en Pista Urbana, la empecé a llamar y empecé a llamar también a la contrabajista Belén López. Tocábamos en trío. Y en un momento le salió a Milagros un viaje para presentar repertorio. Y fuimos con ese trío que veníamos tocando y ahí apareció Flor Bobadilla Oliva, que la llamaron de ese mismo trabajo para ir y cantar con nosotras. Y desde ahí las cuatro sentimos que nos conectamos un montón y se armó algo. Así como quien no quiere la cosa ya estábamos tocando. Estábamos haciendo algunos temas míos de los de Salve, algunos músicas que habían quedado afuera del disco. Pero después cuando decidimos grabar, cada una trajo sus canciones. Juntamos dos, tres temas cada una y salió el disco. Yo siento que cuando me abrí con mis canciones, me empecé a encontrar con gente que estaba en la misma. Y también siento que tengo una personalidad medio como de impulsar y que impulsé a mi alrededor a que también compongan canciones de lo que nos estaba pasando en ese momento. Así que empecé ahí a conectar con gente que estaba en esa como Mili, Belén López, Flor. Eso es Flamamé ahora, que presentamos el disco 16 de diciembre en el CAFF.
–¿Y con tu proyecto más solista?
–Y con mi orquesta voy a estar el 25 de noviembre (en Galpón B) presentando Salve con toda la orquesta completa. Cantando van a estar Tomi Llancafil, que es el cantante de Cachitas Now. Es como que cada vez que necesito, una voz, lo tengo como comodín. Y Yoli Campos y lo invitamos también a Leo García, que va a hacer unos tangos y folklore.
–Además estás trabajando en un disco nuevo.
–El disco nuevo en realidad tiene que ver con algunas músicas que habían quedado afuera del otro y que se fueron gestando también con la presentación de Salve. Cuando armamos la banda y tocamos Salve, faltaba más música. Entonces empecé a componer músicas para el show. Algunas son tocadas en vivo, otras fueron compuestas recientemente. Y también abrí otra puerta. En realidad no es una puerta muy nueva, pero decidí ponerlo ahí, con lo demás, que es la improvisación libre. El disco es un poco eso: improvisación libre, con tangos y chamamés. Hay un chamamé que canta Mocchi, que le pusimos letra juntes en una especie de residencia llamada Sonorámica. Empezamos a hablar de qué significaba para mí la música tradicionalista, mi familia, el mandato y salió esa letra. Tengo que empezar a mezclarlo. Sería para el año que viene. Capaz que sale algún tema ahora, pero la verdad que prefiero sacar todo junto. Me cuesta un poco eso de la planificación de los lanzamientos. Vamos a ver. Y va a haber unas voces invitadas. Mocchi ya grabó. Leo García también va a grabar un tema y tal vez Ricardo Mollo, que también hemos estado hablando. Lo loco es que para mí mezclar ciertas voces con estilos que a mí me gustan es medio un sueño que de repente está tomando forma. Como que Mollo cante un chamamé propio. O Leo García se cante un tango mío. Y el disco es de tango y chamamé y que parezcan tradicionales. Ese es el plan. Y que sea también con improvisación. Va a ser medio loco.
–Hablando de eso, ¿qué te pasa con esto de que te quieren encasillar o definir y eso sea imposible?
–Lo que pasa es que es muy loco. Yo con cuando empecé, cuando saqué mi primer disco, que se llama Escenas de la Nada Mirar (2018), como que quise buscar la forma de que no me conectaran con el tango. No sé por qué. Dije: no quiero más que la gente me diga que soy pianista de tango. Pero realmente, yo lo siento muy adentro, soy re pianista de tango. Y soy re pianista acompañante de cantantes. Ese es mi oficio y eso me encanta hacer. Pero en un momento fue como: no puedo salir de acá, también me gustan otras cosas. Entonces me encargué de tratar de mostrar otras cosas. Pero ahora me siento que soy re pianista de tango, aunque que te encasillen es un bajón.
–¿Al chamamé sí se puede decir que te acercaste más recientemente?
–No. Mi papá tocaba, siempre tocaba chamamé con mi abuelo. Tocaban con un acordeonista muy conocido en Berisso, que era Germán Fratarcangelli. Pero son re de decir: “no, nosotros no somos de Corrientes, entonces no podemos decir que tocamos chamamé, somos tangueros”. Y yo re escuché eso y siempre me molestó un poco. Entonces un poco también siento ciertos mandatos familiares o ciertas cosas que hay que sanar con respecto a nuestra identidad. Me lo estoy permitiendo. Siento que lo necesito hacer. Por eso es muy específico el disco: tango y chamamé.
–Pero sos parte de una generación que un poco le pasa eso, como los que se juntaron en Sonorámica. Están cerca de la música popular, pero mezclando, haciendo cosas nuevas.
–Lo que sentí en ese espacio no es que estamos cerca, somos parte de la música popular, pero que nos duele. Nos duele en algún cierto punto no ser realmente lo que se esperaba de nosotros. Desde el punto de vista tradicional hay que repetir un poco. Y hay como ciertos mandatos de estructura que por ahí nosotros todos, justo los que estábamos ahí, en cierto punto algo no queremos repetir. Queremos cambiar. Pero genera algo de dolor sentir que no sos tal cual se espera. Algo de eso siento y se charló bastante. Y, bueno, por ejemplo el chamamé este que va a salir en mi próximo disco y que grabó Mocchi habla de eso. La tradición duele básicamente y la sentimos muy adentro. El hecho de tomar un camino distinto al que tomaron, por lo menos para mí, mi papá o mi abuelo, ya es un montón.
–¿Pero decís que duele porque ustedes sienten que les están fallando?
–En un momento sí sentía que estaba fallando. Sentía que le estaba fallando al tango. Pero es raro. Hay muchos tangos también, muchos mundillos de cada música. Pero, bueno, en un momento sentí que tenía que estar en otro lado, no ahí. Y después, no sé, me empecé a teñir el pelo de verde o a tener otras estéticas no tan tradicionalistas para el estilo.
–Tocaste en la Fiesta del Chamamé.
–Pero nunca toqué en el Festival de Tango.
–¿Te gustaría tener más masividad?
–Me lo pregunto también si queremos ser mainstream. Y a veces me acuerdo cuando hablaba con mi abuela y me decía: tenés que ir a esos programas de la tele, tipo La Voz. O esos programas que son tipo concursos. Y la verdad que no. La verdad yo me siento muy bien así. Me encanta estar en el under. Me siento libre. Hacemos lo que nos pinta con la música y está buenísimo.
–¿Sentís que la música nos salva en estos momentos?
–Sinceramente, no puedo hacer otra cosa. Y cada vez que toco como parte de una experiencia, que es colectiva también porque está la gente escuchando, siento que mi cuerpo respira. Te relajás, entrás ahí en ese trance de la música en vivo y a mí me encanta. Soy medio adicta a eso. Por eso hago muchas cosas. Me cuesta frenar.
“Raíces” fue un programa radial dedicado a la música de raíz de Argentina y Latinoamérica que la periodista entrerriana Blanca Rébori condujo durante más de 30 años en diferentes emisoras. Titulamos esta columna con ese nombre en homenaje a su labor.
CRM/DTC
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