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Al final, no era tan así

Fin de año en Casablanca

Fotograma de Casablanca, film de Michael Curtiz de 1942.

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Es increíble lo revelador que puede resultar pasar los últimos días del año viendo películas viejas. Puede, incluso, ser un oráculo más fiable que un influencer. 

En Casablanca, el film que dirigió Michael Curtiz, un brillante y aventurero judío de origen húngaro que escapó de los nazis a Estados Unidos, personas de distintas partes del mundo que huyen de la Segunda Guerra Mundial se dan cita en la bulliciosa ciudad marroquí. Más precisamente en los bares como el Rick’s Café, cuyo dueño, el propio Rick, es interpretado por Humphrey Bogart.

Marruecos, excolonia francesa, se encuentra bajo la tutela de la Francia de Vichy, el régimen complaciente del Tercer Reich que gobernaba parte del territorio francés y sus colonias alrededor del mundo. En los papeles, Francia administra el país norteafricano, pero los nazis son quienes dictan las órdenes. No obstante, en esa falsa apariencia, muchas personas pueden refugiarse del conflicto bélico y obtener un visado para escapar a Estados Unidos u otros países fuera de la guerra. 

Ese era el caso de Víctor Laszlo y su mujer, Ilsa Land, interpretados por Paul Henreid e Ingrid Bergman respectivamente. Laszlo es un renombrado integrante de la resistencia checa al que el régimen nazi lleva persiguiendo sin suerte por algunos años. Cuando ambos llegan a Casablanca y visitan el Rick’s Café, el espectador descubre que Ilsa y Rick vivieron un romance poco tiempo atrás.

No pretendo revelar enteramente la trama de esta magistral película. Haré mención a una frase, y algunos detalles más. Cuando la cinta revela uno de los diálogos entre Ilsa y Rick, ésta, presa de la angustia, dice: “Es un mundo loco (el que habitamos). Puede pasar cualquier cosa”. 

La frase resulta paradójica a los ojos de lo que sucede en nuestros días. No sería pertinente comparar los crímenes y el terror que producía cada avance nazi, con lo que sucede en la actualidad. Sin embargo, no deja de sorprender que, casi ochenta años después, el mundo siga al borde del ataque de nervios. 

En los últimos suspiros del 2024, los medios de comunicación muestran que la angustia de Ilsa puede estar en el cuerpo de cualquier otra persona de nuestro tiempo. Un buen ejemplo de ello es un titular de El País de este fantástico fin de año: La Navidad de la ira de Trump: de los “lunáticos de izquierda” al control de Groenlandia, el canal de Panamá y Canadá. 

El diario español repasa las declaraciones sarcásticas y amenazantes de Donald Trump realizadas el mismo día de Navidad, y a escasas semanas de sentarse en el escritorio de la Casa Blanca. Entre ellas, anexionar a Canadá para convertirla en el Estado 51 del país; retomar el control del canal de Panamá para impedir que siga controlado por los chinos, como sugiere el magnate; y comprar Groenlandia, que resultaría “estratégica” para la seguridad nacional de Estados Unidos y la “libertad de todo el mundo”.

Es preciso aclarar que nadie sabe realmente qué hará Trump en su segundo mandato. En una entrevista reciente, el experto en relaciones internacionales Jeffrey Sachs afirmó que en Estados Unidos existen informes de la marina militar sobre preparativos para una guerra con China en el 2027. Sachs cree que en el entorno de Trump hay varios halcones anti-china que estarían felices de llevar a cabo esos planes. 

La idea de que todo puede implosionar de un momento a otro parece prometedora. Sin embargo, tampoco hay que preocuparse más de la cuenta. En otro magnífico film, Belleza Americana, dirigido por Sam Mendes, Ricky Fitts, el inteligente y despierto joven interpretado por Wes Bentley, le pregunta a su padre cómo van las cosas. El padre, un exmilitar reprimido que está leyendo el diario, no duda un segundo: “Este país se va a la mierda”.

La película de Mendes es del año 1999, y aunque Estados Unidos no va muy bien que digamos, todavía no se derrumbó completamente. En cualquier caso, no sabemos qué noticias leía en aquella escena el padre de Ricky Fitts, pero las de esta semana no son más alentadoras. 

El New York Times publicó una investigación firmada por varios de sus corresponsales. Tras entrevistar a más de 100 soldados y funcionarios de Israel, decenas de víctimas de bombardeos en Gaza, y expertos en el marco legal de los conflictos armados, los periodistas del diario norteamericano sostienen que el gobierno israelí flexibilizó sus reglas para bombardear a combatientes de Hamás, matando a numerosos civiles. 

“Uno de los bombardeos más letales del siglo XXI”, señala el informe, en el que precisan cómo los altos mandos del ejército israelí autorizaron a sus soldados a bombardear o disparar contra objetivos de Hamás aunque eso conllevara la muerte de varios civiles. 

Vivimos en un mundo loco, decía Ilsa, la bella y sensible joven interpretada por Bergman. Cualquier cosa puede pasar. La gente lo sabe, por eso huye, de sus casas, de sus países. El Financial Times publica esta semana un artículo sobre la montaña de dinero que están amasando las aerolíneas de Estados Unidos y Europa en estas fiestas. Las compañías inglesas, por ejemplo, transportarán un 5% más de “asientos” que en el último récord, en diciembre de 2019, antes de la bendita pandemia. 

Solo en el día de Navidad, los aeropuertos de Reino Unido programaron 800 vuelos extra, un 20% más que en 2019, y un 47% más que una década atrás. En suelo estadounidense, las aerolíneas locales están ofreciendo 140.000 asientos más por día que en las vacaciones del 2023. Las Vegas, Cancún, y Honolulu entre los destinos más demandados. 

Vuelvo a Casablanca. La guerra en Europa sigue su curso pero en el Rick’s Café una banda toca standards de jazz como el chispeante “The lady is a tramp”. Los invitados rebosan estilo, sacos blancos cruzados, pañuelos, moños y corbatas a tono; las mujeres, con vestidos tan sensuales como elegantes, sombreros de época. El champagne circula sin pausa, igual que el dinero, en la ruleta o en la compra-venta de visados. La diversión está asegurada; no existe un lugar mejor donde refugiarse de aquel mundo loco. 

Me pregunto si existirá algún bar con la onda del Rick’s Café en estos tiempos. ¿Viajarán hacia allí los millones de pasajeros que estas navidades huyen de sus casas? Me gustaría pensar que sí, pero la prensa europea dice este año que los bares y pubs ya perdieron atractivo, igual que el alcohol. Ahora prende lo de quedarse en casa, redes sociales y vida sana. El mundo se va a la mierda, diría Chis Cooper si le preguntarán cómo van las cosas estos días. Feliz año.

AF/DTC

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