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Movimientos en el tablero internacional

Estados Unidos y Europa se enfrentan a la gran fractura transatlántica por el estallido de la guerra comercial

El presidente de EE. UU., Donald Trump, junto al secretario de Defensa, Pete Hegseth, pronuncia un discurso desde la Oficina Oval de la Casa Blanca

Ignacio J. Domingo

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El orden mundial está en revisión. Como siempre que emerge una revolución productiva de gran calado, que toma el nombre del mayor desafío innovador jamás planteado, la Inteligencia Artificial (IA), el tablero de ajedrez internacional se tambalea sin remedio. Es la tesis que defienden diplomáticos y analistas como George Friedman, que fundó y preside Geopolitical Futures, para quien los ciclos geopolíticos y tecnológicos se solapan de tal manera cuando entran en una misma longitud de onda expansiva que quiebran los equilibrios de poder, ponen en duda la hegemonía e influencia de las potencias globales y atentan contra el multilateralismo, dando lugar a nuevas reglas de juego. Aunque, entretanto, surjan episodios de anarquía.

“Las casualidades no suceden por arte de magia”, alerta Friedman al tratar de explicar los daños colaterales que ocasionan las réplicas de un tsunami cuyo epicentro los sismógrafos del mercado lo sitúan indiscutiblemente en Washington. La Administración Trump, al traspasar el ecuador de sus primeros 100 días de gestión, ha sido capaz de crear una auténtica sucesión de movimientos tectónicos en el terreno comercial, económico, fiscal y bursátil de consecuencias impredecibles.

Para socios y rivales geoestratégicos como Canadá, México o Europa -entre los primeros- o como China, dentro del segundo escalafón. Pero también para la propia economía de EE.UU. que en tan solo unos meses ha pasado de ser considerada por el FMI como la única entre las potencias de rentas altas con posibilidades de protagonizar un superciclo de negocios por su elevada tasa de productividad -acelerar hasta lograr que su ritmo de crecimiento entre de nuevo en velocidad de crucero cuando inicia el declive de su actividad- a escuchar otra vez tambores de recesión. O, en el mejor de los supuestos, de estanflación.

Y lo que es peor. La quiebra de los subsidios y estímulos a la tecnología y las energías renovables de la Administración Biden no solo ha paralizado inversiones y estrategias corporativas, sino que esta ruptura de la seguridad jurídica acontece en medio de un desorden en la gobernanza global, con instituciones multilaterales sin rumbo, un giro copernicano en la política exterior americana y juegos de tronos y alianzas rocambolescos para detener conflictos armados como el de Ucrania o Gaza, con cargas geopolíticas de gran profundidad e innumerables entresijos ocultos surgidos de negociaciones sin luz ni taquígrafos.

Todo ello ha vuelto a sacar a la palestra los riesgos de desacople o fragmentación. Hasta ahora, enfocados al peligro de ruptura de la globalización en dos bloques comerciales, uno liderado por EE,UU. y otro por China, ante los vetos cruzados de ambas superpotencias para dominar la carrera competitiva a la que se ha sometido a los flujos de bienes, servicios y capitales y ganar ventaja en el combate por la hegemonía tecnológica mundial.

Sin embargo, el retorno de Donald Trump al Despacho Oval ha transfigurado a los actores de la escena internacional. Tanto, que se empieza a hablar de un desacople entre EE.UU. y Europa. Además de otros desbordamientos; en especial, con China, aunque también con latitudes emergentes e industrializadas.

Divergencias frente a la inflación y el PIB

Hélène Baudchon, economista de BNP Paribas habla de “la gran disociación entre EE.UU. y Europa en 2025”. Al margen de las trayectorias que tomen, la zona del euro se prepara para el despegue de su actividad al calor de los estímulos keynesianos del futuro canciller conservador alemán. Mientras EE.UU. se apresta a vivir un aterrizaje más o menos brusco en función de la agresividad que cobre la estrategia arancelaria de Trump. Además, el Viejo Continente navega bajo un clima de relativo control de precios, frente al parte meteorológico de nubarrones inflacionistas que se avecina en la mayor economía global. En gran medida, por el encarecimiento de los suministros que demandan sus empresas del exterior, lo que obligaría a la Reserva Federal a estabilizar tipos en la horquilla actual del 4,25-4,50%. La inmersión monetaria del BCE resulta, en cambio, más proclive a bucear por debajo de los niveles neutrales del 2% a medio plazo.

“Los efectos inflacionarios del Trumponomics invoca una táctica de la Fed más restrictiva y, por lo tanto, más propensa a frenar la actividad para contener la inflación”, señala Baudchon. De ahí que una parte del mercado se incline por descartar que Jerome Powell rebaje tipos a lo largo de este año. A no ser que las amenazas de injerencia del líder republicano sobre la cúpula del banco central americano para que abarate el dinero surtan efecto. Un asunto que ha llevado al propio Powell a recordar a Trump que su despido “no está permitido por ley” y que no renunciará si se lo exige como hizo a finales de febrero su vicepresidente de Supervisión Bancaria, Michael Barr, para evitar un conflicto legal con el inquilino de la Casa Blanca. Aunque siga en su ejecutiva.

David Wessel, analista en el think tank Brookings Institute, rescata un antecedente, de 1948, con el reemplazo de Marriner Eccles por parte del presidente Truman, pero también el intento baldío de Franklin Delano Roosevelt con un miembro de la Comisión Federal de Comercio, en 1935, por decisión de la Corte Suprema. La ley de la Fed señala que sus máximos responsables solo pueden ser cesados por “causas justificadas”, no por desavenencias con la política monetaria que otorga plenos poderes autónomos a la Reserva Federal. Y el mandato de Powell, a quien nombró Trump en su anterior mandato, expira en 2026 tras ser renovado por Joe Biden.

La sentencia del Supremo, para más inri, aclara que un proceso de destitución en organismos de supervisión debe acreditar actos de “ineficiencia, negligencia en el cumplimiento de sus deberes o malversación de fondos”, alerta Wessel.

De momento, Powell no parece dispuesto a seguir las pautas de Trump de bajar tipos, impulsar el dinamismo y restaurar el valor perdido por el dólar en las últimas fechas, que le ha vuelto a alejar al billete verde de la paridad con el euro. Pese a que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, eluda hablar de recesión y, en connivencia con su jefe de Gobierno, prefiera afirmar que EE.UU. atraviesa un “proceso de transformación” económica. Por mucho que la Fed se empeñe en vestir de realismo la coyuntura: en 2025 las previsiones de inflación se revisarán al alza y las del PIB, a la baja.

Esta doble trayectoria en los PIB y los precios estadounidenses y europeos no solo ha disgregado las trayectorias de la Fed y el BCE al ensanchar la brecha de tipos de interés entre ambas orillas del Atlántico, sino que ha propiciado asimetrías en sus plazas bursátiles. Goldman Sachs lo explicita de forma elocuente. Wall Street ha entrado en barrena, con oleadas de ventas de valores made in US y alteraciones en sus carteras de renta variable y traslado de “notables flujos de capitales” hacia Europa, China y otros mercados emergentes.

Los inversores cambian de continentes

El replanteamiento de las estrategias de inversión ha sido de tal dimensión que en el mercado se ha instalado la idea de que la llamada “excepcionalidad estadounidense” -término con el que los gestores han querido describir durante años el diferencial de beneficios de Wall Street frente a otras plazas bursátiles- se ha instalado en un limbo inversor. Por la incertidumbre que generan las escaladas arancelarias de EEUU y el súbito descenso de actividad de su economía con el gasto de los consumidores, que supone el 70% del vigor del PIB, en retroceso, al igual que las ventas minoristas, y con la productividad, su motor de propulsión reciente, en desaceleración desde el último tramo de 2024: desde el 7% que marcó al final de la Gran Pandemia al 1,5% entre octubre y diciembre.

Entretanto, los valores europeos se han revalorizado con fuerza. A raíz del intento de Alemania de quitarse el sostén presupuestario para estimular la economía. Aunque también por el ímpetu militarista de Trump, alumbró en Europa la idea de configurar un Ejército propio, con unas coordenadas industriales dirigidas a potenciar a las firmas armamentísticas comunitarias.

El S&P 500 experimenta pérdidas en el entorno del 4% y el Nasdaq Composite del 8% este año, tras la euforia que presenciaron durante las jornadas previas y posteriores a la toma de posesión de Trump. Por contra, el Euro Stoxx 50 ha ganado un 10,4% y el índice Seng de Hong-Kong hasta un 20%. Los Siete Magníficos -Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Nvidia, Meta y Tesla- se han convertido en Maléficos en unos parqués en los que ha arraigado las pymes europeas, que son un faro fiable de recuperación económica.

Puede que sea aún precipitado asegurar que el desacople entre EEUU y Europa está en marcha, pero si se produce un distanciamiento regulador en el terreno de la sostenibilidad, las finanzas o la tecnología, los lazos transatlánticos podrían soltarse, avisa André Sapir, del Instituto Bruegel.

Sobre todo, porque 25 años después de que estallara en EEUU la crisis de las punto-com pueden extraerse similitudes palpables. El Nasdaq Composite empezó a caer desde su máximo histórico el 10 de marzo de 2000 y dos años después había perdido el 78% de su capitalización. El primer declive de valores tecnológicos contagió a Europa -sobre todo, a Alemania- y desató la aversión al riesgo que precipitó el estallido de la burbuja especulativa.

De alguna manera, algo huele en los mercados de manera similar a 2000, afirma Ted Mortonson, un especialista en tecnología de Baird. Pero, aunque ahora hay más riesgos de quiebra del orden mundial y del entramado multilateral con Trump, que podrían intensificar la volatilidad bursátil, el escenario no es del todo semejante porque Europa ha empezado a salir de su letargo táctico con su histórico aliado americano.

Giuseppe Sette, presidente de Reflexivity explica a Business Insider otra variante. “La punto.com fue una crisis que se basó en una ficción, la conversión de Internet en una Nueva Economía, que se consumó 15 años después”. Sin embargo, ahora, la IA inunda los planes inversores del sector privado y Nvidia, tras lograr en dos ocasiones el cetro bursátil, por delante de Apple y Microsoft, en el último año, un baño de realidad bursátil que escapa de la fragilidad corporativa de aquellas primeras firmas tecnológicas de comienzos del milenio, precisa.

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