Joseph Ratzinger, el pastor alemán
Como joven adolescente en el Tercer Reich y después como adulto y sacerdote en la Iglesia Católica alemana, Joseph Ratzinger no se distinguió de lo peor de una época y de lo peor de una institución.
El futuro papa Benedicto XVI había nacido en 1927 en Marktl am Inn, un pueblo en Baviera, al sur de Alemania, cerca de la frontera con Austria. Es una de las regiones más mayoritaria y hondamente católicas de Europa. Aún hoy se registran allí algunas de las más altas tasas continentales de observancia del precepto de la misa dominical. La feligresía asiste con regularidad a su iglesia parroquial y asiste a los servicios religiosos semanales.
La juventud hitleriana
En este mismo ambiente, pero del lado austríaco de la frontera, en el pueblo Braunau am Inn, había nacido en 1889 en una familia católica fanática el futuro canciller alemán Adolf Hitler. El nazismo llegó al poder en 1933 y el 1° de septiembre de 1939 la invasión de Polonia dio inicio a la Segunda Guerra Mundial. Cuando Ratzinger cumplió 15 años, Alemania había empezado a perder la guerra, las FFAA a reclutar efectivos más jóvenes. La inscripción y participación en las Juventudes Hitlerianas era obligatoria y Ratzinger no se sustrajo a a esta obligación: no se conoce en Alemania un caso de resistencia o deserción.
Un poco antes, en 1942, la industria alemana había creado una nueva gaseosa, una naranjada llamada Fantasie. Con el nombre de Fanta, con nuevos dueños, la producción y comercialización continúa. Apenas fue vendida en el mercado alemán en tiempos de guerra, se convirtió en la favorita del adolescente Ratzinger. Esa gaseosa fue su bebida preferida a lo largo de su vida. A quienes lo visitaban en el Vaticano, una vez Papa, agasajaba con vasos de Fanta, o botellas individuales con su singular diseño de vidrio acanalado; no pocos visitantes incluyeron en sus crónicas la persistencia ininterrumpida de los gustos nazis en la existencia del sucesor de San Pedro.
Sacerdote, teólogo, académico, obispo distraído
Ordenado sacerdote en 1951, avanzó en las posiciones de la jerarquía eclesiástica. Integró el episcopado alemán. En esa calidad, integró comisiones de investigación y otros cuerpos disciplinarios de abusos pedófilos. Contribuyó a fijar reglas preventivas más estrictas, pero nunca a informar públicamente sobre los casos, ni buscar sanciones para los abusadores.
La política de la Iglesia era de secreto absoluto. La capacidad para evadir con idoneidad insuperable la transparencia era citada como un mérito. En tiempos en que las prácticas homosexuales, queridas o no, eran estigmatizantes, y cuando se culpabilizaba a las víctimas, la discreción suprema, que implicaba la impunidad del abusador, generalmente trasladado en lugar de castigado ,era considerada garante de la preservación de la víctimas de un via crucis de reproche social, y aun legal. En aquellos años, la mayoría del clero no cuestionaba esta política o no expresaba oposición. Así, por lo menos, actuó Ratzinger.
Fue, en cambio, un teólogo distinguido y académico, autor de obras eruditas y de divulgación.En Alemania, las Facultades de Teología Católica y Protestante están integradas al sistema de las Universidades públicas, y los cargos se obtienen según los mismo métodos de concursos y exámenes que evalúan la excelencia académica de los candidatos. Fue asesor del Concilio Vaticano II. En 1975, fue llamado a Roma como asesor teológico del Papado por Paulo VI. Posteriormente, Juan Pablo II lo colocó al frente de la Congregación de la Doctrina de la Fe, el antiguo Santo Oficio que determinaba en qué consistía, y en qué no, una herejía.
Un papa sin carisma, un triunfo electoral gracias a Bergoglio
El 19 de abril de 2005, después de un cónclave de 24 horas, pudo verse humo blanco en el techo de la Capilla Sixtina. Todos los cardenales del catolicismo, reunidos en el interior de esa capilla vaticana pintada por Miguel Ángel, habían elegido al sucesor de Juan Pablo II, al futuro Papa. La iglesia Católica es una monarquía no hereditaria, sino electiva, y el colegio de electores es el colegio cardenalicio. A los cardenales se los llama Príncipes de la Iglesia, y son designados por cada Papa a lo largo de su pontificado, y se van sumando al número de los elegidos por sus antecesores.
Este papa tradicionalista no habría sido elegido, según las fuentes de Ignacio Zuleta en El papa peronista, sin la ayuda de su futuro sucesor Francisco. En ese cónclave de 2005, el jesuita y arzobispo de Buenos Aires había logrado 42 votos. Provenían de los cardenales más progresistas, y se los había trasladado Carlo Maria Martini, arzobispo de Milán, a quien habían diagnosticado un cáncer. Según la historia oficial de las infidencias papales en la que abreva Zuleta -el secreto obliga a los electores, so pena de excomunión–, Bergoglio se los pasó a Ratzinger, porque este teólogo pertenecía al club de amigos del cardenal argentino en el Vaticano.
Como papa, con el nombre de Benedicto XVI, Ratzinger siguió siendo un teólogo, un profesor, un erudito, un burócrata vaticano, un obispo que se distraía precisamente cuando más atención debía prestar, y un pastor torpe que ofendía con sus homilías y decisiones tomadas sin total conocimiento de causa. Ofendió a los musulmanes con una cita medieval que incluyó en un sermón; una opinión que no era la suya pero que se le atribuyó, un error de relaciones públicas leer esa cita textual y completa con su propia voz. Ofendió a los judíos, rehabilitando a un obispo tradicionalista del que ignoraba que fuera negacionista del Holocausto. Dio marcha atrás al enterarse, declaró la negación del Holocausto pecado mayor y contra el hombre, pero ya era tarde.
La revolución del reaccionario: la abdicación y la sucesión papal en vida
La Iglesia católica es una sociedad fuertemente estructurada. El papa es su cabeza suprema: tiene poder absoluto sobre toda la jerarquía eclesiástica. Los títulos que ha ganado Bergoglio gracias a la votación del cónclave de 115 cardenales son: Sucesor del Apóstol Pedro, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal, Primado de Italia, Arzobispo y Metropolitano de la Provincia de Roma, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano. Benedicto XVI renunció a uno de los títulos tradicionales, el de “Patriarca de Occidente”, en un gesto ecuménico frente a las Iglesias orientales.
Los obispos están subordinados al Papa, dependen directamente de él a través del Colegio Episcopal y, según la Iglesia, son los sucesores de los apóstoles a los que Jesucristo encomendó la misión de difundir el Evangelio por todo el mundo. Son responsables directamente ante el Sumo Pontífice. El proceso para el nombramiento de los obispos varía de región en región. Sin embargo, la aprobación final en todos los casos depende del papa, que goza de total libertad para desplazar a los prelados de un lugar a otro o suspender a aquellos que no sean fieles al Vaticano. Además de los obispos, también dependen directamente del papa las órdenes religiosas (como la de los jesuitas, la orden del propio Bergoglio)y congregaciones de Derecho Pontificio, los institutos y facultades pontificias, los nuncios y los delegados apostólicos, que actúan como embajadores del Vaticano.
La revolución de Ratzinger fue abdicar. Francisco I se convirtió en papa después de que el alemán Benedicto XVI presentara su renuncia en 2013 en un contexto marcado por las intrigas y las luchas de poder. El pontificado de Joseph Ratzinger estuvo marcado por el escándalo de filtraciones “Vatileaks”.
Hoy Bergoglio ya tiene redactada su carta de renuncia. Que aplicará si enferma gravemente, orgánica o psíquicamente. Entretanto, el papa Francisco presidirá los funerales del primer Papa emérito. Para los cuales habrá que inventar la liturgia.
AGB
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