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SOY GORDA (ESEGÉ)

El adiós a la Monstrua de los Trapos Rojos

Diosa con bengalas, obra de la serie "En llamas". Judy Chicago.

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Sofocos, oleadas de calor y mal humor, agua maldita en la noche. Llovido sobre mojado. Enojo con el cambio, aceptación de un nuevo estatus y un mapa multidimensional con huellas de experta caminante. ¿Qué sobreviene cuando desaparece la terquedad del chorro que nominaron Andrés? La despedida a décadas de menstruación, con resignación, asco, dolor, angustia, celebración, incertidumbre, esperanza, alabanzas, control riguroso; la bienvenida a la menopausia y a un erotismo slow, sin más píldoras, espirales ni diafragmas.

Ella se sacude en noches afiebradas desde la cabeza hasta las bases plantares, el cuerpo le resulta extraño. Se extiende y se contrae sobre una superficie oscura, abisal. Los fluidos emanan de la casa donde habita, donde se refugia, cuerpo camarada, cuerpo amado, cuerpo aborrecido, cofrade nómade de estancias turbias o luminosas y aromas ácidos, falsamente perfumados.

Adiós, señorita Menstruación, Monstrua de los Trapos Rojos, mientras la van abandonando los chorros tercos, rigurosos, infaltables, que llegaban una vez por mes, la vida depara otra cosa.

Será una ceremonia en simultáneo de Hola y de Hasta la vista, una transición novedosa, astillas saliéndose de las casillas, el movimiento indetenible de la vida, un miedo menos, ritual sin cristal, nada es para siempre, no se abrocha el bochorno, retenerlo fracasa, es inútil, la deja en carne viva, frágil, con cicatriz.  

Antes de sacarse el camisón, enroscar el piyama, comprobar que no hay pena ni prenda que aguanten, ningún trapo ni bandera absorbente, desnuda suda, imposible evadir la mojadura, disminuir esa ducha, pondrá un pie, luego el otro, se arrojará al porvenir y testeará el nuevo andar de humanidad compañera, aprendiendo a envejecer sin escuela.

Se acomodará disponible, separará las piernas más lentas, indagará membranas y corolas, las que la ferocidad del tiempo otoña. Inspirará y exhalará profundo, tendrá otros tiempos. Viajará desde la superficie ajada de la piel, hacia la musculatura, los huesos, las cavidades y ondonadas, los vértices y las curvas, cartografía plena de accidentes y joyas.

Ya las yemas de los dedos danzaban, ahora se enredan en el vello de plata. Dice concha, caliente, espuma, miel, excitación, rabia, puta, leche. Ya no será la monstrua la testigo relevante, no parirá más hijos, llegará otra clase de dicha… de lucha.  Mucha. Atiende y escucha.

Una voz no es la persona; es algo suspendido, separado de la solidez de la materia. Pero hay que decir, callar nunca. Hablar provoca, tiene efectos, reeduca el sentir. Habrá que arder, buscar aire en la delicia, olisquear lo prohibido, degustar sustancias para qué. Cachivaches dejarán de rodearla, se refugiará en las sombras, ampliará la anchura del pensar, las fronteras se reirán. 

Antes de decir adiós, chau, hasta siempre, Menstruación, le advierte: me seguirás queriendo en la evocación. Abrirá orificios y estará atenta a ese tiempo en que la sangre derramada no era negociada, la fluidez y el enchastre serán nostalgia y su ausencia, fertilidad de otras cosas.

Se pondrá y sacará alegrías, bombachas, bombuchas, sin reparar en el dolor mensual, menstrual, mezcal, se lavará el pelo contrariando arbitrarias normas de madres y abuelas. Frotará cada calzón contra la tabla, contra la afirmación doméstica, contra lo familiar. Será mujer plateada. Ningún desecho, tampoco máquina. Social y doméstica, abono florido. Adiós, chau, poción sagrada. Chapeau.

La anunciación menopáusica va. ¿Será todo en caída, resta o contorsión? 

Amor con libertad, sin terrores ni amarres. Placer de explorar, aunque no siempre se goce y se esparzan por ciclos las fresas de la amargura.

Olvidará el dolor de ovarios, las puntadas, las tetas arrebatadas, semiología de un cuerpo siempre glorioso. Descontrol de calendarios, soles y lunas, e inmersión en el placer con acción, sin distracción, tarea de orfebrería. Fábula erótica, telaraña de misterios, indiferencia al ridículo, narrativas imaginadas y realizadas. Correr el velo frente a los dones, compartir la pericia, abrazar  los pequeños saberes. 

Menopausia, del griego menos, menstruo. Y pausis, cesa. Se va, el Monstruo ya se va. Mengua el monstruo, declinan los estrógenos. Puede endurecerse la abertura vaginal, arder, picar, secarse, marchitarse. Pero el sanseacabó de una regularidad augura otra música.

Antes de agitar los trapos y el pañuelo, Menstruación, recorrerá el algodón, el siempre libre, las fibras vegetales, las vendas de la emergencia, las toallitas, los tampones duros. Despedirá cada dispositivo que acompañó el período cuando la regla era sucia, antihigiénica, vergonzante y silenciosa. Nadie la había explicado ni le daba sentido. Ignorantes, poco y nada conocían. Un saber que nunca fue mucho, a veces poquito, casi siempre nada.

Días de Evanol y bolsas de agua caliente, de ir a la cama, pegar el grito, refugiarse de la hostilidad del mundo ansioso, polvo y piedra entre las arrugas de las sábanas, banderas de femineidad.

No va a medir la temperatura basal, no clausurará el agujero interior, el del trauma, no será productiva en la inestabilidad de “esos días”. Dejará de pagar con el salario escaso la basura a toneladas.

Antes de decirle adiós, chau, Menstruación, evocará aquella vez en que se asustó porque era tabú, plena represión, durante la visita en misión de Johnson & Johnson, cuando echaban del aula a los varones y las chicas se reían de pudor.

Brindará con la tribu femenina alzando la copa menstrual, con ese borgoña amarronado, estallado de rubíes sorbidos, disueltos en los varietales del vino. Levantará el cáliz, regará las viñas dulces y de ira, consagrará la tierra y el latido, florecerá.

LH/MF

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