El atardecer visto desde la madriguera
Están las películas de Liam Neeson, que ya son un subgénero. Por lo general unos tipos muy malos le secuestran a la hija y hacen que Liam se caliente, los busque, los muela a palos y la rescate. Como son un género, el momento de catarsis sucede siempre cuando lo esperamos y por eso experimentamos una rara sensación física mientras Liam recupera a su hija y aplica la violencia vengativa. Es como ir al baño meticulosamente al mismo horario a deponer.
Charlotte Wells dirigió una película –Aftersun- que es su opera prima y llama la atención -si bien todos dicen que tenía unos cortos previos muy buenos- por la potencia fílmica y la madurez estilística que la hacen una obra maestra. Como las de Liam Nesson también es de padre e hija, pero en este caso el que parece más perdido es el padre y la hija -sobre adaptada- se encarga de retratar con una filmadora casera unas vacaciones que pasaron cuando ella tenía 11 años y su padre treinta y -según les dicen- parecían hermanos. Tenemos el material fílmico de la cámara que llevaban en las vacaciones -pero por suerte no se abusa de ese recurso- y tenemos la película que crece en torno a lo que se filma en esa cámara. Ahí vemos como Callum (Paul Mescal) y Sofía (Frankie Corio) pasan unas vacaciones en un hotel turco que tiene pileta y karaoke y juegos. Sofía vive con la madre en Edimburgo y su padre en Londres. Así que en este caso se encuentran para vacacionar y ver cómo se relacionan y al principio la pareja tiene algo de esas amistades en cautiverio que surgen en los tours.
La película no tiene muchas peripecias, en realidad parece elíptica, son vacaciones: juegan al pool, nadan en la piscina del resort, cenan a la noche, se ponen crema en el cuerpo para no insolarse, y a veces toman pequeñas excursiones. Detrás de todo esto está el ruido del capital, la poca plata que el padre joven pudo juntar para poder disfrutar de ese lapso con su hija. Una hija que está creciendo, por eso cuando llegan a la habitación del hotel, lo primero que hace Callum es llamar a conserjería ya que pidió dos camas y hay una sola matrimonial. El padre también tiene en su brazo un yeso que -más adelante- va a tratar de sacarse en el baño mojándolo con agua mientras habla con su hija en una de las escenas mas inesperadamente emotivas de la película. Al menos para mí. Ya que hay otra, que llega al climax cuando ambos bailan “Under Pressure” cantada por Bowie y Mercury y se abrazan: es difícil volver a escuchar esa canción sin pensar en Callum y Sofía, oscilando entre los versos de ese tema descomunal. Pero la escena del yeso, por su bajo perfil, es superior. Voy a volver a ver la película sólo para escuchar qué es lo que se dicen en ese momento. No lo recuerdo, pero algo en mí sabe sin que yo sepa que sé. Eso logra la poesía más potente.
Mientras retozan al sol, comen o pasean, van hablando migajas, pero son tanteos potentes sobre la vida en común. La hija le pregunta al padre: ¿Vas a volver a Glasgow? Y el padre le dice que no, porque a veces no es necesario volver al lugar de dónde uno es. Esto me resonó de manera especial mientras veía la película ya que por el puto Mundial se habló de la patria sin parar y pensé en esa frase de Saer que dice que “un adulto es alguien que comprende que la patria no es necesariamente el lugar donde nació”.
Los objetos en Aftersun tienen un lugar particular, es como si transportaran la promesa de una felicidad o una tristeza inherente a ellos. Las toallas donde se secan, los tacos de billar, la pulsera que sirve según le dijo una chica a Sofía “para pedir todo lo que necesites en este lugar sin pagar”. Una pulsera que Callum, por sus ingresos, no pudo conseguirle a la hija.
Franz Kafka escribió La madriguera en el último tramo de su vida. Estaba viviendo en las afueras de Berlín y por primera vez convivía con una chica. La madriguera es el relato en primera persona de alguien que puede ser un animal -pero no podemos saber de qué tipo- y que cuenta de manera elíptica y paranoica como va construyendo una madriguera para vivir aislado solo y en paz. Pero nunca logra la paz porque sabe que hay enemigos afuera que lo rondan, puede sentir el hocico enemigo que se refriega detrás de las paredes de su madriguera: “Vivo en lo más profundo de mi casa en paz, y entretanto el adversario, lento y silencioso, se abre paso desde algún sitio hacia mí. No digo que él tenga mejor olfato que yo; quizá sepa tan poco de mí como yo de él. Pero hay ladrones entusiastas que revuelven ciegamente la tierra con la esperanza, dado la inmensa extensión de mi madriguera, de toparse en algún lugar con uno de mis caminos”.
Callum parece haber planeado sus vacaciones como el animal de Kafka su madriguera. Un resort que tenga todo lo suficiente para entretener a su hija a la que ve poco y conoce menos. Una hija que para colmo está convirtiéndose en adolescente y siente surgir la presencia del sexo. “Podés hablar de todo lo que quieras conmigo, siempre”, le dice Callum. Pero las paredes de la madriguera se van resquebrajando por una lenta desesperación que tiene el padre joven y que Paul Mescal interpreta como nadie. No necesitamos verlo de frente cuando llora de espaldas, solo, en el cuarto, mientras su hija está afuera. La espalda desnuda de Mescal es tremendamente más expresiva que la cara de muchos actores célebres.
¿Cuántas veces nuestros seres queridos están despedazados y nosotros ni siquiera lo intuimos?
Aftersun está narrada en pasado desde el presente de una Sofía adulta que mira los videos que filmó en esas vacaciones con su padre ¿Pero en que tiempo sucede, entonces la película? En el presente de la Sofía adulta o en el pasado con su padre en el resort. En un momento, mientras bailan “Under Pressure”, ella aparece adulta y está en una discoteca y ve a su padre en medio de las luces del flash. En realidad, el pasado y el futuro no existen, aunque nos hostiguen constantemente, como el enemigo secreto al animal de Kafka en su madriguera. La película sucede en nuestro presente, mientras la vemos es lo único que tenemos. Por eso es una obra maestra.
FC
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