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FICHA TÉCNICA

Clarividencia

Miel y su mamá.
1 de febrero de 2025 00:03 h

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Clima: 33 grados.

Geografía: Luján, provincia de Buenos Aires.

Emoción original: Estupor ante la yegua y la potranca.

Factores de estrés: El griterío de los teros.

Factores de calma: Esa copa de algo a las siete de la tarde.

Emoción final: Alguna forma de gratitud.

Nació una potranca, les cuento a los niños por videollamada. Ellos van y vienen. Cada vez que llegan traen un barullo glorioso, un vendaval que me despeina. Festejan a la potranca, me preguntan si tiene nombre. No lo sé. Es una criatura enclenque y juguetona. Está siempre adherida a su madre, como un apéndice. Incluso cuando corren, lo hacen acompasadas. 

La dueña de la casa me avisa que vendrá el veterinario dos veces por día. Lo veo hacer su trabajo de lejos. Parece un hombre delicado, por cómo revisa al animal. Imagino que le saldría bien bañar a un bebé recién nacido.  

Tengo una amiga socióloga que hizo una tesis sobre el instinto materno. Retoma la idea de Simone de Beauvoir, y de tantas otras pensadoras, acerca de que se trata de una construcción. Es cultural, no natural. No hay medias tintas para las ciencias sociales, el instinto materno es un invento. Punto. 

No podría contradecirlas. Pero me interesan poco los planteos taxativos. ¿Qué es la cultura humana? Un zumbido incesante en los oídos. Una vez que reconocemos su existencia, ¿quién puede silenciarlo? No pudiendo acceder a un estado previo a la cultura que constate o contradiga el instinto materno, ¿cómo puede darse el tema por cerrado? Me asombra la facilidad con la que aceptamos las cosas.   

Cuando la potranca duerme, la yegua hace vigilia, le espanta las moscas con la cola.

Las miro desde la casa. Me paro en alguna ventana, me siento en la mesa de la galería, me acuesto en una lona en el pasto: ahí duro poco porque me expulsan los teros. Me paso ratos largos mirándolas. No sé cuándo empezaron a conmoverme los animales. En verdad, no sé si me conmueven los animales, más allá de esta potranca. A los teros, por ejemplo, los odio. Gritan demasiado. Son hostiles. El veterinario me explica que es porque ahí cerca de donde extiendo mi lona está el nido. Gritan para proteger sus huevos.   

Lo de la yegua no me sale llamarlo instinto materno, me sale más “clarividencia”. Una virtud atribuible a las personas. La yegua sabe que si deja sola a la potranca, no sobrevivirá. Se mantiene cerca por el alimento. Le hace marca personal por las dudas. 

Le pregunto al veterinario hasta cuándo les dura eso. ¿Qué sería eso? Ese pegoteamiento, esa simbiosis. Montón. En condiciones naturales, el destete se da entre los nueve y los once meses. ¿Y, después? Se mantienen juntas durante un tiempo, a veces hasta que nace el siguiente potro. 

Le pregunto más cosas, le digo que es para una tarea de mi hijo: ¿hay yeguas que abandonan a sus crías? Supone que sí, pero nunca vio una. ¿Podría decirse que la yegua ama a sus crías? El veterinario se ríe. Es una manera de decirlo, contesta. Y, si las ama, no lo sabe. Le cuento que a la tarde hubo una ventisca y se formó algo así como una tormenta de arena en el potrero. Todos los caballos corrieron para protegerse, menos la yegua que le hizo frente a la polvareda, flanqueando a la potranca. El veterinario alza los hombros: los animales hacen lo que hacen, pero no se lo preguntan. Mejor, le digo,  y ¿cómo se llama la potranca? Se llama Miel.

Cuando nació Miel, recuerdo, me sorprendió su olor a sal. Fuerte, picante. Como cuando el mar se revuelve y vomita espuma de más. A la mañana la sal se concentra en la orilla, se adhiere a la arena, se cristaliza. Pasa un rato largo hasta que se disuelve. 

En los humanos, la emoción tienen un componente cognitivo. Es la peor parte de la emoción. La que te hace detenerte a preguntarte cosas, a forzar respuestas, a demoler el misterio. O el instinto. Si uno pudiera silenciar esa parte cada vez que se enfrenta a una emoción indescifrable, simplemente seguiría viviendo. 

Antes de acostarme busco a los niños. No están en línea. Les mando uno de los videos que le hice hoy a la potranca: da saltitos alborotados. Les escribo: se llama Miel. Huele a mar. Parece feliz. Fin del reporte ❤️  

MGR/DTC

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