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Y DESPUES ES AHORA
Narraciones

Las cosas por leer

Escribir

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Hace un par de días veo en el fb una captura de pantalla que hace Cecilia Pavón de, asumo, la pantalla de su propia computadora y ahí dice: “En fin hoy es feriado, escribo en el café Harvard, escribo rápido y mal, pero no existe euforia más grande que escribir rápido y mal y en primera persona. (Porque el patriarcado es escribir lento y bien en tercera persona)”. Me hace mucha gracia, ella siempre sagaz y precisa. Ella que escribe bien en la persona que quiere, se reserva el derecho de no hacerlo; ella que escribe y no le interesa poner el foco en qué es ‘bien’ y sobre todo qué no lo es.

A veces vivo períodos de sequía de lectura que no sé si atribuir a los libros o a mí, probablemente sea sólo un desencuentro. Toquetear libros de la pila de los por leer, que me alegre la pila pero después no le pueda entrar a cada uno de verdad, comenzar alguno, algunas páginas, y que no, que no, y esa frustración.

Entonces una mañana de sequía un amigo me manda una foto de la tapa del libro de Soledad Urquía, La luz y la montaña  y me pregunta si lo leí. Le digo que no. Me manda una foto de la contratapa. Está en la calle, por detrás del libro veo vereda. La leo, le digo que me interesa. Me dice que entonces me manda uno a mi casa como regalo de cumpleaños fuera del tiempo. El libro me llega ese día y lo ojeo, creo que sólo quiero saber de qué se trata y de repente no lo puedo soltar. La narradora vive con su novio y su hija en Traslasierra, medita, hace yoga, lee y leyó muchos libros sobre budismo y espiritualidad hindú que cita bastante en el libro. Y vive allá y antes vivió acá en Buenos Aires y también estuvo un año en la India y acerca de todo eso escribe y el tono es tan claro, prístino, directo, austero, vívido, que resulta hipnótico. Me digo qué suerte que esta mujer vive y escribe y nos quiera contar, se haya tomado ese tiempo y dedicación de contar. Dos días después veo a mi amigo, quiero comentar el libro y me dice que aún no lo empezó a leer. Por mi parte, ya lo terminé, así que él funcionó algo así como un canal para que me llegara el libro de Soledad.

Unos días más tarde voy a mi casa en obra a buscar unos documentos en los cajones de los muebles tapados por telas y polvillo sin fin, y por supuesto no doy con nada. El nuevo orden al que sometí todo en esta mudanza interina no ayuda para nada: cosas que me traje, cosas que dejé, cosas que moví de lugar, imposible de saber dónde puse qué. Tuve que aplicar tantos criterios alternos para esta mudanza provisoria que ya no sé qué envolví y qué no. El caso es que no doy con lo que buscaba pero a cambio de eso el obrero joven me da un sobre que llegó para mí. En realidad son dos, que puso en un cajón de la cajonera de la cocina, que ahora está vacía, la cajonera, la cocina. Hay un sobre del Banco Ciudad con actualizaciones que no me interesan y un sobre de una editorial con un libro adentro. Abro y me encuentro con el nuevo libro de Marina Mariasch, Efectos personales. Celebro el regalo pero también la coincidencia: la que está llevando adelante la obra en mi casa es Paula, la hermana de Marina. Ahora la que envía una foto de la tapa del libro con vereda de fondo soy yo. Tengo que hacer un poco de tiempo para buscar a mi hijo de la escuela y me siento en el Parque Centenario a empezar a leer la novela, otra primera persona, como en el caso de Soledad, y tampoco puedo parar. Es un relato tremendo sobre el suicidio de su madre o más que sobre, a partir de, porque a partir de ese suceso Marina comienza a reconstruir el tiempo, o a su familia, o los hechos, o los recuerdos, como cachitos desperdigados que aún vueltos a poner uno junto al otro probablemente ya no vuelvan a dibujar/configurar el objeto roto/ lo que se rompió/ lo que se quebró. 

Y ambas me llevan a una de las últimas lecturas felices que fue el Cuentas pendientes de Vivian Gornick que también llegó a mi casa un día en manos de un motoquero enviado por algún alma piadosa en otra editorial. Y ahí otra vez el cómo que también, se impone sobre el qué. ¿O no es cierto que se imponga? No, acaso no se imponga, acaso sea esa necesaria convivencia en dónde ya no sea necesario pensar en prosa y procedimientos porque el libro sucede y se transmite, traducido o no, y la señora está ahí, en vivo y en directo, dándonos apreciaciones acerca de libros que tampoco leímos y dónde una podría arrancar preguntándose ‘y a mí qué’ acaba subyugada por Vivian narrando lo que leyó. ¿Hay algo más meta que eso? Alguna cosa debe haber pero esta lo es bastante y sin embargo está la autora ahí de cuerpo presente y ni siquiera es importante haber o no leído esos libros cuyas lecturas ella comenta. En la contratapa el sitio de crítica literaria Kirkus avala así:

“Más que nunca, Gornick revela tanto sobre sí misma como sobre los autores cuyas obras comenta. Por fortuna de sus lectores, la literatura tiene poco paladines tan apasionados, inteligentes e implacables como Gornick.”

A diferencia de Kirkus opino que no son tan pocas esas paladinas, por suerte, las justas y necesarias, y que haya siempre más, mejor. A mí leer a contemporáneas tan lúcidas, inteligentes y disponibles como Marina, como Cecilia, como Soledad, que nombro ahora pero hay tantas más y no quiero deshacerme en nombres porque tampoco es cuestión de eso pero me hace querer a la gente y sentirme acompañada y pensante y reaviva mi fe en nosotras en momentos aciagos en los que ciertos poderes podridos quieren imponerse a fuerza de violencia y desconociendo derechos adquiridos.

También estuve en distintas instancias talleristas de transmisión de saberes e ideas en las últimas semanas con gente más joven y otra que no tanto y algo circula mucho y no dejo de sorprenderme de lo lúcida y conectada que puede ser la gente y eso convive con la radio que escucho a diario y parecería que quienes detentan el poder y quienes lo comunican quieren impartir un status quo del horror y lo hacen, ese tipo de violencia, la de la desazón, la de la invasión, la del asolamiento que no niego, para nada, y vaya que está y que rige y que se quiere imponer porque ese es su modo de existir, el de la violencia, el de la imposición, el de la tercera escrita lento y bien. Y digo también que no es lo único y que no nos tome y que se puede seguir pensando y haciendo desde el amor al otrx, a la tierra, a lo que hay alrededor, resistir pacíficamente sin dejar de combatir, y escuchar y leer a veces más que decir y escribir, aunque eso también, pero escuchar y leer y pensar, escuchar y pensar y no sólo escuchar y decir; y transformar, creer en transformar, al pensar, al leer, al decir.

Escribir rápido y lento y mal y bien en primera y en segunda y en tercera y verse y abrazar y querer y creer que algo puede estar bien, y que si seguimos así comunicadxs y compartiendo, algo va a estar bien.

RP

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