Con la democracia, no
En un fragmento de “Canción de Alicia en el país”, incluida en el disco Bicicleta, de Serú Girán (1980), se escucha: “Enciende los candiles que los brujos piensan en volver a nublarnos el camino”. Me pregunto: ¿qué candiles encender para que los brujos no vuelvan?
Los perros no van al cielo, donde habitan los pájaros, las nubes y cruzan los aviones o los helicópteros, donde brilla el sol y caen, a lo lejos, estrellas fugaces. No hablan con el doble lenguaje articulado de los seres humanos. Ladran, los perros. Son lo más de lo más, cariñosos, recontrafieles, tiernos, compañeros; pero no hablan, no emiten mensajes ni se comunican con médiums cuando están muertos. No habría que aclarar esto, que es obvio, si no fuera porque un candidato a Presidente de la Nación dice que habla con un perro muerto, que además ese perro es Dios y que le dice que tiene una misión: dolarizar.
No entiendo del todo por qué hay quienes no registran ese collar de mentiras. Como tampoco entiendo que se crea posible que alguien gobierne solo por decreto, para lo cual debería disolver el Parlamento, por ejemplo, si decidiera demoler ministerios, dar marcha atrás con la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, es decir, deshacer una ley. Y eliminar el peso. Reinstalar la teoría de los dos demonios y eliminar los derechos adquiridos.
¿Será que las distopías reemplazaron a las utopías?
Después de las PASO tuve un sueño: soñé que el candidato llegaba a su acto en el Luna Park sentado en una plataforma inmensa de tablas de madera rústica con ruedas, un pallet pero de madera de vigas de tren, pesada, como una gran zorra, esos carros que circulan en las vías para trasladar materiales y personal ferroviario. Esa plataforma, la del sueño, estaba llena de caca de perro. Se ve que me impresionaron muchísimo las escenas que cuenta José Luis González en su libro El loco (Planeta, 2023): cuatro perros enormes clonados viviendo en un loft, atados con cadenas y cagando en el piso. Uno de ellos lo mordió feo al candidato, le generó lesiones graves. Cuando me desperté del sueño de la plataforma de madera, pensé: este tipo está rodeado de mierda.
Me puse a buscar datos sobre clonación de animales en la Argentina, donde se clonan 400 animales por año, a razón de 50.000 dólares por cada clon vivo. Quise saber si era legal: no hay legislación que la regule. La práctica se remonta a 1952, como se lee en esta nota, que aclara que la oveja Dolly no fue la primera como creíamos. Esta nota cuenta el derrotero de la clonación animal en el país, donde la industria ganadera y la equina van a la cabeza, pero también de mascotas, como las que paterna el león.
Me enteré de que la primera yegua clonada hace exactamente diez años se llamó Silvina Luna, un dato un poco escalofriante a días de la muerte de la actriz y modelo que murió por la mala praxis a raíz de las cirugías estéticas que realizó un médico inescrupuloso. En estos días, una jueza, en un fallo inédito, incorporó la “violencia estética” como agravante en un caso similar, lo que sienta un precedente jurídico importante. Para elaborar la categoría jurídica, la jueza consultó a la socióloga venezolana Esther G. Pineda, quien investigó el tema, que vuelca en su libro Bellas para morir (Prometeo).
Cuando miro los spots de campaña de la candidata, que amenaza con aplicar punitivismo extremo, saltar por sobre la Constitución para prohibir protestas sociales, o sacar a la calle a todas las fuerzas represivas del estado, me pregunto si tengo bien sincronizado el calendario. Un calendario marcado en el 28S, ayer, donde volvimos a las calles, ese espacio que Ellos pretenden privatizar.
La desesperación, la pobreza, el futuro incierto, contribuyen a ese clima donde brotan, crecen y se fortalecen los discursos violentos.
Aprendimos que con la democracia se come, se cura y se educa. Hace 40 años que dijimos Nunca más.
Todas estas expresiones antidemocráticas y antiderechos de las extremas derechas que atrasan, preocupan, asustan, generan miedo. Es malísimo el miedo como clima pre electoral. ¿Van a volver las persecuciones? ¿La represión? ¿En serio está pasando lo que está pasando, o es una pesadilla y cuando nos despertemos vamos a decir: menos mal? Es cierto, también, que para una gran parte de la población, esas expresiones entusiasman, enfervorizan, generan adrenalina.
Quizás, más allá de los fantasmas de brujos que podrían volver y del terrorismo de Estado, haya que mirar al resto del mundo y pensar que esos candidatos son producto de en ese armado internacional de avances reaccionarios que quieren barrer con todas las conquistas distributivas. Y que la desesperación, la pobreza, el futuro incierto, contribuyen a ese clima donde brotan, crecen y se fortalecen los discursos violentos.
Por eso, digo.
Ni perros en el cielo, ni brujos, ni patos, ni leones.
Seamos hadas, brujas, tiburones.
O mejor: usemos el lenguaje doblemente articulado, ese privilegio de la especie, para pensar bien.
GS
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