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SOY GORDA (ESEGÉ)

Hijas sanas del patriarcado

Valeria Cohen es "La señora Macbeth".

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Cuando vi La señora Macbeth, encarnado por Valeria Cohen en el cálido Teatro Azul de Villa Crespo, un frío corrió por mi cuerpo. Me sorprendió y no pude dejar de relacionar el personaje de Shakespeare, en este caso la criatura que habita la dramaturgia de nuestra Griselda Gambaro, con unas cuantas mujeres patológicas que están hoy en el poder político de la Argentina.

Decimos patológicas y pareciera que desculpabilizamos a esas sujetas, como si fueran enfermas, No es así. Alterado o no su estado mental, les cabe toda la responsabilidad de sus hijaputeces. Son hijas sanas del patriarcado. Psicópatas, desde el punto de vista de los diagnósticos tradicionales de la psiquiatría. A veces germen y siempre aliciente de los asesinatos que perpetra el poder contra les ciudadanes, por ambición, desidia, ignorancia.

Es difícil encontrar cómo llamarlas sin caer en el insulto o el diagnóstico por la falta de salud en sus cabezas. Son mujeres que manejan con total banalidad los hilos y los destinos de millones de conmatriotas y compatriotas como si fuéramos marionetas. Nos contaminan con sus peores venenos, a nosotres y a los territorios donde residimos. Niegan los hechos, acumulan bienes porque sí, reparten tiros y palos. Reprimen, persiguen, encarcelan.

Gambaro rearma la historia original para explorar la dependencia femenina en una relación condicionada por la ambición del poder, el delito y la culpa. La mancha del asesinato reaparece una y otra vez y enloquece de culpa a la protagonista. ¿Por qué ocurre esto? ¿Acaso, por los crímenes de su esposo, que mata hijos porque no puede engendrarlos, porque el hombre se confiesa culpable en la intimidad, porque no puede amarla? ¿O la hace cargo de la culpa por el deseo de ser mujer y gozar como tal?

Una metáfora despiadada de la sumisión cómplice frente al poder y de los dispositivos de silencio que intentan imponerse después para silenciar las voces que buscan sentido, entendimiento, reflexión.

La memoria colectiva se revisa desde personal de la Señora Macbeth: Sus años de acallar por temor, porque era conveniente, se pulverizan y se rompen los velos del encubrimiento cuando emerge esta señora Macbeth que trae sus heridas.

La señora Macbeth puede equipararse a la sociedad en su lucha por la desmemoria, por asumir el pasado y avizorar que, sólo recuperando la conciencia de lo ocurrido, saliendo de la anestesia, se puede construir.

Gambaro le da una vuelta de tuerca a la pieza emblemática y Cohen, junto a un elenco sólido y coral, chorrea violencia y exalta las locuras que causa la ambición ilimitada de poder.

Con muy pocos elementos en escena, la dirección de Gustavo Volpin reelabora de un modo más que interesante el clásico británico. La lucidez de esta creación explora sin concesiones los aspectos más oscuros de la condición humana.

Un lenguaje delirante, por momentos absurdo, casi surrealista trasluce cómo el encierro en las propias ideas, la desarticulación con lo real, generan un aislamiento peligroso y pueden devenir en la creación de dispositivos tanáticos. La represión sexual y la destrucción parecen estar a disposición de esos poderes nefastos.

¿Cómo no pensar, frente a esta obra canónica, en la hermana del presidente, en la vicepresidenta amiga de los represores de otrora, en la ministra de-capita humanes, y en su colega de (in) seguridad que aplaude y premia a los que disparan, tiran gases y encarcelan inocentes

“Vendrán épocas de crímenes felices donde el poder ignorará las muertes que ocasiona, las decidirá sin imaginar y sin perder el sueño”, dice la señora Macbeth.

Cualquier semejanza con la realidad argentina no es casual: “Que arda el fuego, que hierva el caldero, que aumenten la fatiga y la confusión”, se escucha en la escena. “Arduo es no dormir cuando el sueño no da aliento a la conciencia”.

La psicóloga e investigadora teatral Lydia Di Lello, especialista en Gambaro, señala que Lady Macbeth, protagonista de la tragedia, está instalada en el imaginario colectivo “casi como un mito. Este personaje teatral ha atravesado cuatrocientos años para configurar la imagen misma de la mujer fálica. El sesgo de ese casi mito es el de la instigación. No comete el asesinato de Duncan con sus propias manos, pero induce las acciones de Macbeth. Y lo sostiene cuando flaquea”.

¿Cómo no pensar, frente a esta obra canónica, en la hermana del presidente, en la vicepresidenta amiga de los represores de otrora, en la ministra de-capita humanes, y en su colega de (in) seguridad que aplaude y premia a los que disparan, tiran gases y encarcelan inocentes?

Arpías esotéricas forman una red, rodean como un coro a la Lady y la confrontan con los gestos y hechos de su esposo. La señora Macbeth está poseída por las palabras de su señor, no tiene una voz propia. O, mejor dicho, su voz singular, queda aniquilada o sometida por amor. Habla por su hombre, habla, como tantas otras mujeres de este país y de este mundo, por el machismo, los medios hegemónicos, esos hombres que las convirtieron en objetos para su uso y goce.

Son las que apoyan la reducción y disolución de las políticas de género y de derechos humanos, las que compran el discurso de la corrupción de dichos organismos, las que igualan todas las violencias, las que equiparan femicidios con los eventuales malos tratos o asesinatos de algunos hombres.

Pero, a diferencia de lo que ocurre en la ficción del teatro, acá la pasión por el mal no proviene de las acciones de tres brujas, no es un complot de espectros, ni un acto de amor hacia un hombre, sino el resultado de un plan de despojo y entrega de un gran país para ser convertido en otro pequeño y pobre, sin identidad, que ha encontrado en estas mujeres las herramientas para realizarse.

Como siempre Shakespeare y Gambaro, dos épocas, dos realidades. Su arte, adelantándose a su tiempo, nos habla de hoy. ¡Son clásicos! Y están a la vanguardia.

“La señora Macbeth” estará el 31/8 en el Teatro Maipú, de Banfield, a partir de setiembre vuelve los sábados a las 19 horas al teatro Azul y en marzo de 2025 desembarcará en el XXII Festival Iberoamericano Cumbre de las Américas, en Mar del Plata.

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