Neutralidad, voto en blanco y negacionismo
Es jueves, son las 11.00 y por los altoparlantes llaman a embarcar el vuelo AR 1498 a Tucumán por la puerta 7, hacia allá voy. Al pasar, en la puerta 6 que anuncia un vuelo de Flybondi destino Mendoza, hay un grupo de siete u ocho personas que abrazadas en ronda comienzan a cantar el jingle “Votá a Milei” (surgido de La Fábrica de Jingles de Gelatina). En el centro de ese grupo, enfundado en su clásico buzo Under Armour azul, está Javier Milei. Me preparo para ver a cientos de personas yendo al encuentro del minarquista, para improvisar un gigantesco pogo. Pero compruebo que pasan los segundos y, en el grupo, siguen siendo siete u ocho. Un pasajero que estaba observando la misma escena me sonríe y dice: “Así de solos se van a quedar el 19 a la noche”.
Es viernes, son las 14.40, estoy viajando de regreso a Buenos Aires, acabo de terminar de escuchar el podcast Sin control: El universo de Javier Milei que me había descargado de Spotify. Producido por Anfibia y narrado por María O´Donnell, el podcast está basado en audios del propio Milei y testimonios de personas cercanas a él en distintos momentos de su vida. El testimonio más revelador, para mí, es el de Rafael Bielsa, jefe de Milei durante varios años en Aeropuertos Argentina 2000. Bielsa, palabras más o menos, explica que Milei era una persona sumamente respetuosa, tranquila y que exponía sus propuestas e ideas de muy buenas maneras. No lo vio cometer nunca un exabrupto. Estos dichos del ex canciller ponen en duda la imagen que nos podemos formar escuchando al Milei de los últimos años o a sus vecinos explicando como convivía con cinco mastines ingleses en un departamento de dos ambientes.
Entonces, Milei ¿es o se hace?
Leo que los consultores brasileros que asesoran a Sergio Massa ponen su mayor empeño para que la campaña no se dirija a la “cuestión psíquica” de Milei. Su teoría es que atacar ese costado del candidato es victimizarlo y termina por reforzar el fanatismo de sus fieles y generar cierta empatía de sus no seguidores.
eo las propuestas, escucho a los referentes de cada asunto, dolarización, banco central, venta de armas, educación salud, trasplantes de órganos, Malvinas, ayudas sociales… y encuentro que por cada ítem hay al menos tres posiciones o versiones
Centrémonos en las ideas y dejemos, por ahora, de lado a la persona. Hago un repaso de temas, leo las propuestas, escucho a los referentes de cada asunto, dolarización, banco central, venta de armas, educación salud, trasplantes de órganos, Malvinas, ayudas sociales… y encuentro que por cada ítem hay al menos tres posiciones o versiones: la extrema, que usa terminología dinamita, la media, que relativiza la anterior mediante el agregado de un horizonte temporal indefinido y la lavada, que pone en duda, niega o contradice lo dicho por ellos mismos en otros tiempos.
Sin embargo, la estrategia de tener varias versiones para un mismo tema, presenta una única y contundente excepción que viene expresándose principalmente en cabeza de la candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel. Solo por poner dos ejemplos de la última semana, el viernes 10 de octubre, la candidata salió en defensa a un militar retirado desde 2021, que tiempo antes, había subió a Tik Tok un video de un Falcon verde con la frase “7, aunque un poco incómodos, entran en este baúl” y música militar de fondo. Dos días antes, Villarruel, en el debate de candidatos a vicepresidentes organizado en a dos voces, salió en defensa de un integrante de los grupos de tareas del Ejército en Rosario, con cinco condenas por delitos de lesa humanidad, tres de ellas a perpetuidad.
No creo que sea relevante dilucidar si Milei es o se hace, lo relevante es lo que su fuerza va a hacer si llega al poder.
Todos los opinadores políticos aseguran que estamos ante una elección bisagra, la más importante desde la vuelta a la democracia en la que se eligen dos modelos de país. No lo creo. No se trata de dos modelos en pugna, como podrían ser los de Juntos por el cambio y Unión por la patria. En esta elección tenemos delante una opción que es fundamentalmente antidemocrática. Claramente no por sus propuestas, con las que podemos estar o no de acuerdo, tampoco por las formas y expresiones, reales o actuadas de su líder. Esas formas, esas propuestas ya las vimos en otros países. La novedad antidemocrática que promueve esta opción electoral es la negación del papel que tuvo la totalidad del aparato estatal al servicio del terror planificado y sistemático, institucionalizando el secuestro, la tortura y la desaparición forzada de personas durante el período 76-83 y la reivindicación del papel de los genocidas que participaron de la misma. Ese negacionismo, al día de hoy, es una opción simplemente aberrante.
El 19 N por la noche sabremos si al pogo de Aeroparque no se sumaba nadie por vergüenza o por rechazo. También sabremos cuan funcionales al negacionismo habrán sido los “neutrales” del voto en blanco.
MS
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