Plebiscito chileno, élites injuriosas y electorados injuriados
A una semana de la asunción de Donald Trump a la presidencia de EEUU, en los globos de Oro de enero de 2017, la actriz Meryl Streep, trofeo en mano, vestido negro de Ricardo Tisci para Givenchy, politizó la ceremonia con un discurso político y didáctico. Explicó la función del arte, que encarna Hollywood con su progresismo intelectual y cosmopolita. Porque es vanguardia de diversidades. “La hermosa Ruth Negga nació en Etiopía”, no acaba de decir Streep, y la cámara ya filma “a esa Negga tan poco 'nigga', tan intachable para desfilar en las pasarelas de Modelos sin Fronteras en nombre de esa diversidad de Hollwyood”, según evoca Montserrat Álvarez. Estos valores se ven hoy vilipendiados por “el ignorante público de los espectáculos 'culturalmente inferiores' al cine de Hollywood”, de “fútbol y artes marciales por tevé”, ese electorado que ha votado por Trump. “Estallan lozanas risas del auditorio ante el brillante sarcasmo femenino, patada de tacos stiletto”, escribe Álvarez, contra todas esas grises vidas que no han sabido viajar más allá de su tele simpsoniana ni de la pantalla de tuits trumpistas ni de las callejas de sus correspondientes Springfield.
En la semana que siguió a la victoria del Rechazo en el plebiscito constitucional chileno del domingo, hemos visto y oído una y otra vez elogiar el texto repudiado por un electorado masivo con las palabras que Meryl Streep reservaba al espectacular progresismo vanguardista de Hollywood. La nueva Constitución malquerida era la más progresista, la más avanzada, la más inclusiva, la más diversa, la más paritaria, la más social del mundo. Pero fue avasallada por un electorado de que ya sabían que era culturalmente inferior, pero al que la contundencia del Rechazo reveló más anti-progresista, trumpista, pinochetista, sin estudios, víctima de pantallas de la desinformación organizada. Conviene aclarar que el presidente Gabriel Boric no se cuenta entre quienes vinculan los números del plebiscito a una impregnación derechista de un electorado o engañado o cooptado.
Streep-tease
Marta Lagos deploró que tan poca gente en Chile tenga educación universitaria, que sea tan ignorante, que a los derechos de la naturaleza anteponga los suyos propios, que no les importen los bienes materiales pero les importen tantísimo los bienes materiales, que las señoras pobres quieran “una cocina empotrada” y “dinero para ir a la peluquería”. Descubrió que la gente era tan arcaica, tan conservadora como para votar lo que vota el patrón o la alcaldesa, tan individualista como para preferir la vía más directa y la norma más mayoritaria que garantizara la que a sus ojos fuera la más segura y expedita respuesta a sus demandas sociales en un Estado social de derecho.
En las diez comunas más pobres de Chile, el Rechazo al texto constitucional plebiscitado superó los dos tercios de los votos. En las diez comunas con población indígena mayoritaria, el Rechazo fue del 75 por ciento. En las cárceles, triunfó el Rechazo.
“Pinochet y su legado han demostrado que son difíciles de matar”. Con esta conclusión Camila Vergara su columna del viernes en el blog de la New Left Review. La asociación de la victoria del Rechazo con una rémora irresuelta de pinochetismo ocurre una y otra vez en análisis y comentarios, con una frecuencia muy mayor en medios fuera de Chile. Apoyada muchas veces en una confusión o una inferencia inexactas sobre qué dirimía el plebiscito constitucional. Un padrón de 15 millones fue convocado a dar su voto o por el Apruebo o por el Rechazo a un nuevo texto Constitucional que había entregado, al fin de un año de labores la Convención Constitucional que lo redactó en nueve meses (150 convencionales elegidos por sufragio popular dedicaron los tres primeros meses de sesiones a discutir el Reglamento Interno de la Convención). Es decir, el electorado no había sido llamado a elegir entre una Constitución socialdemócrata y la vieja (pero actual) Constitución neoliberal pinochetista. Más de 13 millones de votantes eligieron entre Aprobar o Rechazar la nueva Constitución propuesta. Esas eran las dos únicas opciones de la elección binaria. Ni se les pidió que dirimieran, ni se puede deducir de su voto que lo hayan hecho, entre la nueva Constitución y la Constitución actual, plebiscitada durante la dictadura del capitán general Augusto Pinochet en 1981, y modificada en democracia. Según encuestas a boca de urna, 3 de cada 4 votantes del Rechazo quieren un nuevo proceso constitucional y una nueva Constitución para Chile que asegure para las mayorías las demandas del 'estallido social' de octubre de 2019.
Pobres, indios, ignorantes
La composición del electorado del Rechazo no es tan diferente, aunque lo fueran los resortes de su agrupación, del que votó por las candidaturas partidarias de CFK o Pepe Mujica, ý aun por Donald Trump o Jair Bolsonaro: los pobres nuevos. Y por Evo Morales y Pedro Castillo: los pobres y los indios. La derrota plebiscitaria del Apruebo, del Partido Comunista de Chile, del Gobierno, y del presidente Gabriel Boric, ¿convierte en derechistas a 7.882.958 votantes que hicieron suya la opción Rechazo? ¿Fue el plebiscito una derrota de la izquierda, un triunfo de la derecha? La derrota del oficialismo, ¿es victoria de la oposición?
El Rechazo al texto propuesto para la nueva Constitución obtuvo un 62% de los votos. Frente a un sin duda decisivo, pero más estrecho, 56% del No en el plebiscito constitucional convocado por la dictadura chilena en 1988. El No a la continuidad de Pinochet en el gobierno por siete años más significó que el inicio de la transición democrática y la organización del proceso electoral que culminaría con la presidencia del democristiano Patricio Aylwin y el primer gobierno de la Concertación en 1989.
Hoy Chile es un país más pobre, y la sociedad chilena es más desigual, de lo que era en octubre de 2019. La inflación es del 13%, el riesgo país es más alto que el de Perú. El temor a la delincuencia escala hasta asustadoras cumbres nunca conocidas, y las tasas mensuales de homicidios, también. No desciende la desconfianza a la política como tradición corporativa y guilda profesional, cuyos agentes se relegitiman con un ritmo más cansino que el de los vectores del orden. Porque el Ejército y Carabineros conocen rotundos porcentajes de aprobación también ellos históricos.
En las 16 regiones de Chile, ganó el Rechazo. De las 346 comunas del país, el Apruebo ganó sólo en ocho. En las diez comunas más pobres, el Rechazo superó los dos tercios de los votos. En las diez comunas con población indígena mayoritaria, el Rechazo fue del 75 por ciento. En las cárceles, triunfó el Rechazo.
De Arica a Punta Arenas, los votos opusieron a una élite minoritaria contra una mayoría popular. El plebiscito desfiguró la imagen clásica de un país dividido en dos mitades polarizadas por el antagonismo de progreso y reacción. No entrevemos la forma de las cosas que vendrán, cuando, casi sin saberlo, nos hemos despedido de la era de los empates catastróficos.
AGB
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