La polarización Massa-Macri dispara la micromilitancia electoral cara a cara
La posible llegada de Javier Milei a la presidencia de Argentina desató lo que en las redes sociales se denominó #micromilitancias, tanto a favor como en contra de su figura y su propuesta política. Ya con la carrera hacia la segunda vuelta, que ahora también involucra a Sergio Massa, ese microactivismo se extendió a eventos masivos y espacios que en principio no jugaban en la discusión política.
Cuando se piensa en el concepto “micromilitancias” se lo puede identificar con dos líneas de análisis: la primera, ligada a un tipo de participación cívica asociada específicamente al involucramiento político electoral; y la segunda, vinculada a un tipo de compromiso político específico, es decir al desarrollo de un conjunto de acciones determinadas que tienen un objetivo común. Cualquiera de las dos acepciones parece ser válida en este caso, e involucra no solo a individuos, sino también a colectivos.
Si se hace un repaso de las últimas semanas, se observa un sinnúmero de acciones de rechazo a la propuesta política de La Libertad Avanza (LLA) y de Javier Milei como postulante a presidente. Desde las declaraciones de las swifties argentinas —fans de la cantante Taylor Swift—, pasando por las de fans de la banda coreana BTS, hasta las de fanáticos de los Rolling Stone, además de pronunciamientos de diferentes artistas en espectáculos públicos como Wos.
También, Marilina Bertoldi o Ismael Serrano, rechazos en fiestas privadas, como lo sucedido en el Club Atlético Argentinos Juniors, donde se echó de un evento a un fanático de Milei que fue disfrazado de nazi, situación que se hizo pública por un comunicado del propio club, y también en charlas y discusiones en ámbitos privados.
En muchos casos esas micromilitancias son más silenciosas, con carteles anónimos y notas escritas a mano que circulan por distintos edificios del país y que usuarios de X comparten
Todas estas expresiones, que tuvieron su impacto y repercusión en redes sociales, dan cuenta no solo un tipo de posicionamiento claro sobre las elecciones sino también de un tipo de compromiso político que es posible asociarlo, en muchos casos, a compromisos previos, vinculados a valores, identidades e incluso ideologías diversas.
Sin duda, la propuesta política de Milei puso en juego muchos de esos compromisos, abrió un camino de discusión que va más allá de los distintos posicionamientos políticos. Esto permitió la emergencia de un debate en relación con el tipo de país y democracia que aspiran a tener los argentinos.
No es la primera vez, desde la recuperación democrática de 1983, que las elecciones se polarizan de forma tan marcada y emerge un tipo de activismo de los votantes hacia un candidato. Por ejemplo, el ballotage entre Daniel Scioli y Mauricio Macri en 2015 también generó un tipo de compromiso específico ante el posible establecimiento de un programa económico de corte neoliberal. En aquel momento, las acciones se concentraron principalmente en adherentes partidarios y sectores sociales mas o menos organizados, como el científico que se involucró fuertemente en la campaña.
En este caso, el proceso parece ir más allá de esos actores aunque no se puede negar cierto sentido identitario sea ideológico o no, o para ser menos estrictos a una idea general de país, o valores asociados a un tipo de convivencia democrática.
Otro factor interesante de estas micromilitancias es que no están solo identificadas con actores que se oponen a LLA sino que incluso aquellos seguidores de Milei hacen un uso exhaustivo de sus redes para difundir ideas y contrarrestar el impacto de los posicionamientos negativos de los opositores al candidato libertario.
En cualquier caso, lo más interesante es que se puede encontrar —principalmente en la micromilitancia opuesta a LLA— un tipo de activismo cívico que parecía dormido en la mayor parte de los argentinos, sobre todo porque aparece el convencimiento como el principal objetivo. Y a pesar de tener un carácter —en la mayoría de los casos— desorganizado y desestructurado propone un tipo de interacción cara a cara entre las personas.
Charlar, analizar, explicar y convencer aparecen como claves en la interacción entre aquellos que ven en riesgo la democracia (tal y como la conocemos) y otros que valoran más un aspecto de cambio asociado a la “ruptura” del sistema político, social y económico vigente.
¿Crisis de representación?
Lo que llama la atención es que en los últimos meses la opinión pública y los discursos principalmente mediáticos han insistido en conceptos como crisis de representación, enojo/bronca y desesperanza, que hoy puede analizarse que no fueron abordados de manera correcta.
El primer concepto claramente no existe. Con matices la sociedad encontró espacios de representación para marcar su enojo o descontento con diferentes tendencias y políticas; incluso en el actual contexto aparece una oferta electoral que (quizás parcialmente) contiene las expectativas de esos votantes; a su vez también puede observarse un importante involucramiento de los ciudadanos en la campaña. Aunque esto no quita la necesidad de volver a poner en discusión la volatilidad y dispersión del voto de ciertos sectores de la sociedad.
El segundo, sin duda, es más claro, pero se encuadra casi exclusivamente en un aspecto económico en el que la inflación produce un desajuste entre las expectativas de futuro y el presente. Sin embargo, es posible observar cómo el factor económico ocupa solo una variable más al momento de tomar decisiones electorales -al menos en la situación actual-, e incluso de comprometerse con un candidato.
El tercero es el más categóricamente equivocado, ya que la esperanza de la sociedad puede relacionarse a lo que ofrecen los candidatos de cara al futuro. Por ejemplo, las expectativas democráticas conforman sin duda un factor de esperanza, de decisión electoral y un gran elemento de ese activismo ciudadano, de esas micromilitancias.
Como en otras épocas, la sociedad interpela a la política institucional con un compromiso político específico, identificando qué esperan de aquellas fuerzas que aspiran a gobernar, marcando expectativas que se asocian a un sentido compartido sobre la vida en democracia y discutiendo con aquellos que fomentan su desintegración tal como se conoce hoy. El botón de acción de este compromiso, de este involucramiento cívico es sin duda el temor al fin de la democracia y sus valores construidos en estos 40 años, que parece presentar uno de los candidatos a presidente.
Estas micromilitancias que parecieron activarse en esta contienda electoral, ese salir a buscar el voto más para la democracia que para un candidato en particular, esa interacción/discusión política constante con amigos, vecinos, conocidos, de manera virtual y presencial, discute con la desesperanza y busca, en su camino, espacios de representación.
Ese tipo de compromiso determinado presenta varios factores mas a tener en cuenta; el primero —ya mencionado— es que parece no ser exclusivo hacia un candidato, sin embargo es posible notar que aquellos que rechazan la propuesta de LLA parecen mostrar mucho más una intención de convencer, de marcar el rumbo del triunfo electoral de Sergio Massa, que mostrar su posicionamiento político.
Un segundo elemento tiene que ver con la diversidad de las personas y grupos que se involucran en esa micromilitancia que se activa sobre el triunfo de Massa, tanto en términos identitarios como en otros factores determinantes en los procesos de estratificación social. Y finalmente, esa micromilitancia que teme por la democracia va más allá de los espacios virtuales, y tiene una mayor expresión en espacios públicos y en ámbitos privados, como el trabajo, el hogar, e incluso en reuniones de amigos.
Posiblemente muchos de quienes hoy se comprometen por la democracia, pasada la contienda electoral volverán a sus rutinas, no se convertirán en militantes o políticos profesionales, pero sí darán cuenta de una reserva de participación cívica democrática que vuelve a mostrar, como muchas otras veces en la historia argentina, el valor que tienen este país para quienes viven en él.
Este fenómeno de micromilitancias claramente da cuenta de la importancia de la información como punto de partida para la toma de decisiones electorales pero también el peso de las redes sociales para incentivar, motivar o simplemente difundir elementos claves de la vida pública, aunque no se detiene en lo que podríamos denominar un ciberactivismo.
Sin duda, esto constituye una mirada (interpretación y opinión) sobre un fenómeno que es difícil de abarcar, por su magnitud en tanto que involucra ámbitos de expresión, que va más allá de los espacios públicos y las redes sociales, y que incluye la vida privada, pero sí hace poner atención sobre los elementos que genera un tipo de movilización y compromiso político en defensa de ciertos derechos adquiridos y valores que integran la vida política argentina contemporánea.
AB/JJD
0