El temor al deseo
La palabra temor tiene cierta ambigüedad, tiene una relación imprecisa con eso a lo que teme. En principio, afirmaría que el temo tal cosa no es lo mismo que el le tengo miedo a. De hecho, lo que caracteriza a ese temo es que no está la preposición a. O sea, el temor no es a un objeto, sino que vuelve sobre sí mismo. Si no fuera muy redundante, podríamos decir que es un temor al temer.
O quizás uno podría decirlo más sencillamente: es un temor que nombra algo distinto que un miedo, un desplazamiento del miedo, en la medida en que este se vuelve un indicador de una relación con el deseo. “Temo estar embarazada”, dice una mujer a su pareja; entonces el otro hace un chiste, que refleja su propio temor y ella se enoja. Ahí el circuito puede entenderse de una forma distinta: frente a la aparición repentina de ese deseo, si el otro no proporciona una respuesta precisa, clara, de aseguramiento, aparece la hostilidad. La hostilidad por quedarse sola con su deseo, por tener que ver qué hace con ese deseo, que ni siquiera es tal. Porque ella no sabe qué desea.
Aquí es posible notar que la respuesta del varón es diferente a la de la huida fóbica, bastante corriente hoy. Por lo menos, en este caso hay alguien que puede decirle algo a otro, aunque sea de esa forma disfrazada (la del chiste). Y ella esperaba una respuesta en un tono diferente con el cual se había comunicado, podemos decir que reprimía, en la respuesta de él, la posición desde la cual había hablado.
Además, si nos detenemos brevemente en la posición de estos varones, que responden de esa manera, podríamos detectar también algún indicador de deseo. En efecto, Freud afirma que, en los varones, la primera relación que tienen con la realidad es de negación, de desmentida. Aparece una especie de cancelación de la realidad, y es la primera manera en la que un varón puede desear. No obstante, es una interpretación común que ella responda: “Entonces no quiere”.
Es una conclusión que va a la cuenta de la angustia de estas mujeres, pero que no se deduce de manera directa de lo que ellos dijeron. Este es un trabajo bastante habitual. Cuando trabajamos de escuchar personas, es fundamental situar la respuesta y no producir una sobre nuestra lectura de esa respuesta, mostrar ese punto de duda respecto de lo que el otro quiso decir. Muchas veces, se toma la vía de pensar: “Bueno, entonces dijo que no”. Pero ese no anticipado ya supone una interpretación que tiene como fuente la presencia temerosa del deseo. Es un quiero que quieras o, mejor dicho, si vos lo querés, yo lo voy a poder querer. Una forma de asegurar lo que uno quiere en lo que el otro quiere.
Lo que me importa ubicar es que, en la medida en que ahí aparece algo del deseo, la respuesta es por el lado del temor. Suele suceder que la angustia, como tal, no se presenta como angustia. Uno de los ropajes conscientes que esta toma tiene que ver con algún temor. Por ejemplo, aparece el famoso tengo miedo de qué me va a decir. Considero que es valioso dentro de los tratamientos restituir ese punto en el que alguien pueda soportar que no sabe qué le pasa al otro, independientemente de su respuesta. Pero ese no saber no quiere decir que sea algo incierto, indeterminado, enigmático; porque no le puede pasar cualquier cosa. A veces, no saber qué le pasa al otro lo que mejor muestra es que el otro está afectado por la situación.
Entonces, vuelvo a este punto que me importa subrayar, a este aspecto de la presencia del deseo como algo que, en principio, se reconoce por cierta dimensión temerosa. Y a que, al mismo tiempo, la relación con el otro no es un punto de apoyo. Buscamos en el otro algún tipo de seguridad respecto de eso. Cuando la presencia del deseo es por la vía del miedo, lo hablamos con el otro y esperamos que su respuesta nos dé algún tipo de orientación, aunque más no sea, que quiera lo mismo.
La primera forma en que se presenta eso que uno quiere es, a veces, a través del temor. Por eso su mejor forma de aparecer es como un no quiero. No querer lo que se desea es una de las formas privilegiadas y defensivas de aparición de ese temor. Pero no porque realmente se lo desee, porque no se desea eso. Lo significativo es que la manera de establecer algún tipo de relación con el deseo es a través del no querer.
Sin embargo, ese no quiero rápidamente se traduce en no sé lo que quiero.
El deseo, indudablemente, es contradicción.
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