Aborto legal en Argentina: la historia de una lucha de cinco décadas
La fórmula conservadora y de derecha que ganó las últimas elecciones colocó el aborto como otro eje su batalla cultural. Javier Milei habló de llamar a un plebiscito para eventualmente derogar la ley 27.610; y aseguró que el debate fue “contaminado” por “una organización internacional que tiene más locales para asesinar chicos en el vientre materno, que McDonald’s en el mundo”.
Pasaron tres años desde la aprobación del Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo, uno de los progresos más significativos en materia de salud pública y derechos humanos de las últimas décadas.
El aniversario tiene tintes de una celebración alerta, que se apoya en la larga lucha que convirtió a este reclamo en una realidad. La masiva “marea verde” que se desplegó entre 2018 y 2020 tuvo como precedente casi medio siglo de activismo. Esta historia resalta la resiliencia y la firmeza de los movimientos, quienes se niegan a retroceder ante el avance conservador.
Pioneras de la resistencia
El reclamo por el derecho a una sexualidad libre, desvinculada de la reproducción, resonó en las voces anarquistas desde la primera década del siglo XX. No obstante, fue en los setenta cuando se generó el cuestionamiento a la maternidad como destino inevitable de las mujeres, y el activismo por la legalización del aborto adquirió fuerza.
La revolución de la píldora de la década anterior había cambiado la conciencia de mujeres en todo el mundo. Ellas desafiaban la opresión, las relaciones sin placer, la violencia dentro de los vínculos y la falta de conocimiento sobre su propio cuerpo. Sus demandas no se limitaban a cuestiones de género. Con el recuerdo reciente de hitos como el movimiento de derechos civiles, el Mayo francés, la Primavera de Praga y, localmente, el Cordobazo, sostuvieron reclamos políticos.
Organizaciones como la Unión Feminista Argentina (UFA), surgida en 1970, y el Movimiento de Liberación Femenina (MLF), creado dos años más tarde, desempeñaron roles cruciales en este proceso. Estas agrupaciones no solo abogaban por la despenalización del aborto, sino que también buscaban la derogación del decreto de López Rega que restringía la difusión de anticonceptivos. Se organizaron en un Comité, recorrieron las calles, repartieron volantes, se pronunciaron. Algunas consignas de la época eran: “Madre, reina o esclava, nunca una persona” y “El embarazo no deseado es un modo de esclavitud. Basta de abortos clandestinos. Por la legalidad del aborto. Feminismo en marcha”.
Tanto la UFA como el MLF se esforzaron por politizar lo cotidiano, llevando a la esfera pública cuestiones que solían relegarse al ámbito privado. Hicieron propio el lema nacido en el Norte Global: “Lo personal es político”. Influenciadas por las feministas de la “Segunda ola”, tomaron sus desarrollos teóricos y adoptaron el modelo de grupos de “autoconciencia” donde se discutían cuestiones como patriarcado y sexismo.
A la vez, las feministas argentinas observaron con cierta desconfianza los acontecimientos en Estados Unidos y Europa. Participaron en acciones antiimperialistas y cuestionaron la intervención extranjera en el país.
En un contexto caracterizado por una agitación social y la alternancia entre dictaduras y gobiernos democráticos, con un creciente cuestionamiento al capitalismo desde diversos sectores, las agrupaciones revolucionarias y el feminismo tuvieron confluencias y divergencias.
El Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y el Frente de Izquierda Popular ensayaron espacios de organización feminista con cierta autonomía relativa dentro de los partidos. El PST incluso postuló a la trabajadora Nora Ciapponi como candidata a vicepresidenta, incluyendo demandas específicas como la anticoncepción. De todas formas, las experiencias conjuntas fueran breves y no permearon a la estructura de los partidos.
Fueron tiempos difíciles. El Rodrigazo, el surgimiento de coordinadoras interfabriles y la persecución de la militancia a manos de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) marcaron una coyuntura aplastante para todo movimiento de liberación.
El golpe de estado de 1976 –el más sangriento de la historia argentina– implicó un reflujo para cualquier clase de rebeldía. En 1980, la Policía intervino las Primeras Jornadas sobre la Condición de la Mujer, convocadas por el Centro de Estudios Sociales de la Mujer Argentina.
Aunque emergieron organizaciones como la Unión de Mujeres Socialistas (1979) y la Organización Feminista Argentina (1981), la represión y el plan de exterminio por parte del Estado dominaron los años venideros.
Democracia y placer
Durante la transición democrática, el feminismo resurgió. En 1982, nació la Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer “25 de noviembre” (ATEM), que organizó el primer homenaje local al Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres.
Muchas feministas exiliadas regresaron al país. Es el caso de Hilda Rais, quien había sido parte de la UFA y en 1983 fundó Lugar de Mujer. También ese año nació la Multisectorial de Mujeres, que empezó a organizar la movilización por el 8 de marzo.
En 1984, por primera vez en mucho tiempo, esta fecha se celebró al aire libre. La demanda por el aborto se hizo presente. De esa jornada, surgió una imagen histórica. La feminista María Elena Oddone, militante del Movimiento de Liberación Femenina (MLF), subió las escalinatas del Congreso, con un vestido blanco y un cartel que decía: “No a la maternidad, sí al placer”.
En mayo de 1986, en el Cultural San Martín, se realizó el primer Encuentro Nacional de Mujeres. Y, al año siguiente, ATEM convocó a una mesa redonda donde se debatió acerca del derecho al aborto.
En 1988, poco después de que la patria potestad compartida y el divorcio fueran aprobados, se formó la famosa Comisión por el Derecho al Aborto. Una de las figuras feministas más trascendentes de esos hitos para la lucha fue Dora Coledesky: obrera, abogada y luchadora incansable de extracción trotskista.
En 1989, la diputada radical Florentina Gómez Miranda presentó un proyecto de ley para eliminar la ambigüedad textual del artículo 86 del Código Penal (sobre Interrupción Legal del Embarazo). Su objetivo era que el aborto estuviera permitido en todos los casos de violación. Lamentablemente, la iniciativa no prosperó.
Las feministas lo hicieron
El V Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, reunido en San Bernardo en 1990, constituyó otro paso del activismo por la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Además, la década fue inaugurada con la presentación pública del primer anteproyecto de la Ley de Anticoncepción y Aborto, a cargo de la Comisión.
En 1994, se constituyó el colectivo interdisciplinario Mujeres autoconvocadas para decidir. Perseguían el derecho a la educación sexual, la anticoncepción y el aborto. Frente a la narrativa antiderechos que cobró fuerza en torno a la Constituyente de 1994, incursionaron en reuniones y acciones públicas.
Durante los años menemistas, de acuerdo con un contexto internacional de avanzada neoliberal y conservadora, hubo una reacción antifeminista. Por lobby del Vaticano, según un decreto presidencial de 1998, se estableció oficialmente el Día del Niño por Nacer.
Pasto verde y muchas semillas
El XVIII Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario de 2003, adonde asistieron feministas, militantes políticas, trabajadoras de fábricas recuperadas, estudiantes y agrupaciones piqueteras conformó un momento clave.
Allí surgió una Asamblea por el Derecho al Aborto que, junto con el grupo Estrategias por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, convocaron a unificar la lucha en una gran Campaña Nacional. Esto se logró el 28 de mayo de 2005, Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres. La Campaña se mantuvo unificada y en la vanguardia del derecho a decidir. A lo largo de los años, presentó proyectos legislativos y generó concientización, adhesiones políticas, expansión.
Todo ese camino fue fundamental para que, en 2018, miles de adolescentes y jóvenes que se sumaran a la marea feminista. El lema de la Campaña (“Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legar para no morir”) fue tomado como propio por miles y miles de adolescentes y jóvenes. Se paraban –muchas veces, sin saberlo– sobre hombros de gigantes. También adoptaron el pañuelo verde que trascendió fronteras y hoy en día es usado por feministas de todo el planeta.
En un hecho histórico, y luego de décadas de lucha por primera vez el proyecto era discutido en en el recinto de la Cámara de Diputados. La ley consiguió una primera sanción pero no pudo pasar el filtro del Senado. En una cruzada que atravesó bloques, oficialistas y opositores siguieron unidos con un solo objetivo: Aprobar la ley. Como nunca había pasado con otro tema en un tiempo de grieta, la discusión por el aborto se había vuelto transversal. Los feminismos volvieron a intentar sin suerte en 2019, y otra vez en 2020. El cambio de gobierno venía con viento de cola. Alberto Fernández anunció que una de sus primeras medidas sería enviar el proyecto al Congreso y además el nuevo gabinete contaba entre sus miembros a Vilma Ibarra, la secretaria de Legal y Técnica, una histórica militante en favor de la IVE.
En el medio se consiguió un voto clave, el de Cristina Fernández de Kirchner, quien a lo largo de sus ocho años de gobierno se había frenado cualquier intento de legalizar el aborto, esta vez reconocía que gracias a su hija había cambiado de opinión.
En la madrugada del 29 de diciembre de 2020, tras 20 horas de debate se escuchó el estallido alrededor del Congreso.: “¡Es ley!”.
La ley argentina la pone a la vanguardia de la región, dado que el máximo de semanas de gestación permitido en esas otras jurisdicciones es de 12 en algunos casos y de 8 en otros. Además, la IVE legal llegó a un país en el que organizaciones como la Red de Acceso al Aborto Seguro (REDAAS) estimaban entre 370.000 y 520.000 abortos clandestinos al año.
A tres años de la sanción de la ley, su aplicación sigue siendo despareja, el acceso es dispar en las provincias y no hay cifras sobre las mujeres que aun hoy siguen siendo encarcerladas tras haberse practicado un aborto. Pero a pesar de las falencias, la ley marca una diferencia: desde su sanción abortar en condiciones seguras es un derecho y ya no un delito conminado a la clandestinidad.
Mientras la derecha intenta volver a poner en cuestión esta victoria, cinco décadas de tradición respaldan a las mujeres y las diversidades.
Este artículo fue posible gracias al apoyo de la Transatlantic Media Fellowship del Heinrich Böll Stiftung.
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