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La protesta social
En el acampe en Desarrollo Social: “Entre que los pibes no tengan para comer y salir a pelear, preferimos salir”

El acampe frente al Ministerio de Desarrollo Social sobre la Avenida 9 de Julio. Algunas familias llevan a sus niños.
14 de marzo de 2023 20:11 h

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Una cuadra entera de barricadas improvisadas hechas de palos y banderas separan el tránsito porteño de decenas de carpas. Otra vez un acampe, otra vez a las puertas del Ministerio de Desarrollo Social. Sobre el asfalto de la Avenida 9 de Julio, caliente por estar todo el día bajo el rayo del sol, se esparcen las carpas. Por el calor, es inútil usar bolsas de dormir, por lo que los colchones son pedazos de cartón, mantas o la propia lona de la tienda, que separan el lecho de la losa radiante.

El camping consiste en cuatro columnas de distintas organizaciones sociales que confluyen en la esquina de la avenida con Mariano Moreno: el MST Teresa Vive, Libres del Sur, el Polo Obrero y el Movimiento Territorial de Liberación y otros movimientos de izquierda. Vienen familias enteras, algunas con niños pequeños, que durante el día están a la intemperie bajo la sombra de los árboles de las plazoletas o del edificio del ministerio. Los sonidos de la naturaleza son reemplazados por el paso de los autos, los colectivos y las ambulancias.

Eduardo Belliboni es líder de Polo Obrero y referente de la Unidad Piquetera. “Hay una posición mayoritaria por continuar el acampe”, por lo menos hasta el miércoles cuando volverán a reunirse, dijo. “Hay compañeros que rotan, están un día y después se van pero yo me quedo acá desde el primer hasta el último día”, respondió en referencia a la organización. “Anoche eran las tres de la mañana y no podíamos dormir, porque paró el viento y es mortal”, confesó.

Hay compañeros que viven en casas de chapa, y 50 grados acá es lo mismo”, sentenció. “En la Matanza hay calor sin agua, sin comida y sin luz. Acá hay agua, comida y luz. Los compañeros, si es por las condiciones de vida, se van a quedar acá”. Agregó que “se hacen ollas populares que se cocinan en los barrios y se trae la comida hecha”, y de noche organizan actividades culturales. En las plazoletas, armaron unas pequeñas carpas que pueden alojar a una sola persona de pie. Son los baños; una persona en una reposera sentada a un costado cobra la entrada y ahí muchos van a hacer sus necesidades en un balde.

Mónica Sulle es Coordinadora Nacional del MST Teresa Vive. Invita a pasar a unos toldos con mesas y sillas de plástico al resguardo del sol. Ahí tienen barriles azules de plástico, donde guardan hielo, agua, jugos y gaseosas. Pide un cuchillo, con el que corta el fondo de una botella de Coca-Cola sin terminar y le pone hielo. Las organizadoras que la acompañan llenan botellas y termos con agua fría y las entregan a las familias. A la sombra, ponen una manta en el asfalto que todavía quema, se sientan en ronda y comparten tereré o agua helada.

“El ministerio de CABA manda todos los días a los comedores 'fresco'. O sea carne, medallones, pollo, verduras, fruta, todo lo que necesitamos para la merienda. Como hoy estamos acá, los comedores cocinaron para que comamos”, responde a la pregunta de qué comen. “Después nosotros desde la organización compramos hielo, agua, alguna gaseosa para levantar un poco. Pero la organización somos nosotros que vamos juntando un poco para comprar”, dijo haciendo alusión al calor agobiante de esa tarde en Buenos Aires.

El asfalto debe estar a sesenta grados, y solo te lo bancás por la necesidad que tenés. Si tuvieras trabajo y pudieras comprar la comida, no estaríamos acá”. Dice que en la última entrega en los comedores a nivel nacional, mandaron garrapiñada y frutos secos. Recordó el maíz pisingallo, una de las razones del acampe del año pasado y de este. “Entre que los pibes no tengan para comer y salir a pelear, preferimos salir a pelear”, y muestra la partida de un envío de mercadería. “La yerba mate tiene olor a caca, les dije ya a ellos que voy a traer para que tomen ustedes”. Recibieron dos mil kilos.

“Pero ese es un tema, el otro es trabajo”, enumera. “Nos dicen '¿cómo se bancan ustedes este calor?' y si nosotros tuviéramos trabajo formal, sería bueno porque no estaríamos en la calle, estaríamos discutiendo con la patronal. Se está pidiendo trabajo”, reclama. “Con trabajo genuino, no estaríamos discutiendo programas sociales o mercadería”. Habla de historia y de modelos económicos. Describe un modelo de “producción capitalista de saqueo de los recursos”, donde los alimentos que se producen se venden al exterior, “y acá seis o siete de cada diez pibes no comen”. “En ese modelo que les da guita, ahí no entramos nosotros, porque no tenemos la posibilidad de producir nada”.

Mónica interrumpe la entrevista varias veces porque suena su teléfono. La llama un colega, una amiga del Gobierno de la Ciudad o una entrevista radial. “No está ningún Metrobús cortado”, dice al micrófono y guiña el ojo. De la nada, aparece un desconocido con su termo sin tapa a pedir hielo. Se miran y dudan, porque eso lo compraron entre todos. Él se queda parado en su lugar, recipiente en mano. En medio de su conversación telefónica, Mónica señala para que le den, y otra compañera se lo llena. El hombre dice tener chicos, pero la mujer le responde que ellas también y le pregunta de qué organización es. Él responde “que Dios te bendiga” y se pierde entre las otras columnas.

En general nosotros no dormimos. No podés dormir. Tenés que estar atento a que pase algo”, narra sobre su experiencia, agravada por el calor: “Siempre hacemos cosas para estar mejor, porque es muy sacrificado”. “Ayer vinieron con pibes, y yo le dije que pibes no, porque salimos a bancar por ellos, no para meterlos. Ahora, menos”. Mónica tiene una gorra y lentes de sol marrones que dejan entrever la emoción de sus ojos. “Estamos jugados, cuando vos ya no tenés nada que perder...” confiesa y manifiesta su lucha: “Yo siempre digo que si no nos dejan soñar, no los vamos a dejar dormir. No dormiremos”.

LC

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