Aliados en contra y la cumbre derrotista del asesor de Milei: cómo fracasó la ley ómnibus en Diputados
Una reunión cerrada entre Santiago Caputo con los jefes del bloque oficialista y de los aliados, cuando Diputados acababa de votar en contra varios incisos del articulado de la ley ómnibus, le puso la tapa del ataúd al proyecto legislativo de Javier Milei. Eran las 19 y el asesor presidencial estrella se paró frente al titular de Diputados, Martín Menem; al jefe del bloque de La Libertad Avanza, Oscar Zago; Cristian Ritondo (PRO), Rodrigo de Loredo (UCR), Miguel Pichetto (Hacemos Coalición Federal) y Pamela Caletti (Innovación Federal). Al titular de Unión por la Patria, Germán Martínez, no lo dejaron participar. La cumbre se extendió más de media hora. “Muchachos, lo que se acordó esta mañana no está pasando. Acá no hay número para sacar la ley. Uno más uno es dos, fácil”, acusó uno de los libertarios.
Temprano había pasado por la Cámara baja el ministro del Interior, Guillermo Francos, intentando limar las asperezas que todavía existían con los bloques colaboracionistas y sus gobernadores: los alcances de los superpoderes presidenciales, la eliminación de los fideicomisos, el proceso de las privatizaciones, la reestructuración de la deuda externa, la coparticipación del impuesto PAIS, el futuro del Fondo de Garantía de Sustentabilidad. Eran todos los puntos que tenían algo de caja detrás, lo único que le quedaba al Presidente para rescatar de la ley luego de que Luis Caputo capitulara con el paquete fiscal.
Con un acuerdo de palabra atado con alambres –como fue todo el tratamiento de la ley– el oficialismo se la jugó. Entró al recinto con un nivel de amateurismo parlamentario pocas veces visto antes: no sabía cómo iban a ser las votaciones en particular. Las primeras horas de la sesión que comenzó a las 14 presagiaban un final incierto: en apenas cinco horas se habían votado solamente seis artículos.
Con mayorías circunstanciales que en algunos momentos juntó 130 rechazos y en otros tuvo un pico de 154 –de un total de 257 diputados–, el Gobierno era testigo de cómo se le caían como un piano alcances importantes de las facultades delegadas en materia económica, de seguridad y energía. El golpe político a Milei se extendía a su ministro Caputo –que nunca pisó Diputados para explicar su parte–, Patricia Bullrich –que quería “reforzar” a las fuerzas de seguridad con superpoderes luego de haber reprimido tres días seguido en las inmediaciones del Congreso– y a Eduardo Rodríguez Chirillo –secretario de Energía, pero sobre todo mentor de la ley y del mega DNU junto con Federico Sturzenegger–.
La caja de Pandora se abrió cuando la UCR, en boca de De Loredo, pidió votar por separado los incisos de los artículos 4 y 5, que representaban el corazón de los superpoderes presidenciales. De nueve votaciones mano a mano, el oficialismo apenas logró que se aprobaran dos. Eran delegaciones de importancia secundaria para el plan de desregulación económica y desguace del Estado que pretendía originalmente Milei.
Los radicales de Facundo Manes, la Coalición Cívica, los socialistas, Margarita Stolbizer y diputados de fuerzas provinciales (como los de Santa Cruz) se plegaron al rechazo cerrado del kirchnerismo y la izquierda. “Luego de la aprobación en general del viernes hubo más ofensas del Presidente y el lunes a la mañana nos desayunamos con la intervención de los medios públicos. Los diputados se enojaron”, argumentó un operador de la UCR. Pero no eran los únicos: hasta Carolina Píparo, excandidata a gobernadora de Buenos Aires en la boleta de Milei, hoy con bloque propio, rechazó el inciso h) del artículo 4, que versaba sobre los fideicomisos.
En ese apartado Nicolás Massot, espada de los federales de Pichetto, había buscado salvarle la ropa al Gobierno: pidió que se excluyeran de los fondos fiduciarios dos que tenían un especial interés para los gobernadores. Antes, Emilio Monzó, que no había hablado en todo el debate de la semana pasada, pidió algo de cordura: que no se lean completamente todos los 400 artículos porque sino la votación iba a durar “10 días” –calculó– ya que cada orador que intervenía en la discusión tenía tres minutos para hablar. Todos los gestos cayeron en un saco roto. Entre los 142 votos en contra del estratégico inciso h) había muchos de los 23 de HCF y todo el bloque de 9 de Innovación Federal, referenciados en los gobernadores peronistas no kirchneristas.
Cuando el recinto estaba presto a votar en particular el capítulo sobre las privatizaciones, que era el artículo 7, Pichetto –quizás el parlamentario más curtido del recinto– pidió parar la pelota. “Al oficialismo le pedimos que tenga alguna cuota de flexibilidad. Le encanta seguir perdiendo. Traten de ver cómo receptar alguna propuesta y ganar. Hay que ganar, no hay que perder”, aconsejó desde el micrófono. Ya se había agarrado la cabeza varias veces y echado sobre su escritorio cuando el debate languidecía. Llamó a un cuarto intermedio.
El fin de la sesión corrió como pólvora entre las bancas tras la cumbre cerrada con Caputo, quien había sido demorado un momento por un guardia de seguridad que no lo había reconocido en los pasillos. Zago pidió el retorno a comisión de la ley amparándose en el artículo 155 del reglamento de Diputados. En lo práctico es volver a foja cero. Borrón y cuenta nueva.
“Yo me enteré cuando me estaba por sentar tras el cuarto intermedio”, confesó un diputado libertario sorprendido por la noticia. Un diputado de Córdoba de HCF ya estaba apurando a sus asesores para que le saquen pasaje en avión y poder regresar este miércoles a su provincia. “Se vuelve toda la ley a cero. Laburamos todo enero al pedo”, se quejó una importante voz en el radicalismo. “Lo que nace mal, muere mal. Y todo fueron errores propios no forzados”, dijo un diputado cercano a Manes. “Acá hay una regla de oro: cuando empezás a perder, la oposición se envalentona y se termina perdiendo todo”, apuntó una diputada del PRO mientras bajaba las escaleras para salir del edificio del Palacio. En los pasillos de Diputados se escuchaba la marcha peronista.
Con el Presidente de gira por Israel, el aparato oficialista buscó ganar la batalla mediática contra la oposición aliada. Ya no eran los malos los kirchneristas. Los cañones apuntaban hacia los gobernadores cambiemitas y peronistas, puntualmente al cordobés Martín Llaryora, el santafesino Maximiliano Pullaro y el salteño Gustavo Sáez. “Decidieron darle la espalda a los argentinos para proteger sus intereses e impedir que el Gobierno Nacional cuente con las herramientas para resolver los problemas estructurales de la Argentina”, difundió un comunicado la Oficina del Presidente, luego de acusarlos de haberse beneficiado de “un sistema corrupto y empobrecedor”. Zago habló de “traición”. Francos dijo que “hubo compromisos de votos que no se cumplieron en la práctica”.
Los gobernadores de Juntos por el Cambio retrucaron rápido en un comunicado. “No corresponde que nos responsabilicen ni que nos falten el respeto aduciendo poca vocación de diálogo e incapacidad de parte nuestra”, plantearon en una de las líneas firmadas por los diez mandatarios, que abraza desde Jorge Macri al radical duro Alfredo Cornejo.
Con la sesión rota, cada bloque se reunió para hacer catarsis y tratar de ordenarse internamente. El apoyo más cerrado al oficialismo llegó del PRO, que nunca dudó en acompañar a LLA. Luego se hicieron eco Mauricio Macri y Bullrich. “Esto no pasaba con Ritondo al frente de Diputados”, fue una broma que circuló entre los pasillos. Un operador se preguntó: “¿Cuánto tardarán los macristas es sumarse definitivamente a las fuerzas del cielo?”.
Menem se juntó con los 37 diputados libertarios, mientras Caputo seguía encerrado en un costado de la Presidencia de Diputados junto con el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, y Martín Fariña, “escriba” de Sturzenegger. “Acá el responsable tiene nombre y apellido: Santiago Caputo. Es el que decidió la estrategia todo el tiempo y el que le dijo al Presidente que esto no salía”, apuntó contra el alter ego de Milei una voz que tiene ojos y oídos dentro de LLA.
Consumado el fracaso oficialista, el jefe de UxP se paseó sonriente por frente del despacho de Menem. Martínez había pedido que lo incluyeran a la reunión que definió la suerte de la ley ómnibus. “¿Dónde es?”, le había preguntado al titular de la Cámara baja, que lo paró en seco para negarle el paso. Pichetto lo había enviado en vano. Pero al salir de la cumbre, le dijo: “Disfrutá, pibe, ganaste”.
MC/DTC
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