El apoyo de Máximo Kirchner al acuerdo con el Fondo Monetario
Las conclusiones de los análisis políticos pueden ser muy diferentes si la cuestión se evalúa en función de los resultados y no sólo por los discursos.
Marx dice en algún lugar que, contrariamente a lo que ocurría en su tiempo con la filosofía alemana que descendía del cielo sobre la tierra, había que ascender de la tierra al cielo. Es decir, no partir de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; hay que partir del hombre que realmente actúa.
Intentar recuperar hoy ese método es toda una herejía para estos tiempos.
Medida con estos parámetros metodológicos, la renuncia del Máximo Kirchner a la jefatura del bloque oficialista en la Cámara de Diputados no necesariamente opera como una oposición al acuerdo del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional.
En primer lugar, porque el líder de La Cámpora manifestó que tenía discrepancias (con lo que se terminó acordando en las negociaciones) desde antes de la rúbrica del pacto. Sin embargo, la crítica y la renuncia acontecieron después. Esperó con disciplina espartana que tenga lugar el anuncio público del entendimiento y luego salió a separarse políticamente. Fue un apoyo crítico con delay: mientras se sellaba el acuerdo que puede comprometer al país por varias décadas mantuvo el silencio y la crítica llegó en diferido.
En segundo lugar, porque la primera disposición que emitió hacia los diputados y diputadas que le responden o que forman parte de su corriente política no fue que voten en contra, al contrario, están barajando una delicada administración de las abstenciones que sólo puede tener un objetivo: no obstaculizar la aprobación del entendimiento en el Congreso. Ese fue el sentido del pedido que hizo en una reunión con sus legisladores para que no se dejen “porotear”, entre otras cosas (como relató la periodista Noelia Barral Grigera en la última entrega de su newsletter En contexto) porque “negarse al ‘poroteo’ implica también dejar abierta la chance de que alguno de esos 30 finalmente apoye el acuerdo. La oportunidad más nítida que tiene hoy Germán Martínez, flamante presidente del bloque oficialista en Diputados, de conseguir dar vuelta a los abstencionistas aparece entre los ocho diputados de extracción sindical. Algunos consideran que hay que apoyar el acuerdo con el Fondo, como Sergio Palazzo, que ya dijo que ‘es un acuerdo para acompañar, siempre y cuando esa premisa (que no haya ajuste) esté contemplada’.”
En tercer lugar, porque una oposición realmente vigorosa al FMI demandaría el impulso a un proceso de movilización nacional con la capacidad de contrapesar el poderío demencial del capital financiero internacional comandado por el organismo. Una perspectiva que, evidentemente, no está en su horizonte.
Su acción evaluada estrictamente desde el punto de vista de las consecuencias políticas inmediatas, tuvo las características de un apoyo crítico, con una crítica hecha sobre los hechos consumados, cuando la cuestión ya se tornó —en gran parte— abstracta. Fue una separación o delimitación política, pero en el sentido estrictamente electoral del término. Un posicionamiento pensado más en función de las necesidades y las perspectivas de su corriente hacia el futuro antes que para modificar los lineamientos políticos del presente.
Por último, aunque no menos importante, si su posicionamiento no se expresa ni como oposición abierta ni como votos en contra ni como ruptura frente un tema tan nodal como el compromiso de un co-gobierno con FMI —de mínima— por más que una década, en los hechos opera como un mecanismo de contención. Es decir, como el intento de contener fugas en el cada vez más amplio espectro de personas referenciadas en el Frente de Todos que están descontentas o disconformes con un acuerdo que, más allá de la narrativa del Gobierno, implicará un ajuste sobre el ajuste. Porque como bien recuerda el sociólogo Juan Carlos Torre en su —ahora taquillero— libro Diario de una temporada en el quinto piso, quien va a golpear las puertas del FMI siempre vuelve con un programa de austeridad abajo del brazo.
Nunca están descartados los errores de cálculo o las movidas que pueden salir mal, pero conjugando todos estos elementos y despejando el humo que siempre rodea al “periodismo de guerra” o a la grieta, la renuncia y el movimiento táctico de Máximo Kirchner es —en los hechos— funcional a los objetivos buscados por el Gobierno, aunque superficialmente parezca todo lo contrario.
FR
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