Una apuesta al terraplanismo despiadado para sancionar un doble default, político y económico
Una mirada sobre la victoria de Javier Milei en las primarias del domingo pasado traza el siguiente diagnóstico.
La percepción expandida sobre el fracaso sucesivo de dos gobiernos de signo diferente, uno conservador-liberal y otro peronista de centroizquierda, alumbró una alternativa de rechazo. Al cabo de una década larga con una economía mediocre, incluido un período de recesión aguda entre 2018 y 2020, pobreza creciente, mercado laboral precarizado y mala calidad de los servicios públicos, muchos argentinos pegaron un portazo frente al binarismo de coaliciones ensimismadas en sus dogmas y peleas.
La tesis del hartazgo expresado en Milei elige como caso arquetípico a una familia dominada por el empleo inestable y acechada por la inseguridad en el barrio, que toma trenes deficientes que cada dos por tres interrumpen el servicio por un paro o un lockout del operador, sea concesionario o estatal. A esa familia, la promesa del “Estado presente” le suena distinto que a quien la enarbola desde un despacho oficial, un manifiesto universitario o un estudio de TV, y cena en un bodegón cool de Chacarita. Hasta allí, se non è vero, è ben trovato.
El repartidor de Rappi es el protagonista estelar de este escenario utilizado para explicar el voto a Milei. El joven en cuestión logra sumar un ingreso mensual que duplica al de su madre, que es, por caso, enfermera en un hospital público y tradicional votante peronista. Descreído del valor de la sindicalización y acostumbrado a convivir con el riesgo, el repartidor acepta que su moto y su cuerpo sean capital de trabajo, y apoya a Milei. Su padre, empleado en negro en un depósito —siempre en el ejemplo hipotético—, llegó de Paraguay hace dos décadas. Fue al hospital del barrio por un estudio y le dieron turno para dentro de meses. Sostiene, ayudado por la televisión, que la demora se debe a extranjeros que siguen llegando, pero ya no para trabajar, como hizo él. Al igual que su hijo, vota a Milei.
La apelación abusiva al ejemplo del repartidor de Rappi no deja de incurrir en un desprecio solapado hacia 'la víctima del sistema'
Si la ola de La Libertad Avanza recorrió el país y abarcó todas las clases sociales y categorías de empleados, pero se hizo fuerte en barrios de ingresos medios bajos y bajos, cabe suponer que abundan los integrantes de familias mal empleadas entre los más de siete millones de ciudadanos que pusieron la boleta de Milei y Victoria Villarruel en la urna.
Representación chata de un votante
Un razonamiento del tipo “voto harto: voto a Milei” procura evitar el lugar inadmisible de subirse a un estrado y despreciar a quien elige distinto a lo deseable, como si muchos biempensantes no hubieran apoyado a atildados candidatos que terminaron siendo un fraude político, económico y moral a lo largo de la historia argentina.
Sin embargo, la apelación abusiva al ejemplo del repartidor de Rappi —transformándolo en un molde, prototipo más que arquetipo—, sostenida desde mesas contiguas a las del profeta del Estado presente en Chacarita Gourmet, no deja de incurrir en un desprecio solapado hacia “la víctima del sistema”.
Milei no oculta demasiado sus ideas. Propone a los gritos pisarle la cabeza al prójimo. Más que eso. Levanta la bandera de un Estado despiadado que ayude a los poderosos a lucrar con las necesidades de los más pobres, hasta para vender órganos. El economista libertario agita la motosierra para los débiles y baja el tono, sumiso, cuando le toca hablar de los subsidios a la Iglesia católica, el negocio de los especuladores y el contratista del Estado que lo empleó unos años. Quien quiere oir, oye.
El votante-víctima es reducido a un ser incapaz de discernir por su cuenta las razones de las dificultades cotidianas, de verlas en perspectiva y contrastar realidades, o de elegir por razones que vayan más allá de su vivencia inmediata. La descripción perfila un autómata que actúa por impulso y no de acuerdo a convicciones. El prototipo, además, es ahistórico. Nunca antes un argentino vivió en una casa con revoque a la vista y atracos en la esquina, ni estuvo empleado en negro, ni vio que sus padres trabajaran todo el día sin lograr avanzar, por más que alguna estadística indebida indique un descenso en la pobreza multidimensional en los últimos cuarenta años, producto del aumento en las conexiones de agua, gas y electricidad.
Milei propone a los gritos pisarle la cabeza al prójimo. Más que eso. Levanta la bandera de un Estado despiadado que ayude a los poderosos a lucrar con las necesidades de los más pobres
Por supuesto que el agobio de una crisis prolongada juega un papel en las razones políticas de millones de argentinos que encaran sus días con incertidumbre, tratando de resolver un mar de problemas, sin demasiado tiempo para analizar perfiles electorales. Una vez más, no se trata de juzgar, sí de comprender, lo que no significa maquillar ni hacer tabla rasa con las motivaciones que llevaron a muchos a votar a un candidato de la catadura de Milei, así como muchas de esas mismas personas eligieron antes a líderes “nacionales y populares” o “institucionalistas”.
El mapa electoral indica que en Rafael Castillo, La Matanza, ganó el peronismo por amplio margen, y sus habitantes no están precisamente entre los no agobiados por el presente. Y a su vez, los siete millones de votos a Milei están poblados de muchas otras realidades, como bien puede dar cuenta Juntos por el Cambio al comprobar el hachazo propinado por La Libertad Avanza en el eje Santa Fe-Córdoba-Mendoza, “la Argentina productiva”, como postulaban los dirigentes del PRO, la UCR y la Coalición Cívica, con espíritu discriminador indisimulado.
Los investigadores Javier Auyero y Sofía Servián, autores de Cómo hacen los pobres para sobrevivir (Siglo XXI, 2023), alertan sobre las explicaciones unívocas para circunscribir un determinado tipo social: “Categorías enteras e internamente diversas (‘los pobres urbanos’, ‘los jóvenes pobres’, ‘las mujeres vulnerables’) son reducidas a uno o dos rasgos sobresalientes (‘beneficiarios de ayuda estatal’, ‘participantes en un movimiento social’, ‘vendedor y/o consumidor de drogas ilícitas’, etc.); sus vidas complejas y cambiantes son encapsuladas en lo que la novelista Chimamanda Ngozi Adicchie llama ‘una sola historia’ o lo que la socióloga Patricia Fernández-Kelly describe como ‘representaciones chatas de problemas sociales’”.
Chatura, reina del clickbait.
La ilusión de Morel
Jonathan Morel, fundador de la organización Revolución Federal, proveedor muebles para un hotel de la hermana del exministro de Cambiemos Luis Caputo y procesado por “instigación a la violencia colectiva”, votó a Milei. Eligió la lista completa de La Libertad Avanza excepto en el tramo de intendente. Allí optó por Soledad Martínez, la sucesora de Jorge Macri en Vicente López.
Hoy desocupado, Morel indica a elDiarioAR que casi todas las personas del barrio con las que interactúa votaron a Milei. Concibe que quienes eligieron otras opciones prefieren callarlo, por vergüenza o temor “a recibir insultos”. Del candidato libertario, al joven lo atrae que “todo lo que dice está fundamentado”.
Morel, autor de amenazas como “prender fuego” a dos legisladoras del Frente de Todos y periodistas, y propuestas del estilo de “poner una bomba en Casa Rosada” y “tirar aguar hirviendo” a kirchneristas que manifestaban frente al domicilio de Cristina en Recoleta, cree estar siendo víctima de una persecución. Sostiene que sus expresiones fueron producto de un arrebato sin intenciones violentas, y compara su situación con la de alguien que intercede en defensa de una víctima de violencia machista y la mujer termina aliándose al golpeador para acusarlo. En su analogía, el golpeador sería el Gobierno de Alberto Fernández y la mujer, la sociedad que —a su entender— le dio la espalda o permaneció indiferente a las alertas por él emitidas.
Jonathan Morel, a quienes protesten en un eventual Gobierno de Milei. 'Yo les recomendaría que se la banquen'
El joven vaticina que inexorablemente habrá conflictos en las calles durante un eventual Gobierno de Milei. Sugiere: “A nosotros nos callaron y nos metieron en cana. Así como nos estamos bancando estos cuatro años del peor Gobierno de la historia, espero que los otros hagan lo mismo”. Advierte: “Más vale que no tiren una sola piedra, va a haber quilombo con los sindicalistas y las militancias. Veremos cómo responde la gente”. Desliza: “Yo les recomendaría que se la banquen”.
Zapping cualunque
Un fantasma recorre Buenos Aires, La Rioja, Toulouse, Madrid, San Pablo y Lima: pisarle la cabeza al prójimo es un argumento que atrae electores. Además del hartazgo y la desesperación, también juegan un papel el egoísmo, la ignorancia esotérica y el desinterés. Las razones de una corriente de ese tenor son profundas y variadas, y dan lugar a debates en pleno desarrollo. Algunos abordajes hacen eje en el dominio cultural del thatcherismo desde los ochenta, la insatisfacción intrínseca del capitalismo y las nuevas formas de relacionamiento con lo público disparadas por las redes sociales, por citar un puñado de razones.
Lejos está de ser una tendencia inédita. En un texto de 1917, previo a la marcha del fascismo sobre Roma, Antonio Gramsci apuntó: “La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes”. “Me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho”, escribió el filósofo marxista en Odio a los indiferentes. El Gramsci posterior que elaboró desde la cárcel mussoliniana probablemente no suscribiría líneas acusatorias de ese tipo.
Milei no nació ayer ni su fenómeno termina en su persona. Un zapping radial o televisivo ofrece una paleta de graduaciones de odio al pobre, que es definido como “tropa kirchnerista”, “planero” o directamente “negro de mierda”, para saciar al inagotable cualunquismo clasemediero. Medir cuánto horada la mente humana esa prédica racista y mendaz es una tarea difícil, pero se puede pensar que no poco, a la luz de los fondos públicos y privados que se invierten para mantener esa letrina al aire.
Una brújula para Bullrich
Una pauta del corrimiento del debate político argentino lo dieron los dos principales candidatos de la que se presentaba como el ala moderada de Juntos por el Cambio. Martín Lousteau hizo campaña en la Ciudad con la promesa de que los hospitales priorizarían la atención de los porteños. El efecto práctico de semejante medida habría sido que habitantes del conurbano que trabajan en la Capital Federal fueran rechazados en la puerta del hospital. Jorge Macri, el vencedor, ya tiene preparada una escalada. Los pobres no son bien recibidos ni en nuestros hospitales ni en nuestros cajeros automáticos. Horaco Rodríguez Larreta, entre tantas apuestas fallidas, eligió un elenco extremista para las listas bonaerenses (Miguel Ángel Pichetto, Cynthia Hotton, José Luis Espert). Algún asesor pensó que la combinación de una pauta descomunal, el reparto de cargos para reclutar aliados y la imitación a Patricia Bullrich iba a funcionar. Salió caro para el vecino.
Con esos moderados, qué se puede esperar de los duros. Mauricio Macri, un hombre “feliz” por el resultado de las primarias, acaba de tratar de “salame” a Santiago Maldonado, ahogado en un río de Chubut cuando era perseguido a piedrazos y una lluvia de balas de goma por los gendarmes de Bullrich. La muerte de ese activista permanece impune a instancias de un juez que el secretario de Macri, Darío Nieto, se ocupó de desactivar en cuanto recibió la causa.
Desde ahora hasta el 22 de octubre, resultará conmovedor constatar la aparición de solemnes sermones en la prensa dominante contra los desbordes de Milei, ahora que Bullrich lo mira desde abajo
La candidata presidencial de Juntos por el Cambio quedó con la brújula dañada. Con el resultado puesto, Bullrich siguió de largo y coqueteó en la semana con las ideas de Milei, mientras extendía frases extemporáneas contra su exrival y ahora aliado indispensable, Rodríguez Larreta. El postulante libertario, a quien nadie le puede negar capacidad de síntesis televisiva, la ubicó con acidez. “(Bullrich) es menos que mi segunda marca”.
Desde ahora hasta el 22 de octubre, resultará conmovedor constatar la aparición de solemnes sermones en la prensa dominante contra los desbordes de Milei, ahora que Bullrich lo mira desde abajo. Esa prensa, que considera “venganza” a los juicios por crímenes de lesa humanidad, deslizó que Cristina se buscó el intento de magnicidio, celebra el gatillo fácil policial, auspicia recortes de “planeros” y orquesta viajes a Lago Escondido con jueces y espías, pidió turno en el MALBA para organizar un congreso sobre los riesgos de la democracia.
La inercia del FMI
Cristina y Máximo Kirchner prolongaron su silencio. Hace tiempo que madre e hijo actúan como si estuvieran ofendidos con alguien. No alcanzan a comprender por qué alguien podría señalarlos como responsables de haberse marchado al monte en la mitad del mandato, en un Gobierno en el que se suponía que debían ser garantes de acumular fuerzas para correr los márgenes de acción.
No hay nada más propio del cristinismo actual que atribuirse el 100% de la victoria de 2019 y nada, ni uno, de los votos perdidos en 2023. El mundo, empecinado, sigue andando. Salvo el descolocado discurso de Juan Grabois en la noche electoral, nadie parece haber tenido muy en cuenta la ausencia de una líder en franco declive.
La vicepresidenta retomó el diálogo con Massa, que se había enfriado en los días finales de la campaña. El ministro recibió la sugerencia de denunciar la imposición del FMI de devaluar 18%, para marcar distancia con el antecesor en el Palacio de Hacienda. Para el planeta Kirchner, uno de los males de Martín Guzmán fue haber sostenido que su renegociación del préstamo otorgado a Macri había gestado un plan heterodoxo y no un clásico ajuste, forzado por el FMI con los métodos coercitivos de siempre.
Entonces, como el actual ministro lleva a cabo el plan del FMI recargado, ahora sí abiertamente recesivo, está a salvo de las críticas de la vicepresidenta porque “agarró una papa caliente”.
Massa cumplió el pedido de Cristina y se felicitó en dos entrevistas televisivas de haber acordado que la devaluación del lunes fuera de 18% y no de 50% como pretendía el FMI, y marcó la diferencia con Guzmán, que “huyó”. Habrá huido, pero no devaluó una mañana precipitada de agosto, cabe recordar. Justo lo que el votante estaba esperando: más internas.
Lo curioso es que el ministro y candidato, ya que tuvo tiempo, se haya privado de presentar la devaluación en el marco de una serie de medidas integrales para los cuatro meses que restan de mandato, de modo de evitar la sensación de que se trató de una devaluación a las apuradas, sin plan de contención de precios y compensación real a los sectores más desfavorecidos.
Como el actual ministro lleva a cabo el plan recargado del FMI, ahora sí abiertamente recesivo, está a salvo de las críticas de la vicepresidenta porque 'agarró una papa caliente'. Pasó un año
Un año después, sequía mediante, Massa sigue con la papa caliente en la mano y el eterno anuncio de inminentes medidas reparatorias para las mayorías.
Prima facie, Milei quedó mejor parado para octubre, Massa tiene espacio para crecer con votos de partidos de izquierda y peronistas que quedaron afuera de la primera vuelta y los abstencionistas, y Bullrich enfrenta dificultades para tan siquiera sumar todas las voluntades que optaron por Rodríguez Larreta.
Con una diferencia tan exigua de menos de tres puntos porcentuales entre el primero y el tercero, cualquier orden es posible en octubre. Podría darse que la nueva estampida de precios invite a los más humildes a quedarse en su casa y el peronismo demuestre que su caída no tocó fondo.
El aeropuerto de Milei
“Listo para asumir mañana”, Milei despliega equipos. Destacan altos funcionarios del tramo final de Carlos Menem (Roque Fernández, Carlos Rodríguez), consultores (Emilio Ocampo, Darío Epstein, Eduardo Rodríguez Chirillo) y docentes de la Universidad del CEMA (parte de los mencionados y Diana Mondino). Vuelan los castillos en el aire de una dolarización que es anticipada como un descalabro por los economistas que hasta hace poco eran considerados los más liberales del espectro.
Algunos de quienes aterrizan en el mundo Milei son convocados por el recaudador de campaña de La Libertad Avanza, Nicolás Posse, gerente en uso de licencia de Aeropuertos 2000, la empresa de Eduardo Eurnekián en la que el candidato ultra actuó como economista jefe hasta asumir su banca en Diputados, veinte meses atrás. De esa plataforma despegó también la segunda candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires del partido de extrema derecha, Gladys Humenuk, controller en Aeropuertos.
Guillermo Francos, exdirector de Corporación América, el conglomerado de Eurnekián, pide pista en el ministerio del Interior de un Ejecutivo libertario. Hombre iniciado en la política en el Partido Federal de Franciso Manrique, Francos está concluyendo una escala en el Banco Interamericano de Desarrollo, designado por el Gobierno argentino en 2019.
La capacidad de asombro sobre la proveniencia y deriva de funcionarios elegidos por Alberto Fernández no se agota. El vínculo entre el Presidente y Francos nació en la política belicista y cavallista en la Legislatura porteña a fines de la década de 1990, ámbito al que pertenecían ambos. “No hay traición. Francos nunca ocultó que seguía siendo cavallista”, informa una fuente que lo conoce.
El de Francos (US$ 20.000 por mes en el BID) no es el único cruce de los planetas albertista y mileista. Hay uno anecdótico, de índole geográfica. Vilma Ibarra, secretaria Legal y Técnica, de tradición feminista, progresista, universos que son blanco preferido de la nueva ola de derecha, también convivió con el hoy candidato en las oficinas palermitanas de Corporación América. Allí Ibarra se ocupaba de asuntos jurídicos en un despacho próximo al de Milei. Rafael Bielsa, excanciller, embajador en Chile y comandante de Aeropuertos 2000 durante años, solía presentar al entonces economista jefe con chanzas sobre su apariencia.
El periodista Juan Luis González relata en El Loco - La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en la política argentina, las gestiones del propio Eurnekián para darle cabida mediática a su economista preferido, en parte porque apreciaba sus ideas, y en otra, porque le servía como elemento de presión en la pulseada por la concesión de los aeropuertos durante el mandato de Macri.
El restaurante Campo Bravo, próximo a las oficinas de Corporación América y América TV, selló un encuentro que se mantiene sólido. Un abrazo de mediodía entre Alejandro Fantino y Milei continuaría con participaciones en la mesa de Animales Sueltos en América, el canal en el que Eurnekián es accionista minoritario. Fantino es, para Milei, “el padre de la criatura”.
Coincidencias en el marco de un entramado empresarial más amplio, descripto en este diario por Alejandro Rebossio.
El vuelo está por despegar.
SL/DTC
La nota fue corregida en un dato puntual a las 11.25 del 20/8.
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