“Entre las derechas radicales del mundo hay un libreto común”
Hasta hace pocos años la derecha en el mundo era un espacio de trayectorias heterogéneas y culturalmente divergentes. Sin embargo, en el último tiempo fue encontrando de forma repentina cauces comunes hasta conformar lo que Ariel Goldstein, Doctor en Sociología e investigador del CONICET, considera “una gran familia global” que conecta a movimientos europeos y estadounidenses con otros en América Latina. Una red que sacó provecho de la desconfianza en las instituciones democráticas, los partidos políticos tradicionales y las elites gobernantes originada en distintas crisis socioeconómicas y potenciadas, a partir de 2020, por la pandemia de Covid-19. Por medio de entrevistas a varios de los principales dirigentes de ese espacio, Goldstein escribió “La reconquista autoritaria”, un libro publicado recientemente por Marea Editorial y en el que procura comprender el avance de las derechas radicales y reflexionar sobre las acciones posibles para frenar “la amenaza que representan para la democracia en la región”. Así, destacó la articulación que existe entre los principales partidos de la ultraderecha europea como Vox, de España; Ley y Justicia, de Polonia; Fidesz, de Hungría; Chega, de Portugal; y Hermanos de Italia, de Giorgia Meloni; con los representantes de las derechas radicales en América Latina: Jair Bolsonaro, en Brasil; José Antonio Kast, en Chile; Álvaro Uribe, en Colombia; Rafael López Aliaga y Keiko Fujimori, en Perú; y Javier Milei, en Argentina. Algunos de ellos, dijo Goldstein a elDiarioAR, son dirigentes o candidatos outsiders que promueven ideas disruptivas, reivindican abiertamente el autoritarismo y pregonan un individualismo feroz, un “todos contra todos” casi apocalíptico.
¿Cómo surgió esta investigación acerca del avance de las derechas radicales en el continente?
Nació analizando, en una primera medida, los compromisos que tenía la derecha en Perú con la Carta de Madrid, del partido de ultraderecha español Vox, un documento que señala que una parte de la Iberosfera “está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países”, que “se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica”. Pero, enseguida, vi que no era solo un sector de la política peruana la que respaldaba el documento, sino que tenía otras ramificaciones y el apoyo de la mayoría de los líderes de la derecha radical latinoamericana. Y también que no era solo la Carta de Madrid la que motivaba este tipo de adhesiones, sino que hay otros núcleos y redes de derecha que tienen un proyecto en América latina. Hay thinks tanks ligados al Partido Republicano de Estados Unidos, a Donald Trump, pero también está muy presente en este grupo que se llama “Reformistas y Conservadores”, que ahora preside Giorgia Meloni y que busca, con la ayuda de la derecha de Polonia, poner un pie en el continente latinoamericano. Y, al respecto, es interesante ver cómo la derecha de Hungría y Polonia se constituyen en modelos a seguir para las derechas de nuestra región. Los días 18 y 19 de noviembre se llevó a cabo en Ciudad de México un nuevo encuentro de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), que reúne desde 1974 a líderes del mundo conservador, y la apertura de la reunión estuvo a cargo del polaco Lech Walesa, que habló de cómo vencer al comunismo en la región. Partidos como Vox, por ejemplo, buscan establecer vínculos con las derechas radicales que han surgido en los últimos años en América latina. No tanto las derechas de Mauricio Macri, en Argentina, o Sebastián Piñera, en Chile, que son grupos de una derecha un poco más moderada, sino lo que son Milei, Bolsonaro, Uribe, López Aliaga y Fujimori. Si bien es cierto que en muchos países de la región las derechas radicales están en momentos de decadencia porque los gobiernos progresistas han vuelto al poder o arribado por primera vez, como en Perú o Colombia, me propuse entender cómo funcionan estas redes por medio de entrevistas a dirigentes y referentes.
¿Podría considerarse que algunos partidos de la derecha radical europea trascienden sus fronteras y llegan a América latina como quien promueve una suerte de esquema de franquicias?
Hay algo de eso. De hecho, la primera Conferencia de Acción Política se organizó en Estados Unidos, pero luego fue llevada a Brasil, Israel, México, Corea y Japón. Así vemos la conformación de una narrativa uniforme entre las derechas radicales, algo que no era así años atrás. Por ejemplo, Meloni utilizó en la campaña electoral italiana el eslogan de “Dios, patria y familia” en su campaña, mientras que Bolsonaro usó “Dios, patria, familia y libertad”. Son partidos que se presentan como patriotas en lucha contra el comunismo. No sé si estos slogans sirven para ganar elecciones, pero sí lo hacen para construir una narrativa uniforme en un mundo conectado. Hay un libreto común.
¿Qué lugar tienen las religiones en esta alianza de ultraderecha?
Cuando en el libro hablo de religiones me refiero, básicamente, al cristianismo entendido en un sentido amplio que incluye a católicos y evangelistas. Por ejemplo, esta consigna de “Dios, Patria y Familia” que presentan algunos dirigentes y fuerzas de la derecha radical tiene mucho que ver con englobar a estos grupos bajo una fórmula: América latina y Europa están unidas, entre otros aspectos, por el cristianismo. Así también lo dejaron explícito algunos referentes del partido “Hermanos de Italia”, de Giorgia Meloni: crear un conservadurismo latino unido bajo la religión católica. Entonces hay un uso importante de la religión. En la última CPAC se habló mucho de “Cristo rey” y de la religión católica como un motor que moviliza a los seguidores contra un enemigo común. Dicen: “Somos los representantes de dios contra la izquierda comunista atea. Nosotros defendemos la familia frente a ellos que defienden el aborto y el feminismo, que es una destrucción del hombre”. Hay muchos elementos que se articulan alrededor de esa narrativa. También el judaísmo ortodoxo se usa al servicio de los mismos fines, por eso hay afinidades entre Hungría, Polonia e Israel. Hay un uso de la religión en esos términos. No casualmente CPAC también se llevó a cabo en Israel.
¿Qué rol cumplen los medios de comunicación en esta llamada “familia global”?
Me parece interesante ver el papel de las redes sociales y las plataformas que han creado para difundir sus mensajes. Por ejemplo GETTR, que es una red creada por Jason Miller, ex asesor de Donald Trump, que la fundó después de que al ex presidente de Estados Unidos le suspendieran la cuenta de Twitter tras el ataque al Capitolio. En GETTR tienen un perfil los principales líderes de este movimiento. De eso hablé para el libro con María Herrera Mellado, la representante de Vox en Florida, Estados Unidos. Ella dice que una de las preocupaciones que tienen es crear nuevos medios para influenciar. Además de GETTR están, por ejemplo, La Gaceta de la Iberosfera, El American y Americano Media. Estos medios, que responden a las directivas del Partido Republicano estadounidense o de Vox, se oponen a los medios mainstream, que muchas veces no le dan lugar a estas narrativas o sus coberturas son críticas. Sobre todo en Estados Unidos y Brasil, donde por haber vivido gobiernos de extrema derecha la prensa tomó una actitud poco concesiva frente a esos grupos. Entonces tiene mucha más fuerza el mensaje a través de las redes sociales y los medios propios. Lo que no quita que, como vemos en Argentina, haya medios de comunicación tradicionales que se sienten tentados, de alguna manera, de hacerle guiños a la audiencia de ultraderecha como diciéndole: “Somos los más cercanos a tus ideas”.
¿La victoria electoral de Lula en Brasil resulta un freno a este avance de la derecha radical en la región?
Sí, lo es. Sin embargo, no miraría únicamente el tema en términos electorales. Es cierto que Bolsonaro perdió en las elecciones, pero lo hizo con un caudal de votos muy importante. Estas redes que teje la derecha van más allá del plano electoral porque procuran la construcción de una fuerza política que puede perder o ganar, pero que siga estando ahí. Quizá no posea la misma gravitación sin un Poder Ejecutivo propio, pero pareciera que van a tener una fuerte presencia en América latina.
¿Observa algún tipo de vinculación entre las ideas de estos partidos y, por ejemplo, grupos investigados por su supuesta participación en el intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner o amenazar a dirigentes políticos?
Veo una influencia, pero no una vinculación directa. Puedo decir que cuando quisieron atentar contra Cristina me sorprendió que estos partidos tenían una narrativa uniforme y afilada acerca de que el atentado había sido falso. Esto lo decían desde los grupos de Milei en la Argentina hasta Vox en España. Es parte de una acción coordinada, de dar exactamente el mismo mensaje en distintos lugares del mundo. No creo que sea casualidad, sino parte de un discurso común de época que ve al otro como un enemigo a ser combatido y exterminado.
GT
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