Las promesas y los pedidos de los gobernadores para apuntalar a Massa
“Ahora es por los puntos, ahí todos vamos a jugar”. El gobernador recurre a la metáfora de que las PASO fueron un partido amistoso, que sirvieron para saber cómo estaban la cancha y los jugadores, y que a partir de esos datos encararán la elección del 22-O, la general, en la que el peronismo promete desplegar todo su arsenal político y territorial para instalar a Sergio Massa, el candidato a presidente de Unión por la Patria (UP), en el balotaje.
En el panperonismo casi no hay disidencias respecto a que habrá segunda vuelta y que el duelo será con Javier Milei. Aparecen, contraola, algunas voces que no descartan que con las semanas, el mapa se ordene y la paridad de tercios que se registró en las PASO, termine en un balotaje entre Massa y Patricia Bullrich. A esta altura, ejercicios de adivinación.
Por lo pronto, el rival directo de los jefes territoriales es el libertario porque fue La Libertad Avanza (LLA) la sorpresa de las elecciones, con resultados muy por encima de las estimaciones previas. Ese shock aparece, ahora, como una oportunidad: recuperar volumen de votos a partir de números muy altos que obtuvo Milei, los casi 50% en Salta, 43% en Misiones, 36% en La Rioja o 35% en Tierra del Fuego, por repasar distintos puntos del mapa.
“Podemos crecer 10 puntos”, dice un funcionario misionero, donde UP sumó, entre Massa y Juan Grabois, algo más de 27 puntos. La ecuación numérica electoral es que si esos votos se disputan sobre el universo de votantes de Milei, el resultado se podría revertir si Massa crece 10 puntos a partir de atraer votos que fueron a LLA. No deja de ser un ensayo teórico. Hay un factor que puede, dicen en las provincias, volverlo posible: que los gobernadores se pongan al frente de la campaña como lo hicieron en las elecciones locales.
Esa es la promesa que le harán a Massa y, al mismo tiempo, la apuesta: que si cada jefe territorial juega la carta de Massa y expone lo que significaría para la provincia un eventual gobierno de Milei y de Bullrich, por la cercanía de los mandatarios eso tendría un mejor resultado que cualquier campaña macro que pueda llevar adelante el candidato. De hecho, algunos mandatarios no creen que sea necesario que Massa baje a las provincias a hacer campaña sino que la clave es que los gobernadores operen como su lazarillo.
“Acá sirve que venga Sergio, que venga Cristina, que venga Alberto, que vengan todos. Todo suma”, dice un gobernador del norte pero no considera imprescindible que haya bajada del candidato a la provincia. Está, desde hace una semana, de recorrida por el interior de la provincia, con una dinámica que excede lo que pueda, eventualmente, resolverse en la campaña nacional. Ese es un rasgo repetido: puede haber pautas y protocolos de campaña, líneas de acción y hojas de ruta armadas por campañólogos, pero cada gobernador entiende su territorio y se mueve del modo que mejor le parece.
“Lo más importante es que Sergio se enfoque en el conurbano, tiene que estar todo lo que pueda en la provincia de Buenos Aires, para consolidar ahí”, plantea un mandatario. Hay, casi, una cuestión de volúmenes: en diez municipios bonaerenses, entre 2019 y la PASO de 2023, el peronismo perdió más de un millón de votos, lo que representa 4 puntos sobre la cuenta nacional, según un mapeo que hizo la consultora Ad Hoc. Sin el detalle de esos números, entre los gobernadores creen que Massa debe ir a buscar parte de esos votos.
Este viernes y sábado, en Tucumán, Massa tendrá cumbre, una foto de familia y acto de relanzamiento con al menos doce gobernadores del dispositivo oficial: de Axel Kicillof a Raúl Jalil, de Alicia Kirchner a Sergio Uñac, el salteño Gustavo Saenz y, claro, el anfitrión Juan Manzur. Una ausencia que se anticipa es la del santafesino Omar Perotti que, en la práctica, hace tiempo dejó de formar parte del ecosistema frentodista e, incluso, de participar de las cumbres de gobernadores. Tampoco estaría Gustavo Melella de Tierra de Fuego.
Recelos
Que el encuentro lo organice Manzur no es un dato más. El tucumano fue el gobernador que se mostró más distante en la campaña de las PASO, en parte porque viene de múltiples tropiezos: una salida accidentada del gobierno, cuyo paso no fue el mejor, el sablazo de la Corte que lo sacó de la fórmula que compartía con Osvaldo Jaldo para retener el control de Tucumán y, al final, como broche incómodo, una candidatura a vicepresidente fallida en la que, al final, funcionó más como un artilugio para forzar una negociación que como un plan real.
En junio, Jaldo ganó la elección a gobernador con el 55% de los votos. Dos meses después, UP rozó los 33% y quedó abajo de Milei, que ganó el renglón presidencial, con casi 36%. La diferencia en resultado es citado como símbolo de la diferencia cuando el territorio juega su propia suerte o cuando aparece con menos compromiso. El caso tucumano es especialmente sensible, además, porque con 1,3 millones de electores es el sexto padrón de más peso, detrás de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, CABA y Mendoza.
Con otros volúmenes, en muchas provincias ocurrió lo mismo. Aunque Massa evitó entrar en tensión explícita con los gobernadores y con los intendentes, en algunos casos por la diferencia con elecciones locales y en otros por el corte de boletas, siempre quedó un clima de recelos cuando en el comando de UP empezaron con los análisis sobre los resultados pueblo por pueblo y encontraron datos que marcaban, a simple vista, diferencia de intensidad a la hora de “jugar” en la elección.
A eso se sumó, luego, el chispazo por la suma fija que Massa dispuso como ministro y que gran parte de las provincias no revalidaron, en buena medida porque cada una tiene sus propios esquemas de paritarias en marca. Al margen de una lógica puntual respecto a que cada gobernador maneja la relación con sus gremios, en cuanto a tiempo y negociación, aparece otro componente: Massa no negoció previamente para girar fondos extra y las provincias, en más de un caso, consideraron que habían hecho esfuerzos de ingresos antes de sus propias elecciones.
PI/MG
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