La Gestapo de Vidal y la venganza de los heridos que dejó el macrismo
Cablear no es apenas tirar un cable. Es entrar en un lugar hostil con un pretexto y hacer las cosas durante un tiempo limitado a una velocidad que sólo tienen los profesionales. Es penetrar un espacio ajeno, donde un tipo de poder habita y se resguarda con reglas de seguridad propias. Entrar como un ladrón, pagar el descuido de un policía o fingir por un rato ser un empleado de limpieza para después desde afuera escuchar y ver o, lo que es lo mismo, tomar el control de la situación. Ese trabajo lo hacen desde hace décadas en Argentina los técnicos de la Agencia Federal de Inteligencia, la SIDE de toda la vida.
Está visto: lo que es legal o ilegal no depende de lo que diga la letra muerta de la ley sino, primero, de la fortaleza de los que tienen el poder y, después, de las excusas que encuentren para justificar sus procedimientos. Dejando de lado esa prevención, ingresar en la reunión de la AFI y el ex ministro de Trabajo bonaerense Marcelo Villegas en las oficinas del séptimo piso del Banco Provincia, a metros de Plaza de Mayo, no es para cualquiera. Mucho menos meterse en una embajada, una osadía que exige una destreza propia de gente que inspira respeto o temor, algo casi siempre excepcional.
Así como en las conversaciones telefónicas una parte de la política y el poder suele ser reservado, en las reuniones es habitual que las mismas personas se relajen y digan lo que piensan como si, por arte de magia, la guerra de extorsiones se interrumpiera.
Según explican los que conocen el rubro, se trata de una especialidad. Entrar a una habitación y montar ese tipo de escuchas no es una tarea sencilla. No se aprende en una semana o en un mes. Las organizaciones políticas que van a elecciones y ocupan los casilleros del Estado no cuentan por lo general con personas que puedan asumir esa misión. Ni el radicalismo, ni el peronismo, ni La Cámpora, ni el macrismo. Por eso, el área de los técnicos se confirma como imprescindible y gana cierta independencia con respecto a la política. Un dato central, que es peligroso olvidar.
Formados durante décadas por un ingeniero, Antonio “Jaime” Stiuso, reportaban durante la primera parte del mandato de Mauricio Macri a Diego Dalmau Pereyra, un militar de filiación peronista que ingresó a la SIDE en el año final del menemismo y decidió abrirle las puertas de 25 de mayo a un grupo de policías metropolitanos que llegó de la mano de Horacio “El Turco” Saez.
Saez es uno de los pocos procesados en el mismo fallo de los camaristas Cesar Bertuzzi y Mariano Llorens que indultó a toda la conducción política del espionaje bajo Macri: Gustavo Arribas, Silvia Majdalani, el soldado de Daniel Angelici Juan Sebastian Destefano y Pablo Pinamonti, un abogado radical que reportaba al ex sushi Darío Richarte, fue reclutado por Carlos Stornelli durante su gestión como ministro de Seguridad de Daniel Scioli y colaboró después con la mafia de Marcelo D’Alessio. Según Arribas y Majdalani, Pinamonti fue el responsable del proyecto AMBA por el cual se crearon cinco bases de la AFI en la provincia de Buenos Aires en 2017.
Los que quedaron procesados fueron Dalmau Pereryra y la banda del Super Mario Bros que lideraba el temerario Alan Ruiz como director de Operaciones y el propio Saez como nexo con el Servicio Penitenciario Federal. En 2018, después del triunfo de Cambiemos en las legislativas, Dalmau Pereyra fue eyectado a Chile y la banda de Ruiz y Sáez inició la fase más agresiva del espionaje macrista.
El video de dos horas en los que se ve al ministro de Trabajo de María Eugenia Vidal compartiendo su deseo de tener una policía secreta como la de los nazis para erradicar a los sindicalistas que no le gustan es una carambola a varias bandas. Golpea a la ex gobernadora pero también al ex presidente porque viene a evidenciar lo que el poder ya sabía: los técnicos, que no son cuentapropistas, dependen de las órdenes de la política, que los precisa para llevar adelante sus objetivos.
El sincericidio de Villegas corrobora los comportamientos mafiosos que tuvo el macrismo para enfrentar a las mafias sindicales, siempre disfrazado de república y decencia, con la presunción de pureza que se le concedió a pura militancia.
En un mundillo en el que todo se frivoliza, las palabras de Villegas pesan sobre todo por el contexto, que excede la expresión de deseos. El ex ministro de Trabajo pide una Gestapo sentado frente a frente con los que pueden crearla. Dalmau Pereyra, “El enano” Destefano y Dario Biorci, el jefe de gabinete de Majdalani, que además es su cuñado.
El video que la interventora de la Agencia de Inteligencia, Cristina Caamaño, presentó ante el Juzgado Número 3 de La Plata, a cargo de Ernesto Kreplak, aparece en el momento indicado: una semana después del pronunciamiento de Bertuzzi y Llorens a favor de la cúpula del espionaje macrista. Según Caamaño, lo encontraron mientras buscaban reutilizar un disco rígido que habían dejado los espías amarillos. En el propio gobierno, sin embargo, hay quienes piensan que es una advertencia de los que quedaron disconformes con el fallo de Bertuzzi y Llorens. Puede ser la propia banda de los poliespias o pueden ser los técnicos, según la interpretación que comparten algunos en el gobierno y en la oposición. Nadie de los que reportan a esas tribus se admitiría como “cuentapropista”, la curiosa fórmula que se inventó en lo alto del macrismo para zafar de las pruebas que incriminan a la cúpula de la AFI y conducen directo al ex presidente.
Por lo general, el técnico no sabe que blanco van a espiar sus superiores. Si la información se ordena por segmentos, su tarea es cablear y retirarse. No corresponde que sepa: eso sería darle un poder adicional para después vender esa información y alertar a la víctima.
Fue Leopoldo Moreau, el presidente de la Bicameral de Inteligencia, el que advirtió a la vicepresidenta Cristina Fernández que en la reunión estaban sentados Dalmau, Biorci y Destefano, tres de los cinco miembros más importantes de la AFI bajo Macri. El video instala un sinfín de preguntas que habilitan respuestas de todo tipo. ¿Quién tiene interés en que se difundan ese tipo de escenas? ¿Quién estaba espiando a los propios jefes de la ex SIDE? ¿Quién quiere dejar expuestos el modo real en que Vidal avanzaba contra sus enemigos? ¿Cuántas horas de grabación existen? ¿En cuántos otros sitios donde la tropa de la ex gobernadora se reunía en función de sus objetivos había cables instalados? ¿Macri ordenaba espiar a Vidal? ¿Quién queda más expuesto en este juego, Vidal por el armado de causas contra los sindicalistas que no le gustaban o Macri porque vuelve a escena la impunidad de Arribas y Majdalani para espiar a los socios del ingeniero?
Por lo pronto, hay un dato que está en la superficie y tiene una relevancia indudable. Cristian Ritondo, el ex ministro de Seguridad de Vidal y jefe del bloque de Diputados del PRO, integra la Bicameral de Inteligencia, una comisión en apariencia menor para uno de los líderes parlamentarios de la oposición. Que el diputado que se propone ordenar el caos de Juntos en la cámara baja siga siendo miembro de la Bicameral sugiere un esfuerzo desproporcionado. Como si el macrismo admitiera que tiene demasiado para ocultar.
Ritondo se debate en su doble rol de miembro histórico del PRO y parte del proyecto de la ex gobernadora que busca dejar atrás a Macri. Es la encrucijada a la que están sometidos todos los hijos políticos del ex presidente. Espiados por una banda que reportaba a los colaboradores más estrechos de Macri y querellantes en la causa de Lomas de Zamora, se ven obligados por alguna razón a seguir defendiendo a ese jefe que no deja de ser y a replicar sus mismas alianzas. Lo prueba una decisión de Horacio Rodríguez Larreta, el tercer personaje de la disputa interna del macrismo, con la designación del ex AFI Destefano -el soldado de Angelici- en el directorio SBASE, la empresa del Estado que regula el subte porteño.
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