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Redibujar el mapa

¿Y si Dios atiende en otro lado? Un nuevo proyecto de ley revive el sueño alfonsinista de llevar la capital federal al interior

Una vista aérea del río Negro, que separa a las ciudades de Viedma y Carmen de Patagones, la comarca donde se instalaría la capital federal que imaginó y proyecto Raúl Alfonsín.

Verónica Liso

Viedma —
7 de noviembre de 2024 06:46 h

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Casi cuatro décadas después del sueño patagónico de Alfonsín, una idea que en su momento dividió aguas y capturó la atención y la fantasía del país renace como deuda histórica y promesa de futuro: trasladar la capital federal a Viedma-Carmen de Patagones, un rincón surcado por el viento, el río y el silencio profundo de la Patagonia. No es solo una apuesta geográfica; es un llamado a redibujar las fuerzas de una nación entera hacia el sur, a deshacer el hechizo de una Buenos Aires centralizadora. ¿Qué significa para la Argentina volver a mirar hacia el mar y al frío austral?

La senadora por Chubut Edith Terenzi fue la encargada de volver a poner esta iniciativa de nuevo en la escena institucional, al presentar un proyecto ambicioso en el Senado. Terenzi, una legisladora nacional que responde al gobernador de Chubut, Ignacio Torres, retomó la iniciativa que impulsó el presidente Raúl Alfonsín hace 37 años, y su proyecto dice que “tiene por fin saldar una deuda histórica”, según sus palabras.

El 12 de octubre último, en la mesa de Mirtha Legrand, el gobernador Torres había adelantado la presentación de la propuesta pidiendo que se la “tome con seriedad”. También aseguró en ese programa de televisión que el Gobierno nacional estaría dispuesto a acompañar la iniciativa. Sin embargo, fuentes de Casa Rosada le dijeron a elDiarioAR que, “no es un proyecto del Gobierno” y señalaron que el gobernador chubutense lo impulsa por su cuenta. Tampoco formó parte de la “agenda grande” de ninguna de las últimas administraciones, salvo algunas expresiones como la de Julián Domínguez, expresidente de la Cámara de Diputados durante parte del kirchnerismo, que propuso llevar la capital federal a Santiago del Estero.

A lo mejor, la ausencia de un gran propósito institucional como este —que Brasil, por ejemplo, lo consiguió a mediados del siglo pasado al crear Brasilia y trasladar allí a todo el Estado federal— es un indicador de que las políticas de Estado en la Argentina, los proyectos fundacionales, como el que soñó el presidente que sucedió a la dictadura y consolidó la democracia, son cosas del pasado. Este proyecto, sin embargo, sigue dando vueltas en algún rincón del imaginario colectivo, como esa quimera argentina eterna de ser, algún día, un país distinto.

“Hacia el sur, hacia el mar y hacia el frío”

El 13 de abril de 1986, un domingo, el presidente Alfonsín se sentó a desayunar en la quinta de Olivos. Como siempre, acompañado por una pila de diarios. La tapa de Clarín de ese día abría con el título: “Analizan el traslado de la capital a Río Negro”. Así se enteró el jefe de Estado de que el secreto que venía guardando desde febrero se había filtrado. 

“Unos días antes Alfonsín había ido de visita a Bariloche”, cuenta a elDiarioAR Horacio Massaccesi que en esa época era diputado nacional por el partido radical. Allí, el Presidente se reunió con Osvaldo Álvarez Guerrero, gobernador de Río Negro. Cuando se bajaron del estrado, después de dar el discurso acostumbrado en ese tipo de encuentros, Álvarez Guerrero le dijo al oído a Massaccesi: “Alfonsín me contó que quiere trasladar la capital a Viedma”, según recuerda el propio Massaccesi. “Yo me quedé muy impactado y pensé cómo diablos esto no trascendió”, agregó el dos veces gobernador de Río Negro (1987-1995), en diálogo con este medio.

Unos días después se filtró la noticia. Según cuenta el exdiputado, el entonces mandatario provincial, Álvarez Guerrero, cometió el error de contárselo al corresponsal de Clarín en Viedma, Omar Nelson Livigni. Si bien el periodista había acordado darle un periodo de gracia de diez días, Ricardo Kirschbaum, secretario general de redacción de Clarín, se enteró que un periodista misionero también tenía la información y por miedo a perder la primicia apuró la publicación. 

Después de la filtración del Proyecto Patagonia, como se lo conocía en ese momento, el asunto se convirtió en la agenda obligada. Un día después, el 14 de abril se reunió el Gabinete para completar los argumentos de la iniciativa. El 15 de abril se promulgaron los decretos de creación de la Comisión Nacional para el Proyecto Patagonia y Capital, y de la Comisión Técnica Asesora en Problemas Urbanísticos, Arquitectónicos y Ambientales. El 16 de abril, Alfonsín viajó a Viedma y en los jardines del Ministerio de Economía pronunció el primer discurso anunciando el traslado de la capital de la Argentina de la ciudad de Buenos Aires a Viedma-Patagones. 

“Hacia el sur, hacia el mar y hacia el frío”, prometió el presidente de la Nación, en el tono encendido que lo caracterizaba. 

La noticia encontró a una opinión pública dividida, entre entusiasmo y rechazo. Pero en cada bando había un dejo de incredulidad. Así y todo el proyecto avanzó. Las dos provincias involucradas, Río Negro y Buenos Aires, votaron en sus respectivos Congresos la cesión de tierras para el traslado de la capital. Al mismo tiempo ingresó el proyecto de ley al Congreso Nacional. Fue aprobado en Senadores el 25 de marzo de 1987. Dos meses después se logró el acuerdo en Diputados y Alfonsín promulgó la Ley 23.512. Norma que aún sigue vigente.

La capital de la Patagonia

La capital de Río Negro y la última ciudad al sur de la provincia de Buenos Aires conforman lo que se conoce en la zona como la Comarca Viedma-Patagones. Tienen lo que se suele llamar “calidad de vida”. Una sociedad que va a ritmo de pueblo, atravesada por un río caudaloso y rodeada de vegetación. “Es un lugar precioso para vivir”, dice Massaccesi, “con un río majestuoso, con el mar a 30 kilómetros, con cuatro estaciones bien diferenciadas”.

La capital de Río Negro y la última ciudad al sur de la provincia de Buenos Aires conforman lo que se conoce en la zona como la Comarca Viedma-Patagones. Tienen lo que se suele llamar “calidad de vida”. Una sociedad que va a ritmo de pueblo, atravesada por un río caudaloso y rodeada de vegetación

Cuando el Presidente anunció el traslado, Viedma tenía 35.000 habitantes y Patagones, 14.000. Entre las dos sumaban la mitad de los habitantes que hoy tiene, por ejemplo, el barrio de Villa Crespo, en la ciudad de Buenos Aires. El proyecto de Alfonsín había analizado todos los aspectos técnicos del traslado. Desde lo sociológico hasta lo ambiental. Incluso realizaron una proyección de cómo se iba a ir trasladando la gente de forma escalonada. Los cálculos llegaban hasta el 2025, donde se esperaba que la población alcanzara las 500 mil personas. 

Esta nueva ciudad sería muy distinta a la Ciudad de Buenos Aires. Matías Pastor es un politólogo viedmense y su tesis de grado, La propuesta del traslado de la capital federal a la ciudad de Viedma y su importancia en el marco de la reforma del estado impulsada por el presidente Raúl Alfonsín (1987-1988), realizada junto Marina Tortarolo, explica que se planeaba que la ciudad estuviera compuesta por edificios bajos, rodeados de grandes espacios verdes, energía solar, un sistema de calefacción central al estilo San Petersburgo, sendas peatonales y bicisendas. Se buscaba que la ciudad pudiera ser recorrida en su totalidad por peatones evitando el desorden del tránsito, el ruido. Ideas bastante modernas para los 80s.

“Nadie tenía la experiencia de haber hecho una ciudad nueva”, dice Martín Bacigalupo, uno de los arquitectos encargados de crear la nueva capital, en el documental Viedma, la Capital que no fue, de Leandro Colás. “ A mí lo que me parecía fantástico era cambiar la historia de ese lugar”, recuerda el arquitecto.

Para demostrar que el proyecto de traslado de la Capital no le iba a costar demasiado dinero al Estado Nacional, el presidente vendió la embajada argentina en Japón. Un edificio que la dictadura de Rafael Videla había comprado por US$7 millones en 1977 y que Alfonsín logró vender por US$290 millones gracias al boom inmobiliario que tuvo Tokio en esos años. 

Las huellas de la capital que no fue

El primer año se vivió mucha euforia en la futura capital. Se construyeron 5.000 viviendas para empezar a recibir y albergar a los obreros que iban a construir la nueva capital. 

La promesa de miles de nuevos puestos de trabajo generó una gran migración a Viedma. Sobre todo, llegaron personas que venían de las zonas más pobres de la provincia y del conurbano bonaerense. El intendente de Viedma en los años del posible traslado, Juan Cabalieri, cuenta en la tesis publicada por Matías Pastor: “A nosotros nos creó un problema tremendo. No teníamos dónde meter a esa gente. Entonces hicimos un operativo para juntar chapas de cartón y cantoneras que sacamos de los álamos. Y con eso se armaron refugios”.  

El primer año se vivió mucha euforia en la futura Capital. Se construyeron 5.000 viviendas para empezar a recibir y albergar a los obreros que iban a construir la nueva capital. La promesa de miles de nuevos puestos de trabajo generó una gran migración a Viedma. Sobre todo, llegaron personas que venían de las zonas más pobres de la provincia y del conurbano bonaerense

A pesar de esos primeros desajustes para recibir a las personas que venían en busca de una oportunidad de crecimiento; y de la especulación inmobiliaria que disparó los precios de las viviendas y los alquileres, en general no hubo un saldo negativo. De hecho quedaron obras de saneamiento y desagües cloacales proyectados en función de la ciudad que iba a ser.

Por otro lado, durante esos años Viedma tuvo una publicidad inesperada. Una visibilidad que las autoridades locales no terminaron de aprovechar. Viajaron embajadores de Estados Unidos, Rusia, China, también empresarios extranjeros, y el mismísimo presidente de Brasil, José Sarney. Hasta el Papa Juan Pablo II visitó la Comarca. “Alfonsín le pidió expresamente que venga a Viedma para referenciar la visibilidad de la nueva capital”, recuerda el exgobernador. 

Cabalieri contó que un día de calor infernal en la ciudad, el jefe de ceremonial le golpeó la puerta del despacho y le dijo que tenía que recibir al embajador de Rusia. “Me lo mandaban a las 5 de la tarde y sin avisarme”, recuerda Cabalieri, acostumbrado como todo intendente comunal a tener tardes tranquilas. “Cuando vi que hablaban en castellano dije: ¡una a favor!”. 

Ese día el intendente les preguntó si la visita era para buscar dónde instalar la futura Cancillería. “Yo solo le voy a decir una cosa: acabamos de comprar un predio en uno de los barrios paquetes de la Ciudad de Buenos Aires para hacer la nueva sede”, respondieron los rusos. 

El impulso del proyecto duró apenas 6 meses, después se empezó a desinflar como el sueño de la primavera alfonsinista. El traslado de la capital era para el presidente radical una refundación del Estado: separar el poder político del poder económico para construir un muro de contención frente a la recurrente inestabilidad política e institucional del país

Sin embargo, esa sensación de escepticismo que rodeaba al proyecto nunca se fue. El propio Alfonsín reconoció que le faltaron gestos políticos para convencer. “Me tendría que haber mudado aunque sea en carpa a Viedma. Eso hubiera cambiado todo”, dijo muchos años después. “Se dejó atrapar mucho por la idea urbanística y se olvidó que era un proyecto totalmente político”, explica Massaccesi. 

Ahora, 37 años después, ¿es viable trasladar la capital del país fuera de Buenos Aires?

Ignacio Torres dijo en el programa de Mirtha Legrand: “Creo que ahora, este gobierno, que tiene vocación reformista en muchas áreas, más allá de que coincidamos o no en algunos puntos, tiene una oportunidad histórica con este proyecto que la Argentina necesita, tanto en términos económicos como políticos”. Y advirtió que el proyecto podría llevar entre 10 y 12 años, porque requiere de una gran inversión en infraestructura.

Luján Menazzi, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del Conicet, explica que “el traslado es un tema que reaparece cíclicamente en la historia argentina, sea a Viedma o a otra ciudad”, pero advierte que, “hoy es muy improbable un traslado como el que planteaba Alfonsín, que requería de un Estado fuerte, capaz de llevar adelante esa iniciativa, pero sobre todo capaz de convencer y entusiasmar a la población y a los distintos actores políticos en pos de un nuevo proyecto de país. En el contexto actual la lógica pareciera ser la contraria. Además, no imagino un proyecto de este tipo sosteniéndose ante recambios de gobierno, con signos políticos opuestos”. 

Hoy es muy improbable un traslado como el que planteaba Alfonsín, que requería de un Estado fuerte, capaz de llevar adelante esa iniciativa, pero sobre todo capaz de convencer y entusiasmar a la población y a los distintos actores políticos en pos de un nuevo proyecto de país

Luján Menazzi doctora en Ciencias Sociales e investigadora del Conicet

La investigadora explica los traslados de capitales o creación de nuevas ciudades de las últimas décadas fueron en general realizadas desde otra concepción, más ligada al city branding, colaboraciones público-privadas, la idea de llamar arquitectos estrella y hacer negocios urbanos. Una concepción muy distinta a la sustentada por Alfonsín y algo que no parece estar tampoco en la mente del gobierno de Javier Milei. 

Martín Bacigalupo uno de los arquitectos que encabezó el proyecto alfonsinista de la nueva capital le dice a elDiarioAR que desde el punto de vista técnico y económico es posible hacer el una nueva ciudad capital en este momento. Recuerda que en 1986 hablaron con personas en todo el mundo que estaban trabajando en la creación de ciudades nuevas. De esas experiencias aprendieron que se puede hacer una ciudad nueva y que el presupuesto final sea cero, es decir que el negocio inmobiliario es tan atractivo que la obra se paga sola. “Si es negocio hacer un country imaginate si no va a ser negocio hacer una ciudad”, explica.  

Si es negocio hacer un country, imaginate si no va a ser negocio hacer una ciudad

Martín Bacigalupo arquitecto, uno de los encargados del proyecto alfonsinista de la nueva capital

Sin embargo, aclara que para un proyecto así no alcanza sólo con los aspectos técnicos. “Un traslado de la capital es un proyecto demasiado grande como para pensarlo bajo un solo aspecto. Tiene que haber decisión y se deben contemplar una variedad de objetivos enormes”.

Por su parte, Genoveva Molinari, licenciada en Ciencia Políticas y referente de la UCR rionegrina, pone el foco en las internas políticas locales: “En el plano provincial rionegrino, no existe un acompañamiento al proyecto como sí existió en el 86. Si bien se anunció desde el bloque de Gobernadores Patagónicos, el proyecto solo fue firmado por la senadora de Chubut”.  

Alfonsín contaba con el acompañamiento de los gobernadores de Buenos Aires y Rio Negro, que eran de su partido. “Axel Kicillof, es el principal opositor del Presidente y Alberto Weretilnek sostiene una relación pendular de tires y aflojes con el gobierno nacional”.

En el mismo sentido, Massaccesi dice que hay que aprender de la lección que nos dio la historia, “semejante decisión requiere de consenso y acuerdo político, y hoy no nos podemos poner de acuerdo en un 8% de aumento a los jubilados o sobre el presupuesto universitario. Suena utópico”.

Al igual que los vientos del sur que alguna vez hicieron ondear las banderas de un país imaginando su nueva capital en la Patagonia, el sueño de Alfonsín resurge cada tanto recordándonos que la Argentina mira siempre al futuro con la nostalgia de lo que pudo ser y la esperanza de lo que aún puede ser. Hoy, esta propuesta es un eco de aquellos días en los que Viedma y Patagones se convirtieron en la promesa de un país diferente, que se atreviera a mirar más allá de la avenida General Paz. Quizás sea un sueño utópico, como dicen algunos; pero quizás, también, sea ese sueño la brújula que empuje a buscar una Argentina más justa, diversa y descentralizada. Tal vez, algún día, Dios atienda en el sur.

VL/JJD

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